martes, 17 de febrero de 2015

EL JAQUE OCULTO DE RAJOY

Le están enseñando la puerta en la distancia porque no hay manera de que él mueva el picaporte, agarrado con uñas y dientes al suelo ‘arriolano’ que aún le vende ciertas esperanzas.


Razones para irse

Ser el político peor valorado en todas las encuestas, sin excepción, no es un buen banderín de enganche para ilusionar en las próximas generales. Como tampoco son suficientes los alentadores datos macroeconómicos que se vislumbran desde ciertos brotecillos ‘enverdinaos’ sobre el páramo  español, que aún no se materializan para la inmensa mayoría de los ciudadanos, y que esconden la dura realidad de haber aumentado en su mandato la deuda pública de España desde los 600.000 millones de euros al billón largo. ¡Tela!

 Y solo el miedo inducido a Podemos desde el poder, por mucha campaña que se haga, sumado al que sin necesidad de que se lo metan en vena le tienen millones de españoles a sus dirigentes filo bolivarianos, que ya se va encargar Tsipras de azuzarlo involuntariamente desde Grecia; no dará para superar, como mucho, el treinta y cinco por ciento de los votos desde el que intentar un gobierno, aunque sea en precario.  

El verdadero miedo escénico es el interno del PP. Empezando por los escasos barones autonómicos y municipales limpios de polvo y paja, así como por  pesos pesados que llevan años en las Cortes y en otras instituciones,  que ven peligrar sus poderes por el descrédito del partido a nivel de calle tanto por las corruptelas de cada día como a la inanición del presidente para tomar medidas ejemplares.

La bandera de la renovación es enarbolada por muchos personajes relevantes de la sociedad dentro y fuera del PP. Y es que se ha renovado mucho en España. El PSOE e IU, por muchos problemas que a su vez tengan, o la propia monarquía, pasando por la renovación de ideas, proyectos y ambiciones de partidos pequeños, tal que Ciudadanos, o la muy exitosa  irrupción de Podemos, dibujan un cambio de escenario irreversible al que hay que subirse para pintar algo en el convulso panorama que se avecina.

De ahí la gran alarma producida en los últimos meses, y los mensajes más o menos subrepticios consiguientes a don Mariano de que piense con generosidad y cierta urgencia en un recambio capaz de ilusionar a su electorado. Porque en las próximas generales no les bastará a los populares con ganar minoritariamente, en cuyo caso irían por un largo periodo a la oposición, y, lo que es peor, a una refundación ineludible cuando no haya prebendas que repartir. Hay que ganar con mucha diferencia, y eso es ahora misión imposible con las mismas caras de siempre.


Si sales a empatar, pierdes

Incluso se empieza a repetir como un mantra la pena de que Rajoy no diera el paso de irse antes, concretamente cuando lo de Bárcenas, porque desde entonces este hombre no está para enarbolar ninguna bandera de regeneración. NI mucho menos puede generar la ilusión necesaria para ir a una confrontación electoral tan extrema como la que se avecina con alguna garantía de éxito; está asumido que el 30 o el 35 por ciento es el techo máximo al que puede aspirar y, por ende, saldrá a empatar el partido, que es lo mismo que jugar a perderlo por goleada. La que le van a endosar las fuerzas de izquierda en su conjunto.


La hora de Ciudadanos

En resumen, que a Rajoy le están enseñando la puerta porque también hay otras alternativas. Ciudadanos podría ser buena si contara con los apoyos suficientes. Y hacia esa barquita, de momento, se están echando algunos cabos ante el pavor de la nomenclatura ‘pepera’, que por eso están ninguneándolo cuanto pueden. Sin embargo, los más sensatos piensan que tal vez bien empujada podría ir convirtiéndose en un barco capaz, al menos, de ser la bisagra alternativa al gobierno grande de PP y PSOE para salvar los muebles en esta encrucijada; aspiración entre bambalinas de españoles con poder, y de fuera, de instituciones sociales y de muchos ciudadanos, pero a día de hoy imposible de materializar.

Albert Rivera da bien en España porque lleva años dando la cara dignamente en su Cataluña natal frente a los desmanes de los independentistas burgueses de CIU y de los tripartitos de ocasión de izquierdas. Y junto a su imagen y aparentes talante y talento, no es mal banderín de enganche para ilusionar.  


El jaque con la reina Soraya

Enrocado en sus silencios, y como ya comentamos, el presidente tiene una jugada fuerte y posibilista sin las circunstancias se le hacen insostenibles: un varapalo en las autonómicas y municipales, de las que las andaluzas serán unas primarias clarificadoras.

Y no es otra que su protegida, la todopoderosa vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría.

De hecho, cuando a la mayoría de votantes confesos del PP se les abre esa ventana, sus gestos y expresiones denotan y jalean una esperanza que no les asoma pensando en Rajoy como aspirante a repetir en el cargo; saben que eso será imposible porque no lograría, en ningún caso, los resultados suficientes. Y, además, salvo que funcione el pacto oculto de no agresión con el PSOE, que también señalamos, cada vez más precario debido a su crisis; tampoco conseguiría apoyos para ostentar un gobierno en minoría parlamentaria.  


Doña Soraya, en cambio, tiene a su favor la formación y eficacia que nadie le discute, la laboriosidad que trasluce y, ojo, una potente hoja de servicios sin mácula alguna de corruptelas, que ya es mucho. Si a ello le unimos su buena capacidad comunicativa, con un lenguaje sencillo desde el rigor de las ideas y los datos, la fresca juventud, su género, que sería un plus; y el apoyo que suscita en la mayoría de los medios, estarían en el PP ante el perfil adecuado para, entonces sí, hacer un intento esperanzado a finales de año. Porque, como añadido, desde su practicismo, ella sí podría llegar a acuerdos impensables ahora con otras fuerzas políticas. 

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