martes, 30 de octubre de 2012

LOS MERCENARIOS Y LOS NUESTROS


Decía el otro día Schuster que ganar es más importante  que pensar en la cantera. Y se quedó tan pancho el rubio hombretón germano.

Bernd Schuster

Y es lógico que piense así quien no ha sido mas que un mercenario en su larga e irregular trayectoria futbolística. Buen futbolista sí, y tal vez un apreciable entrenador, pero con dudoso futuro como técnico. Y rarito como él solo desde sus comienzos en cuanto al trato humano allá por donde ha ido y algo escaso de ciertos valores como el de la solidaridad con sus compañeros, o la soberbia con casi todos. Como muestras dos botones: con veintipocos años y siendo una figura emergente del panorama futbolístico mundial, estando ya en el Barcelona, renunció a volver a jugar con su selección por un enfrentamiento con el seleccionador alemán de la época. Y cumplió su palabra hasta el final de su carrera aunque pudo hacerlo cuando ya no estaba el sudo dicho técnico. Después, al ser sustituido en el descanso en la final de la Copa de Europa que el Barsa perdió en Sevilla con el Steaua de Bucarest en la tanda de penaltis,  tras empatar a cero durante el partido, se marchó al hotel sin ver el segundo tiempo ni, lógicamente, el tan emocionante como triste final para sus compañeros.

No es, por lo tanto, un ejemplo muy a seguir. Aunque sus palabras, por su relativa importancia como jugador y técnico que fue del Real Madrid, ganando varios campeonatos y trofeos menores jugando, y una liga como técnico, tienen relevancia. En esta ocasión no ha estado muy afortunado por la obviedad de sus declaraciones citadas y porque, en todo caso, el aprovechamiento de la cantera no está reñido con el triunfo. Otros jugadores y entrenadores de mayor y menor importancia que la suya en el fútbol lo han demostrado con creces. Entre otras cosas avalan lo contrario de lo que dice tanto la propia historia madridista como muchos de los futbolistas blancos más emblemáticos. Desde aquel Madrid ‘ye-yé’ de la segunda década de los sesenta de Pirri,  De Felipe, Groso, Velázquez, Sanchís – padre-  y compañía con Amancio y el gran Paco Gento a la cabeza, todos españoles y la mayoría canteranos, que además de varias ligas ganaron la copa de Europa del 66 ante el Partizán de Belgrado; hasta los más recientes y actuales como Benito, Camacho, García Remón o Miguel Ángel y la quinta del Buitre, o los Raúl, Guti  y Casillas, por ejemplo. Indudablemente que con entrenadores como el alemán o el actual portugués Mourinho quizá ninguno de ellos o muy pocos hubieran salido. Y es que, tanto aquél como éste, nunca se han identificado de verdad con ningunos colores. Son, sencillamente, unos mercenarios del fútbol por muy respetables que sean sus trayectorias.

Caso bien distinto es el de jugadores y técnicos que a lo largo de su carrera sí se les identifica con sus clubes de casi siempre aunque también hayan defendido otras camisetas. Sería el caso de Di Stéfano, el propio Valdano, Amancio o Del Bosque  que, valiente e inteligentemente, sí les dieron en su día oportunidades a chicos de la cantera inventando grandes jugadores y haciendo que muchos de ellos llegasen a la cima del fútbol.

Es la diferencia entre ser un mercenario o uno de los nuestros. Mourinho y Schuster podrán tener algún día  jugadores que coman en su mano, tan mercenarios como ellos, porque sólo buscan el dinero que haya detrás de sus supuestas lealtades a determinados clubes. Pero nunca podrán decir que han imaginado el futuro exitoso de un chaval en edad juvenil o de pocos más años. Y, para mí, eso tiene mucho más mérito que hacer alineaciones con figuras mundiales por muy difícil que sea a veces manejar todos esos egos en un vestuario ganándose el respeto fugaz de veintitantas estrellas durante un tiempo. Porque el dinero, en definitiva, puede comprar engañosas lealtades pero nunca el corazón de nadie. Y el fútbol, como cualquier actividad humana, tiene un gran fondo sentimental aunque algunos se empeñen en pontificar lo contrario. Es más, el día que se pierda ese valor seguramente este deporte perderá muchos de sus atractivos.

Y camino de eso lleva con dirigentes como D. Florentino Pérez y otros, quienes en definitiva consienten y alientan demasiadas veces el reino de los mercenarios por su propio interés económico o social. Sus intereses por permanecer en el cargo son demasiado serios como para pensar en fútbol. 

martes, 23 de octubre de 2012

LAS ÍTACAS FALSARIAS DE ALGUNOS


¿Adónde nos quieren llevar? No sé si quienes pontifican desde los diferentes estrados políticos o sociales calibrarán  concienzudamente el final de sus recetas para superar las dificultades económicas que padecemos.

La verdadera crisis

Además, se quedan  en la simple vertiente económica de la gran crisis que nos asola. Me refiero a los que tienen  a España  como probeta para sus experimentos cabalísticos o pseudocientíficos; afortunadamente  no pasan de simples elucubraciones más o menos hilvanadas con  diversos argumentos.

No reparan en que la crisis económica es sólo una consecuencia de la verdadera causa de nuestros males, que es mucho más difícil de solucionar a corto plazo. Y hablan de aplicar remedios contra esa fiebre en lugar de atacar la raíz de nuestra enfermedad: una crisis generalizada de valores.

