lunes, 30 de septiembre de 2019

DE CONJURAS, GATOS, GANSOS Y PARTOS BURREROS



Éramos pocos y parió la burra. Asegura Xavi Hernández que Qatar funciona mejor que España, y pone ejemplos: no es necesario cerrar las casas y dejan el coche aparcado hasta en marcha.

Vamos a ver, nene, teta o sopas. Eso ocurría aquí cuando la dictadura de Primo de Rivera, decía mi abuelo materno —primer taxista de Murcia, en los albores de los años veinte del siglo pasado, compitiendo con las galeras en Belluga—, considerando que lo de Franco era una broma al lado de aquello. Y con ejemplos parecidos sobre la seguridad pública española de entonces —de 1923 al 30—, me lo argumentaba por el respeto reinante a las autoridades y lo implacable de la justicia contra ladrones, maleantes, asesinos, etc. Así, junto al coche de punto que lucía el número uno en la puerta, recordaba cómo un juez militar ordenó que se fusilara primero al hijo de un general, que con otros secuaces habían asaltado sanguinariamente el tren correo andaluz, en respuesta a la petición paterno filial de clemencia de su compañero de armas. 

Como el exfutbolista se refiere en tan lamentable diatriba al asunto catalán, el régimen qatarí habría juzgado y condenado severamente —allí se aplica la Sharia a los ciudadanos musulmanes—, tanto a los descerebrados que han cogido ahora con explosivos como a quienes purgan en prisión preventiva su intento de proclamación de una república catalana en una monarquía parlamentaria como la española. 
Concluyendo, opinar o hacer algo que ofenda al emir soberano qatarí se considera delito criminal. Con su nivel salarial él sí vivirá mejor que aquí, como los muy ricos del diez por ciento de ciudadanos nativos qataríes, quienes gozan de prerrogativas y enormes discriminaciones favorables respecto al resto de la población —un noventa por ciento—, inmigrantes, generalmente al servicio de sus señores empleadores. ¿Imaginan cuál sería allí la respuesta de su absolutista emir a quien exigiera un referéndum sobre autodeterminación en cualquiera de sus pueblos, barrios, ciudades o arenales varios?  Seguramente, un afeitado al cero de cuello. Para resumir, Xavi, como Guardiola y otros ”primos” suyos, eran buenos con la pelota, pero en política, honestidad y vergüenza piensan diarréicos.

Volviendo al fútbol, los jugadores merengues se conjuraron tras lo de París para salvar la cabeza de Zidane, a quien respetan, advertidos por la ira de  Florentino; a Mourinho no lo quieren ni en pintura. Y les ha salido bien, demostrando que conservan valores para evitar ridículos. Contra Sevilla y Atlético los lucieron en dos partidos serios a domicilio. Diferente es que les lleguen para ganar algo esta temporada; cuestión harto complicada. La falta de gol es tan clamorosa como la lentitud y rígida cintura de Hazard.  Si el brillo de la guadaña ha surtido efecto, alabemos la estrategia presidencial. Aparte de que también demuestra que las crisis madridistas suelen ser relativas, dada su genética, como proclama el citado Xavi. ¡Qué bonico luce cuando habla de fútbol!

Además, Zidane tomó nota también y ha empezado a sacarle lustre a los suplentes y los alineó con acierto frente a Osasuna. La diferencia con su primera etapa es que entonces lo hacía fuera del Bernabéu, pero parecen todavía verdes. Ese es el camino de unos y otros: correr, meter la pierna y jugar como saben. Ahora solo falta que lleguen los goles decisivos. De momento, lo único claro es que, más que flores, Zidane tiene más vidas que un gato. 

Donde también hay conjura es por can Barça, con la diferencia de que allí sí mandan ellos con Messi de capo y Piqué de vocero. La advertencia del central a su directiva, deslizando que hay periodistas afines que escriben por boca de ganso lo que desde el club filtran interesadamente, suena a ultimátum. Mal asunto. Donde deben hablar es en el campo y ahí zigzaguean cuan culebras. Si Messi no recupere pronto su nivel será un año complicado, porque si sus esperanzas son el imberbe Ansu Fati, y que Suárez siga marcando fuera y Griezmann recupere enseguida su versión atlética, lo tienen chungo. Solo Ter Stegen y Lenglet, con destellos de De Jong y Arthur, mantienen el tipo. Pero necesitan a veinte enchufados y al mejor del mundo. Si no, apaga y vámonos al tenis con Piqué.

