martes, 22 de octubre de 2019

A GUARDIOLA Y XAVI Y A SUS ATRIBUTOS



Sois primos de opinión política y hermanos de leche resentida, creo que sin causa ni padre. Igual que os admiro en lo deportivo, pienso que no deberíais estafar al pueblo, catalanes o no, con falsedades interesadas y denuncias injustas. Lo vuestro es el fútbol profesional y claro que sí tenéis derecho a opinar, pero sin menoscabar a un país, España, que garantiza democráticamente el derecho a difundir cualquier idea. Y a más a más, que diríais, conocéis bien países que os han pagado millones y allí no habéis tenido cojones, ¡sí, digo cojones!, para criticar dictaduras,  ausencias de derechos humanos elementales y discriminaciones por creencias religiosas, sexo, raza y condición social. Ni tampoco habéis denunciado los sables que amenazan los cuellos de quienes sí se atreven.  

Sois dos privilegiados, cómplices de tanto delincuente desnortado, y deberíais, al menos, ejercitar la prudencia. En 1978, un noventa y cuatro por ciento de ciudadanos de Cataluña votó la Constitución, de los mayores síes de España, y los poderes que de ella emanan y tanto despreciáis, Supremo y Constitucional incluidos. Y las preguntas son: ¿quienes la votaron libremente en referéndum, eran tan catalanes como vosotros y los que ahora penan por boicotearla en vuestro parlamento y desde el gobierno de la Generalidad? ¿Sí, verdad? ¿Y en esa norma máxima de convivencia, está permitido un referéndum de autodeterminación en cualquiera de las autonomías que se configuraron? ¿No, verdad? ¿Y esa misma ley de leyes, tiene previstos mecanismos para cambiarla democráticamente? ¿Sí, verdad? 

Aparte, esa misma constitución aprobada abrumadoramente por millones de españoles, catalanes también, y bastantes más de los que ahora delinquen saltándosela o queriendo ser independientes sin tenerla en cuenta salvo para quemarla en la hoguera de la intolerancia, la dictadura étnica lingüística y el desprecio hacia quienes no piensan como vosotros; también proclama que la soberanía nacional reside en la totalidad del pueblo que la posibilitó ejemplarmente. Lo honrado es acatar las leyes, aunque discordemos, y trabajar con los mecanismos democráticos previstos para cambiarlas. Lo demás es delincuencia de guante blanco por no mancharse las manos, los políticos. Criminal por provocar que pueda haber víctimas inocentes; aquellos cobardes de cualquier nivel social, religioso, político o económico que tiran la piedra y esconden la mano. E irresponsable, como en vuestro caso, porque desde los estrados que os proporciona vuestro estatus azuzáis las llamas donde arderán ingenuos para quienes vuestra palabra es sinónimo de verdad a emular.

Está bien ser valientes o idealistas, pero si lo hacen gentes como vosotros con el paracaídas de la Constitución que ninguneáis, es también cínicamente cobarde.  Y, además, sobre tal cobardía, añadís la ignominia hacia millones de conciudadanos que cumplen las leyes y la Constitución del 78, ayudan a mantener el país, soportan vuestro desprecio público y, encima, ven con tanta paciencia como indignación que aquí, en la dictatorial España según pontificáis, podáis seguir diciendo lo que os venga en gana sin temores. Sois, en fin, unos ventajistas sin vergüenza sobre los que recaerá parte de la sangre que inevitablemente derramará la locura colectiva que representáis.

Y no queda ahí vuestra desfachatez, sino que tú, Pep, te permites la bravuconada de mostrarte dispuesto a “defender los derechos humanos hasta en los países árabes”.  Mira, campeón, lo voy a singularizar.  No tienes cojones para criticar a alguien con turbante y petrodólares.  ¿Me entiendes, figura?

Diferente es defender la diversidad de las tierras que formaron España hace siglos y exigir su reconocimiento.  O criticar las injusticias de la financiación estatal porque benefician a unos sobre otros. O señalar aspectos mejorables en vuestra Cataluña, que también los hay. O denunciar que hay ciudadanos de algunas regiones que se benefician de demasiadas mamandurrias y subvenciones, para agravio comparativo con otros que las sufragan a base de trabajo y forzosa fiscalidad. Y hasta defender democráticamente posiciones independentistas.

Cuando se entierre la primera víctima, aparte de señalar a políticos con nombres y apellidos a lo largo de nuestra democracia, catalanes y no, miraos por si acaso vuestras soflamas tienen parte de culpa. Porque vosotros y vuestros colegas deportistas, intelectuales y supuestos, artistas y titiriteros varios, tampoco iréis jamás al hoyo. Los cadáveres serán de incautos que alguna vez os creyeron. Las víctimas útiles de todos los desaprensivos que en el mundo han sido, sois y serán.

