martes, 21 de abril de 2015

LA INCERTIDUMBRE OXIGENA EL FÚTBOL


Cuando llega el final de temporada, la cantidad en la plantilla complementa a la calidad en el equipo.
El Madrid llega a sus partidos cruciales con una baja tan considerable que, salvo transmutación de Illarramendi,  volverá a evidenciar su carencia de un medio centro de garantías. Para ello, Ancelotti debería dejar los inventos poniendo al vasco en su sitio - no lo ha hecho en toda la temporada -, y al ex del Bayern en el suyo: el medio volante derecho o el vértice superior del rombo de medio campo, donde tiene demostrado que alcanza sus mayores cotas de efectividad.
Como hemos reiterado, Kroos es un magnífico futbolista que está ocupando un puesto para el que no está dotado especialmente, sobre todo cuando su equipo se enfrenta a rivales de nivel parecido aunque atesoren menos calidad individual. La baja de Modric, que con su encomiable polivalencia suple las debilidades del teutón campeón del mundo, puede suponer la renuncia de los blancos a las dos competiciones a la que aspira.
El miércoles se podrá comprobar contra sus vecinos del Atleti en la vuelta de cuartos de Champions, salvo que Cristiano y compañía hagan el papel que deberían garantizar. Y aquí surge otra duda. ¿Por qué no suele aparecer el luso en los partidos decisivos? Seguramente sería más útil y determinante para su equipo si en lugar de hacer cinco goles a equipos como el Granada le metiera un par de ellos a los colchoneros. ¿O no?
Los blancos se están acostumbrando a que cuando las cosas se ponen feas deba aparecer el sevillano Ramos tirando del carro, tanto defendiendo como frente a las porterías contrarias; mal asunto para Ancelotti.
El gran fichador del Real Madrid, don Florentino, quizás percatado del tema, anda enfrascado en hacer otro deslumbrante fichaje de los suyos. El medio centro Pogba es el próximo objeto de su deseo, y los cien millones de euros en los que cifran su fichaje no será problema para la desmesurada  y omnímoda ambición del mandamás madrileño. Hay que cebar la bomba, como él mismo diría.
El Barça, por el contrario, llega al final de temporada con todas sus baterías listas, con el gran añadido de contar con el mejor del mundo, Messi, en un momento dulce. El tan goleador como jugón argentino está atravesando uno de sus mejores momentos futbolísticos, si no su hora cumbre.
Y tiene la inmensa fortuna de acompañarle la suerte del campeón, como se pudo comprobar el sábado contra el Valencia, que falló hasta seis ocasiones claras para haber ganado con suficiencia en el Nou Camp corroborando su gran juego. Los blaugranas jugaron uno de sus peores partidos de la temporada.
Pero no solo son afortunados en eso, pues resulta que le añaden que Suárez ha encontrado el sitio goleador que siempre tuvo, que Neymar también suma por muchos enfados que agarre cuando Luis Enrique lo cambia, y que sus otros puntales Piqué y Busquets han recuperado la forma supliendo las intermitencias de los hasta hace poco intocables Xavi e Iniesta, que los años y los cambios de función no pasan en balde.
Si a eso le añades que tiene a sus dos porteros en una forma espectacular, Bravo y Ter Stegen, tal y como se presenta el panorama, el Barça es un   aspirante seguro a ganar dos de sus tres aspiraciones: la Copa del Rey y la Liga. Otra cosa es la Copa de Europa, en la que a dos partidos o a uno contra equipos muy cualificados puede pasar cualquier cosa, porque prácticamente está en semifinales. Pero aquí, en contra de algunos de sus rivales, como el Real, sí cuentan con la experiencia de que sus figuras no se esconden y en los partidos fundamentales dan la talla. Es un plus añadido que les puede coronar como el mejor club de Europa este año.
En cualquier de los dos casos, como decíamos la semana pasada, el asturiano y mal encarado Luis Enrique tendría segura su continuidad.
El tercero español en discordia, el de Simeone, tiene el miércoles su partido decisivo. Si eliminan a los blancos salvarán la temporada, con opciones de llegar a la final europea como el año pasado y ganarla. Llegan en forma, pero si no, hasta se les puede complicar la tercera plaza en la Liga. De la gloria a la nada en noventa minutos.
Es lo que decíamos en el titular. Bendita incertidumbre futbolera; con los goles, la salsa del fútbol.

