martes, 27 de diciembre de 2016

A LOS REYES MAGOS


   Nuestros amables lectores permitirán que volvamos a ser niños por un día y pidamos a Sus Majestades lo que pensamos algunos futboleros de esta amada tierra murciana. ¡Ay, la sinceridad de aquellos maravillosos años!
Nos gustaría que sin perder un ápice de competitividad, que es muy diferente a rivalidad por lo que tiene de intentar ser mejores sin quitar nada a nadie, viviéramos apasionadamente los encuentros entre los equipos de nuestras devociones, animando a los nuestros y jaleando su mejor juego, pero sin nada más.
Que la buena actitud de sus profesionales o directivos fuera el ejemplo a seguir. Sería mano de santo ver a Cristiano, Messi,  Griezmann, Adúriz, Vitolo, Illarra y compañía competir a tope y dejar en el terreno de juego las vicisitudes que sus lances generan, para terminar con un apretón de manos y, por qué no,  valorando lo positivo propio y ajeno con la lógica subjetividad, sin menoscabo de la objetividad que todo buen deportista siente hacia sus adentros.  Los aficionados, entonces, serían capaces de comportarse como personas y no como niño mal criados, cuando no incalificables sujetos del disparate.
A partir de ahí, que gane siempre el mejor, o el que más suerte tenga; no olvidemos que el fútbol es un juego, y a la semana siguiente más. Y puestos a pedir, sería agua de mayo que los informadores y comentaristas guardaran el morbo ramplón de las debilidades humanas, o supuestas, de  quienes visten de corto o largo en el fútbol; aspectos que poco tienen que ver con el deporte. Otra cosa son los temas que afectan al decoro social que todo personaje  público, con influencia en tantos millones de personas, debería tener como símbolo a imitar. Y hablando de medios de comunicación y periodistas, algunos soñamos con que algún día usen la  riqueza del idioma español, en lugar de manejar extranjerismos para bobos: hat-trick y similares.
El sumun de nuestros sueños es que los equipos españoles sigan reinando en Europa y en el mundo, y que Lopetegui, o quien fuera, llevara a nuestra selección al nivel que la situó Luis Aragonés o su sucesor, Del Bosque. Lo difícil será hallar otros Xavi, Pujol, Senna, Raúl o Villa, o quitarles kilómetros a Iniesta, Casillas, Silva, Busquets, Torres, Piqué o Ramos, porque a Carvajal, Isco, Thiago, Javi, Asensio, De Gea, Vitolo, Morata, Sergi, Williams y demás, bastaría con hacerles jugar como saben; eso sí, con la intensidad de los que nos llevaron a la cumbre.
A nivel regional, quienes aún creemos en los Reyes Magos, imaginamos al Cartagena con un gran equipo en Segunda y aspiraciones de coronar una trayectoria centenaria; anhelo secular de tantos seguidores albinegros con el Efesé en el altar de sus devociones.
 Otro tanto con los futboleros lorquinos, que ya tuvieron un muy buen equipo en Segunda con aquel Moreno Manzaneque que tanto sabía de fútbol, y que ahora tienen divididos sus amores entre un equipo de Segunda B en manos extranjeras, y con buena marcha con Algar al timón, y otro en Tercera, también con buena pinta, manejado ahora por Pedro Cordero, que cuenta con el apoyo de otros paisanos que  saben de esto como el que más; lo han demostrado. Ojalá aglutinen esfuerzos y aúnen la afición con el éxito para que Lorca vuelva a pisar fuerte en el fútbol profesional.
Que el Jumilla fuera imitado por el Yeclano, el Caravaca o aquel antiguo Alhameño.
Y que volviéramos a disfrutar de otros Sornichero, Juan Antonio, Borja, Macanás, Arango, Angelín, Ruiz Abellán, Añil, Melenchón, García, Vidaña, Pelegrín, Murciano y tantos etcétera legendarios.
Y en  Murcia, que el clásico Real, el equipo más relevante del fútbol murciano,  dejara las incertidumbres. Si es difícil salir del pozo de 2ª B para un equipo de su trayectoria, superar la ruina económica todavía es más complicado. Algunos, entre los que me encuentro, desde el murcianismo más sentido, pensamos que la solución está extramuros, pero muy cerca. Concretamente en Guadalupe.
Soñamos con ver esa gloriosa camiseta roja pimentón ilustrada con un UCAM, no menos grandioso —la referencia del deporte olímpico español—, con el pantalón azul de nuestros ancestros, como las medias azulgranas, y algún ribete amarillo-oro-vaticano, con perdón. En el baloncesto se ha cumplido.
Pensando en dueños, qué mejor que una institución con valores humanísticos y sociales valiosos, antes que cualquier “mercantifle”.