Y mate que no falte, porque lo del supuesto ganso Bosch en el Mundo Deportivo es más cierto que falso. En el Barça mandan los futbolistas, como Florentino Pérez en el Madrid y Simeone en el Atlético.
  

martes, 3 de septiembre de 2019

¡TORPEDORRR....! ZIDANE



Eso le hubiera dicho el genial Chiquito al técnico del Madrid tras sus “una o dos bombas”, en la que supongo irónica última rueda de prensa. Y es que, el carrusel de despropósitos del galo desde que volvió al Real anunciando cambios relevantes tuvo como colofón el inesperado anuncio de la marcha de Keylor, cuando hace pocos días también sentenciaba que el tricampeón de Europa continuaría de blanco. Y lo más sorprendente en esa última cita con los informadores fueron “los adornos en la cara” a la concurrencia, como también le hubiera dicho Juncal, en forma de divertidas sonrisas con lo que está cayendo.

Más allá de la comedida elegancia de Zidane, ese buen humor encierra una despedida casi subliminar para quienes no están en el ajo de su situación real. Sin embargo, para quienes sí lo saben, es un modo de adornarse en plan taurino. Anuncia que más allá del puesto poco más pueden quitarle. Ahora entenderán lo que dijimos hace poco sobre el sobrevuelo del fantasma de Mourinho.

En enero de 2018, enterado de las conversaciones del club con Löw para relevarle por su calamitosa marcha en la Liga y la inquietud generalizada en la planta noble con su gestión, tomó la decisión de marcharse a final de temporada, pasase lo que pasase, y se refugió en una piña con los jugadores veteranos de la plantilla. Aquello concluyó con las agónicas  eliminatorias superadas, hasta ganar la última Champión merengue en Kiev, y el desfonde general subrayado con la marcha del despechado Cristiano y la declaración huidiza de Bale queriendo presionar a su valedor.  Unos y otros habían entendido que la luenga mano del presidente era quien en realidad hacía y deshacía en el club.

Y ahora estamos casi en las mismas. La anunciada revolución de Zidane se ha ido quedando en nada porque Pérez va por un lado y él por otro. Pidió a Pogba sobre todas las cosas y su jefe esperaba que entendiera el nuevo rumbo que deseaba imprimir al club. Juventud, divino tesoro, anhelaba Pérez. Por eso no le perdona el ninguneo a Vinicius, a Rodrygo e incluso a Kubo. Y ya vemos cómo ha ido discurriendo todo. Son demasiados agravios. Zidane deshizo el fichaje de Kepa, no le ha dado bola al acuerdo con Eriksen, despreció a Llorente y Reguilón y no quiere oír hablar de Van de Beek ni de Fernandes sin Pogba en la plantilla.  Así que ya tenemos de nuevo a Zidane envuelto en la bandera de los Kroos, Modric y compañía, y sonriente ante lo que sabe inevitable. Con esos mimbres se va al hoyo, pero esta vez será la guadaña presidencial quien ponga las cosas en su sitio.

En el Madrid manda don Florentino y todo lo demás son ochos y nueves y cartas que no ligan. ‘El Moro’ olvidó que Pérez gusta emular al patriarca de los Ford — decía que sus clientes tendrían el color de coche que quisieran siempre que fuera el negro— al aceptar volver para salvarle la cara tras el fracaso con Lopetegui, el tiro fallido de Solari y la ristra de intentos vanos con hasta seis técnicos en la primavera tardía anterior.

Y por Can Barça no andan mejor las cosas. Valverde ha encontrado en el imberbe Ansu Fati su talismán —¡menudo jugadorazo tenían en la Masía!— a falta de poder hacer otra cosa que seguirle el aire a un Napoleoncito Bartomeu deseoso de retirarse a lo grande. Cogido entre dos fuegos, el presidencial y el de sus veteranos con Messi al frente, tiene que tragar con Rákitic en la grada porque en el club se lo han tachado y no por cosas del fútbol, como arguye, y barajar el desmorone anímico de jugadores que se han sabido moneda de cambio en el vodevil Neymar. Si el desbocado presidente no pensaba ir de verdad a por el carioca, habiendo apostado por Griezmann a despecho de Messi, lo increíble es que haya gestionado tan mal el asunto parisino. Ha hecho el ridículo mundialmente y ha quemado de paso las expectativas de unos jugadores que mal que bien deben sacarle las castañas del fuego. Messi desairado, Dembélé acongojado, Arthur y Umtiti desvalorizados, Rákitic en el limbo, Rafinha descolocado por su futuro y hasta Semedo sin saber por dónde vienen los tiros.

Se puede acertar o no, que es humano, pero tener al Madrid y Barça como casa de meretrices sin gobierno es de lesa ineptitud. Así están nuestros grandes.          

