domingo, 27 de noviembre de 2016

CRISTIANO PRIMERO ELGOLEADOR


Nunca ha sido el mejor jugador del mundo, pero sí el mejor goleador. Y no le pidamos peras al olmo. Cristiano, a diferencia del otro Ronaldo, no es un conductor ni un regateador, ni siquiera un artista del balón aunque coincidan en su efectividad ante el portero que menos conocen, como diría, este sí, quien fue el mejor futbolista del mundo unos años, don Alfredo Di Stéfano. Sin embargo, aventaja al brasileño en su versatilidad goleadora; le pega con la derecha, como Nazario, pero también es un magnífico cabeceador y tampoco le hace ascos a tirar con la izquierda, casi un tercio de goles. Y, además, golea de lejos con frecuencia, cosa que su tocayo no hacía.
Defiendo hace tiempo que es el mejor goleador de la historia del fútbol, por encima de fenómenos como Puskas, Pelé, Eusebio, Seeler, Cruyff, Romario, Müller, Van Basten, Maradona, Raúl o el propio Di Stéfano, a los que he disfrutado viéndoles jugar.  Si acaso, solo hay un futbolista, Messi, que pueda igualar o incluso superar sus registros, pero para este otro hay un calificativo más apropiado: ser el mejor jugador del mundo en la actualidad.
El azulgrana, además de ser un consumado goleador, es uno de los mejores dribladores de la historia, un pasador extraordinario y tiene la enorme capacidad de bajar a la media y echarse al equipo a su insuperable pie izquierdo, sin perder su descomunal llegada al área contraria y al gol.
Cristiano Ronaldo no tiene esa calidad, como también tenían algunos de los que he nombrado, pero en su estricta especialidad es insuperable; sus registros goleadores lo demuestran. Y tiene, además, otra singularidad que le ha posibilitado mantener ese romance permanente con el gol año tras año: su fortaleza física. Es un portento atlético que, unido a su esmerada profesionalidad, le ha permitido mantenerse en su privilegiado rol en cuantos equipos ha jugado desde que empezó, hace ya catorce años. Sporting de Lisboa, Manchester United, Real Madrid y Selección portuguesa lo han tenido y lo tienen como su máxima baza goleadora. Y lo que le queda, porque amenaza con jugar hasta los cuarenta. Si la salud y las lesiones lo respetan, no duden que seguirá inventando bastantes años más celebraciones para sus goles;  imaginación, hedonismo, descaro y amor propio no le faltan.
Perderá velocidad, reflejos, fuerza y flexibilidad, pero mantendrá siempre la portería contraria en el punto de mira. Aunque su posición será más estática con el paso del tiempo, y más centrada probablemente, continuará siendo un goleador legendario. Querrán jubilarlo antes, verán kilos de más, que correrá menos, que se quejará demasiado, que hará teatro, etc. Y que lo único que no perderá será su egoísmo futbolero y la chulería innata que lo afea, pero él hará goles hasta que se retire.
Puskas llegó al Madrid con 31 años y 18 kilos de gordura. El húngaro, considerado el mejor jugador del mundo a mediados del siglo pasado, se exilió, estando fuera del país con el Honved, cuando el levantamiento anticomunista húngaro de 1.956 y la entrada en Budapest de los tanques soviéticos. Y aunque los mejores equipos mundiales quisieron ficharlo, no pudieron debido a una sanción de dos años de la FIFA por desertor. Y ahí empezó el calvario, como años antes le sucedió a su compatriota Kubala.
El final feliz de su trayectoria, por la valentía contra todos de don Santiago Bernabéu para ficharlo al acabar su sanción, supuso la felicidad madridista por disfrutar de sus 242 goles en las ocho temporadas que vistió de blanco, de 1958 a 1966, tres Copas de Europa, una Copa española, una Intercontinental y cinco Ligas incluidas. Se retiró con 39 años y con dos motes para la historia: Pancho, que le decían sus compañeros en alusión a sus curvas, y Cañoncito Pum, que le motejaron los periodistas por su potente pierna izquierda.
El austríaco Bican, con 805 goles, encabeza la lista de los mayores goleadores históricos en partidos oficiales, seguido de Romario (772), Pelé (767), Müller (735), Puskas (576), Seeler y Túlio (575), y Cristiano, que con 565 está a punto de superar a los tres anteriores.  

A Ronaldo todavía no le han rebautizado; todo se andará. De los actuales  es el rey Cristiano Primero, y los 241 que le faltarían para ser coronado oficialmente el mejor de todos los tiempos, los logrará si continúa seis o siete años más. Don Florentino, aunque no lo fichó, ha estado fino al renovarle. Felicidades.                  