Honestidad

Así, unos afirman  que el mejor camino es  que España no pague sus deudas. Es decir, el consejo y la enseñanza de todo esto es echarle morro y convertirnos en malos pagadores, caras duras o sinvergüenzas.  Olvidan el valor humano de cumplir los compromisos adquiridos que alguna vez nos inculcaron.

Cuesta mucho tiempo y trabajo labrarse una reputación de honestidad, y es muy fácil perderla para siempre en un momento.

Sensatez

Otros hablan alegremente de dejar quebrar a bancos y cajas sin tener en cuenta la de centenares de miles de afectados entre sus modestos impositores que perderían el futuro con sus ahorros. Y añaden,  sin hacer cuentas de nada, que tales frutos de muchos años de trabajo están garantizados por el Estado. Es decir, por todos los ciudadanos españoles vía impuestos. Y lo dicen sin pudor quienes deberían avergonzarse de tan simplona aseveración habiendo estudiado economía  queriendo darnos un cambiazo o estafarnos. Si dicen que no hay dinero en Europa para rescatar a España porque hablaríamos de centenares de miles de millones de euros, ¿cómo piensan que el Estado podría devolver a millones de españoles cantidades similares que tienen depositados en las cajas y bancos afectados por la mala gestión de sus dirigentes? Sólo tienen que sumar los pasivos de las entidades financieras que todos sabemos en lo que respecta a depósitos de clientes y llegarán a cifras que superan con mucho las cifras que se citan respecto al hipotético rescate de España; no me refiero al inminente bancario. Y si están pensando en garantizar sólo, como ocurre en la teoría legal actual, hasta 100.000 euros por persona física, tampoco; hagan cuentas. Otra cosa sería hablar de los accionistas en el caso de los bancos, como sociedades anónimas que son.   

Y es que se olvidan también del valor de la sensatez, tan recomendada por nuestros mayores.

Responsabilidad

Y finalmente, para no hacer muy extensa la retahíla, hay quien preconiza la fuga de Europa como bálsamo para curar a España de sus dolencias económicas.

Esta última receta es de tontuna cum laude, siendo la suma de las dos anteriores elevada al infinito.  Supondría inmediatamente una devaluación de la futura moneda hasta valores impredecibles con el consiguiente incremento disparatado de nuestra deuda exterior. Lo que nos llevaría a no poder asumirla y convertir España en la mayor morosa que hayan conocido los tiempos.

En este caso se trata olvidar aquello que nos decían de estudiar y trabajar para ser alguien de provecho. Los españoles habríamos trabajado y estudiado para tontos o irresponsables, en el mejor de los casos, y para golfos irredentos en el otro.

Y todas esas cosas las dicen echando las culpas de nuestra crisis a un variopinto y nutrido grupo de presuntos criminales: los bancos extranjeros que nos prestaron, los políticos de algunos países que ahora nos exigen  seriedad para ayudarnos, o a unos indeterminados y fantasmagóricos personajes con el eufemismo de ‘los mercados’. Sin caer en la cuenta de que a los primeros le pidieron la pasta los nuestros, a los segundos sus ciudadanos les piden rigor en la defensa de sus intereses, y que los terceros son simples gestores que tratan de optimizar los rendimientos de quienes les depositan también sus ahorros: fondos de pensiones, de inversiones, seguros, etc.

Cosa bien diferente es el de analizar cómo hemos llegado a esto, sacar conclusiones y enseñanzas para el futuro, y trincar a quienes han dilapidado las cuentas de cajas y bancos, las públicas del Estado o las que sean. Y que paguen irremediablemente por ello, sean quienes fueren: bancarios, ‘cajarios’, políticos propios o ajenos, gobernantes o responsables de cualquier institución. Como decíamos, a más poder más leña.

Y los demás, a aplicarnos el cuento que alguna culpa habremos tenido también. Mientras, a apretar los dientes, el cinturón o lo que sea, y a pagar lo que debemos, que es así porque antes nos lo hemos gastado o lo hemos disfrutado de alguna manera: subvenciones, préstamos a gogó, todo lo público gratis, servicios e infraestructuras públicas a todo tren, etc. O, al menos, ¡hemos votado!

Ya sé que lo fácil es decir que no, que a mí que me registren, que la culpa debe ser de otros ¿Qué hay inocentes? Sí, y muchos. ¿Qué hay demasiados getas de rositas? Sí, y muchos también.   Esas son las dos penas. Pero también la ignorancia de no entender que antes de cada derecho hay  obligaciones.

Nuestros votados

Y luego están los genuinos: nuestros representantes. Unos gobernando al pairo, otros oponiéndose al tuntún, algunos proclamando huelgas y los de más allá independencias; subvencionados todos con nuestros impuestos. Claro que a esta banda, con no votarla más, listo.