EL BLUFF NEYMAR



De engañabobos hacia arriba. El PSG para revalorizar a un jugador que alguna vez fue futbolista grande y se les ha quedado en cantamañanas. El Barça por tapar decepciones y runrunes catastrofistas, y para simular que atienden los deseos de Messi, que son órdenes porque es la verdadera autoridad, aun sabiendo que carecen de argumentos contantes para conseguir su fichaje. El Madrid por estrategia anticulé  y por antigua querencia florentiniana, y para marear a sus forofos y diluir su nefasta gestión deportiva, además de poner sordina a los ridículos con Pogba, Bale, James y hasta con un Keylor cansado de tanto desprecio. Y el propio brasileño para tapar sus risibles vergüenzas, aparte de añorar, como es lógico, a colegas y a un club que superan en mucho a lo que tiene en París. Pero salvo el propio jugador, ninguno de los otros actores va de verdad; todos juegan de farol usando a sus mosquitos trompeteros sabiendo la defectuosa mercancía que mercadean.

Al milloneti qatarí lo engañaron con la vieja estafa futbolera de que tirando de talonario se hace un equipo campeón, y ahora trata de ganar peso en el panorama europeo fichando futbolistas de menos nombre y más regularidad. Pero también sabe que si sonara la flauta con un Neymar revalorizado, los medianos que incorpore pueden hacerle subir el escalón que le falta, siempre que Mbappé y el cuentista carioca, si todavía puede, tiraran del carro. Y en el peor de los casos, diciembre puede abrir la puerta a recuperar su ruinosa inversión si a Barça o Madrid se les nublara el horizonte avanzado el otoño.  Entonces irían con lo que tienen y no tienen a conseguir lo que antes de septiembre no cuajaron. De momento, con su aparente desinterés vendedor, ha conseguido relanzar a un futbolista en entredicho.

El Barça ha empezado la temporada con demasiadas dudas para un campeón de liga, y de ocho ligas de once, manteniendo la base del éxito con buenos refuerzos, aunque tengan un año más y sus máximas figuras anden renqueantes por inoportunas lesiones. Messi, como ejemplo paradigmático, además, tiene cautivo a Bartomeu y quiere imponerse en cuestiones que no son de su incumbencia: ningunear a Griezmann y exigir a su cuate Neymar por aquello de ganar otra Champions antes de su ocaso; su oscura obsesión. Es absurdo pensar que con el díscolo brasileño no hubiera ocurrido lo de Roma y Liverpool.

Florentino Pérez sabe que está ante una temporada crucial para su reinado absolutista, y aunque en Balaidos arrancó el motor, que bien pudo griparse antes de los sorpresivos buenos minutos del equipo tras quedarse con diez — ante el Valladolid tomaron tierra—, trata de cebar la bomba de la ilusión de sus fieles con Neymar, aun siendo consciente del peligro que supondría en un vestuario a punto de ebullición porque el equipo no da para más y donde falta harina todo es mohína. Haría bien, a falta de goleadores contrastados –su gran déficit en dieciséis años fichando– y a pesar de la negativa del tozudo Zidane, en fichar a un par de centrocampistas de tanta clase como brega que aporten piernas, pulmones, hambre y goles. Van de Beek y el portugués Fernandes podrían serlo porque aseguran individualmente quince dianas por año. Eso sí, habría que encajarlos en un once sujeto a una nomenclatura de galones que arrastra años, lentitud y desgana por igual. Kroos, Modric e Isco no son los interiores que pueden guiar a los blancos a reverdecer laureles europeos y recuperar presencia determinante en liga.

Mientras, sigue sonando la canción Neymar del verano. Un bluff en toda regla porque, además, nadie asegura que su pie cristalino esté para los cincuenta partidos que debería afrontar a todo tren en dos equipos como el Barça y el Madrid obligados a ganarlo todo.

Sería un gran futbolista estando en plenitud física y anímica, pero tiene demasiadas caparras adheridas. Unas externas, su entorno, y otras propias: su disoluta psiquis, una deslealtad recurrente y unas piernas con tantas debilidades como cualidades. Si a todo ello le unimos que su costo en España, fichaje aparte, sería de setenta millones de euros por temporada, acabaremos el retrato del bluff que titulamos, por mucho dinero que pudiera generar en publicidad y similares.

Neymar no va a salir del PSG ahora, pero nadie le quitará ya su estrellato veraniego de 2019. Y cuando suceda, que lamentablemente sucederá, la prensa deportiva se frotará las manos con titulares escandalosos a mansalva.        
 

