lunes, 25 de enero de 2021

SUPERLIGA, DESPOTISMO, TRINCONES Y PARNÉ

 

Todo para los aficionados, pero sin los aficionados. Eso esconden los dirigentes del fútbol mundial negando el interés de una Superliga europea, como hacían con el pueblo algunos gobernantes del Despotismo Ilustrado del siglo XVIII.

Todo para los aficionados, pero las decisiones las toman quienes viven del fútbol a cuerpo del rey sin tocar un balón ni más méritos que trapichear y repartir prebendas, cuando no lamer traseros descaradamente, sin arriesgar nada ni tener en cuenta la opinión de los supuestos beneficiados por la dudosa sabiduría, preparación, altura de miras, generosidad y eficacia de quienes mandan. ¿Les suena de algo que padecimos, padecemos y padeceremos?

Pero aparte de egos, despotismo, jetas y sillones de alcurnia boba, aquí están en juego miles de millones en publicidad y patrocinios; verdadera razón de la guerra que viene. A FIFA, UEFA, Federaciones nacionales y Asociaciones de fútbol profesional, además de pelear entre sí por la pasta, les ha salido un competidor interno: los clubes europeos más poderosos, que pugnan por una porción importante del mismo pastel dinerario. Han aprendido que o espabilan o los limpian unos y otros, exprimiéndoles plantillas, estructuras e imagen sin obtener a cambio los medios para mantener sus cada vez más costosos clubes con el fin de satisfacer las también cada vez mayores exigencias de sus ambiciosas aficiones; antes había que pelear con gallardía por los títulos, ahora, engañosamente, hay que ganar siempre.

En un mundo convertido en un gran espectáculo global, en el que compiten todo tipo de actividades, desde las clásicas y populares hasta las más novedosas, livianas o elitistas, pasando por cualquier evento susceptible de ser viralizado en segundos por las prácticamente incontrolables redes sociales, los aficionados futboleros demandan sensaciones fuertes constantes. Ya no se trata de esperar a los partidos de máxima rivalidad o a las finales de diversas copas o ligas, ahora hay que fidelizar continuamente a la parroquia porque existen multitud de oportunidades para distraerse. Y eso quiere decir que el interés de los anunciantes y patrocinadores puede esturrearse también. El dinero publicitario se invierte donde hay clientes, y cuantos más, mejor.

Esa es la clave de tal disputa. Todo lo demás son cuentos y excusas para ingenuos de caraduras que nunca confesarán el interés que les mueve: el suyo propio por sus infinitas mamandurrias, a veces vergonzantes o delictivas, despreciando a quienes se arriesgan, ponen el tinglado, los actores y toda la parafernalia que conlleva el fútbol, además del dinero para su mantenimiento: los clubes y sus aficionados.

En el colmo del cinismo, quienes se oponen a esa Superliga, alegan que iría en detrimento del fútbol, es decir, de la afición. Afición con la que jamás cuentan para nada. Pero vamos a ver, hasta donde se sabe, los grandes clubes europeos no dejarían de competir por su voluntad en las competiciones nacionales. Y, por ende, en las internacionales derivadas. ¿Dónde está el problema entonces?

Si el Madrid, Barça o Atlético hacen dos plantillas para afrontar ambos frentes no iría en detrimento de nadie. Serían cuarenta y tantos jugadores compensados porque ninguno de ellos querría hacer el ridículo en Europa ni en España. ¿O alguien piensa que sí? ¿Qué habría menos dinero para repartir entre los medianos y modestos? Probablemente. Pero también tendrían más posibilidades deportivas porque se abriría la Liga. Eso sí, deberían mirar más al fútbol de base y menos a fichajes ruinosos. Aparte, los mandamases organizativos, deberían administrar mejor para que el dinero del fútbol vaya al fútbol y no a lujos y sueldazos burocráticos improductivos. ¡Qué harían algunos en empresas o en mercados libres! Vivir modestamente o el tonto, como acostumbraban.     

El atractivo de la Superliga es ver ochenta partidos de los grandes en lugar de los cincuenta actuales. Y no a los mismos jugadores, que a veces aburren, no están o no emocionan porque juegan en exceso, sino a los mejores del mundo compitiendo a tope semanalmente entre iguales en Europa, y los findes a los aspirantes a serlo en sus ligas nacionales con otros jugadores y más igualdad y equilibrio. Además, Champions, Euroligue y fase final de la Superliga.

Fútbol a lo grande. Pero será un parto difícil porque saldrán enemigos insospechados. Tantos como perdedores dinerarios haya en cualquier sitio, actividad y concurrencia.

Administren mejor y con transparencia, y digan la verdad Infantino, Ceferin, Tebas, Rubiales y compañía sin cercar interesadamente el deseable campo de la libertad.