El camino de los valores

De cualquier modo, más le valdría a quienes preconizan viajes falsarios a una Ítaca inexistente, que  lean a Homero más a fondo y disfruten de su viaje. Y que a los demás nos dejen recuperar y ejercer los valores perdidos y,  si gobernaran alguna vez, que nos ayuden en ese honesto camino. Es el único realista y bueno. 

lunes, 22 de octubre de 2012

LAS BUFANDAS, LOS LENGUAS Y LOS DÍAS


Empezando por el final y como enseña la veteranía, todos los días llegan. Cuando la semana pasada los jugadores, técnicos, aficionados y prensa francesa daban saltos de alegría por haberle empatado a España en el último suspiro de un partido en el que hubo de todo menos un claro dominador, recordé aquella afortunada aseveración. Y es que, cómo será de envidiable el prestigio de nuestra selección que provoca en los antaño orgullosos gabachos tal entusiasmo por un pírrico empate conseguido al albur de algunas casualidades. O tal vez sea por eso.

Como todos vimos, en la primera mitad España pudo haber resuelto el encuentro con dos o tres goles y a otra cosa. Un penalti fallado y otra ocasión desaprovechada en franquía ante el portero fueron las casualidades más fragrantes de las que citaba. La que dio lugar al crecimiento francés fue que en la segunda parte jugaron los avatares malos de nuestros internacionales porque no la vieron. Cosas del fútbol, que diría aquél. Si hace unos años nos hubieran dicho que íbamos a despertar tales expectativas no lo hubiésemos creído. Así que a seguir creyendo en nuestro equipo nacional porque aún le quedan unos años de ser el mejor del mundo y a entender, también, que hasta el mejor escribano echa un borrón. Yo recuerdo que años ha, cuando empatábamos con cualquier gran selección en un amistoso nos llenábamos de esperanza y ya, si era victoria, las campanas volaban de norte a sur.

Cambiando de asunto, dice Mourinho que los madridistas de bufanda están con él. ¡Oiga!, y hasta los menos abrigados  cuando es usted consecuente con el equipazo que le han puesto y razonable tanto en el triunfo como en la adversidad. Porque los madridistas, todos, están con su equipo a las duras y a las maduras. Pero también, salvo los exaltados y forofos, saben ver el fútbol en su mayoría y aprecian si el equipo ha jugado bien o no, y si el contrario lo ha hecho mejor en cualquier partido o el árbitro ha estado más o menos afortunado.

aficcionados, real madrid, bufandas

Los que no están de acuerdo con pretendidos líderes de opereta bufa son quienes no confunden la magra con el tocino. Es decir, los aficionados madridistas o de cualquier otro equipo sin importarle quién esté en el banquillo o en el palco: la inmensa mayoría de aficionados al fútbol.

Ese empeño de algunos especímenes, soñando grandezas, de protagonizar todo es enfermizo y raya en el patetismo. El exitoso, sin embargo, entrenador luso, debía pensar que el Madrid era, es y seguirá siendo cuando él se vaya – que ojalá sea pronto según opinamos algunos- un club centenario, acostumbrado a ganar casi siempre, el más laureado del mundo y el declarado mejor club del siglo XX por la FIFA.

Le ocurre a Mourinho lo que a los dictadores y advenedizos en cualquier faceta de la vida. También a los reyezuelos y presidentes de países de medio pelo, organizaciones, clubes, y empresas de escaso futuro. Que quieren confundir su nombre con aquello que representan, y el que no le adula  es perseguido y vilipendiado por antipatriota, pseudo traidor a sus mezclados intereses y enemigo disfrazado.

Y digo yo, cuando tantos madridistas confesos se afanaban desde niños en coleccionar fotos de sus ídolos deportivos vestidos de blanco, sabiéndose de memoria vida, obra y leyendas de los mismos y del club de sus desvelos, ¿dónde estaba el inefable portugués? ¿O es que es él quien expide los carnets de madridismo? ¡Ay pena, penita, pena, de tipo! Y de quienes lo encumbran o le hacen ‘rendibuses’. Claro que a todos ellos les importa un pito el personaje y lo harían con cualquiera, que esa es otra particularidad de quienes siempre están prestos a cultivar ídolos de barro. No sería mala reflexión para él y otros paisanos suyos que también visten ocasionalmente de blanco.

Y llegamos a otros lenguas. Menuda ocasión ha tenido Iniesta para añadir a su encendida declaración de sentirse manchego y catalán, lo de español, por ejemplo. Lo digo por la obviedad del asunto y por evitar  leña al fuego que ciertos tontarras descerebrados están avivando. Hay que ver el afán que tienen algunos tan  ilustres como gilipollescos personajes en enmierdar el fútbol con la política. Y eso que a varios, como el citado, se les aplaude en los campos españoles por habernos emocionado a millones de compatriotas alguna vez. ¿Qué ganará con ello? ¡Hay que ser tonto, pijo! 

viernes, 19 de octubre de 2012

Del desastre del 10 a la aldea catalana

Las secuencias históricas tienen la recurrente manía de repetirse en las sociedades que olvidan su pasado.

Cuando la Restauración alcanzó su máximo grado de ineficacia dando lugar al Desastre del 98, a finales del siglo XIX, inició un declive que duró dos decenios largos hasta desembocar en tal grado de impopularidad que propició la dictadura del general Primo de Rivera;  bien acogida socialmente  en un principio.

De esa dictadura coronada, por la anuencia del rey Alfonso XIII, se pasó a la II República cuando agotó su crédito popular empezando por los intelectuales. De ahí a otro levantamiento militar fallido y la consiguiente Guerra Civil de tan infausto recuerdo. Después, los cuarenta años de Franco  y, por fin, mediante una modélica transición pacífica, al régimen actual de democracia parlamentaria con Juan Carlos I al frente.

