martes, 26 de diciembre de 2017

LO QUE EL BARÇA SE LLEVÓ


Más allá de la Liga 2017, los de Valverde se han llevado  por delante al Madrid de Zidane. Y es una pena, porque al viento fresco que supuso el francés hace ahora dos años le hubiese venido bien una prórroga. Pero la ley del fútbol es tan inexorable  como la guadaña de Pérez a las malas, en versión fútbol español de siempre. Aquí no se llevan los técnicos duraderos en función de una idea singular, como ocurre en los flemáticos clubes ingleses. En nuestra vieja piel de toro futbolera reina el cainismo, como en todo lo demás, y los peores enemigos suelen estar dentro. Ya lo dijo el irrepetible Pío Cabanillas, ministro con Suárez en la Transición: “cuerpo a tierra que vienen los nuestros”.
Decíamos hace unos días que don Florentino cabalga de nuevo, y es que presagiábamos lo que iba a suceder. Y no es que veamos o sepamos más, que de esto nadie entiende lo suficiente para ir de gurú, sino que nos daba el pálpito; pura intuición, constatada por hechos propiciatorios. Y era así porque Zidane ha renunciado a los hermosos ideales que trajo cuando lo llamaron como solución de urgencia ante el despido de Benítez, en tan acertadísima como arriesgada decisión del presidente blanco. Entonces, a primeros de 2016, lo hizo aparentemente sin ataduras. Y desde que la fortuna le sonrió, que no otra cosa fueron los dos golazos veraniegos de Asensio al Barça, sin restarle méritos al joven balear; creyó llegado el momento de mezclar en el césped los deseos de su valedor —el mejor Florentino, primero, y el maniobrero de siempre—, con sus incipientes dotes tácticas. Y así, encaramado a su extraordinaria trayectoria, empezó a lucir unas ocultas dependencias; las suyas propias, que sería peor, o las derivadas de su jefe, que tal vez no las mostró antes forzado por las no menos extraordinarias circunstancias que hubieron de soportar en sus primeros diecinueve meses. La sombra de su presidente es muy alargada, y las apuestas del insigne francés por mantener a Bale entre algodones cuando no jugaba, negándose a pedir su traspaso en verano, y la de mantener la titularidad del tan excelente futbolista como ahora negado cara al gol Benzema contra todos, han propiciado dos evidencias muy preocupantes: el Madrid es pura mediocridad de cara al gol, debiendo generar demasiadas ocasiones para hacer diana, como los equipos del montón; y el ostracismo de jugadores como Isco, Asensio y el desaprovechado Ceballos en beneficio de los dos anteriores; claras apuestas presidenciables fallidas para oscurecer a Cristiano. Morata no es la solución a todos los males, no, pero al de su falta de gol sí. Es más, tal vez ahora, de haber sumado los goles que con toda seguridad hubiese hecho en los partidos anteriores, tras el cero a tres de ayer hablaríamos de la pérdida de una batalla y no de la guerra.
Lo intuíamos. Hace semanas que venimos anunciando tiempos complicados para los blancos, más allá de la mala suerte que también le acucia. El cabezazo al palo de Benzema o el fallo en franquía con la izquierda del bullicioso Cristiano son dos muestras de ello, cuando aún reinaba el empate, porque las demás ocasiones fueron abortadas por el mejor portero actual del mundo, Ter Stegen, quien con Messi y Valverde son los bastiones sobre los que cabalga el Barça triunfal de este año. Solo hay que ver los rendimientos del sorprendente Paulinho, del rejuvenecido Iniesta, del renacido Vermaelen o del apestado Alba de Luis Enrique, presididos por el omnipresente Piqué, que dio un recital en el Bernabéu; para entender la loable gestión del entrenador, porque a los demás no los ha descubierto él este año.
El Madrid resistió solo el primer tiempo, cuando hizo un fútbol intensísimo robando balones al Barça cerca de su área y propiciando varios errores consecutivos de Busquets, apretado  bien por Kovacic, pero en la segunda, tan menguadas las fuerzas merengues como rehechas las filas azulgranas, con Busquets en plan estelar bien secundado por Rakitic y Sergi Roberto, los de Valverde impusieron su ley. La que le hace mandar en la Liga y en Europa: escasos goles en contra y máxima efectividad a favor. El abecé del fútbol.