Y que los cainitas se tornaran fraternales. Que otros dejaran los gritos malsonantes  y fueran educados. ¿Mucho soñar? Puede, pero más inteligente y hermoso.

lunes, 19 de diciembre de 2016

BALONES DE ORO


Tras sesenta años de fútbol se me ocurren muchos acreedores a ese galardón, y no todos visten, han vestido o vestirán de corto. Y también balones de hojalata, si es que existiera su contrapartida, que debería.
Entre los primeros están los abuelos o padres, como fue mi caso,  que nos llevan con cinco o seis años a un campo, por modesto que sea.  Debuté en La Condomina, donde vi a Manolet, Mesones, García, Cesar, Bueno, Pepillo, Chancho, Lalo o Marsal, como tantos también añorarán; y luego pude conocer el del Cartagena, Yeclano o Lorca, cuando mi señor padre, taxista, me llevaba con algunos futbolistas que lo contrataban para jugar partidos desde sus poblaciones de origen. Recuerdo con agrado y cariño a Sornichero, de Alcantarilla, del que conservo una foto dedicada vistiendo la equipación del Efesé. Y un campo con árboles grandes que sería Las Colonias de Abarán.
Ese virus, generalmente, te inocula la afición para toda la vida, aunque también hay excepciones. Ocurre igual con otros deportes o con los toros, que también fue el caso con mi abuelo materno, primer taxista de Murcia —coche de punto decía él—, en el espléndido coso murciano; desde las andanadas admiré a Dominguín, Bienvenida, Ordóñez, Cascales, Camino, Puerta o El Viti en todo su esplendor.
Otros merecedores de un Balón de Oro son quienes dedican su tiempo libre a llevar equipos de infantiles o juveniles por esos campos de Dios, haciendo de todo, con merma para su familia, vida privada y cartera. Recuerdo de mis primeros años al Maestro Barça, quien en su propio domicilio tenía la infraestructura para sus equipos; hasta la precaria lavandería, que sería a costa de sus modestas posibilidades y economía familiar, aparte de otras molestias no menos encomiables. Era un verdadero guía y el mejor consejero para quienes le dábamos las primeras patadas a un balón, que entonces llamábamos de reglamento porque lo normal eran los de plástico o badana.
Y, en fin, a los periodistas que desde sus crónicas nos hacían soñar con que alguna vez nuestros nombres estuvieran en sus alineaciones y comentarios, tanto en la prensa como en la radio. Bienvenido Campoy, Antonio Aullón, Manuel Carles, Andrés Ayala, Juan Ignacio de Ibarra, Enrique Llanes, Antonio Montesinos y otros a nivel regional —¡qué delicia la conquista de la cumbre de Baldo!—, junto al insuperable Matías Prats y Enrique Mariñas al nacional. Y tampoco quiero olvidar a hombres como Miguel Hernández, con la Federación de fútbol en sus genes,  haciendo de todo para facilitar las cosas a chavales y menos chavales, polivalentes con los equipos que promovían; también esforzados inoculadores del virus futbolero.
Y llegamos a los artistas; los jugadores y entrenadores profesionales. En ellos cuaja el esfuerzo de todos los anteriores y son quienes entusiasman a los aficionados con sus aciertos, juego, goles, paradas, trabajo, enseñanzas y planteamientos técnicos. Pero hay algo que también habría que tener en cuenta: sus declaraciones y actitudes, tanto dentro como fuera del terreno de juego.
Sin entrar en las trilladas valoraciones de los grandes de la pelota; Pelé, Garrincha, Kubala, Di Stéfano, Puskas, Charlton, Suárez, Eusebio, Gento, Cruyff, Maradona, Romario, Ronaldo, Zidane, Raúl, Casillas, Xavi, Iniesta, Cristiano o Messi; unos con premio dorado y otros sin él, a veces incomprensiblemente como es el caso de los españoles citados, menos el gallego Luis Suárez, que se le dieron en el 60; habría que valorar lo que han supuesto para el fútbol grande. El de verdad. El que hace que miles de niños, e incluso niñas, sueñen con ser deportistas de élite aunque luego se queden en simples jugadores a cualquier nivel, que no es poco. En el camino se habrán dejado otras querencias menos saludables.  Y ahí entra también la educación; la deportiva y la otra. La que les hará gentes de bien, que es lo verdaderamente importante. Pongan ustedes mismos los nombres de quienes serían acreedores a ese Balón de Oro con mayúsculas. Y también al de Hojalata, que tampoco serían pocos, a quienes han embarrado cualquier tipo de distinción con sus malos ejemplos.
No olvido presidentes, como Bernabéu, pero es más justo loar la imprescindible aportación de los forofos para que el fútbol sea el deporte mayoritario a nivel mundial. Sin ellos sería imposible, aunque critique a veces el cerrilismo de algunos.  Merecen homenaje y reconocimiento. En ocasiones producen rechazo, pero en mí, casi siempre, generan ternura;  como admiración quienes serenan pasiones. ¡Abrazos y ánimo!

