martes, 27 de febrero de 2018

LAS VERDADES DEL BARÇA



Los blaugranas empezaron la temporada entre paréntesis por su inestabilidad institucional y los despropósitos en torno a Neymar, más la inquietante situación de los dos repasos del Madrid en la Supercopa de España.
Aparte, una vez más, el hada fortuna acompañó en esos partidos al campeón, con el autogol de Piqué en el primer gol blanco en el Nou Camp y los dos palos del Barça en el Bernabéu, al margen de los espectaculares aciertos  goleadores de Asensio en ambos encuentros.  Y para no variar, también hubo lío arbitral por la injusta expulsión de Cristiano, con la funesta consecuencia de su posterior comportamiento, empujando al colegiado, lo que lo ocasionó una sanción de cinco partidos. Pero tal vez ahí empezó a tornar para la Liga el capricho del hada suertuda que decíamos, pues esa larga ausencia del portugués marcó, sin duda, el inicio de la sequía goleadora blanca que a la postre ha dado con sus botas en la pelea por ser segundón.
Desazón social, goles extraordinarios en contra, repasos blancos y suerte esquiva. Pero a tales adversidades sucedieron enseguida las sorprendentes realidades del Barça de Valverde, lo que lo hace aún más meritorio: una trayectoria espectacular hasta sus 68 goles a favor actuales —y más de veinte palos—, y 12 en contra en 25 partidos invictos; líder indiscutible y campeón en ciernes cuando aún restan 14 jornadas, con el Atleti en un segundo puesto despegado y el Madrid a 14 puntos.
Esos números son la primera verdad del equipo de Valverde, que es la segunda. Las otras que inventan algunos forofos son tontunas — ¿Cuándo vuelven los goles merengues ya no hay árbitros, verdad? — Al Barça le pisan poco su área y al Madrid mucho. Ha amalgamado un equipo de ensueño en torno a Messi sin echar de menos al díscolo Neymar, con probaturas que no han desequilibrado su progresión hasta los 65 puntos; solo diez perdidos en cinco partidos empatados.
Empezó con Deuloféu, el único lunar, y después han ido entrando Dembélé,  Alexis, Denis, Alcácer o André, a quienes sacó puntualmente del ostracismo, una vez asentados Sergi Roberto en el lateral derecho desde su polivalencia y Rakitic en el todoterreno.  Además, ha sacado un rendimiento relevante a Paulinho, de quien no esperábamos tanto gol,  como alternativa potente y de gran llegada en ciertos partidos o relevo de sus intocables para descansos y  rotaciones.
Y no quedan ahí sus aciertos. El hueco de Neymar en la banda izquierda ha propiciado el renacimiento de dos de sus jugadores básicos, recuperando a los mejores Alba e Iniesta de Guardiola, infravalorados por Luis Enrique. Solo por este detalle, el fútbol, y el español en particular, debe estarle agradecido. Lopetegui debería poner alguna vela a cualquiera de sus devociones para que lleguen en la forma actual al mundial de Rusia; podrían ser determinantes.
Y como guinda, ha devuelto la elegancia al banquillo barcelonista, bastante oscurecida con su antecesor asturiano mal encarado, añadiéndole  la humildad y discreción que lo caracterizan y sin  meterse en los charcos del genio del lacito amarillo —gilipollez supina—, su antecesor en tanta sabiduría, quien pierde con sus meteduras de pata políticas la admirable semblanza que gana como futbolero.
Elegancia, sabiduría, humildad y discreción son dones asociados siempre a los verdaderamente grandes. Y si a tales dones sumara Valverde los éxitos que se vislumbran,  ganará un puesto relevante en el sitial de los cimeros históricos del fútbol.  
Finalmente, hay otro detalle que indica una particularidad esencial de su equipo. Para marcarle al Barça, una de dos, o son auténticos golazos, normalmente desde lejos, o suelen ser producto de rebotes o golpeos tan extraños como el de un delantero del Alavés en el Nou Camp, quien le dio con la derecha al balón sobre la bota izquierda para conseguir una trayectoria inexplicable hasta para él mismo. Lo que indica que la base de su espectacular juego es una defensa extraordinaria, empezando por los delanteros, interiores y  Busquets y acabando en Ter Stegen, con Piqué y Umtiti arrolladores más dos laterales que parecen acordeones, todos con la presión, la calidad, la potencia, la rapidez y la anticipación por banderas.
Si le sumamos la suerte —Londres— necesaria siempre para triunfar, y disponer del mejor del mundo de todos los tiempos en su versión ideal, Messi, jugando, haciendo jugar, pasando, robando, liderando y goleando, se comprenden mejor las verdades reales del Barça de Valverde. Otro equipo para la historia si las refrenda en Europa.
            