Valverde vadeó el primer tiempo, y en el segundo salió diciéndole a Zidane aquello de ya sé quién eres, dónde vives y cómo trabajas. Lo demás, como la Liga 2017, ya es historia.  ¿El futuro? ¿Les suena Löw?               

miércoles, 20 de diciembre de 2017

FLORENTINO NECESITA A NEYMAR


Pero la duda es si le conviene al Real Madrid. Hace tiempo que el omnímodo Pérez anda tras un trueno, ya que su enorme acierto al elegir a Zidane empieza a aburrirle porque no se le ha reconocido tanto como esperaba, además de que el juego no alcanza la excelencia prometida, más allá del incuestionable éxito de haber conseguido diez de los doce títulos disputados en su corto periplo.
Así, a pesar de tal proeza, culminada con el magnífico partido en Abu Dabi frente al Gremio para hacer de 2017 el mejor año de la centenaria y brillante existencia blanca; don Florentino considera menoscabado su pedestal. Para sus adentros, no se le magnifica  suficientemente por los extraordinarios últimos tres años de la segunda etapa de su ya luengo mandato. Y eso, unido a que paradójicamente la presente temporada puede acabar en secano, hace que el presidente blanco prepare el sonado fichaje de Neymar como bálsamo para sus seguidores, sordina ante el contratiempo y botafumeiro hacia su figura, por si alguien olvidaba que sigue ahí, al pie del cañón Real, tan inasequible al desaliento como artillero máximo del club más laureado de la historia. Pérez en estado puro, más líquido, sólido y gaseoso que nunca, para esos que hacen vaticinios sobre quién le sustituirá, e incluso ven su mano meciendo la cuna del supuesto sucesor. Pero olvidan que los hombres así son “insucedibles”. Después de ellos, el diluvio. Y si lo propician es con la vana esperanza de que inciensen su figura hasta el arrebato, aparte de para poder manejarlo entre bambalinas, como la historia de la humanidad nos abunda.
Para don Florentino, como genuino forofo blanco, el Barça representa el compendio de su bestiario. Nada le place más que machacar a los blaugranas dentro y fuera del terreno de juego. Ni nada le causa más frustración que los éxitos culés, igual que sucede al contrario con los forofos blaugranas.
Dos ejemplos: basó su triunfo electoral a la presidencia en el año 2000 en arrebatarles a Figo, y dimitió amargamente en 2006  al verse impotente dos años seguidos frente a Rijkaard, Ronaldinho, Etóo, Deco y compañía, a pesar de sus incontables y costosísimas apuestas por los segundos galácticos en tres temporadas de atroz sequía de títulos.
Más duros fueron los inicios de su segunda etapa, coincidentes con la mejor histórica del Barça con Guardiola, que fue capeando con Mourinho de falsario estandarte y Ancelotti de fetiche glamuroso, hasta el punto de tener preparada la dimisión poco antes de la final de Champions de Lisboa contra el Atlético. Él agónico testarazo del desde entonces legendario Ramos le salvó del desastre y propició su mejor etapa, tras sus tres primeros años con el heredado Del Bosque a los mandos: dos Ligas y la Champions de Zidane en Glascow.
Por eso ahora, tan listo y brillante como maquiavélico, cree llegada la hora de cebar de nuevo la bomba, en fiel expresión suya, y Neymar aparece en  como la enésima reinvención de su reinado. Muchos —el target del relamido presidente—, ya entornan los ojos e imaginan los gambeteos del frívolo brasileño por el Bernabéu. Y, para mayor gozo, suponen el llanto y crujir de dientes que significarán por las gradas, el vestuario y el palco del Nou Camp; la gloria no sería completa si no apareja la desdicha del endemoniado rival, con Messi demasiados años ya de máxima figura mundial.
Y eso a pesar de disfrutar de Cristiano, el mayor goleador de la historia blanca y seguramente de la mundial, pero al genio portugués lo trajo muy a pesar suyo otro fantasma de Pérez, Ramón Calderón, y eso es algo que aún no ha digerido el ingeniero futbolero. De ahí sus intentos de destronarle con Benzema, primero, y Bale después; dos intentos fallidos. Pero a la tercera debe ir la vencida, una vez que los años empiezan a pasar factura. Cristiano seguirá marcando goles aun jubilado, pero la velocidad ya no es su fuerte y el regate no lo fue nunca. Espectáculos que asegura Neymar, aunque ni de lejos ni soñando marcará nunca los goles del portugués.
Florentino necesita a Neymar, sí, pero el Madrid precisa de alguien que garantice parte de los goles de Cristiano, porque los mismos será imposible hasta dentro de demasiados años para que Pérez pueda reinarlo.