El maldito parné, que decía la copla, y los trincones de siempre.  

               

 

lunes, 18 de enero de 2021

ZIDANE MÁS FLORENTINO IGUAL A KLOPP

 

Anticipar el futuro siempre es complicado, pero en el fútbol aún más; a los imprevisibles condicionamientos humanos se une el ingobernable azar. Sin embargo, la socorrida lógica griega nos ayuda a deducir una conclusión tras analizar dos premisas verosímiles.

Al margen de resultados, hace semanas argumentamos por qué vemos a Zidane fuera del Madrid a finales de temporada de manera voluntaria. Es consciente del agotamiento tanto de su discurso técnico como de la plantilla que maneja, que al contrario de 2018 cuando conjugó con éxito a titulares y suplentes, ha reducido a un grupo de quince jugadores de su confianza. En el camino ha dejado al resto, que se consumen en la grada, y a quienes ha largado; unos con experiencia y nombre, por indolentes, y otros con ganas y futuro por supuesta inmadurez.

Y empático como es, sabe que su valedor está descontento porque su gestión es contradictoria con la nueva estrategia del club: apostar fuerte por nuevos valores apoyándose solo en una reducida columna vertebral ilustre y sin fichajes de relumbrón, salvo el deseadísimo Mbappé si se pusiera a tiro. Reiteramos que el gatillazo con Hazard refuerza tan evidente decisión estratégica.  

Zidane ha demostrado valores importantes en un club como el Real: inteligente gestión de egos, notable capacidad aglutinadora en torno a su carisma personal, franqueza y dar la cara siempre, voluntad férrea para mantener convicciones, ser hombre de suerte — en el sentido de cómo elegía Napoleón a sus mariscales—, lealtad con sus incondicionales, hacia la institución y a su presidente, y lucir una indiscutible elegancia hasta para decir adiós sin acritud y desinteresadamente.

Pero también muestra debilidades manifiestas; reverso de tales virtudes: escasa cintura para variar postulados, tanto con el mismo club como hacia jugadores que tacha y respecto a conceptos técnicos; poca paciencia y desconfianza con jóvenes, nula capacidad de sorprender con planteamientos tácticos novedosos y de reinventar futbolistas, tampoco en el juego durante el transcurso de los partidos; y demasiado apego a veteranos aun poniéndoselo fácil, además, a rivales que los conocen sobradamente.

Florentino ha aprendido con los años porque interiorizó que la sabiduría debe ser el aprendizaje de sus errores. Por eso, al contrario de 2018, cuando la renuncia de su talismán le pilló desprevenido, hace tiempo que intuye lo inevitable. Entonces salió desbocado a buscar técnico para, tras seis noes clamorosos, optar por un Lopetegui a quien la oferta le desjaretó tanto la cabeza como las prisas a su inesperado príncipe. Así, antes del pasado final de temporada, tenía pergeñado el desembarco de Pochettino, que ha aguardado hasta firmar recientemente por el PSG. Posibilidad que truncó el tan afortunado como merecido triunfo postrero en la Liga y recientemente, antes de navidad, el enésimo renacimiento blanco.

Y de las premisas Zidane y Florentino, siendo el Real Madrid, deducimos la conclusión; Jürgen Klopp, técnico exitoso en ligas importantes y en Champions, con prestigio, predicamento, carisma y hambre.

Un entrenador de permanencia estable en clubes, que aúna su reconocida apuesta joven en Alemania y el distinguido fútbol total que conquistó Inglaterra y Europa. Y quien tuvo tanta valentía para hacer debutar a un Götze juvenil en el Borussia — impulsor de la renovación que aún perdura en ese club— como sabiduría para sacar lo mejor de Lewandowski hasta lanzarlo al estrellato, o revivir a un devaluado Salah y encumbrar a un irrelevante Firmino en Liverpool.  Avales que garantizan que es el mejor posible para un gran club, urgido de tales valores.

Y esto lo sabe Florentino. Intuyo que ya mueve hilos para soslayar un impedimento formal: la reciente renovación hasta 2024 de Klopp, aunque el alemán se guardó un as:  el acuerdo para que el Liverpool le diera facilidades si deseara volver antes a Alemania. La posibilidad de entrenar a su selección no deja de ser una puerta entreabierta porque dirigir al Madrid también es un sueño.   

Con similar silogismo, a primeros de marzo de 2018 publicamos “Zidane está fuera”, explicando las razones que abonaban tan sorprendente predicción. Había ganado dos Champions seguidas y seguía vivo en Europa, aunque en liga andaba zigzagueante y con circunstancias parecidas. Poco después, también aventuramos la marcha de Cristiano, harto de promesas presidenciales incumplidas. Ojo al paralelismo con Ramos, no sea que al descosido goleador desde entonces se sume ahora un roto detrás.   

