miércoles, 29 de abril de 2020

LEÑA AL PRESIDENTE, QUE ES DE GOMA



O flojeras, inútil o canalla; calificativos al gusto. Pero no todo debería valer, como tampoco descalificar o injuriar a la oposición con insidias trasnochadas y vaguedades. Los españoles deberíamos ser más exigentes con nuestros representantes políticos porque su responsabilidad es seria y les pagamos bien.

Igual en el fútbol. Las disputas entre Federación y Liga son tan vergonzantes como lamentable la desidia de la autoridad política para atajar tantos chiringuitos y egos desmesurados.  Así ocurrió con el fallido intento de Rubiales de ajustar todavía más la asamblea federativa a su medida para asegurarse el puesto en las próximas elecciones; como si tuvieran pocos agarres ya en sus cortijos federativos.  Ahora tenemos por delante qué hacer con las competiciones. La primera en la frente son los test sobre el covid-19, y la autoridad gubernamental tampoco aclara.  El fútbol no debe ser privilegiado, pero sí tratado como locomotora del resto de deportes. Y, además, se debe jugar hasta el último partido. Líos e indolencia política a la vista.  

Por otra parte, cualquier decreto gubernamental o ley debe hacerse con equidad y sensatez atendiendo al interés común. Pero también, ojo, pensando en quienes esperan la ley para explotar la trampa. Aunque hay diferencias.

No es igual un chorizo callejero o un don nadie que cualquier notable. Cuando se permite la circulación de mercancías, por ejemplo, es previsible que los narcotraficantes aprovechen para seguir distribuyendo. Y las autoridades deben evitarlo. Pero lo desvergonzado es que responsables públicos aprovechen las circunstancias para medrar descarados. O que utilicen esta dramática situación para levantar la patita y mear rescoldos egoístas o aldeanos. También hay quienes han hecho sus deberes admirablemente. Véanse el ayuntamiento de Madrid, los socialistas de Costa en Portugal o Merkel en Alemania.

Según algunos apoyos de Sánchez, el Ejército, la Guardia Civil y la Policía Nacional son fuerzas de ocupación y deben largarse por lo que simbolizan de poderes centralistas del Estado. Pero esto también lo han apoyado coaligados de gobierno; Iglesias el primero. Y que algunas atribuciones estatales de urgencia menoscaban la soberanía competencial autonómica, como también denuncian otros irredentos que viven muy bien contra España. A favor no mola y quizá no serían nadie.

El régimen autonómico estuvo bien concebido por la mayoría de constitucionalistas del 78. Pero otros entrevieron un camino con final oculto. Recuerdo al ínclito Pujol renegando del calificativo de separatista con tanta racionalidad como vehemencia y convicción. Mentía o disimulaba sus intenciones al tiempo que era fundamental para el equilibrio español con González, Aznar y con la propia Corona, siendo cercano al mismísimo Juan Carlos I.  Y dirigentes vascos como Arzallus igual, pero más sibilinos:  simularon no comulgar con la Constitución. Participaron, pero no la suscribieron y se han aprovechado mejor: véanse fueros y concierto fiscal exclusivo.

No obstante, es difícil hacerlo peor que este Gobierno. Su única contundencia es el confinamiento, aunque les sobrevino una desafortunada e imprevisible catástrofe. Y también es loable su esfuerzo de comunicación con explicaciones diarias, lo que les cuesta mostrar vergüenzas. A ese respecto, recordemos los seis primeros meses de Rajoy  —2012— en otra crisis global, solo que requetesabida —desde 2007—. Con mayoría absoluta, estuvo mudo hasta las elecciones andaluzas para terminar haciendo lo contrario de lo prometido durante años: subir impuestos, habiendo ganado un año antes unas elecciones municipales y autonómicas, por lo que fue ridículo alegar desconocimiento. Y así acabó; también desaparecido y con el centro derecha partido en tres. Ahí tiene Casado su verdadero reto, al margen de oponerse al Gobierno como obligación: recomponer lo unido por Fraga y Aznar. Mientras no lo consiga gobernarán los socialistas. La palabra pactos, a uno y otro lado, debería grabársela a fuego.