Crisis de confianza  

Ya en aquel lejano 1.898, los escasos españoles ilustrados en comparación con los actuales, cayeron en una gran depresión anímica y fueron extendiendo la idea del desastre español en amplias capas de la sociedad hasta llevar a su inmensa mayoría a una crisis general de confianza a todos los niveles.

La pela, es la pela

También entonces, de la mano de incipientes fuerzas nacionalistas independentistas, algunas regiones españolas, como Cataluña y las Vascongadas, iniciaron una deriva centrífuga tratando de huir del previsible desastre español. La historia económica nos enseña que mientras tuvieron a mano sus potentes industrias las enormes posibilidades de los mercados coloniales, en el doble sentido de importación de materias primas baratas y exportación de productos manufacturados exentos de aranceles, estuvieron sumamente gustosas en la, hasta ese momento, imperial España.

La historia siempre vuelve

Y ahora, con todos los matices que se quieran según realidades, visiones e ideologías, estamos en lo mismo.

En 2.010, mediante el disparatado, calamitoso y dos veces votado gobierno socialista de Zapatero, el sistema político y social nacido en aquella Transición española que dio origen a la constitución de 1.978, alcanzó también su máximo grado de nepotismo, corrupción, ineficacia e ineficiencia originando un descontento popular que ha ido degenerando en progresión geométrica hasta nuestros días.

Por medio, el canto del cisne que supuso el triunfo mayoritario del PP de Rajoy en las generales de finales de 2.011.

Como ya hemos reiterado en este blog, si Zapatero fue quien nos  estoqueó, Rajoy se está encargando de recetarnos la puntilla. Aquél heredó, en condiciones trágicas todavía no bien aclaradas, un país medianamente rico y envidia de Europa, con todas las críticas oportunistas que ahora queramos hacerle al legado económico de Aznar; y dejó el país en una ruina galopante tras siete años de mandato.  Tales circunstancias, le obligaron a unas elecciones anticipadas tras gobernar a la postre contra su confesa utopía  socialista.

Rajoy, que llegó a representar durante todo el 2.011 la esperanza blanca de una gran parte de la sociedad española, falló desde el instante mismo de ganar por mayoría absoluta al faltarle el coraje y el sentido de estado de dirigirse a la nación diciendo claramente la tremenda situación heredada y los enormes sacrificios que habría que afrontar para salir adelante, incluso a costa de  quemarse personalmente en el empeño.  Inexplicablemente para muchos, se escondió dedicándose a dar bandazos. Y ahora ya sabemos por qué. Pondrá siempre sus intereses partidistas a los de España y los españoles. Primero fue el interés por preservar sus intereses políticos en las elecciones andaluzas con unas medidas fiscales muy alejadas de su electorado natural y con el retraso adrede de la presentación de los presupuestos de este año. Y ahora es la demora  en solicitar el descontado rescate por no perjudicar los intereses de su partido en las próximas elecciones, principalmente las gallegas. Le da igual que la situación económica general se deteriore a pasos agigantados o que la confianza de los españoles en sus dirigentes caiga a su nivel más bajo desde tiempo inmemorial.

La aldea catalana

Desde mi admiración por  los valores del pueblo catalán, podría entender que quisieran hacer de Barcelona y Cataluña el faro de Europa en cultura, en cuestiones sociales, convivencia, ocio, deporte, industria,  economía, etc., liderando España.  Como de alguna manera  tuvieron posibilidades de intentarlo hasta hace veinte  años. Pero lo que no puedo entender es que prefieran y luchen por encerrarse en sus fronteras regionales haciendo de Cataluña una aldea con su minoritario idioma en España y en el mundo, sus cien mil normas pueblerinas y su endogamia nacionalista con Mas de monigote, los Pujol muñendo y otros burgueses y socialistas ilustres como Maragall de corifeos.

Cuando en Europa se ejerce la supresión de fronteras y se habla de unificar casi todos los resortes del poder económico y político, los  independentistas se empeñan en hacer de esa hermosa y admirable tierra una aldea. La falta de grandeza e inteligencia siempre es lamentable. Los catalanes de cualquier tendencia pagarán la factura de su escasa visión de futuro. Esperemos que no, el resto de españoles.

El riesgo nacional

La historia está para  analizarla y sacar conclusiones, y la España actual se parece demasiado a la de primeros del siglo XX en muchos aspectos. Y el futuro llega inexorablemente; sólo que ahora más rápido por los avances culturales y en comunicación popular que nos diferencian de entonces. El paro, la desconfianza social en el sistema, el descontento generalizado, los intentos de huida de las ratas ante la inminente zozobra, la falta de estadistas, el mal ejemplo de los mediocres y paniaguados como garrapatas en el Estado, y la singular crisis económica española propiciada por unos y otros, al margen de la mundial, nos perfilan un futuro negro e  imprevisible.