   

miércoles, 15 de abril de 2015

PARA DECIDIR VOTO, BACHILLER CALLEJERO

Decía un antiguo contertulio con espléndida sencillez, que si quieres tener un buen caballo debes comprar uno bueno. Y eso, que parece sencillo de entender y hasta gracioso para la gente normal, y solo graciosillo para los que van de enterados y algunos con demasiado currículo para lo que sirven; encierra una profundidad enorme solo al alcance de quienes miran la vida sin anteojeras por tener el culo ‘pelao’ de darse porrazos; la experiencia, que resumía como madre de sus saberes el ilustre Goethe.
La vacuna de la sabiduría
Y es que, mi amigo Puzi, de nombre Pedro, alberga la sabiduría de quienes intentan arreglar los conflictos con palabras claras. Tan fácil en apariencia como difícil de practicar si no tienes la virtud de la calle. Esa que se adquiere, como las buenas bacterias que nos vacunan de niños, gastando neuronas, suelas, ocasiones al vuelo y chupando todas las esquinas a tu alcance para ganarte el lugar, el sitio y la vida. Ni más ni menos.
Pues bien, ante los inquietantes tiempos que vivimos, y frente a los más inciertos que afrontamos este año de tantísima promesa política y tanto viaje a las urnas, sería muy importante que desde los más leídos a los menos, hasta los militares sin graduación, que se decía antes; nos echásemos un pienso frente a la mochila de nuestros errores electorales  para decidir el voto. Y previamente, calcular bien dónde tenemos los intereses, tanto individuales y familiares como colectivos. ¿Parece difícil, verdad? Pues no lo es tanto. Puro sentido común.
Descartes
Porque vamos a ver, siguiendo con el símil de inicio, si queremos un buen gobernante – el caballo bueno-, empezaríamos por descartar a quienes ya nos han defraudado; el que la hace negra una vez, tiende a repetirse.
En segundo lugar habría que echarle las cruces a los que sin habernos estafado - el programa electoral es un contrato – porque nunca los votamos, llevaron a nuestro ayuntamiento, autonomía o país al borde del precipicio, cuando no a la ruina o a la desesperanza.
Seguiríamos, repudiando a los partidos que hayan mantenido corruptos, los mantengan, o no se sumen a la condena general de ellos de un modo contundente y explícito, con nombres y apellidos, ejerciendo las acciones judiciales pertinentes y las condenas políticas al uso, o simplemente pasen del tema porque sus delitos hayan prescrito, por ejemplo.
A continuación habría que huir de quienes se nos presentan como los salvadores para llevarnos al paraíso – al que sea -, por populistas y mentirosos, porque no existe tal cosa en la tierra; sin entrar en más valoraciones de las que cada uno entienda como el mejor modo de organizar la convivencia colectiva.
Dejamos como penúltima reflexión, por aquello de no ser demasiado egoístas pero no por ello menos importante, sino todo lo contrario, a quien no tenga la valentía de decirnos que mantener o mejorar nuestro actual estado del bienestar y de servicios públicos, infraestructuras, etc., es indirectamente proporcional a la salud de nuestras carteras. Es decir, que nada es gratis aunque lo parezca; que todos los servicios públicos que no pagamos directamente al utilizarlos, o cuando los utilizan los demás – sean quienes sean - nos lo cobran mediante todo tipo de impuestos, contribuciones y tasas. Y además, partiendo de que no somos una sociedad rica, nos endeudan a perpetuidad con lo que falte; o sea, que lo pagarán nuestros hijos y nietos, si pueden. Y eso contando con la fortuna de que los extranjeros ricos se fíen de nosotros y nos presten, como de momento es el caso.
Valores
Y como final, y de esto sí que nos acordaremos personalmente todos los días, sería fundamental que votásemos a quien se comprometa en su programa a ser más eficaz, transparente y honrado en la gestión de la cosa pública, y más eficiente. Lo que equivale a decir que el mejor político sería el que luchara honestamente por conseguirnos una sociedad mejor al menor coste posible, eliminando gastos superfluos en todo - ¡pero en todo! -, subvenciones discrecionales, o dispendios y  lujos innecesarios para el desempeño de la política y de la función pública.
Y no hablamos de los de bata blanca o verde, uniforme, toga, tableta o pizarra, que son los esenciales y más cercanos a nuestras necesidades de cada día, sino de todos los demás, tanto con corbata como sin ella. Si hacen una lista comprobarán que son una legión tan derrochadora como insostenible. Y eso sin contar con los medios, muebles, inmuebles, transportes, mantenimientos, etc., a su servicio. Para aburrir, vamos. Y no digamos nada a nuestras carteras.
 Aparte de las consideraciones anteriores, ya entraríamos en temas tan importantes como la despolitización de la justicia, la reforma del sistema electoral y de la constitución, o del concepto de país o de nación, en la que las diferentes fuerzas políticas defienden distintos enfoques según sus tendencias. Y en tales asuntos, como en otros más generalistas, cada cual también tiene sus opiniones y por lo tanto no caben las simplificaciones.
El buen gobernante, como el caballo bueno
En todo caso, si analizan los primeros puntos con óptica del bachiller callejero, que decíamos, verán que no es tan difícil elegir el voto. Porque en el fondo, no es más que dejarnos de etiquetas, costumbres, prejuicios o antiguallas, y hasta de romanticismos, si cabe;  y colgarlos junto en la percha del desván de los recuerdos.

