martes, 3 de febrero de 2015

CADA MOCHUELO EN SU OLIVO

Algunas veces se dice que un técnico ha tenido un ataque de entrenador. Y es cuando cambian la disposición natural de su equipo, o la de alguno de sus jugadores básicos, para contrarrestar ciertas virtudes singulares de los equipos rivales a quienes se teme. Les suele ocurrir a entrenadores de gran personalidad cuando se pegan batacazos con los grandes. Recuerdo casos concretos de Cruyff y Guardiola con sus respectivos Barças en el Bernabéu; así como de Valdano o Mourinho en el Nou Camp con el Madrid. Se olvidan, sin embargo, aquellos casos en los que les salió bien el invento, como algún triunfo importante del Barça con tres defensas, incluso con dos; o de los blancos en campo rival con tres o cuatro delanteros rápidos,  cediendo el medio campo a los virtuosos blaugranas.

Es historia, pero lo normal es el buen juego con cada mochuelo en su olivo. El Real hizo un excelente partido contra la Real, pero aparte de la magia de Isco y de la calidad indudable de Benzema – qué pena que sea tan intermitente- , me quedo con una posición básica que ya hemos comentado alguna vez: el medio centro. Y es que, sin hacer Illarramendi un gran partido, en parte porque no se lo exigió la Real, Kroos pudo por fin jugar en su sitio: unos metros por delante de aquel. Y ahí el teutón es casi imparable tanto en corto como desplazando el balón a media distancia. Sus apoyos para la salida del balón bien jugado desde atrás, como las llegadas al borde del área con peligro o los cambios de juego, son los marchamos que le distinguieron en el Bayern y su selección como uno de los mejores medios del mundo. Y para eso lo fichó el Madrid – muy bien por don Florentino, a pesar de nuestras conocidas críticas -. Lo que ocurre es que tuvieron que improvisar sobre la marcha ante la inesperada marcha de Alonso.

El alemán es tan buen futbolista que lo puede hacer bien de medio centro, pero cuando juegan ante un equipo de más exigencia se le notan las carencias; meter la pierna en el medio o delante de su área, como tercer central más adelantado, no es su fuerte y baja ostensiblemente su nivel. Quizás por eso hayan fichado ahora a Lucas Silva, porque ni Modric ni Khedira pueden jugar con solvencia en esa posición clave aunque sean unos excelentes ayudas. Veremos el rendimiento del brasileño, pero a medio plazo los blancos pueden tener esa posición bien cubierta si le dan confianza a Illarra, y se centra, o repescan al también brasileiro Casemiro de su aventura portuguesa, donde está rindiendo a buen nivel.

En definitiva, aun con todos los movimientos tácticos que pueda pergeñar el técnico de cualquier equipo grande, teniendo en cuenta la presión por conquistar todos los títulos y la enorme exigencia de sus aficiones, hacen bien intentando que cada jugador, como los mochuelos en el campo, ocupen su espacio natural; su olivo.

Cuestión diferente y de un grandísimo mérito es cuando amoldan a un buen futbolista a una posición distinta a su especialidad, aprovechando sus mejores cualidades en otras funciones, y redescubren a un jugador excepcional. Quizás los ejemplos más recientes los hemos tenido en los laterales izquierdos del Valencia, Jordi Alba – mucho mérito de Emery-  y Gayá, que siendo extremos han terminado de defensas sobresalientes, o el paradigmático Juanfran del Atleti, al que Simeone ha hecho internacional como lateral derecho, siendo extremo de ese lado en cuantos equipos jugó el canterano madridista antes.

En la memoria nos quedan algunos ejemplos parecidos. Recuerdo a Goicoechea en el Barça de Cruyff, que llegó de extremo y acabó de lateral internacional con su club y con la selección. Y, a nivel local, ese buen medio derecho canterano que era Canito en el Real Murcia de Mesones, y que alcanzó su cumbre en primera jugando de lateral izquierdo.

Aún tenemos algunos en la retina su golazo al Barça en la Condomina en septiembre de 1973, en el debut de Cruyff en España fuera del Camp Nou, que supuso el definitivo dos a dos. Lo hizo en la portería del sector A, cruzando el balón con la derecha en una rosca perfecta desde casi la esquina del área, tras amagar en la banda izquierda para fuera y yéndose hacia dentro para encarar con su pierna buena; como los que ahora marcan algunos figuras cambiados de banda. ¡Chapeau, don Mariano!      

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