Tanto si acertamos nuevamente o no, átese Pérez los machos, que asoma veleto y resoplando por la puerta de los sustos uno de patas negras.

 

martes, 5 de enero de 2021

CUANDO JUEGAN REALIDADES, AZAR Y CONTRADICCIONES

 

Contrastables, imponderable y voluntarias, marcan presentes y futuros. Mendoza echó a Antic siendo líder el Real Madrid, regalando la Liga al Barça, y Bartomeu les devolvió el favor, años después, replicando la desventura con Valverde, también en cabeza.

Mala suerte y fortuna varia en base a contradicciones, porque de tener otros presidentes, tal vez el serbio no hubiera tenido que emigrar al Manzanares para conseguir un doblete con el Atleti de Gil y los blaugranas no hubieran regalado la Liga pasada al Madrid de Zidane. Aunque este fortuito blanco también ha afectado a otros personajes como Florentino Pérez y Pochettino, y hasta a Tuchel, al PSG y a su jeque.   

El presidente blanco sabe que el ciclo de Zidane se alarga demasiado. Tanto como su luenga sombra sobre el grupo de jugadores que lo encumbró. El francés gestionó bien egos y calidades para hacer un equipo campeón, pero fuera de ese enorme éxito le sobrepasa la nueva estrategia de su presidente. Apostar por la renovación no le distingue y exprimirá hasta el final a sus veteranos, que le responden admirablemente desde un sentido de la lealtad encomiable. En todo caso, es irreal un Madrid perseverante contra grandes y pequeños. Los blancos no son fiables por mucho que hasta ahora le hayan respondido a su técnico en momentos clave. Y él es consciente.

También sabe el tricampeón consecutivo de Europa que su baranda no le va a traer vacas sagradas de otros lares para ir sustituyendo sus desgastadas piezas. Lo de Pogba fue un ejemplo, que ha reforzado la tesis presidencial con el gatillazo Hazard. Pérez tiene otros planes, por eso quería a Pochettino, un técnico al que sí le agrada la sangre joven. Y eso también lo sabe el francés.

La contradicción del presidente blanco es que para cumplir su hoja de ruta debe prescindir de su mejor fichaje, tanto de futbolista como de entrenador. Pero, infiel a su personalidad, no forzará directamente el cese de su talismán, como hubiera hecho con cualquier otro; dejará que él mismo tome la decisión en un ejercicio de noble prudencia. Pérez debe mucho a Zidane. Tanto como seguramente continuar de un modo incontestable en el palmito. Así, una pareja de éxito viven vidas paralelas, cada cual a lo suyo, e irán hasta el final en su desencuentro. Sus caracteres no son bizcochables. Eso sí, desde el respeto mutuo que se profesan.

Aventuro que Zidane, ocurra lo que ocurra esta temporada, que a pesar de las apariencias no pinta bien; dirá adiós elegantemente en junio y Pérez le rendirá justos honores de figura señera del madridismo. Aunque muchos futboleros, madridistas y no, etiquetan de técnico mediore al gabacho, cuando pase el tiempo, se recordará su entente como la segunda época grande del Real tras la de Bernabéu y Di Stéfano; hitos relevantes del fútbol español.

Igual que lo está siendo la apasionante realidad de Simeone en el Atlético. Tanto que ya se equipara a Luis Aragonés en el santuario colchonero. El argentino será otro hito grande del fútbol patrio, hasta el punto de que su estancia en el Atlético marcará un antes y un después. Esta temporada puede ser la que rompa definitivamente los moldes rojiblancos. Lástima que no pueda contar con alguno de los grandes delanteros que han jalonado su etapa: un Griezmann, un Falcao o un Costa en plena forma. Con alguien así, el Atleti actual no solo apuntaría a la Liga sino también a la Champions; los goles hacen mejor a todos.  

El azar también jugó con Lopetegui a favor del Sevilla. Su salida desquiciante del Madrid, tras su inapropiada llegada desde la Selección, propició que el mejor director deportivo español, Monchi, lo llevara a contracorriente a Nervión. Si tienen paciencia y le nutren de gol puede llevar a los sevillistas a cotas desconocidas en su palmarés. Ganas de reivindicarse y argumentos técnicos tiene.

El reverso de tan hermosa realidad es el contradictorio Valencia. Es increíble que un empresario como Lim destruya en tan poco tiempo lo que apuntaba a grandeza. Parece que le hubiera molestado el éxito. Y ese suicidio económico es algo impropio de quien debería mirar el rendimiento de sus inversiones. Suena a que, aburrido, la finalidad es recuperar su dinero acabando de desmantelar la plantilla y después venderlo para obtener alguna plusvalía.

Azar, contradicciones y realidades en una actividad, el fútbol, que solo se parece a una empresa en la necesidad de manejar personas y números.   

 

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