sábado, 24 de febrero de 2018

'VÍCTIMOS' OLVIDADOS Y TONTUNAS DE GÉNERO



Caminaba el hombre encorvado y mirando al suelo, como si además del cuerpo le hubiera encogido el alma y buscara en la punta de sus deslustrados zapatos algún resorte para huir hasta de sí mismo.
Un amigo lo vio venir como quien avista a un esforzado porteador del Himalaya, doblado hasta parecer una vieja y oxidada alcayata arrancada de la peor de las mugres; nada pesa más que la humillación personal asumida.
Y a media voz le confió sus penas. Además de deprimentes, lo peor era su  resignada aceptación. Y hundido, se despidió de él sin aguardar más respuesta que un desconcertado “lo entiendo” por su parte.
Pero una madrugada vio la luz y se levantó enhiesto de su abandono. Así, alzados el cuerpo y el espíritu, con la vista larga tras haber doblado el cabo infernal de sus miserias, desplegó velas hacia un futuro venturoso. Y navegó mares calmos, increíble y gozosamente veloz, empopado de fuerza íntima cuando otros quedaban atrás con potentes navíos bien aparejados. Una cálida brisa suave e imparable le llevaba henchido de orgullo y en volandas hacia los ojos asombrados de sus hijos y amigos, sonrientes al final de aquella dichosa travesía.
Sin embargo, en la página siguiente del sueño,  se vio desde su nube de algodón, cuan alfombra mágica de los cuentos orientales que leía de niño, solo, sin un duro, amargado y deseando no haber tomado nunca aquella decisión. La que tanto envidiara en silencio de algún conocido, quien decidido y suficiente hasta la prepotencia y el egoísmo más despreciables, tras hacerle la vida imposible a su mujer con continuos desvaríos y amenazas de todo tipo, había abandonado la casa familiar para conquistar ese mundo inalcanzable para él de las comilonas con los amigos, las juergas de madrugada y el gozoso vivir de gorrino suelto.
No todos esos valientes eran así, se decía para perdonarse tan secreta aspiración; él jamás hubiera dejado a los suyos en desamparo y ni mucho menos se habría atrevido a maltratar de ninguna manera a quien más debía querer.
Y descartado una vez más tomar los hábitos de la libertina orden de crápula, le despertó la voz desabrida que lo avivaba a diario con aspereza. Se aseó presto sin hacer ruido y, también todo lo discreto que pudo, sorbió nervioso un desmayado café con leche en las tinieblas voluntarias de la cocina y con un tímido hasta luego se apresuró hacia la calle.
El recuerdo de otros desdichados que rumiaban su ruina económica y moral por la estéril osadía derrochada al separarse o divorciarse, voluntaria o sibilinamente propiciada por sus cruces maritales, a veces amancebadas con otro enseguida en el hogar de su préstamo perpetuo; lo afirmaba en la permanencia indecisa en ese purgatorio roedor a la espera indefinida de una gloria inaccesible por las circunstancias; entre otras por unas leyes que debían protegerle.
Cuando hablaban de violencia de género y escuchaba su variedad, le confundía adivinar en cuál catalogar la suya; padecida o culpable, que tampoco distinguía ya.
Lo más sereno que había escuchado en años de su propia, entre reproches malsonantes, fue que quién iba a quererlo a él, con lo feo, amorfo, loco, desaliñado y don nadie que era. También lo tenía asumido.
Y esos días salía de casa sin un portazo para no alarmar a sus hijos,  quienes a veces lo miraban entre aturdidos e inquisidores; ‘víctimo’ añadido a tantos desamparados por los nefandos políticos legisladores, quienes en lugar de aplicarse inmisericordes con los maltratadores indiciarios o consumados, o maltratadoras, criminales reales o ‘criminalas’ sibilinas, que de todo hay; se ceban en el cobarde anonimato de la violencia de género para todos, que no para todas.
La injusta Ley presupone criminalidad en la condición masculina, hasta el punto de tener que demostrar su inocencia en caso de conflicto; contradicción flagrante con la constitucional presunción de inocencia.  A la denunciante o ‘denuncianta’, según algunas lengüicidas defensoras de tan grosera discriminación, le basta normalmente con hacerlo eximiéndole de la carga de la prueba; otro principio fundamental en Derecho.  
La Justicia tan al revés como desnaturalizada nuestra Lengua.