Otra cosa es cómo sonará semejante trueno en el vestuario blanco. Nada bien, seguro, entre algunos estandartes, con Ronaldo a la cabeza. Mal asunto.                  

jueves, 14 de diciembre de 2017

GOL, VELOCIDAD Y CHARLATANES


De las escasas verdades futboleras a la estupidez solo media el corto trecho que separa lo evidente de lo simplón. Los goles culminan el juego, bueno, malo o regular; y justifican explicaciones. La velocidad física y mental es la reina imprescindible en cualquier deporte competitivo; marca las diferencias. Y la estupidez es el corolario de quienes se empeñan en trasladar al campo de las certezas lo que no deja de ser un juego, con el factor suerte como determinante a veces.
El Madrid le puso velocidad e intensidad a su juego, que también es básica en los deportes de contacto, y los goles se sumaron a la fiesta del fútbol de la primera parte contra el Sevilla. Y a la postre, como lidian los taurinos de salón y quienes somos incapaces de ponernos delante, empiezan los supuestamente sesudos comentaristas a sacar sus simplonas elucubraciones. Ahora resulta que Casemiro, fundamentalmente, o Isco, e incluso Ramos y Varane, son los lastres del Real que sufrió su ocaso llegado el otoño tras un verano esplendoroso. Échale guindas al pavo Zidane, porque la semana pasada era la rémora, que yo buscaré las pavas; Kroos, Marcelo y Modric también portaban el moco largo del bajón otoñal. Puro oportunismo, siendo apreciable que no son máquinas y tienen sus baches puntuales, porque al acierto y a la suerte hay que sumar otro factor fundamental: el contrario también cuenta.
El súbito gol del siempre eficaz Nacho, merecida fortuna por su incansable perseverancia, descosió las primeras costuras del Sevilla, que tenía el libreto de la posesión en torno a Banega como apuesta más relevante. Y es que, a falta de jugadores más veloces, el trato sutil y pausado del argentino podía ser el adecuado ante la ausencia de tantos titulares defensivos blancos y su reciente asfixia por el centro del campo. Pero a esa suerte, los merengues sumaron esta vez la verticalidad veloz y en cuarenta minutos desnudaron a los sevillistas. Ahora dirán que Zidane dio con la tecla al dejar a Isco en el banquillo porque Asensio fue quien frotó la lámpara mágica. Sin embargo, la realidad es tan sencilla como que el malagueño y el balear son tan buenos futbolistas como diferentes en su juego, y, ante el planteamiento posesivo de Berizzo y su ayudante Marcucci, fue fundamental la rapidez física y mental del joven interior blanco. Y no solo la suya, sino la de Ronaldo, Lucas, Marcelo, Achraf —magnífica noticia el marroquí— y compañía, que con el sedoso nueve y medio Benzema arriba, los renacidos Kroos y Modric y el juego anticipativo del propio Nacho y del excelente Vallejo —¡por fin pudo demostrarlo!—, destrozaron al Sevilla en media parte para el recuerdo. Tan espectacular como difícilmente repetible porque se alinearon todos los astros: suerte —el absurdo penalti de Navas y la mala fortuna de Rico al escurrírsele el balón, fueron otras muestras—, rival lento y predecible, calidad, velocidad y acierto. Si se hubieran enfrentado a los de Bruyne, Sterling, Neymar, Mbappé, Griezmann, Coman o el mismo Messi, esos que ahora tachan de prescindible a Casemiro hubiesen echado de menos a un par de su corte para cerrar y que los artistas lucieran.
Lo de Isco es punto y aparte. En un equipo como el Barcelona podría ser titular indiscutible. El vistoso juego culé en el medio y su velocidad e imprevisibilidad arriba es idóneo para él; sería un Iniesta rejuvenecido junto a Messi. Pero ya dijimos que si quiere ser fundamental en el Madrid debería jugar a uno o dos toques en el centro para aportar velocidad, una vez descubierto que hay que defender también, y trenzar sus arabescos al borde del área. Guti, Xavi e Iniesta deberían ser sus referentes. El primero por expectativas truncadas, teniendo seguramente más clase que él, y los otros por cuajar en los mejores interiores españoles de los últimos decenios, si no de la historia, con permiso del gallego, barcelonista e interista Luisito Suárez, el único balón de oro español, y Luis Aragonés, el máximo interior- goleador hispano.

Y volviendo a Zidane, los vocingleros han pontificado que sí le funciona el plan ‘b’. Que sabe alinear, plantear, dosificar y tener a sus suplentes enchufados. Han bastado cinco goles en un rato para resucitar ante algunos. Lo paradójico es que dentro de unos días la burra trigueña de tales opinantes volverá al barro madrileño, salvo que Cristiano cabalgue de nuevo en liga. ¡Benditos goles! La verdad suprema del fútbol. 