Por eso, desde la crítica razonada al Gobierno: dilación en tomar medidas disponiendo de información anticipada; mascarillas generalizadas —ahora sí, antes no—; negligencia en protecciones a sanitarios, que todavía no llegan, o los test, sus precios y las reiteradas estafas sufridas, con escándalo flagrante por el suministrador elegido; el desvarío rectificador con autónomos y ahora con niños; las ayudas a empresas en manos privadas —bancos—, porque financiarán solo la solvencia holgada o cubrirán sus riesgos; dudosos datos oficiales de la pandemia; censura encubierta o divisiones internas; Sánchez no es la única goma para nuestra leña. Hay más bajo la bolaga.

Tiempo habrá de votar cambios, llegado el caso. Pero ahora, aparte de denunciar desgobiernos: acuerdos, solidaridad, inteligencia y leña al coronavirus, que es el hijoputa.   
  


miércoles, 22 de abril de 2020

LO MEJOR, LO PEOR, LO DE SIEMPRE



 A falta de fútbol, bien valen momentos caseros. Esos que intuíamos y tantos añoran. Los que reconcilian con nuestra esencia familiar humana.


Contaba un amigo, que cuando fue de cura a dar a la extremaunción a una viejecica y le dijo que no se preocupara, que iba a la casa del Señor, ella, con la sinceridad reflejada en su mirada, le respondió: “sí padre, pero es que, como en la casa de una…”. Cuidémosla, cuidémoslos y cuidémonos como nunca, porque este lío ha llegado para cambiarnos; pero no tanto.

Coincidimos en exaltar el ejemplo de nuestros sanitarios, de nuestros uniformados, de quienes deben dar el callo para que no nos falte de nada y el de quienes reflexionan e investigan sin descanso para hallar un tratamiento eficaz y una vacuna; todos con pocas excepciones. Pero, ¿qué hacen los obligados, porque los votamos y viven de nosotros, a guiarnos hacia el anhelado maná? Pues siento afirmar, y mucho, que mayoritariamente siguen tan ineficientes e ineficaces como casi siempre nos dijeron nuestros mayores; los de la tercera España que reiteramos; los no militantes, sufrientes y esquilmados. ¿Han calculado lo que durarían en cualquier profesión con tanto fallo, improvisaciones, dilaciones y riñas de parte, o como empresarios o empleados en lo privado? Poco, nada y menos.


Unos, que hay que estar con el Gobierno. Otros, que mienten más que hablan. Los menos, que se sacrificarían por un pacto de Estado. Y los correveidiles habituales o interesados de turno, que hay que cambiarlo todo para mejorar; o sea, y ya tenemos experiencia, que cambiemos todo para que todo siga igual. Porque, ¿me pueden explicar qué cambios sustanciales y perceptibles hubo tras las crisis recientes que hemos sufrido en España, gobernaran quienes gobernasen? También, pocos, nada o menos.

Eso a nivel político. Pero, ¿y a nivel social o individual? Pues, desgraciadamente, por algunos de nosotros, quizás demasiados, por el estilo. Desengañémonos, aquellos son consecuencia de nuestra realidad. No nos hagamos cruces ni trampas al solitario ni nos rasguemos vestiduras. Ni tampoco señalemos a los demás, como acostumbramos a veces para eludir responsabilidades personales o colectivas, que se nos da muy bien. Mirémonos hacia dentro. En realidad, para lo bueno, para lo malo y para lo regular somos hijos de nuestra carne.

A saber. A una empleada de supermercado le urgen mediante un anónimo en su puerta a dejar su precaria vivienda de alquiler, después de dejar el pueblo donde vivía con sus hijos porque sucesivas inundaciones le hicieron la vida imposible. A una sanitaria le llaman rata contagiosa sus propios vecinos, con una pintada, y la instan a largarse para que no les contagie este malhadado virus. Y sus vecinos no corren a gorrazos a los responsables, que sepamos, aunque suponemos que en privado alguien habrá pedido disculpas.