 Feliz Navidad a todos.     

miércoles, 14 de diciembre de 2016

LOS PEDREROLES Y EL KKK DEL FÚTBOL


Hace años renuncié a los programas basuras de fútbol, y desde el principio a sus inspiradores; patios de porteras, gentuzilla y vecinos lenguaraces mal avenidos, por muchos que desgraciadamente los sigan.  El que hace Josep Pedrerol es el prototipo. Debería llamarlo Lenguones.
En ese bodrio, seudocientíficos futboleros armados de pizarras y pantallas táctiles analizan sin vergüenza circunstancias del juego. En ocasiones aciertan, como cualquier aficionado con experiencia y años de grada, pero reiteran tópicos y tontunas con menos gracia y enjundia que los machacas del chiste pringoso y arreglamundos aburridores hasta el desespero.
Exfutbolistas enganchados al sobrecito fácil, juntaletras de alquiler, técnicos de secano y personajetes de medio pelo; pesebreros agradecidos; juguetean con balones mientras alumbran sus excesos y gilipolleces ante la mirada soberbia de quien los pastorea, censura, jalea, pica, corta y ningunea a placer, con el guión preconcebido  del que mueve sus hilos; la marioneta útil al servicio del amo, rodeado de chismosos, recaderos, bufanderos y forofos propios y ajenos, por aquello de vestir el muñeco, con menos sapiencia que objetividad y lustre.
Vi la temporada pasada el Barça-Madrid en el Nou Camp y el último en televisión. En los dos ocurrió igual. Los blaugranas tuvieron ganado el partido si el coraje y el acierto de jugadores y técnico hubiesen coincidido con su buen juego ocasional, pero ni unos supieron rematar el partido ni el otro acertó con los cambios. Los artistas fallaron con la puntilla y Luis Enrique sacó a Arda Turan para encender las luces características merengues e ir a por el partido. ¿Casualidad? Puede ser; no deja de ser un juego. Pero como decía un antiguo jefe mío respecto de un compañero, “es que son muuchas tooonterías”.
Después, en el telebasura de Pedrerol pusieron a caer de un burro a dos madridistas tan inconfundibles como indudables, Valdano y Raúl, con aquello de que no son de la causa blanca por no cebarse en varios errores del árbitro que supuestamente favorecían al Barça. Quien haya jugado algo, y mucho más si ha intentado arbitrar un partido, o ha visto   suficiente fútbol; sabe que hay jugadas que se valoran de forma distinta desde atrás, de lado o de frente, y el penalti de Mascherano a Lucas Vázquez a los dos minutos es paradigmático. En directo pareció blando, repetido en diagonal en la tele dudoso, y solo cuando lo dieron desde delante se aclaró. Hablamos de tres secuencias de lo mismo. El árbitro seguía la jugada de cerca desde atrás y debía decidir en el acto. Fue la circunstancia sancionadora más discutible, y al inicio. ¿Alguien puede asegurar que resultó decisiva en el resultado? Pues los Pedreroles sí. Según ellos, el Madrid no ganó por eso y achacan tibieza a los referidos exmerengues por no jalearlo. Se puede ser menos tonto, pero más forofo no. 
Desde que tengo memoria, los árbitros protagonizan el entretenimiento de blancos y culés en las barras de bar. Y siempre han cometido errores, beneficiando y perjudicando a unos y otros hasta equipararlos. Nadie, desde la imparcialidad, cree que en la historia lejana o reciente de estos clubes los árbitros hayan tenido significancia, salvo los seguidores de la mayoría de sus rivales, sobre todo los modestos, que hemos asistido reiteradamente a la tendencia generalizada de favorecerles. Pero esto ocurre en todos los órdenes de la vida con los poderosos. Por eso, cuando se duele algún forofo de los equipos privilegiados tengo el ánimo dividido. Me río o sonrío, según el día ¿Qué sabrán los ricos de injusticias sin padecer las de los pobres? En la Condomina hemos sufrido muchas.
Estos aprendices de fantasmas incendiarios con capucha blanca de agujeros, la del Ku Klux Klan, critican la amistad de algunos jugadores madridistas y barcelonistas. ¿Habrá algo más sano y deportivo? Aparte de jugar bien y ganar, no hay nada más satisfactorio para quien compite que el reconocimiento del contrario. Y la amistad es la leche.
Esos valores son los que deberían resaltar, y no la basura que esparcen para ganarse a los que luego critican si se desmandan. Cría cuervos…   El sumun de sus desvaríos es considerar a Del Bosque, Casillas, Raúl o Valdano antimadridistas —vean por donde viene el asunto—. Igual que en la acera contraria tachan a Guardiola, Pujol o  Zubizarreta de anticulés.  Tontarras hay para todos los gustos.