Y  el día de echar el voto, salir a la calle con las ideas que nos afectan claras,  la cabeza fría y la mano en la cartera, por si acaso; para comprar nuestro caballo bueno, que será el que más nos convenga por adaptarse mejor a nuestras condiciones personales, y no al de siempre por simple rutina, pereza o miedo;  ni al más bonito, cercano, aparente o rumboso. 

EQUIPOS DE AUTOR

Hay jugadores o técnicos de club, que suelen ser las hormigas,  y otros que personalizan o lucen su trayectoria hasta el punto de estar por encima del resto, siendo proclives a cambiar con frecuencia de colores o sencillamente dando la nota buena o mala en sus equipos de siempre; las cigarras.
Y en la trayectoria de algunos equipos ocurre igual. Los hay con un marchamo determinado durante toda su vida, caso del Bilbao en España, por aquello de contar invariablemente con jugadores salidos de sus bases o sencillamente vascos de nacimiento o adopción; o del Arsenal  en Inglaterra, por ejemplo, o del mismo Manchester United, que durante decenios han mantenido una misma filosofía de equipo y hasta de juego, fieles a sus autores: Wenger, y Ferguson hasta hace poco.
 Y otros, como el Madrid o el Barça que su espíritu permanente es el de optar siempre a tener a los mejores jugadores del mundo, a quienes han imitado equipos extranjeros como el Chelsea o últimamente el Paris S. Germain con sus chequeras en ristre, a falta de cuajo histórico, que también varían sus esquemas de juego según sus técnicos de turno e incluso sus presidentes.
Luego hay otro grupo de clubes que siempre han estado entre los mejores, como el Bayern en Alemania o el Milán y el Inter en Italia, en los que con sus características nacionales y jugadores de segundo nivel dentro de la élite también se dan las circunstancias de los anteriores: ser equipos de autor. 
Ocurre lo mismo en España, con equipos como el Atlético de Madrid, el Valencia o el Sevilla, que dentro de sus peculiaridades han lucido más cuando han tenido un autor que les ha imprimido un carácter diferente. Técnicos como Luis y Simeone en los colchoneros, o Benítez y Cooper en los valencianos, o desde los despachos Monchi y Del Nido en los sevillanos y los mismos atléticos en la época de Gil, han tenido y tienen comportamientos diferentes a los de su trayectoria.
Resumiendo, podríamos decir que hay jugadores, técnicos y presidentes autores, cuya proyección destaca poderosamente sobre sus clubes.
En épocas antiguas hablaríamos del Madrid de Bernabéu, por ejemplo, como ahora el de Florentino. El primero es el padre del Real considerado el mejor equipo del siglo XX, y el segundo, aparte del dudoso club de los galácticos, también es autor de su época.
Igual que del Brasil de Pelé, del Madrid de Di Stéfano,  de la Holanda y el Barça de Cruyff, del de Guardiola o del Milán de Sacci.
Ancelotti sabe que, salvo milagro, tiene los días contados porque ha defraudado las expectativas del verdadero autor de este Madrid, Pérez, quien exige ganar cada año un gran título, al menos, y hacerlo bien con los mimbres que él diseña. Y ya lleva quemados unos cuantos técnicos. Algunos con la gran personalidad de Del Bosque o Mourinho. Con el primero se equivocó echándole, hasta el punto de tener que coger el olivo apenas tres temporadas después, harto de fracasos e incapaz de controlar el monstruo galáctico que había originado. Y con el segundo se equivocó trayéndolo y ya veremos si las consecuencias de su paso por el club blanco no terminan también con él. La división en el madridismo es veneno suyo y no lleva camino de arreglarse.
Y Luis Enrique también lo sabe, salvo que gane la Liga y la Champions, aunque su caso es muy distinto al del italiano. Hacer olvidar a Guardiola,  objetivo que pondrán a cualquiera que ocupe el banquillo culé, seguirá moliendo entrenadores hasta que alguien sea capaz, también, de ser autor de otro equipo legendario. Muy difícil, aunque cuente con el mejor del mundo, Messi, acompañado de dos de los tres mejores delanteros de la actualidad, Neymar y Suárez, y varios jugadores  de aquella época que han sido campeones de todo con España.
En la selección, igual. El autor de la maravilla fue Luis, y Del Bosque es un continuador cualificado. Y como él no es un creativo tendrá que dejar paso a otro que pueda crear una nueva selección rutilante. También muy complicado.
Solo Simeone tiene un futuro claro. Es el único técnico autor en el actual fútbol español grande.