¿Qué diferencias encuentran entre estos indignantes ejemplos y lo que vivieron y viven quienes se sintieron y se sienten señalados e indefensos ante el oprobio general, en zonas donde reina el terrorismo más o menos violento? ETA, entonces, y llámenles como quieran ahora, que ejemplos hay, se adueñó y se adueñan de calles, pueblos, ciudades y regiones españolas para que unos pocos vivan sin trabajar, dando por saco y holgazaneando — algunos siguen haciéndolo hoy en despachos públicos y hasta en púlpitos—; y otros presumen de pureza étnica, lingüística o diferencial, a cuenta de los obligados que pagaban sus cuotas revolucionarias, entonces, y tributan ahora por prudencia la ignominia de agachar la cabeza para no molestar ni significarse en contra de una masa sin alma ni rostro.

El miedo es libre, como la hipocresía y la generosidad. Y mientras unos arriesgan vidas y haciendas por obligación profesional o voluntariamente, otros, sin medallas ni reconocimientos, les apoyan y animan de corazón y hasta de cartera. Y los malnacidos, amparados en su habitual y cobarde anonimato, o en manada, les hacen la vida imposible. Y encima se esconderán tras un falsario bien común. ¡Cuánto canalla suelto!

El Covid-19 cambiará nuestras vidas, pero nunca cambiará ningún virus la miserable cobardía calculada. En momentos extremos, tan enorme como la espontánea condición humana heroica.

De corazón, bienvenidos los generosos. Y de entrañas, ¡qué hostiazo se merecen otros! Pero donde no cojeen.

Y otro ejemplo. Tezanos, el del CIS, fue profesor mío. Él enseñaba que la gente responde como le preguntas. Ahí está la clave. Entonces sociólogo ilustre, golfante de encuestas ahora. Y con dinero público.

Lo que dan algunas matas.


viernes, 17 de abril de 2020

BULOS, CENSURA, MANIQUEÍSMO Y DESCOMPOSICIONES


La tercera España, mayoritaria, sigue a flote entre zozobras. Por un lado, soporta infundios mezclados con medias verdades hasta parecer verídicos. Por otro, sorprende que en pleno siglo XXI siga existiendo la censura como ejercicio gobernante. Vivir para ver.

Y mientras, enfundados en batas, uniformes diversos o de paisano hasta en sus balcones, con trabajo, palmas y ánimos, quienes mantienen el tipo ante esta pandemia protagonizan la España real. La de nuestros padres y abuelos currantes y la buena gente que siempre sufre lo peor de los más malo del género humano. Los de ningún bando. Militantes frente a sufrientes. Chupópteros y dogmáticos o aspirantes contra ingenuos. La vida misma, hoy como ayer. 

Hace meses que recibimos cientos de mensajes preconizando todos los males del infierno desde que los “hunos mandan sobre los otros”; Unamuno siempre presente. Como Machado: ”españolito que vienes al mundo te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. 

¿Dónde estamos y qué nos espera a quienes aborrecemos cualquier extremo? Azules y rojos, y hasta blancos, amarillos, verdes o negros. Todos primos hermanos buscando lo mismo: ¡quítate tú que me ponga yo! Y así vamos. 

Pero esto tampoco es la primera vez que ocurre en nuestra historia reciente. Hace dieciséis años sucedió igual, pero al contrario. Los “otros contra los hunos”.

Voy a decir algo que duele, al margen de colores o ideologías, porque en otros países hubiera sucedido al revés. Nos conocían bien los muñidores asesinos; esos que todavía desconocemos digan lo que digan quienes lo digan.  En 2004, cuando los atentados en los trenes, se acusó al gobierno de mentir. Y quizás hubiera algo de razón, dentro del desconcierto subsiguiente y también del interés partidista; como ahora. Y hubo un cambio de partido gobernante. En otros sitios, con razón o con dudas, sus ciudadanos habrían cerrado filas en torno al mando legítimo. Esa es nuestra penosa carencia como auténticos patriotas, que viene al menos desde mediados del siglo XIX.  Y envidiamos el valor patriótico de otros países cuando en solidaridad pocos nos ganan.