Y, hablando de programas, la objetividad y el análisis sereno de los comentaristas de Bein Sports resulta encomiable. ¡Cunda el ejemplo!

lunes, 5 de diciembre de 2016

COMO EL CORAJE, EL CARÁCTER ES INSUSTITUIBLE



(A Pepe Pardo por su justa distinción municipal, y al Maestro Ibarra, amigos de don Salvador Ripoll. Murcianistas de pro y de carácter)

Ya lo aseguró el doctor. Si la tabla es la que manda y hay que llegar al balón antes que el contrario, decía también el sabio traumatólogo, jugar con la cabeza y correr con los pies es imprescindible, sin olvidar que el fútbol es un juego de choque y hay que disputar la pelota con determinación. Pero hay algo con lo que se nace, más allá de la técnica y la preparación física, que se perfeccionan y fortalecen en el entreno y el aprendizaje: el carácter, que también es previo a la personalidad; producto de aquel, de la formación y de la experiencia.
Hay jugadores que lo llevan en los genes, como Sergio Ramos y Suárez ahora, y antes Pujol y Raúl. Tan distintos como Messi, Modric, Iniesta o Ronaldo, que tampoco andan huérfanos del duende interior que les posibilita ser mejores cada día desde que andaban a gatas. El carácter se manifiesta en función del temperamento y las condiciones de cada cual.  Unos lo basan en la fuerza y otros en la maña; algunos lo exteriorizan y otros  lo mastican. El resultado es idéntico: un espíritu ganador en todo momento.
Y en los técnicos ocurre igual. Los hay que diseñan plantillas, sistemas y planteamientos con el fin de controlar desde el principio, casos de Guardiola, Klopp o Conte, lo que genera en sus equipos un fútbol vistoso, en el que también habría que incluir al novato Zidane, aunque aún ande en la búsqueda de su sello personal; y otros que lo hacen para jugar a la contra o con batallas infinitas en la defensa y en el medio, como Mourinho y Simeone, a quienes siempre justifican los resultados inmediatos por mucho que a medio plazo, especialidad del portugués, sus equipos acaban más sonados que las maracas de Machín. Los vistosos pueden lucir en cualquier equipo, con la incertidumbre que tanto reiteramos de que el fútbol es un juego y el azar influye poderosamente; y los peleones van partido a partido, que dice el argentino, o año a año en busca del título perdido como persigue don Xosé desde su desventura en el Madrid.
 El partido del sábado fue una muestra de lo que decíamos. El Barça de Luis Enrique es un equipo fabuloso con unas enormes diferencias con el resto de la plantilla. Ocho o diez, con otros tantos detrás que les faltan demasiadas cosas para inquietar a sus superiores, y arriba tres intocables. El Madrid de Zidane, por el contrario, aparte de Ramos, Marcelo y Modric, solo tiene a Cristiano y Bale como solistas imprescindibles; todos los demás son intercambiables, por mucho que las influencias presidenciales influyan en Zidane para considerar al guadianesco Benzema entre los indiscutibles. Menos mal que en un arranque de personalidad impuso a Casemiro hace un año en el medio centro, y otorgó papeles protagonistas a Lucas Vázquez y al canterano Carvajal, a quien desde arriba ya habían buscado sustituto en el inquietante Danilo.
En definitiva, solo hay algo que diferencia a los blancos de los culés: el carácter y el coraje. El hecho de que hasta los suplentes atesoren ese inmenso valor, casos de Mariano o Morata, evidencia lo que en el Nou Camp propició un punto importantísimo. Ramos y Modric fueron sus protagonistas, como podían haber sido cualquiera de los compañeros. El Madrid es así desde Di Stéfano.
Y hablando de carácter, en Murcia tenemos otro caso paradigmático. El UCAM no es tan malo como sus resultados manifiestan. El problema es que juegan encerrados atrás y mordiendo a la espera de cualquier patadón para marcar en un descuido. Solo achuchan cuando los de enfrente se repliegan tras ponerse en franquía, y hasta así generan ocasiones. Resultado: ¡sufrimiento!
Eso que tan increíble como desesperanzadamente proclama su entrenador. Mire, Salmerón, ningún seguidor merece que le dicte tamaña condena. Debería intentar que sus muchachos jugaran a algo más que aguantar el cero a cero. Al menos en casa. Después de verles media temporada, tiene mimbres para aspirar a más; la mala suerte que se proclama lo evidencia. Hasta el punto de que algunos piensan, ingenuamente, que se merece más.
Y de sufrir, usted mismo. Hay quienes no vamos al fútbol a pasarlo mal. Feo asunto. Los dirigentes universitarios deberían tomar nota. Como también diría el entrañable Ripoll, olfateo efemérides luctuosas.

       
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