lunes, 19 de febrero de 2018

SIETE MAGNÍFICOS, UN GIGANTE Y EL BECARIO



Paradójicamente, muchos madridistas irredentos y algunos amigos han vuelto a taparse. ¿Dónde están los impenitentes de la flor de Zidane?  Esos que cualquier triunfo pasado fue de los futbolistas o de la supuesta suerte del francés y las derrotas solo culpa suya.
El protegido de don Florentino erró en la confección de esta plantilla, eso es tan claro como que gestionó con notabilísimo éxito la heredada. Otra cosa es que yerre o acierte en sus planteamientos y cambios. Y ahí tenemos de todo, también como todos. Contra el PSG hizo pleno. ¿Qué le acompañó la fortuna? No hay ningún campeón sin ella. Y fue así porque los otros seis magníficos del Madrid también la tuvieron y el becario Emery no, errores aparte. Aunque la película hubiera sido muy distinta si le acompaña la suerte. Ahora sería figura y Zidane un petardo.
Casemiro y Ramos sacaron yendo al suelo y con la punta de la bota dos balones que iban directos a gol, perdiendo ya por uno, y Keylor evitó otro con una mano prodigiosa.  Cristiano, tras confirmar su categoría en el penalti, marcó su ciento uno de rodilla izquierda —¡tela!— y Marcelo de carambola con el suelo y un rival. ¿Acierto? ¿Suerte?  Las dos cosas al tiempo. ¿Y Asensio? Puso dos buenos balones y el rechace del portero  en uno de ellos rebotó en Cristiano y supuso la remontada. ¿Cuántos pases parecidos llevan sin suerte Isco, Lucas, Carvajal y él? Los goles son la ciencia del fútbol. Por cierto, ¡menudo medio el gigante canterano parisino Rabiot! Con Mbappé, Neymar y Marquinhos lo mejor del PSG.
El árbitro, ese demonio con pito que critican sus forofos cuando los merengues palman aquí, sancionó un penaltillo a favor y no vio otro en contra que pudo pitar. ¿Estaba comprado? Creo que tanto como los que en liga  favorecen supuestamente al Barça. Solo aprecian, juzgan,  yerran y aciertan.
La clave, aparte de lo dicho y del insustituible coraje que decíamos la semana pasada, estuvo en los banquillos. Lo peor para Emery es su reincidencia en Champions y en España. Hace un año se equivocó en el Nou Camp tras barrer al Barça en París; si hubiera salido a jugar como sabían y no a encerrarse no le meten seis goles los culés. Y el miércoles erró con un inexperto mediapunta argentino de mediocentro, para gozo de Isco y Kroos,  y en el cambio de Cavani por un lateral para adelantar a Alves. Por esa banda vino su cólico; idéntica cagalera que en 2017. Entonces dijimos que debía repensarse porque no dejaba de ser un becario muy justito para equipos grandes. Le prorrogaron el Erasmus, pero seguramente contempla sus últimas lunas llenas sobre París; esa maravilla que cantaba excelsamente Ana Belén.  Meterle dos o tres goles a los blancos sin que marquen me parece complicado, aunque tampoco sean los de Zidane un crisol de seguridades.
Advertimos que el Real se transforma en Europa, y hasta que se encuentre con los extraordinarios Barça o City, salvo pájara de Guardiola, que no sería la primera, es osado apostar en contra.
Zidane se irá porque el Barça liquidó su etapa. Sabe demasiado de esto, por mucho que algunos no lo vean, y dejará la puerta abierta. Pérez lo valora, pero es implacable y quiere a  Löw y Neymar, aunque lo del brasileño está verde por el dinero publicitario qatarí de su mundial, al margen del contrato parisino. Lo normal es que intente traer al goleador Kane jugando con la connivencia de Pochettino, quien se sabe blanco in pectore por simpatía presidencial después de Löw, un par de años máxime, que es la duración media de los últimos técnicos de Florentino, o como alternativa si el teutón se enquista de nuevo. Lo de Guti es un brindis cachondo de los voceras bien mandaos bajo la sonrisa maquiavélica del capo di tutti blanco, condescendiente con sus malintencionadas birlochas al viento. Y también vendrán un central, otro delantero —Benzemá y Vallejo están fuera—, un portero, un lateral —Odriozola— y dos medios; Modric, Kroos, Casemiro, Marcelo, Carvajal y Keylor precisan competencia. El Mundial de Rusia despejará incógnitas del aquelarre que maquina Pérez, que no será pequeño, visto el deprimente curso que padece. Saldrán media docena.
Liverpool y City arrasaron—espectaculares—, el Tottenham brilló en Turín y esta semana más. Barça, Chelsea, Manchester United, Sevilla… O  Messi, Iniesta, Mourinho, Conte, Hazard —otro sueño blanco—, Morata, Pogba, Banega… ¡Fiesta!  
     