Mientras, el Barça ganó bien, el Valencia mereció más frente al Atlético y el Madrid perdió porque sin espada no hay matador.

Que os aproveche, nens.  

lunes, 14 de octubre de 2019

DESDE LA AÑORANZA



Así se mira y se mide hoy a la selección española desde la propia España. Y tiene su punto y razones evidentes, pero tal vez sería mejor hacerlo desde el respeto, como lo hacen fuera.

La nostalgia es poética, y todavía cerramos los ojos para imaginar a los Xavi, Iniesta, Xabi Alonso, Pujol, Casillas o Villa y a los mejores Busquets, Cesc, Ramos y Piqué defendiendo hoy nuestros colores. Pero ese punto placentero por el juego de antaño conlleva un riesgo cierto de desánimo. Y no debería ser así. El pasado nunca vuelve ni se repite, salvo como drama o chufla por el empeño tan humano de reiterar errores. El pasado glorioso de nuestro fútbol debe permanecer en el recuerdo legendario y no en la absurda exigencia de revivirlo. Entre otras cosas porque es imposible.  Está bien como lo que es: solo historia del fútbol mundial y un refugio ocasional de recuerdos agradables.  Y establecer comparaciones, que sería el más liviano de nuestros errores, lleva a muchos a un nido de frustraciones y críticas desenfocadas. Es lo que vivimos ahora tras el empate en Noruega con la clasificación para la Eurocopa en el bolsillo y contra una selección que, como otras y en tiempos cercanos, nos pintó la cara con parecido fútbol rudo y exento de calidades. ¡Ay, nuestra atávica y ensoberbecida desmemoria!

Lo positivo, no obstante, es que esa crítica encierra el salto cualitativo a nivel de exigencia que tal pasado glorioso conlleva para nuestro fútbol. Y está bien sentirlo así, pero sin caer en el ninguneo a nuestros internacionales y técnicos del momento. Desde Luis y Del Bosque han pasado Lopetegui, Luis Enrique y Robert Moreno, y con los tres se ha jugado generalmente bien, salvo en el accidental y breve paso de Hierro en el pasado Mundial.  Como ejemplo, algunos tenemos el pálpito de que sin mediar aquella desastrosa gestión España hubiera estado cerca de ganarlo. Lo que, para quienes peinamos ya menos canas que calva, certifica el enorme salto que supusieron los éxitos del cuatrienio mágico del 2008 al 2012. Hasta ese momento, España casi siempre era el pupas, unas veces por mala suerte, otras por los árbitros y las más por el desacierto puntual de nuestros otrora figuras domésticas. Como los perros del tío Alegría, con perdón, muy buenos persiguiendo piezas, pero cuando estaban a tiro levantaban la patita para mear.

La realidad es que España ya es una selección habitual en las fases finales, y sobrada de puntos, e incluso llega con la vitola de aspirante al título. No hace tanto se sufría para estar presentes. Que los jugadores que añoramos estaban entre los mejores del mundo en su puesto, si no eran los números uno, no debería ser óbice para tildar a los actuales de mediocres; no, no son ni una cosa ni la otra, pero es que tampoco hay en otras selecciones jugadores del nivel de aquellos españoles que marcaron una época en el fútbol mundial.  

Fabián, Kepa, Saúl, Rodri, Ceballos y compañía, y los veteranos que los vertebran, son jugadores de primerísimo nivel, y hay otros que también están o pueden estar a su altura tanto en las selecciones inferiores como en sus clubes. Y eso es un motivo para la esperanza. Los títulos nunca se ganan con los ya ganados, sino con el esfuerzo constante, la gestión eficaz y la inteligencia como herramientas básicas. Y el argumento fundamental es la calidad de nuestros futbolistas en el panorama internacional. Su titularidad en ligas y equipos extranjeros y en la Liga es la mejor muestra. Así como los éxitos de las selecciones españolas jóvenes.  Dejémonos de añoranzas y afrontemos el mañana ilusionados.  Eso sí, sin perder la visión crítica exigente que debemos a nuestro pasado ya legendario. Ese debería ser el camino y no el de rasgarnos las vestiduras porque unos fortachones arañaran un punto en su casa, en el tiempo de descuento y de penalti. En otro tiempo lo hubiéramos querido y celebrado tal empate, con la clasificación en el bolsillo por mantenernos invictos en cualquier fase de clasificación para lo que fuera.

La añoranza y sus nostalgias son inspiración de poetas, en lo bueno y bello, e ingredientes humanos depresivos en lo malo y hasta en lo trágico.  Y para la vida, solo sirven como referentes de dónde se viene para apuntar razonable y apasionadamente hacia dónde ir. Lo demás son regodeos en el dolor, vagancias ensimismadas y trasnochados complejos de superioridad.    


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