Y en el caso de jugadores, solo Messi dará nombre a una  época del Barça. Porque Cristiano, siendo el mejor goleador blanco de la historia merengue y aunque siga ganando balones de oro, tiene a su presidente por encima.  ¿Entienden su recurrente disgusto? Celos.

jueves, 9 de abril de 2015

EL ENTRENADOR, TÉCNICO O GESTOR

No es lo mismo entrenar a un grande que a un modesto, ni a juveniles o infantiles que a profesionales. Las diferencias son tantas, siendo el mismo juego, que resultan incomparables.

Podríamos alargarnos en supuestos, como imaginar a un Ancelotti, un Mourinho o un Guardiola, por citar a tres de los más mediáticos, entrenando al Almería, al Córdoba o al Granada en estos momentos, al Murcia o al Cartagena. ¿Qué podrían hacer más de lo que hacen los técnicos que les dirigen? Pues seguramente poco más, si fuera el caso de que lo consiguieran. ¿Y al revés? Pues muy posiblemente, esos técnicos modestos harían poco menos que los citados figurones de los banquillos, en el peor de los casos. Todo ello en condiciones normales, como se explica de las pruebas en laboratorio cuando se estudia química; es decir, con los mismos entornos sociales, ayudas y colaboradores, crítica, apoyos directivos, motivación de los jugadores, posibilidades económicas, etc.

Quiero decir con todo ello que al final, quienes tienen la llave del éxito o el fracaso en las realidades de cada club de fútbol en sus distintas circunstancias son los jugadores, sobre todo los más determinantes. Y para muestra tres botones.

En el supuesto del Real Madrid, la historia de Pellegrini hubiera sido muy distinta de no haber tenido a su mejor goleador histórico, Cristiano, lesionado media temporada, como tampoco la de Mourinho sin su paisano a tope en el equipo durante la mayor parte de su periodo, o la de Ancelotti actualmente. Con el chileno, además de cultivar su buena imagen institucional como club, los merengues lucieron un juego exquisito en gran parte de su gestión pero les faltó la gracia del gol en momentos puntuales. Y eso marcó su declive y caída. Con el portugués, por el contrario, es difícil recordar rachas de buen juego a pesar de sus buenos resultados en ciertos momentos importantes, apoyados, claro está, en los goles infinitos del paisano. Y ello, además, le sirvió tanto para ganar una liga al mejor Barça de la historia como para que el mete dedos y mete patas luso engordara su también infinito ego, a costa demasiadas veces de la propia proyección pública del club blanco. La división y los enfrentamientos que originó tanto en el madridismo como dentro de la propia plantilla supusieron triunfos escasos y su indecorosa salida del Madrid. Sobre todo el evidenciado y curioso divorcio con Cristiano; otra vez los jugadores.