viernes, 9 de febrero de 2018

EN EUROPA APRIETAN CULOS Y AFILAN COLMILLOS



Es más fácil juzgar a los demás. Y aprendemos poco. No se trata de culparnos por todo y condenarnos, que es insano y camino de depresión, sino de analizar cualquier circunstancia que nos afecte para sacar conclusiones; a ser posible positivas. Una buena puede ser reconocer nuestros fallos o carencias para intentar superarnos. Y otra valorar los puntos fuertes ajenos y aprender también de ellos. 
En el fútbol ocurre igual y los blancos recalcitrantes deberían saberlo. Con el añadido de ser un juego competitivo, por lo que influyen el azar y los rivales. La derrota suele coincidir con el mal juego; a veces plaga porque en todos los deportes las rachas existen, pero también influyen otras cosas. Tú puedes estar muy bien, pero a veces la pelota no entra o los contrarios son mejores. O simplemente estás de pena, aunque a veces soples y  suene la flauta, como contra el Deportivo y el Valencia. Y todo eso le ha ocurrido al Real Madrid en esta media temporada.
Los de Zidane han perdido puntos justamente —contra el Levante, por ejemplo— y también por mala suerte. Y no es justificar nada; sería absurdo. Es evidente que Cristiano no está, sobre todo en liga, porque en Champions sí mantiene su promedio goleador; que Kroos debería repensarse, que sin Nacho, el centro de la defensa es un coladero; que los laterales atacan más que defienden, que Isco y Asensio florean, que solo Casemiro y Modric mantienen el nivel, que precisan doce ocasiones para hacer gol, sinónimo de mediocridad, o ni las crean, más por desconfianza que por poca calidad; que su dominio es infructuoso y que en el banquillo tampoco hay alternativas tácticas o de corto, lo que habla de mala gestión del técnico, que fue lo que se le alabó el año pasado; y que es cansino reiterar que en el fondo subyace  la falta de goles y que así es el fútbol.
Para completar el cuadro, enfrente está el espectacular Barça de  Messi —¡cómo se nota cuando falta!—, Busquets, Piqué, Alba, Umtiti, Suárez, Iniesta —¡cómo está!—Sergi y Valverde,  encaminados a batir records culés de imbatibilidad. Una tormenta perfecta para la escuadra que comanda de todas las formas posibles Florentino, salvo el criterio mantenido por Zidane de aguantar con su plantilla hasta el final, lo que demuestra que al francés no le faltan personalidad, valentía,  responsabilidad ni lealtad a sus principios y a sus jugadores. Todo lo demás se le puede discutir y criticar. Entre otras cosas porque no es ciencia sino juego. Y además entre humanos, y muchos, que comporta una aleatoriedad tan manifiesta como inabarcable.
Aún es posible que la Champions sea bálsamo, e incluso un laurel histórico si lograra la tercera consecutiva y cuarta en cinco años, aunque cualquier aficionado diría a estas alturas que entre el Barça, el City de Guardiola, el PSG qatarí de Emery e incluso el Bayern de Heynckes estará el próximo campeón. Pero si echamos la vista hacia atrás la historia desmiente a los favoritos nominales; más en la del Madrid.
Es una delicia ver jugar a esos cuatro equipos, sobre todo a los de Manchester y Barcelona, porque los de París juegan una liga menor y los muniqueses reinan sobrados en Alemania. En Europa tendrán que refrendar unos y otros su suficiencia. Y ahí, el Madrid es otro cantar. La historia también lo muestra.
Los  merengues deberían aprender de sus errores y dejarse de señalar lastimosamente a los árbitros, porque, en efecto, no le piten al Barça penaltis en contra. Los árbitros no han influido en su legendaria historia, y si lo han hecho no ha sido para malo precisamente; lo mismo que a los azulgranas. Su atención en liga debería ser clasificarse para la próxima Champions.
El Barça va como un tiro, merecida y espectacularmente,  y el Madrid con muletas. Pero en el fútbol, como en la vida misma, los guiones se escriben marchando. No hay libreto, de ahí la magia de sus pasiones.  Y a veces nos sorprende quien menos te esperas.
Y ahora aguarda Europa, que dictará sentencias, una vez que la Liga es tan culé como la fuente de Canaletas.  Esperemos que nuestros equipos estén a su altura. El Barça no necesita avales; con el juego y los goles que origina Messi deslumbran. Y el Real…, ¡ay el Madrid! 
Pero yo no apostaría en contra.  Cuando asoman comanches en Europa aprietan el culo y  afilan colmillos.    

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