Mientras, me reitero en que los millones de ciudadanos que mantenemos el tinglado atracados por tan variopintos como expropiantes impuestos de estéril destino, nos mereceríamos algo mejor. Lo peor, como tras el 98, es que nos sea indiferente quién eche a la chusma que nos asola.

martes, 16 de octubre de 2012

EL MADRID PARTIDO, Y EL BARSA POR PARTIR


La liga española no es la mejor del mundo. Es la que disputan los dos mejores equipos del mundo por diversas circunstancias. Una de ellas es su prestigio secular: cualquier futbolista se da patadas en el culo por fichar en cualquiera de ellos. Todavía está por ver que un jugador prestigiado de cualquiera de los dos equipos se vaya voluntariamente a otro club de donde sea, salvo que vaya de uno para otro. Y, por el contrario, los mejores jugadores del resto de  equipos del planeta ha estado siempre encantados de recalar en el Madrid, preferentemente, o en el Barsa. Ahí está la historia para comprobarlo.

El blog de José Luis Ortín Sánchez Real Madrid - Barsa

Pero en la actualidad hay otros dos factores que les hacen distinguirse más aún. Uno es que disponen de las mejores plantillas y de los dos mejores futbolistas del mundo, y todo el que se precie de darle bien a un balón desearían pertenecer a ellas y jugar junto a ellos. Además, los blaugranas casi han nivelado la balanza del prestigio por los éxitos de sus últimas temporadas y por el juego desplegado, que son la envidia proclamada a todos los vientos futbolísticos.

Y, más reciente y escandalosa aunque tampoco ninguna novedad, es la disparatada diferencia de ingresos por derechos de televisión que tienen con todos los demás equipos. Los más de 400 millones de euros que se reparten casi a partes iguales de la tarta televisiva también son la envidia de todos los equipos de fútbol del mundo, en especial de los españoles y europeos, con los que compiten. Todo eso hace que además de las dos anteriores circunstancias favorables, encima tengan más posibilidades económicas para echar el guante a la estrella que deseen. En esto se lleva la palma el Madrid, porque el Barsa tuvo el acierto desde que llegó Guardiola de inventar cada temporada a uno o dos figuras subiendo proyectos de enormes jugadores desde abajo,  con los que componer el mejor plantel de canteranos del planeta. Lo que ocurre es que era tal la ruina que arrastraba desde antiguo que el ahorro en fichajes les sirve para ir limándola. El Madrid, por el contrario, saneado desde la proverbial jugada urbanística de Florentino Pérez con la venta de la Ciudad Deportiva de la Castellana, ha podido dedicarse desde hace una decena de años a traer a precio de oro a los jugadores que le ha apetecido.

De todos modos, como se ha podido comprobar, tampoco el gastar mucho en fichajes garantiza éxito. El Barsa le ha sacado los colores durante cuatro años jugando a veces con ocho, nueve o diez canteranos, aunque últimamente las fuerzas parecen más igualadas; pero sólo eso, lo parece pero aún hay distancias relevantes. Esta peculiaridad ha hecho que muchos nos acordásemos de que es la historia al revés. Tradicionalmente el Barsa traía a los mejores jugadores y técnicos más afamados y era el Madrid el que mojaba.

Sin embargo, se otean en el horizonte dos cuestiones que pueden romper la hegemonía de merengues y culés.

El vestuario del Madrid está claramente dividido, y ello puede germinar en un problema muy serio. Por un lado están los ahijados de Mourinho, con Pepe, Cristiano  a la cabeza; por otro los internacionales españoles, con Casillas y Ramos de estandartes; y, en tercer lugar los que ni fu ni fa: recién llegados, brasileños, franceses, o españoles y otros que guardan su viña por si acaso. En la historia del fútbol estos temas siempre han acabado mal. Mientras, D. Florentino se mantiene al margen asegurando su futuro mediante el cambio de estatutos. Y es que, el negocio de presidir el Madrid para él es demasiado serio como para andar pensando en clave futbolística. La pela es la pela, pensará, aunque no sea catalán, aun pareciéndolo en esos temas.

Y, por parte del Barsa, atisbo nubarrones preocupantes en sus alturas. El  abortado- afortunadamente- político Laporta, está maniobrando con todas las armas que puede y el bagaje de su exitosa gestión deportiva anterior para volver al palco del Nou Camp. Y no importan sus desastrosos resultados económicos, salvados gracias al trabajo de Guardiola y sus nenes, porque en el fútbol hace tiempo que estos temas importan  poco a los aficionados. Todo llegará, sin  embargo.

Pensando en que detrás de D. Joan están los incondicionales del otro D. Johan, el holandés brillante, yo de Rosell me preocuparía. Puede ser una bomba. Y si sumamos a ello la ‘gilipollesca’ política,  un desastre.

miércoles, 10 de octubre de 2012

MANO DURA Y LIBERTAD


Todavía vamos de ida en el péndulo social y político nacional. Tras la evolución pacífica que supuso la Transición, los españoles iniciamos un viaje pendular que nos ha llevado invariablemente hacia el otro lado del compás. Cualquier atisbo de aplicación natural de  normas es tildado inmediatamente como franquista. Esto ocurre en política, en las empresas o instituciones y en la sociedad en general; incluso muchas veces en las familias.

Es la simplificación ignorante de quienes confunden el culo con las témporas y tienden a pensar que la única democracia es la asamblearia o la representada por la ambigüedad, dejadez o simple tendencia al pasteleo o la cobardía del responsable de turno.