Por eso, porque ni España ni los españoles lo merecen, ahora, bulos no, pero censuras tampoco. Hartos de mentiras tan mal intencionadas como absurdas, descubrimos indignados que la respuesta de los que gobiernan es censurar redes sociales para que no se difundan mensajes contrarios. Y empesebrar medios de comunicación. Pero vamos a ver, ¿ustedes no alardean de democracia y libertad? ¿Y eso es censurar o comprar comunicadores? ¿No se estarán dejando manejar por quienes no creen en ello, aunque vistan de apariencias? Esos que tienen en su ideología una religión política excluyente y liberticida. Pero les asoma el plumero cuando dan rienda suelta a sus adentros y pueden obrar.  

Déjense de censuras y permitan que cada cual se exprese. Y que los españoles podamos reflexionar y actuar en consecuencia cuando esto pase. Solo, faciliten información veraz. Y para eso, sean transparentes, téngannos como adultos y faciliten la libre información. O defiéndanse en los tribunales si se sienten calumniados. 

Si insisten en actitudes dictatoriales, no mientan después. Demostrarán que solo les interesa esta democracia y nosotros para chupar de nuestra teta; lo que defienden sus críticos. Sí, sí, algunos de esos de los bulos, que también conocemos. 

Y elogien, hagan justicia y defiendan a quienes realmente son ciudadanos ejemplares. Los españoles de las batas, uniformes y balcones que decíamos. 

O quizás sea el momento de un paso más, que defienden algunos amigos, aparte de pactos nacionales. Una coalición coyuntural constitucionalista para enderezar España dentro del sistema. Aunque harían falta estadistas. ¿Los hay? 

Y lo peor es que tras esta crisis el mundo cambiará, una vez más, antes que España. Y de no anticiparnos, perjudicará a otra generación que tampoco vivirá mejor que sus padres. 

Responsabilidad de quienes antepongan el partido a la nación y a sus ciudadanos por ideologías vacuas, apenas distinguibles aquí en sus efectos reales. 

No podemos seguir instalados en que nosotros somos los buenos, por definición, y ellos siempre los malos. Maniqueísmo político puro. Una solemne mentira. 

Solo la creen y defienden los malvados, los interesados o los tontos. 

Mientras, sin fútbol, el Barça de Bartomeu sigue su descomposición, como anunciamos hace meses. ¿Por qué no se va?

Y el Murcia no arranca. Por eso votamos algunos contra el cambio de estatutos. Debió haber una lista de enganche con nombres y aportaciones ciertas que garantizaran una ampliación ambiciosa. 

Tiempos de pensar, de aprender y enmendarse.  



miércoles, 8 de abril de 2020

DESCONCIERTO




Al alba de la cuarta semana, doblan campanas de murria. Tristeza por falta de calor hermano. Salmuera para llagas desconsoladas por tanta tragedia. Melancolía por orfandad de mañanas. Y hasta mal humor por puñaladas económicas imprevistas y ruinosas. Así estamos la mayoría.

Y es que, a pesar de la admiración y agradecimientos hacia héroes que nos emocionan, al riesgo de la mortal enfermedad y a sus consecuencias inmediatas: paro, cierres de empresas, confinamiento y lejanía de seres queridos, se suma ahora el desconcierto por no saber adónde vamos. Y en tales circunstancias, todos los caminos nos llevan allí; a ningún sitio.