En el caso del Barça de Guardiola, es tan fácil recordar sus demoledores éxitos durante varias temporadas como su extraordinaria forma de jugar al fútbol, pero pese a contar con la mejor versión de Pujol, Xavi, Busquets o Iniesta es difícil imaginar tanta grandeza sin la paulatina aparición y progreso del mejor Messi; uno de los más grandes jugadores de la historia.

Y dejo para el final el ejemplo de la selección española porque no se conciben sus inolvidables conquistas, tanto con Luis como con Del Bosque, sin hacer referencia a la columna vertebral de los barcelonistas, que han pasado a la memoria eterna del fútbol con las ayudas puntuales o permanentes, según los casos, de los Casillas, Senna, Villa, Ramos o Torres, por citar solo a los más significantes.

Como resumen, los entrenadores deben ser unas veces más técnicos que gestores y otras al contrario, pero aunque sean protagonistas sería absurdo que olvidaran que sus éxitos o fracasos dependen en esencia de sus entrenados. Y es así, justamente, para lo bueno y para lo malo.

Por eso, sería excelente poner a los mejores técnicos, tanto en el juego como en la experiencia y en psicología, a entrenar a infantiles y juveniles, para que les enseñen a jugar bien y las reglas básicas de convivencia desde abajo. Por contra, habría que encargar a los buenos estrategas la gestión del talento de los profesionales, porque ya deben saber correr, driblar, saltar, dosificarse, darle a la pelota, pasarla o pararla. 

Mención aparte a la gestión de egos futbolísticos, sociales, mediáticos y económicos; los que abundan entre los mejores; y a la estrategia de verdad: la planificación eficaz y eficiente, la inteligencia de potenciar las virtudes propias y aprovechar las debilidades del contrario, tanto solidaria como individualmente, y no a la tontuna de llamar como tal a lo que son meras jugadas ensayadas a balón parado. Importantes pero tan simples como llamar puzle a un folio partido en cuatro: la pelota, la portería, el compañero y el contrario.                   

jueves, 2 de abril de 2015

DE DÍEZ Y RAJOY A LA CORRUPCIÓN POR MONTERA

Quienes acumulamos nieve en las sienes o tenemos el peine como  antiguo recuerdo, movimos el esqueleto muchas veces con aquella canción sesentera del ‘no te quieres enterar, yeyé…’ Es lo que cabría cantarle a Rajoy y a Rosa Díez por su contumacia en no percatarse de que su tiempo ha pasado.

Los graves errores de la lideresa y sus consecuencias.
A la creadora de UPyD, el azote parlamentario más sincero y perspicaz del Presidente, ya se han atrevido algunos muy relevantes de los suyos a decírselo a la cara, el penúltimo Toni Cantó. Pero les ha salido con el clásico enroque de mantenerla y no enmendarla y, como mucho y dándose un tiempo hasta el verano, con aquella otra letrilla bolera del “quizás, quizás, quizás…” Mal asunto para las esperanzas de quienes se han partido el pecho honestamente por lo que ha sido la gran aportación de este partido a la política española: su nítida idea de una más que necesaria regeneración política.
Pese a ello, es contumaz también en la reiteración del error porque con el primero: no entenderse con Rivera para sumar sus fuerzas a C’s, ha recogido en Andalucía una muestra palmaria de sus consecuencias. Además del daño propio, le ha hecho también una faena infame a la idea que tanto ha defendido de mejorar el horizonte de la política española, truncando de paso la esperanza de tantos ciudadanos de que España cambiara para bien. Si hubiesen ido unidos a las elecciones andaluzas, los nueve diputados de Ciudadanos – la posible tercera vía - habrían crecido geométricamente, con el añadido de la ley D’Hont, y ahora estaríamos hablando de algo diferente a que todo siga igual en la región que sigue a la cola de España en paro, por ejemplo. A los socialistas, sobre todo, y a los populares se les hubieran caído algunos cientos de miles de votos más y no estarían enarbolando una gran victoria, o un posible entendimiento interesado, lo que ha sido en realidad el mal menor de muchos votantes.
Y sin ánimo de generalizar la descalificación al PSOE, porque ha sido y es básico para España, es difícil entender desde el hartazgo generalizado español que la formación política que ha regido el destino de los andaluces desde hace más de treinta años, y bajo cuya sombra ha anidado tanta corrupción, pueda seguir dirigiendo su futuro. Y será así porque nuestra lógica democrática castiga sin muchas contemplaciones la división política; tal vez el único puerto de madurez democrática al que hemos llegado desde la constitución del 78.
Aventuro desde esa seguridad y la creencia de que los andaluces participan del mismo hastío que el resto de españoles, que si Díez no hubiese sido tan miope hubieran mandado al PSOE al reparador rincón de pensar por una buena temporada. En la mente de la ciudadanía, las opciones de voto son un estado de ánimo, como tantas otras cosas de la vida, y la unión política inteligente nutre y aumenta los resultados electorales de quienes tienen la valentía y la generosidad de procurarla; esas dos virtudes humanas que tantísimo se aprecian.

