jueves, 21 de septiembre de 2017

SEGUNDA B: DE LA RIVALIDAD AL DESAFUERO

SEGUNDA B: DE LA RIVALIDAD AL DESAFUERO
Aparte de seguir a los grandes, llevo un mes disfrutando fútbol regional a destajo y a pesar de los años me sigue sorprendiendo la falta de educación deportiva y general de algunos especímenes que pululan por nuestros estadios. Y, también, me siguen emocionando los gestos de deportividad y buen rollo que conviven con la cafrería anterior (los árabes denominaron Kafir —cafre—a todo infiel del África subecuatorial).  A veces abundan los tachados así por incivilizados en nuestro lenguaje coloquial.
El sábado en la Nueva Condomina, como hace semanas en el Cartagonova, tuve ante mí en las gradas a diversos cafres de distintas modalidades, desde los simplemente deslenguados a los ignorantes futbolísticos y a los violentos en ciernes. Y es una pena que enturbien el ambiente, porque  la gran rivalidad regional que existe esta temporada en el grupo cuarto de Segunda B invita a degustar fútbol pequeño, comparado con el de primera, y no por eso menos apasionante.
He visto varios partidos dentro y fuera al Real Murcia, al UCAM y al Cartagena y me hago una idea de lo que pueden dar de sí este año. Los granas todavía no han encontrado el equipo ni el estilo que les posibilite alcanzar el ascenso, primer puesto clasificatorio mediante; objetivo confeso y obligado que se han impuesto sus dirigentes por razones obvias. Tiene dos puntas apreciables en Curto y Martín y cierta agudeza en las bandas, pero les falta fortalecer la defensa y mandar en el medio campo, aunque en esta zona tiene mimbres como Sánchez, Armando y Carnicer para hacerlo mejor. Si hubieran dispuesto de esas fortalezas habrían ganado al Écija, en Huelva y Melilla. En esta categoría es básico no encajar goles porque se suelen aprovechar poco las escasas  oportunidades de marcar y, como decía don Salvador Ripoll en su famoso decálogo futbolero, “si no te meten ningún gol normalmente debes puntuar”.
El UCAM sí tiene una defensa sólida para este nivel y contra el Murcia pareció que va apuntalando su medio campo, con Jony Ñíguez como agradable sorpresa, así como su punta de ataque con el tan larguirucho como jovencísimo Quiles —cedido del Córdoba— en plan estrella con dos golazos, sobre todo el segundo, de superior categoría. En los dos partidos que han jugado contra el Cartagena, uno en Copa en el Cartagonova y otro en Liga en la Condomina, echaron de menos ambas cualidades, y solo en Jumilla y Granada y contra los filiales canarios aprovecharon sus pocas ocasiones amparados por su solidez estructural.
Por su parte, el Efesé tiene un buen equipo titular —se le nota su base del año pasado—, para mí el mejor de los tres, pero tal vez adolezca de banquillo para mantener el excelente nivel que exhiben jugadores como Cristo Martín y Sergio Jiménez, el primero básico en el ataque y el segundo en la contención y distribución en el medio campo, bien acompañados por sus laterales y por el goleador Aketxe y el interior Chavero si gozan de frescura física. En defensa tienen altibajos preocupantes, sobre todo cuando cambian al medio centro de Los Belones, que le han costado varios goles y obligarse a ganar sobre el pitido final los puntos que lo encumbran en la tabla. A pesar del buen juego mostrado, Monteagudo deberá afinar en la gestión de la plantilla.
Es importante ver a los equipos fuera de casa para comprobar la casta, y  los tres me han parecido homogéneos en el desarrollo de su juego, circunstancia que invita al optimismo en los universitarios y los departamentales, y menos en el Murcia, que deberá  mejorar dentro y fuera y seguramente en algo más para no descolgarse; se juega la supervivencia en el envite. Solo me falta insistir con el Lorca y el Jumilla para calibrarlos.
Y volviendo a los cafres, se entiende por ancestral la inquina deportiva entre granas y blanquinegros, que no los justifica en sus extremismos ni tampoco en sus dispares trayectorias, pero de ninguna manera la desaforada e injusta animadversión de algunos forofos murcianistas contra el UCAM. Simplemente fueron mejores que el Murcia, igual que fueron inferiores ellos en su derrota en casa frente al Cartagena. En estos casos hay que reconocerlo e incluso aplaudir, al margen de la amargura interior, y olvidarse de los árbitros y los palcos, que generalmente ni marcan goles ni los evitan.