Muchos pensamos desde un criterio absolutamente liberal que a mayor libertad más responsabilidad, y que a mayor responsabilidad más compromiso con la organización reglada y pacífica de una sociedad. Igual  que cuanto mayor sea el relieve social más graves han de ser también las consecuencias de sus actos.

La libertad en las democracias maduras

Las naciones democráticas más antiguas y consolidadas tienen los códigos penales más duros de lo que se dio en llamar, en confrontación con las dictaduras de todo signo especialmente las comunistas, el mundo libre. Y eso tiene su confirmación en la dureza de las penas aplicadas por delitos de todo tipo: desde los criminales a los defraudadores fiscales pasando por terroristas, violadores,  pederastas, delincuentes de cuello blanco, estafadores, corruptos, etc. Y, ¡ojo¡, alteradores del orden callejero en cualquiera de sus facetas que, impunemente, destrozan los bienes públicos y coartan la libertad de los demás. Y eso por no hablar del descrédito general de cualquier político o gobernante que simplemente mienta a sus ciudadanos. Como se dice por cualquier rincón español cuando nos enteramos de noticias al respecto procedentes de EE.UU, el Reino Unido, Francia o Alemania: ¡igüalico que por aquí!

Esas sociedades democráticas han resuelto con la aplicación rigurosa de la ley o de la decencia nacional algunas de las cuestiones más peliagudas que se les han planteado. Desde grandes estafas o corrupciones a terrorismos o provocaciones de otros países invadiendo su soberanía. Es sencillo imaginar qué ocurriría si cualquiera de sus partes quisiera separarse del todo por las bravas o por una política de hechos consumados largamente larvada. Probablemente no ocurriría  porque  sus gobernantes no darían ni hubiesen dado lugar: ¡igüalico que por aquí!, de nuevo.

El equilibrio

Aunque parece manida, no ha perdido  un ápice de valor la conocida aseveración de que la libertad de cada cual termina donde empieza la de los demás. Y tampoco es muy discutible que lo contrario al autoritarismo de una parte es la anarquía, que no es de nadie. Como también es muy cierto que en los puntos intermedios está la virtud. Y esa virtud en política debería estar en una democracia liberal seria alejada de cualquier extremismo. Y en donde la ley y las normas sean aprobadas por nuestros representantes legítimos salidos de las urnas, que no de los partidos que se reparten el bacalao miserablemente. Aparte de que la igualdad de todos ante las leyes y reglamentos, y la de oportunidades reales para desarrollar cada cual sus potencialidades,  estén basadas en una auténtica separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, y en una justa visión no paternalista del reparto de la riqueza, con criterios objetivos entre los que más y los que menos tienen. Sin llegar, claro está, al enquistamiento endogámico o a la confiscación efectiva de los posibles que cada cual pueda alcanzar con su esfuerzo; ¡igüalico que por aquí!, reitero.

¡Cuánto golfo!

No es necesario aclarar, pienso, a cuento de qué viene todo lo anterior. Seguramente tendríamos mil ejemplos comunes que están en el imaginario popular. Políticos embusteros de antifaz y adláteres de trinque, descaro y mamandurria; corruptos todos. Sindicalistas piqueteros, empresarios y financieros golfos de prebenda, influencias  y subvención; sinvergüenzas probados. Altísimos funcionarios de pesebre, ilustrísima y prevaricación; cánceres sin escrúpulos ‘metastásicos’; o simples getas que andan por la vida sin dar golpe viviendo de quien trabaja y paga impuestos; listillos que si hubiera justicia social auténtica serían pasto de escarnio público.

Personalmente firmaría cualquier deseo secesionista de quien quisiera, sin problemas; pienso que España no los necesita. Pero si fuera gobernante tendría que defender a la mitad de ciudadanos que no quiere tal cosa; españoles que han contribuido allí, y desde aquí, al desarrollo de esas sociedades trabajando, consumiendo y con sus impuestos.

Y les crujiría con ganas a los golfos de toda condición – cuanto más altos más fuerte-  y a los que impidieran el ejercicio de su libertad a los demás: pasear, trabajar, circular, descansar, a disfrutar de lo suyo, etc.  A los políticos partidistas los pondría a currar de verdad para todos y a pan y agua un tiempo ¡Por inútiles peligrosos!

Mano dura

Así que, aunque alguien me llame franquista por ignorancia de aquello, o peor; desde mi más absoluto liberalismo ejerciente, exijo, porque contribuyo con muchísimos más, que mucha mano dura con los que atenten contra la libertad, la honestidad, la paz, la propiedad, el futuro, la unidad, la justicia, la  concordia, la igualdad y el bienestar de los españoles; ciudadanos que mantienen el tinglado nacional con el rendimiento de cinco de sus doce meses de trabajo al año.Y cuanto más grande sea el mono, más leña, que hay más goma.

La libertad se legitima cuando se defiende.

Y para eso no hace falta un dictador, contra lo que piensan algunos. Basta con  demócratas convencidos, estadistas,serios, inteligentes y ‘con un par’; como tantos ha habido en la historia reciente del mundo. ¿Necesitan ejemplos?

Cuanta más libertad, más mano dura en aplicación de las leyes – cuantas menos y más claras mejor- y de la responsabilidad que cabe exigirse.