NAPOLEONCITO BARTOMEU



Debe ser que los sitiales de los grandes enloquecen a sus inquilinos. El del Barça ha continuado la escapada hacia adelante que inició cuando la tocata y fuga de su niña bonita y la de Rosell, Neymar, hace dos años. Y, además, corre con más descaro que vergüenza como demuestra el vodevil de Griezmann y la ópera bufa del carioca.

Hace poco compartí mesa y larga conversación con tres mitos culés: Asensi, Rexach y Marcial, y coincidieron en que el Barcelona no debería fichar ni al francés ni el brasileño por dignidad. Respecto al díscolo brasileiro, por su huida a traición con querellas por medio, y referente al gabacho por la chufla del pasado año. Pero ninguna de esas ignominias parecen desarbolar la megalomanía del presidente, ahora ya también vicepresidente deportivo; reiterado hombre orquesta empeñado en dejar rastro napoleónico cuando deje el cargo, tal cual su homónimo blanco; la egolatría también es contagiosa.

Otro culé ilustre como Minguella desgranaba razones por las que tampoco veía ni a Giezmann ni a Neymar de blaugranas. Coincidía con los exfutbolistas en la cuestión ética, y añadía en lo futbolístico que si arriba se juntaban con Messi y Suárez, porque si los fichan es para jugar, quién ayudaría a Busquets y a De Jong —gran fichaje—, que serán fijos en el esquema de Valverde, a sostener el medio campo barcelonista. Y eso sin contar con Dembélé ni Coutinho, todavía jugadores del Barça y que costaron lo indecible hace dos años para tapar el hueco del brasileño. Un desbarajuste deportivo porque más que entrenador, Bartomeu necesitará un domador de fieras en el vestuario. Un despilfarro económico difícil de barajar y justificar, salvo que el mandamás culé estuviera previendo el retiro de Messi. Pero no es así. Está malgastando el dinero ajeno a mayor gloria personal, como en el baloncesto, y no en ese futuro cierto.

El Barça sigue rumiando su Waterloo europeo en Liverpool, que reabrió las heridas de Roma. El propio discurso de Messi antes del Gamper lo demuestra, empecinado en repetir brindis al sol.  Y en sus sueños húmedos, como ansiolítico y botafumeiro ególatra, Bartomeu pensará que llegó a presidir la institución deportiva más importante de Cataluña —para sus adentros reconocerá que por accidente, con los ojos haciéndole pompitas—, y que vista la ruina europea debe labrarse un pedestal a la altura de Kubala y Cruyff, cueste lo que cueste”.

Al desahogado Laporta, el mejor presidente culé en lo deportivo pese a su insufrible ramplonería, le sucedió el exculpado Rosell, pagano de platos rotos propios y ajenos, y a este desgraciado gerifalte le sustituyó el grisáceo Bartomeu, una mezcla de probo segundón, infiel colega y avispado botiguero de escrúpulos justitos.  Un aspirante a emperador catalanoide que dejará al Barça en los “cuernesicos pelaos”, que diría mi amigo Domingo, restaurador del Miramar de Cabo Palos.

En lo puramente futbolístico, Griezmann es un magnífico fichaje por calidad, rapidez, juego y goles, pero se adivinan problemas porque no es del agrado del capo Messi, entregado a la causa del bufón Neymar porque aceptó su jerarquía sin rechistar. Ahora veríamos.  El problema del presidente culé sería poner al argentino en su sitio, que es en el campo, pero para eso hacen falta más agallas que derroches. Y lo tendría fácil, aprovechando que le quedan cuatro siestas por estatutos, ya que no puede enarbolar más entorchados que los últimos años buenos del argentino para ganar Ligas, que no Champions. Ahí debería estar su fuerza, emulando cuando llegara el momento, eso sí, al mejor presidente merengue de la historia, Bernabéu, quien retiró a Di Stéfano cuando ya no era el mismo en Europa, ofreciéndole el club como su casa.

Si entre Pérez y Bernabéu elige al primero — al de aquella su primera etapa que acabó en Mallorca— transluce que no da para más. Una pena, porque en lugar de celebrar a lo grande sus ocho ligas de once, como debiera, huye hacia la zanahoria de la próxima Champions, que tiene cada vez más lejos porque Messi solo hay uno y cada día juega más andando. 

ÚLTIMA HORA BLANCA

Me apuntan que Zidane, encabritado por lo de Pogbá, medita desertar. Y que Pérez, taimado previsor, tiene un acuerdo en la sombra con quien todos adivinan. Mientras, baraja lo de Neymar como golpe espectacular por mucha bomba que fuera en el vestuario, aunque intentará lo de Van de Beek y, o, Eriksen, para contentar “al Moro” mientras dure. 