Los buenos aficionados a disfrutar y los otros un zurrón y al campo, pero con las ovejas. 

martes, 12 de septiembre de 2017

LA TABLA MANDA


En pretemporada el Madrid fue notablemente mejor, pero una vez iniciada la Liga la tabla es la que manda. Decíamos que dos resultados pueden cambiarlo todo en el fútbol, y así ha sido. El Barça aún no ha encajado un gol y comanda la clasificación, con tres victorias en tres partidos, y los merengues se han dejado cuatro puntos en casa. Esos empates con sabor a naranja amarga, ante dos magníficos Valencia  y Levante, han variado el panorama; las urgencias, ahora, por Chamartín.
Y como esto es fútbol, que decía Vujadín Boskov, las cañas de hace unos días se ha vuelto lanzas contra Zidane. Las rotaciones que antes lo encumbraron con razón ahora lo lancean con oportunismo. ¿Y cómo no?, también asoman los árbitros por la garganta profunda de don Florentino, que ha redescubierto el ancestral vicio tan futbolero como absurdo de buscar fantasmas si las cosas no salen a nuestro antojo. Y cuando un personaje así enarbola esa obviedad, que en su caso sí es más que un presidente de club, se convierte en banderín de enganche para los papistas que pretenden ir  más allá que el mismo Papa. 
¿Que el colectivo arbitral español es mejorable? ¡Toma; pues claro! Igual que lo son nuestros clubes y hasta el lucero del alba. ¿O no ha sido manifiestamente mejorable su gestión al frente del Madrid a lo largo de tantos años, como él mismo reconoció al dimitir en su primera etapa? Y hasta sus mejores futbolistas: Zidane cabeceando el pecho de Materazzi en su último Mundial, aunque le insultara a un familiar,  o el propio Ronaldo empujando al árbitro que lo expulsó, por mucho que hubiera errado.  Así es el fútbol de mejorable, como todo en esta vida.
Pero volviendo a la Liga, el Barça ha remontado el vuelo en el terreno de juego —más arriba el patio sigue mojado— con la base del equipo de antes de los fichajes, fuga y desvaríos, y su máxima figura en plan estelar. Messi, que con Argentina no levanta cabeza, ha retomado el mando y nos ha puesto a todos de acuerdo en que sigue siendo el mejor. Igual que sabemos que un Real sin Cristiano es más romo que agudo.  Contra el Levante me pareció seguir viendo a Argentina ante Venezuela; atasco monumental en el centro y en las inmediaciones del área rival y nadie para el remate dentro de ella. Y es que, si a Messi le pones al lado a Dybala, y a Banega de media punta también, le cierras caminos y diagonales hacia el gol. Como ocurrió en el Madrid contra el Levante, con Asensio, Lucas y Kroos estorbándose,  o el propio Benzema mientras estuvo e Isco cuando salió, por no hablar del batiburrillo por la izquierda con Marcelo y Theo compitiendo por idéntico espacio. Sampaoli y Zidane tendrán sus razones para esos galimatías, pero como son inteligentes supongo que no repetirán tales inventos.
Valverde, eficiente y perspicaz, al fin puso a Deulofeu en su sitio, por la derecha, y liberó a Messi, como ya hizo Guardiola, para que jugara donde quisiera sin arrancar desde la banda, y ambos lucieron sus mejores cualidades con Suárez cayendo más a la izquierda. El seleccionador argentino debería tomar nota.

Y lo de Bale es de record calamitoso. De aquel extraordinario lateral izquierdo goleador en Inglaterra, donde mejor ha lucido, a extremo por la derecha y el sábado a delantero centro en el Madrid. De muy bien a mal y peor. Un futbolista sobrado de egos y presencia física con piernas de cristal, que debería haberse dedicado al tenis, por su individualidad, y no a jugar de lo que sea para un lucimiento básicamente imaginado; camino de rubricar a Laurence Peter con lo de ir ascendiendo hasta alcanzar el máximo grado de incompetencia. Pero más culpa tienen sus cómplices. Pérez, el presidente-director deportivo, por no enmendarse, vendiéndolo, para deshacer el entuerto de su fichaje, en vez de largar a Morata —al final tendrá que regalarlo como a Kaká—; y Zidane, que sabe mejor que nadie de qué va esto, por secundarle. Morata no se hubiera ido y el Real Madrid tendría mejor plantilla que el año pasado, pero sin su canterano más rentable ya pueden encomendarse a la Almudena para que el regalo que dejó Ramón Calderón, Cristiano, no falte mucho. Los goles, razón suprema del fútbol, no se marcan con el glamur, vendiendo camisetas, en el palco, en la pizarra ni en los despachos. 