Pd. En ese montaje cuasi pirotécnico (por sus numerosos petardos) del mal llamado Mundialito de Clubes, contra un equipo árabe que en España estaría en cualquier grupo de nuestra Segunda B, aunque disfrute de dos delanteros de superior categoría; se vio lo que prevemos que pueda ocurrir al equipo de Zidane en su retorno a la Liga; como con el pelo, si no hay goles no hay alegría.                       

miércoles, 6 de diciembre de 2017

PINTAN LUTOS POR EL BERNABÉU


El fútbol es un calidoscopio de sensaciones. El Barça lo hizo de cine casi todo el partido y el Celta le empató en dos chispazos de calidad de Aspas; buena noticia para Lopetegui, si es que tenía alguna duda sobre el gallego, aunque no vaya a ser titular en Rusia. Como también lo es que cinco canteranos nacionales culés continúen formando parte de la columna vertebral del líder de la Liga. Piqué, Alba, Busquets e Iniesta serán lo mismo en la Selección, e incluso el polivalente Sergi Roberto podría tener opciones.
La primera parte en el Nou Camp fue una delicia de fútbol de calidad. Cuando Messi toma la batuta todo es posible, sobre todo si le acompaña la magia de los internacionales españoles citados. Con su Argentina, como interpreta Maradona, no suena igual su sinfonía porque le faltan solistas de cuerda, percusión y viento; esos que por sí solos llenan el escenario. Con la calidad clásica de los  jugadores argentinos, efectivamente no se puede jugar tan mal disponiendo del mejor del mundo; Sampaoli tiene mucho que hacer.
Pero la calidad abundante no le sirvió al Barça para ganar, mientras al Celta le bastaron pocos detalles para amarrar un punto de prestigio. Cosas de la suerte y de Unzúe; dos palos, un gol mal anulado y el acierto de atacar los puntos débiles culés: la banda del extremo permanente Alba y el hueco del desubicado Paulinho, le daban aire al campeonato liguero. Luego, el Atlético pudo recortarle dos de los ocho puntos conjugando calidad, cabeza, corazón y suerte. Koque, Filipe, Saúl y Griezmann aportaron las tres ces fundamentales, y la fortuna se sumó al espectáculo como postre dulzón para los colchoneros.
Sin embargo, a la calidad del Madrid le sobró corazón y le faltó cabeza, templanza y suerte. Un equipo con jugadores tan distinguidos no puede dedicarse a colgar balones en el área faltando más de media hora de partido con tablas en el marcador, por mucho que la necesidad apretara tanto como la cortina de agua que nubló el nuevo San Mamés. También es cierto que llegaban  tan fácilmente a las cercanías del protagonista Kepa como desacertados estuvieron en las líneas de la verdad, hasta parecer torpes en su interior. Y, faltos de fe, enseguida recurrieron a la mediocridad como bandera: balones a la olla en busca de un cabezazo afortunado o cualquier rechace propicio. Olvidó el Real Madrid que la suerte es tan caprichosa como absurdo resulta buscarla desesperadamente. Suele sonreírle al sobrado, la del campeón, y es miserable con el menesteroso; la vida misma.
Tras la miel, Zidane está degustando la hiel de los banquillos. Ya no es el técnico de las mil flores, que decían, y empieza a ensombrecerse la buena gestión del vestuario que también se le reconoció. Ahora, a esa cualidad tiene que echarle el lenguaje pardo del fútbol. Ese que según sus críticos aún no maneja. Yo creo que de eso sabe lo suficiente, pero me asalta una duda escabrosa: ¿fue el planificador de la actual plantilla? Aunque me ilusionó la apuesta por el producto español, si fuera así lo bajaría del pedestal ganado por la sola razón de dejar ir a Morata y no tanto a Mariano, al que ahora tanto alaban, apostando por mantener a Bale; hubiera bastado con prescindir del galés para que el madrileño se quedase. Y si no fuera el responsable de tan funesta decisión, también le censuraría por dejarse manejar tan burdamente con la misma rotundidad con que le ensalcé cuando apostó por Casemiro, seguramente en contra del palco porque el brasileño no vendía camisetas. Dos decisiones estratégicas.
Decíamos que los goles marcan las diferencias, y aunque es verdad que están faltando los de Ronaldo, sobre todo, aparte de las de los medios,  medias puntas y defensas atacantes, albergo pocas dudas respecto a los que hubiera hecho Morata con la cantidad de ocasiones que el Madrid genera incluso en los partidos infructuosos que lo condenan.

Remar con prisas y agobio nunca es bueno, y seguramente será tarde porque el Barça, aunque tenga una tarde de calidad insuficiente, juega con cabeza y corazón y la suerte le puede acompañar. Además, el Atlético y el prometedor  Valencia del excelente Marcelino no se lo pondrán fácil tampoco. Temo que la espada flamígera de don Florentino cebará la bomba blanca. El dinero se desbocará de nuevo por el Bernabéu y ya veremos si Zidane lo cabalga. Los augures blancos pintan lutos.  
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