Y no nos rasguemos ninguna vestidura por ello; que esa es otra hipocresía nacional.

lunes, 8 de octubre de 2012

LOS TONTARRAS ECHAN EL CARRO POR LAS PIEDRAS


El empeño de algunos en ‘enmiendar’ el fútbol con la política raya en la paranoia.  Pobreza  argumental de esa gentuza cuando tienen que echar mano de un club que se ha hecho gracias a la aportación de docenas de miles de catalanes y no catalanes durante más de cien años. Me refiero, claro está, a algunos patéticos dirigentes del Barsa.

Página web de Laporta

El políticamente impresentable de Laporta, ha perdido para centenares de miles de seguidores culés lo que debería haber sido su vitola como presidente: el mejor, deportivamente hablando, en la historia de los blaugranas. Ahora suelta que su equipo es el representante de Cataluña como el Madrid lo es de España; hay que ser majadero con avaricia para confundir la pretendida ensoñación de algunos mezclando ovejas con carneros; que unas son eminentemente pacíficas, dan notable carne y buena lana, y los otros sólo sonapetecibles de muy jóvenes cuando aún no han desarrollado  cuerna. El rubicundo, juergueras y aparentemente simpático presidente cuando aparecía por el palco del Nou Camp, vio en su presidencia la oportunidad de dar el salto a la política y debutó en la misma con minúsculo pero relativo éxito. Sin embargo, y como era previsible, en cuanto empezó a rozar con sus atributos de macho serrano los recovecos del Parlament, alcanzó su máximo grado de incompetencia, como en su día preconizara un tal Peters. Ahora anda el hombre esmirriado en la política desde sus segundas frustrantes elecciones, y pugna por volver al Barsa embistiendo contra su sucesor y lanzando gilipolleces urbi et orbe.

Ni el Barsa representa a todos los catalanes ni el Madrid a todos los españoles. En Cataluña hay seguidores de diferentes colores, hasta del Madrid, y en España también, incluso del Barsa. Ya me dirá el tontarra si en Sevilla, en Valencia, en Coruña, en Pamplona o en Murcia, por ejemplo, no tienen seguidores prioritarios sus respectivos equipos antes que del Real.  Seguramente, las raíces de los atributos a que antes me refería le impedirán recordar a él, con algunos más, la de cientos de peñas barcelonistas que hay en toda España, e incluso en el extranjero; se han hecho fotos con esos  peñistas que en su mayoría no son catalanes. Y además, saben, que en la propia Barcelona y en Cataluña hay aficionados no barcelonistas. Que hablen los del Español,  los de Tarragona, Lérida o Gerona; habrá de todo. Y también hay por allí peñas de catalanes y no catalanes de otros equipos españoles.

Pero claro, es que algunos vivían  mejor contra  Franco, por decir algo, que en democracia. En aquella época se decía que el Madrid era el representante del Régimen en Europa, porque ganaba mucho, pero se olvidaban, como ahora, que bajo su mando se recalificó descaradamente el terreno de su antiguo campo de Les Corts, y gracias a ello pudieron disponer de mucho dinero para fichar y erigir el Nou Camp y sus aledaños. Es lo que consiguió Florentino Pérez con la ciudad deportiva blanca hace unos años en nuestra inquietante democracia para hacer caja y Valdebebas. La historia, como los números, es muy cabezona. Y la manipulación como pasto de ingenuos e ignorantes, ante ella y ellos, tiene las patas muy cortas.

Uno puede entender que futbolistas catalanes, como el extraordinario Xavi, digan que les agrada ver la senyera en su estadio, como a otros les gustará ver en la Condomina la murciana , en el Cartagonova la cartagenera o en Lorca la suya. Y que en el triunfo luzcan la del  pueblo como homenaje particular. Otro caso es si manifiestan esas muestras para reafirmar sus aspiraciones secesionistas, en cuyo caso habría que decirles que sólo los tontos se echan zancadillas.

De todos modos, el propio Xavi ha dicho también que ellos sólo se dedican a jugar al fútbol. ¡Eso hace camino! Y yo le he visto tras la Eurocopa de Viena gritar ¡viva España! en la plaza colón de Madrid. Lógicamente, cuando viven en sociedades muy presionadas por la política partidista no pueden sustraerse, y alguna tontuna les mancha. Es tan humano como tener ideales. Otra cosa es hacer propaganda política aprovechando el deporte. Eso es propio de dictaduras.

Y cuando alguno, como el admirado Guardiola, echan también por las piedras, hay que censurárselo porque son referentes para muchos niños, jóvenes o menos jóvenes que aún no están enmierdados. Máxime cuando han defendido, y muy bien, a España.

Con lo bien que juegan,¡hay que ‘joerse’!

lunes, 1 de octubre de 2012

HACIA EL FUTURO CON ESTADISTAS


En España atravesamos uno de los periodos políticos más mediocres de nuestra historia moderna. Sin querer hacer un análisis rigurosamente histórico, podríamos decir que nuestros males arrancan en los inicios del siglo XIX con el “Deseado” Fernando VII, y terminan con el “Iluminado” Zapatero y el “soso” Rajoy. Afortunadamente hemos tenido en medio algunas luces dentro de muchas sombras.