viernes, 8 de septiembre de 2017

LOS PELOTEROS DE LOPETEGUI


Iba a titular esta columna con “… y Luis sonreía desde su cielo”, pero hubiera sido injusto. El de Hortaleza puso a jugar a los  bajitos, pero Del Bosque innovó con lo del falso nueve y Lopetegui los ha sublimado exprimiendo con inteligencia a sus peloteros, en especial a Isco; me lo imagino pensando como el inigualable Cruyff: si  sacan tres centrales los dejamos solos y que se marquen ellos, pero la pelota para nosotros.
A los que acumulamos nieve sobre las orejas, raijos blanquecinos o simplemente barbecho, nos parece todavía inverosímil que los  italianos parezcan una panda de pardillos al lado de los nuestros; hasta el 2008 acunábamos un compendio de acomplejamientos competitivos. Pero aquel año en Austria, de la mano de Aragonés, cambió todo, empezando por lo de saber jugar también “el otro fútbol”, que el Sabio susurraba. Y desde entonces los complejos deben tenerlos ellos. Nuestro fútbol adquirió brillo y hasta superamos el eterno mal fario con el penalti del entonces atrevido Cesc.
El sábado, nuestros peloteros dieron un recital de juego que propios y extraños, españoles y el resto del mundo, tardaremos en olvidar. ¡Qué calidad! Y todos, además, con Isco a la batuta. ¡Qué clase atesora el bajito malagueño! —menos mal que el Barça no fichó a Verratti, al que dejó retratado— ¡Y qué bella eficacia; dos tiros, dos golazos! Y también defiende. Con la dosificación de Zidane y la confianza perenne de Lopetegui ha pasado de la clase gutiniana al fútbol grande de Xavi o Iniesta.
Pero no fue el único. Busquets dictó cómo debe jugar un medio centro: radar, colocación, anticipación, toque, apoyo, calma y exquisito trato del balón. Ramos demostró que más allá del poderío físico aúna calidad en defensa y en ataque, fondo y velocidad; su carrera en el tercer gol, finalizando el partido, lo rubrica. Iniesta puso el reposo, la personalidad y el pase intencionado; Asensio el sentido vertical y el sacrificio táctico; Silva el desequilibrio entre líneas y la capacidad de presión en posición ajena; Koke cubrió el campo constantemente en una brega incansable, jugando a la primera para imprimir velocidad;  Carvajal y Alba en su sitio para sujetar bien la carga italiana hacia los costados, sobre todo por su derecha, porque por el centro España era insuperable, adornándose el merengue con sus eficacísimas subidas clásicas; Piqué, sobrio, eficiente e inmutable a pesar de los pitos de algunos insensatos aborregados, aunque los aplausos y ánimos lucieron más; y De Gea acreditó que es uno de los mejores del mundo, lanzando en largo con la destreza de un buen pelotero, que también lo es. Y Morata a lo suyo, que es el gol, salga todo el partido, medio o un cuarto de hora, en cualquier equipo que juegue; desde Raúl y Villa no ha tenido España un delantero tan eficaz. Saúl no tuvo tiempo de lucir su enorme clase y precisamente para Villa fue el broche final apoteósico que la noche merecía.
Mención especial a Lopetegui. Este joven seleccionador va camino de marcar otra época brillante en nuestro fútbol. En el tiempo que lleva ha demostrado varias facetas importantes: sabe elegir, gestiona bien, plantea excelentemente y tiene una idea clara del tipo de fútbol que otorga ventaja competitiva a nuestra selección; el que patentó Luis. Y, como guinda, no se amilana al elegir a los que considera mejores. Mantener a Iniesta y a Reina, haciendo guiños a Rico o al mismo Casillas; llamar a Aspas, Suso, Roberto, Asenjo, Nacho, Deulofeu, Monreal, Kepa y repescar a Villa lo acrisolan; es ajeno a edades, currículum, nombres y nomenclaturas. En eso, que lo engrandece, recuerda más a Luis Aragonés que a Del Bosque, aunque a ratos su mesura le acerca al marqués. Valentía, cabeza, trabajo silente, viajes constantes, organización y equilibrio; la mejor mezcla para un seleccionador.
Pero esto no es nuevo; ya lo glosamos antes. Con Lopetegui España ha hecho desde sus principios un trabajo magnífico aunque tuviera críticas en algún momento. Al final, como en la economía y las matemáticas, los números son muy cabezones y dejan las cosas en su sitio. El fútbol es más juego que ciencia, pero los resultados también mandan y hasta el momento son inmejorables. Y en lo personal, le honra su recuerdo agradecido a Villar, a pesar de tanto desmán.

Muchos esperamos con ilusión que llegue la cita mundial de Rusia; el próximo junio puede anticiparnos la alegría de las vacaciones. Estos peloteros nos hacen soñar.    
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