Demasiado peligro en lontananza.

COMANDANTES SIMEONE, MONCHI Y ALEMANY



Cada uno desde su versión, estos tres hombres manejan con acierto sus desempeños. El técnico atlético reinventando año tras año su equipo por la peculiaridad de un equipo que no acaba de encontrar su lugar entre los muy grandes, seguramente más por mal fario y tradición que por desméritos. El director deportivo sevillista rehaciendo plantillas en sentido tan amplio como rentable en un club cuya afición confía ciegamente en él; estatus ganado a pulso. Y el director general, ahora valencianista, imponiendo su criterio futbolístico a directivos paniaguados e inversores de fortuna.
 
El Atlético pinta bien, más allá del repaso que le dio al Madrid en pretemporada, que es más cierto incluir esta etapa preparatoria en tal categoría que en trofeos con menos sentido que importancia. Otra cosa serán los primeros resultados, pero tiene mucho mérito reconstruir esperanzadoramente la columna vertebral que ha sido santo y seña de los colchoneros varias temporadas seguidas exitosas. Imaginemos que al Madrid o al Barça, o a cualquiera de los grandes de Europa, se les hubieran ido de golpe cinco de sus once jugadores básicos.

 El Madrid aún llora la falta de Cristiano y el Barça anda gastando dinerales sin tino para suplir la de Neymar. Sería tal el desaguisado, si se les hubieran ido cuatro más, que tardarían años en volver a su nivel anterior. Sin embargo, parece que los jugadores que han llegado al Atlético este verano suplen con suficiencia a los perdidos; ya veremos en el liderazgo. Eso es buena gestión deportiva, con criterio, trabajo y oportunidad, con Simeone de primera estrella.  Quizás la diferencia sea que por el Metropolitano hay gestores futbolísticos con responsabilidad y mando, con un presidente en la sombra que aprendió de los desmanes paternos y lleva las riendas con discreción y firmeza, Miguel Ángel Gil Marín, mientras que por el Bernabéu y el Nou Camp cabalgan desbocados otros corceles que responden a motivaciones extradeportivas, además de jugar con dinero ajeno. Uno de los principios de un manual de gestión empresarial de éxito: En busca de la excelencia, era aquello tan viejo de zapatero a tus zapatos. Traducido al fútbol, sería que los hombres del fútbol al fútbol y los dirigentes a la representación, a la estrategia y decisiones institucionales y a las finanzas.

Otro tanto podríamos decir de Monchi y el Sevilla. Ningún club español ha ganado más dinero con sus fichajes que los de Nervión. Ni del mundo. Esto es, fichar jugadores baratos, hacerles jugar y venderlos ventajosamente, a veces como de lotería gorda, manteniendo el nivel competitivo de sus mejores años. Lo difícil sería entender cómo el ex portero gaditano sevillista no está ya en un grande español con mando en plaza, si no fuera por lo dicho anteriormente sobre los estrafalarios corceles que campan por sus despachos. A su lado no cabría un personaje como Monchi que exige responsabilidad y atribuciones plenas. Y ha terminado mal por celos ajenos con otro tipo que deseaba emular a los mandamases culé y blanco. Del Nido, su primer presidente en el Sevilla, también tenía ínfulas de emperador, pero acabó como acabó por excesiva ambición sin la suficiente economía detrás, siendo brillante en su profesión jurídica originaria y en su presidencia sevillista; dejémoslo ahí.

Y llegamos al Valencia de Peter Lim y Alemany —al presidente de turno no lo conoce nadie—.  El asiático tuvo el acierto de confiar al mallorquín el mando deportivo del club y no le ha ido mal. Confeccionar plantillas como la de estos dos años y confiar plenamente en Marcelino tuvo el colofón de clasificarse para Champions y ganar la Copa del Rey. Ya quisieran repetir cada temporada. Pero como ocurre cuando median mediocres entre el dueño y el gestor, quieren ser grandes y se alzan sobre peanas falsas para descollar ante los que de verdad son alguien. Alzas que demasiadas veces se nutren de insidias, celos, y maledicencias en el oído del amo para medrar, y acaban por distorsionar la realidad hasta hacerla irrespirable. Veremos lo que dura la paz a las orillas del Turia, pero mientras confíen en Alemany el club tiene una oportunidad para asentarse definitivamente en el lugar que le corresponde: uno de los cinco o seis grandes de España. Haber sido cocinero antes que fraile en el Mallorca, con gestiones ejecutiva y presidencial más que buenas, le ha servido para conocer la aguja de marear futbolera.

Aparte de la suerte, que también juega, cada mochuelo a su olivo.
        


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