Dos ejemplares para los leones

Si aquél pasó a la historia por aniquilar el naciente, y novedosísimo para la época, liberalismo de la Constitución de 1.812, “La Pepa”, ocasionando además con su nefando y largo reinado tres guerras civiles; el calamitoso Zapatero dinamitó los consensos básicos de la ejemplar Transición española tras los cuarenta años del Régimen del general Franco, que permitió la transformación política pacífica de una sistema dictatorial de partido único – aunque al final sólo quedara la raspa- , y que, con todas las grietas que con el paso de los años se le han observado a aquel gran pacto por la convivencia, supuso en su momento una innovación a nivel mundial, analizándose en los foros internacionales más influyentes,  que nos permitió a los españoles de cualquier signo o ideología incorporarnos de pleno derecho al mundo desarrollado.

El fedatario del deceso 

Pero el heredero del liquidador del consenso, el tan ambiguo como decepcionante Rajoy, va camino de certificar el deceso de España si ni Dios ni los españoles lo remediamos, o él mismo, en un arranque de sinceridad íntima, hace mutis por el foro reconociendo su incapacidad para timonear un temporal de la envergadura del que nos azota; reconocida ya casi a todos los niveles nacionales e internacionales. Sólo hay que ver para convencernos de ello cómo empeora la situación de nuestros índices económicos y sociales semana tras semana, o leer los recurrentes editoriales de los medios de comunicación más relevantes de los países que nos deben preocupar, y hasta los cachondeos vergonzosos de los que menos, con la pérdida de respeto que todo ello supone  para nuestra vetusta nación.

Pero me temo que la alternativa más probable será la de continuar el propio Rajoy pasteleando en Moncloa, enganchado en su ya muy lejana   mayoría absoluta, aunque sea al dictado de los mandamases de Bruselas y Berlín vía un obligado rescate más o menos explícito;  y atrincherado en la nomenclatura de su partido en Génova y en las baronías regionales. Porque ahí está el meollo de la cuestión.

Un antecedente histórico

Un hombre gris de partido como Rajoy nunca será un estadista porque es física y metafísicamente imposible. Siempre mirará antes por el prisma de los intereses del partido representados en todos los que viven de él, directa o indirectamente, y los antepondrá a los de los ciudadanos. De ahí que cambie y machaque todo cuanto sea menester para no tocar a sus conmilitones y adláteres varios. Pero  no sólo eso, sino como entre colegas se entienden, tampoco hará nada de lo que debe porque sus rivales políticos en los diferentes partidos están de acuerdo en lo de mantener todos los pesebres de la denominada casta política con el fin de perpetuarse. Así pasó, por ejemplo, en la larga y entonces esperanzadora Restauración monárquica que siguió a la caída de la I  República, en el último cuarto del XIX, con los partidos conservador y liberal de Cánovas y Sagasta. Fueron relevándose sin atajar la gangrena purulenta de la sociedad española hasta que el ‘semigolpe’ de estado - por la anuencia del abuelo de Juan Carlos I-  del general Primo de Rivera puso fin momentáneamente a lo que fue derivando, como ahora, en una mentira colectiva. Para ser objetivos hay que recordar, sin embargo, que aquellos gobiernos tuvieron que lidiar con guerras carlistas, el desastre del 98, los cambios a todos los niveles que supuso la enaltación del anarquismo español y la eclosión del socialismo mundial, con  la revolución y dictadura  comunista bolchevique rusa y la primera gran guerra mundial como telones de fondo. Además de la gran crisis económica del 29 que arruinó al mundo desarrollado.

Éstos de ahora lo tienen mucho más sencillo. Les bastaría con tener sentido de estado, porque sólo tenemos las consecuencias de una gran crisis económica mundial, parecida en su importancia a aquélla,  sumada a los males endémicos sociales y económicos y otros más recientes que han anidado intoxicando a España.

Enanos mentales ‘versus’ estadistas

Necesitamos no sólo un hombre de estado para que nos gobierne – un Príncipe político decíamos hace unos meses en otro artículo- sino toda una pléyade de estadistas en el gobierno y en la oposición que sean capaces de reinventar España para ganar el futuro, imaginándolo. Los hombres de partido son escasamente capaces de administrar un país hasta que lo arruinan, comiéndose la herencia que otros les dejaron- como en las familias o empresas- y sólo los verdaderos estadistas son capaces de dirigir una sociedad adivinando su mejor futuro, y de echarle el coraje y la tenacidad suficientes para dirigirla con pulso firme hacia su plenitud.

Imaginando futuro

La primera cualidad de un estadista debe ser la de hablar claro a los ciudadanos mirándoles a los ojos y enfrentándose sin tapujos con la realidad.  La segunda ilusionándoles con un camino común y una meta satisfactoria para la gran mayoría. Y encabezar, ésa sí, una esperanzadora manifestación nacional hasta la victoria, o vaciarse al menos en el intento.

Y, el primer paso para ello debía ser que los partidos perdieran el poder total que tienen sobre vidas y haciendas. Pensemos que en los países de democracias más maduras casi nadie conoce a sus líderes. Se les exige y se piden cuentas a quienes gobiernan, que no coinciden con los anteriores. Los partidos no intermedian entre ellos y el pueblo, y por eso son más libres para hacer lo que deben.   

Y, ¡ojo!, hablamos de estadistas democráticos, no de dictadores. Hay algunos ejemplos notables en la historia política mundial de los últimos setenta años.      
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