Si el mismísimo presidente no intuye cuándo ni cómo retornaremos a cierta normalidad, y así lo traslució el sábado durante una hora larga, mal vamos esos ciudadanos a quienes apenas nos llamó españoles un par de veces, por muy orgulloso que proclame sentirse de dirigir un país compuesto de tierras diversas; no recuerdo ni una alusión a España, sí a Europa, sin embargo. Y no es que reclame un nacionalismo ultramontano — lo más lejos de mí— sino que es obligado para un líder en momentos de angustia tener las ideas más claras que nadie, precisamente para engancharnos a todos en el empeño común al que nos concita. Porque si tampoco sabemos dónde estamos, quiénes y qué somos, es muy complicado no solo llegar adonde no sabemos, sino simplemente ilusionarnos con ir hombro con hombro unidos en pos de lo que sea menester.

Alguien debería decir al presidente que es quien debe liderarnos con solidez. Y con la murria y el desconcierto que desplegó en su intervención para decirnos que esto se alarga quince días, de momento, porque luego vendrán más jornadas o semanas de vaya usted a saber qué, que tampoco aclaró, no puede hacernos soñar con caminos de gloria tras los penosos senderos que andamos.

Yo, modestamente, le digo más. Arguyó unos segundos Pactos de la Moncloa para el futuro próximo. Y recordé a un inmenso presidente Suárez haciéndonos soñar caminos de la tarde, que diría el poeta, con la inspiración de su vicepresidente, el insigne profesor Fuentes Quintana; de la mano de los González, Carrillo, Fraga, Tierno y compañía en tiempos de terrorismo agudo, de dudas, incertidumbre generalizada y ruina económica. Y se normalizó la democracia.

Y en esa ensoñación, añoré también a un socialista imprescindible para la historia moderna española, el presidente González, cuando convocó un referéndum prometido desdiciéndose de lo dicho para meter a España en Europa y en la modernidad, amén de soportar tres huelgas generales para laminar nuestras anquilosadas estructuras industriales públicas. Su correligionario González, un líder tan reconocido como importante, señor Sánchez, además, completó nuestra simpar Transición. Y cambió España.

Incluso eché de menos, con su alusión, a su oponente Aznar. Un presidente con luces y sombras, como todos, pero que sacó a España de una crisis económica heredada hasta meternos en tiempo récord en la primera división del euro, básico para el despegue de nuestra economía, cuando nadie en Europa, y pocos dentro, apostaban por nosotros al incumplir todos los baremos fiscales y económicos exigidos. Y crecimos exponencialmente.

A quienes le siguieron, sus antecesores, los aparté de mis nostalgias para ahorrar sal en la herida. Y a pesar de su parecido con ellos en esta tesitura, albergo esperanzas de que reaccione y reconduzca nuestra nave antes de zozobrar. Le otorgo el beneficio del infortunio por la ignota pandemia sobrevenida, con la ignorancia generalizada consiguiente. Pero debe refundarse, como hizo en su vida política y expuso en su resiliente libro.

Hágalo para salir fortalecidos de este sinvivir. Para que España resurja cuan Ave Fénix y rompa los pronósticos de mal agüero, como otras veces con sus antecesores buenos.
Supere imaginativamente prescripciones ajenas, por respetables que sean, sin llorar excusas. Rompa amarras con quienes le lastran. Y lidere a España y a los españoles. Así, con dos palabras claras, sin subterfugios ni eufemismos.

Lidere, presidente, y no prometa en vano y de vacío, como ha hecho. Tome medidas contantes, sonantes, creíbles y contrastables, pero justas para todos y no de parte. Sea valiente y evite requisas, ruinas y recetas expropiadoras trasnochadas. No baile yenkas dentro y arriesgue donde debe exigir; Europa.

Lidere, señor Sánchez, que asumimos pérdidas de libertades y económicas, pero no ahonde nuestro desconcierto. Usted no puede permitírselo y España no lo merece; ya lo ve.

Está ante su hora de la verdad. Hule o puerta grande.

¡Suerte, que sería la nuestra, y al toro!

Rúbrica dolida. Nos ha dejado José María Galiana, un hombre bueno y artistazo de la voz, la música y la pluma.  Ya estará con su colega Aute brindando suspiros a las estrellas. Abrazos a sus amigos y deudos.

  

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