El insoportable cuajo de Rajoy
Del vano gobierno de Rajoy y del negro futuro político que está propiciando al PP, otro partido esencial, ya se ha dicho casi todo y no es cuestión de insistir; desde aquí llevamos tanto tiempo advirtiéndolo que ya aburre; pero es contumaz en el error de resistir a toda costa y apuesta porque lo devoren los españoles en mayo sin considerar el serio aviso de los andaluces.
Hay tal nerviosismo entre los populares al ser conscientes de lo que se avecina, como lo demuestran los comentarios privados de muchos de sus gerifaltes periféricos y de quienes llevan años viviendo de las infinitas prebendas que les propicia el mando en autonomías, ayuntamientos y  derivados, que el goteo de la desbandada hacia nuevos horizontes empieza a palparse.
Preparen en C’s los botes para recoger a los precavidos, que las redes, escalas, cabos y bicheros habrá que emplearlos a fondo con los náufragos después de mayo si todo sigue igual. Es decir, si don Mariano, fiel a su personalidad política, da lugar al desastre electoral que se intuye.
Como muestra de su proceder, dos botones.  Careció de escrúpulos para no irse a casa tras lo de Bárcenas, y a día de hoy todavía tiene el cuajo de negar que supiera nada del dinero negro manejado por su partido en Génova; su guarida burocrática durante tantos años. Policías, guardias, inspectores de Hacienda, fiscales, testigos, partícipes, un juez… Debe ser que todos yerran o mienten.
En fin, incluso otorgándole el beneficio de la honradez personal, de la que  no dudo, qué gran lección si hubiese dado paso a otro de su partido que estuviese limpio y fuera capaz; digo yo que alguno habrá. Dará lugar a que lo pongan en su sitio muchos de los que ahora callan o aplauden en su presencia, azuzados por quienes mueven el cotarro entre bambalinas ante lo mucho que está en juego.
Esas humaredas lejanas que ahora se huelen serán incendios voraces llegando los primeros calores del verano, con la vice Soraya de recambio previsto en caso de urgencia y su paisano Núñez Feijoo a la espera, si el difícil parto viniera con normalidad en el PP y tuviera la dudosa motivación de ser jefe de la oposición parlamentaria sacrificando su feudo gallego.

La irresponsable, por cómplice, montera ciudadana

Como resumen, después de las andaluzas y en general, a los políticos habría que insistirles en que el intransitivo dimitir debería ser un verbo por el que transitaran con normalidad. Y los ciudadanos deberíamos tener presente que la corrupción, como el miedo, no es una buena montera para nada y mucho menos ante las urnas; lo útil y honrado es ir descubierto y mirando de frente.

DE LA OBSESIÓN DEL BOSQUE A LAS DE BARTOMEU

Los sistemas de juego se hacen viejos cuando no juegan sus artistas básicos. En el caso de la selección, por ejemplo, no es lo mismo que juegue Xavi Hernández a que no lo haga; como tampoco en el Barcelona. O que el otro Xabi, Alonso, sea el compañero de Busquets a que sea Koke, por muy buen jugador que sea.
O que arriba esté un David Villa en estado de gracia a que lo hagan Diego Costa, Negredo o el ilusionante Morata, buenos goleadores aun con sus diferencias. Con aquel asturiano enchufado cualquier media punta como Cesc, Silva, el malabarista Isco y hasta el siempre espectacular Iniesta podrían hacer de segundo delantero en las ocasiones en que lograran sorprender llegando desde atrás.
Ahora, por el contrario, solo aparece a ratos el espejismo de aquel juego que tantas satisfacciones nos dio cuando los contrarios se cierran, tal y como sucedió en la primera parte contra Ucrania. Sin embargo, cuando en la segunda parte los ucranianos se echaron para adelante, se vieron con claridad las carencias que padecemos sin los dos ‘javieres’: el de Tarrasa recibiendo en el medio y saliendo con efectividad por uno u otro lado, dándose la vuelta como no he visto nunca a nadie, para jugarla fácil en corto al compañero mejor situado y desmarcarse para volver a jugarla; y el de Tolosa jugándola en largo en sus clásicos y eficaces cambios de juego. Y así, huérfano el equipo de ambos artistas, éramos presas fáciles de los contrarios que se nos anticipaban continuamente en las salidas desde atrás y creando peligro por hacerse con el balón cerca del área de Casillas.
Haciendo memoria, Luis Aragonés apostó por los jugones pequeñitos contando con la solidez de Marcos Senna en el medio centro, con dos laterales muy ofensivos pero contundentes atrás, Ramos y Capdevila, y Torres y Villa arriba, o el mismo Cesc de falso delantero. El pasado viernes, Alba y sobre todo Juanfran, buenos en ataque pero menos en defensa, centraron varias veces con peligro tras desbordar por su banda y salvo Morata, con tendencia también a caer a la bandas, nadie más entraba al remate. Silva, por ejemplo, tuvo un buen balón para su cabeza pero le falta un palmo para poder hacerlo con  garantías; salvo el golazo que le hizo a Italia en la pasada Eurocopa no recuerdo otro gol suyo en remate cabecero.
Y con tanto centrocampista ofensivo: Koke, Iniesta, Isco, el canario y los dos laterales, se echó en falta un acompañante de Morata que aprovechara los huecos que este dejaba con sus continuos desmarques.
 A veces hay que elegir, y ya sabemos que eso supone siempre sacrificar otras buenas opciones, pero lo que se ha acentuado desde el mundial de Brasil es que España debe variar el sistema que nos hizo dos veces campeones de Europa y una del mundo. Aquello, como sus artistas fundamentales, ya es y son historia.
Otra cosa es la falta de chispa física que denotó la selección en la segunda parte. Siempre llegábamos tarde y eso trajo a colación el fantasma de los funestos partidos del mundial. Enredados en lo que hemos comentado, además, nuestros jugadores se empeñaron en conducir el balón y eso es otra forma de jugar que nada tiene que ver con el fútbol a uno o dos toques que nos hizo la envidia del mundo. Así que a cambiar toca, don Vicente. Las obsesiones nunca son buenas y querer vivir del pasado es una de ellas.  España hoy debe reinventarse asegurando más atrás y jugando con un par de delanteros para que sus medios actuales expresen el juego que llevan dentro.
Y llegamos a la obsesión de Bartomeu: Laporta y el Real Madrid. Pero en el caso del presidente culé la solución no pasa por reinventarse sino por largarse, como hizo Rosell. Es cínico pensar que quien fuera su jefe es el único responsable de los chanchullos en el caso Neymar y que él, su segundo, era ajeno a todo ello. Bartomeu sabe muy bien que si convocara elecciones y el antiguo presidente se presentara se las llevaría de calle y resiste para ver si escampa. Pero lo tiene chungo.
Y menos mal que la querella que dio lugar al destape de tales chapuzas económicas y fiscales la presentó un socio blaugrana; aún así, tiene pesadillas con la larga mano de don Florentino meciendo la cuna de la justicia.  De pena.
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