lunes, 14 de noviembre de 2016

LA MARCHA ATRÁS


Desde el 2013, adivinar el juego de la selección española es sencillo. Bastan los primeros diez minutos para saber qué va a hacer. Si empiezan sus jugadores con pases horizontales o atrás, habiendo espacio para ponerle el balón al compañero unos metros por delante, ya está todo explicado. Luego viene el no llegar al balón antes que el contrario, perder la mayoría de disputas del balón, fallar en los últimos pases, controlar con el muelle de la bota en lugar de con su cara amable propiciando que el balón se aleje, etc. Es la España de la marcha atrás.
Contra Macedonia se empezó así y solo gracias a la ineficacia de sus delanteros no empezamos perdiendo por dos a cero en la primera media hora. Si tenemos enfrente una selección notable, con muy poco nos hubieran dado un doloroso baño.  Así empezaron los de Del Bosque en el  último Mundial y en el reciente Europeo. El resultado, la mediocridad por bandera y el fracaso de la otrora campeona. El sábado, los de Lopetegui se escaparon del ridículo por chiripa; la suerte que tuvieron con el primer gol, marcado por un defensa macedonio en propia puerta. Luego vino el afortunado tanto de Vitolo, tras un lío en el área contraria después de una buena jugada de Thiago — ¡por fin! —  y los otros dos, de buena factura, como propina ante una selección que ya se había desmadejado buscando el gol.
He remarcado la acción del hijo españolista de Macinho, al que le tengo simpatía y admiración por su preferencia y por su juego, porque muchos pensaban, con Del Bosque al frente y yo también, que podía ser el  sustituto natural de Xavi.  Pero todavía hay demasiada diferencia entre uno y otro. Thiago atesora una calidad comparable sin llegar al manejo ambidiestro del pase en el de Tarrasa. Maneja la pausa y el tiempo en su media vuelta sin alcanzar la ductilidad de Xavi para salir igual de bien por derecha que por izquierda. Conduce con descaro y finura el balón, pero le falta el giro pasmoso de cuello, para orientarse y detectar a los contrarios, del mejor centrocampista que ha dado España; parecía que tenía una elasticidad de 360 grados. En llegada y gol hasta pueden igualarse, pero aun le falta mucho para disputarle la primacía del último pase; el del medio gol. Y le falta, al fin, levantar más la cabeza de verdad y aprovechar el tacto de su bota para conducir la pelota. Así ganaría la décima de segundo necesaria en el juego de toque, en el pase y en el disparo; aunque parece que atesora esa decisiva capacidad, engaña porque tiene la pose de la cabeza elevada sin perder nunca de vista, sin embargo, el esférico. El resultado es un juego más lento por las décimas de segundo perdidas.
Y justo eso es lo que decíamos al principio como diferencia entre un espectáculo de toque excelente, el famoso tikitaka que tanto nos dio, y el juego aburrido de ahora de nuestra selección. Por eso he tratado de especificar, como emblema de lo que sucede, las diferencias entre los dos canteranos culés. ¿Que parecida distancia existía entre el Xavi del 2008 al 12 y el de después?, pues también, porque los años dejan secuelas físicas. Como tantas veces hemos referido, la velocidad es lo que diferencia a un buen jugador de otro extraordinario. Y ese es el problema que tiene actualmente la Selección Española. Ni Thiago es Xavi ni Morata, Costa o Adúriz —meritísimoson Villa. Ni Piqué o Ramos, por buenos que sean, alcanzan la rapidez de Pujol. Y, no nos engañemos, también nos falta un Luis Aragonés que reinvente una selección ganadora. Del Bosque no lo fue, aunque tuviera la sabiduría de aprovechar la herencia alargando el rendimiento del excelente plantel que le dejó dibujado el madrileño, y Lopetegui todavía no ha tenido tiempo ni lugar. Necesita ambas cosas, aparte de vertebrar una columna adecuada, —su pasillo de seguridad, que diría don Luis —que todavía no tiene. De Gea y Busquets, al que también se le nota el paso del tiempo, igual que a Silva, aunque haya ganado en colocación; son tres vértebras básicas, pero le faltan dos existenciales: el organizador y el de los goles, que no es baladí.

El miedo es libre, y la marcha atrás en el fútbol, como en la cama, es una maniobra defensiva cuando no se quiere o no se puede. Dos finales infructuosos.          

martes, 8 de noviembre de 2016

DE ZIDANE A GUARDIOLA


Son dos personajes de época; uno la protagonizó de jugador y otro de entrenador. Zidane es fantasía, modestia y glamur, y Guardiola sencillez,  imaginación y método. El francés fue figura mundial en el césped y el español, habiendo sido un extraordinario jugador de club, alcanzó la gloria en su primera experiencia como técnico de relieve, justo el camino que aquél inicia ahora. Y les une también la emoción, la elegancia personal y la deportiva; ambos fueron y son pasionales, pero prudentes y educados tanto en el triunfo como en el fracaso, esos dos impostores, que escribió el inglés Kipling en su aleccionador poema “If”. Y ahora les vuelve a unir la crítica por estar en primera línea de fuego, aunque haya también claras diferencias entre estos dos fascinantes personajes.
Guardiola tuvo el inmenso mérito de hacer del Barça y su juego la referencia mundial del fútbol durante varias temporadas, basándose en la cantera culé y en la maestría que se imparte en la Masía desde Laureano Ruiz, con fieles remembranzas “kruyffsistas”, hasta cuajar la historia más brillante y difícilmente repetible de los azulgranas y de cualquier otro club. Y ese mismo éxito es el fielato que le pusieron después en Alemania y ahora en Inglaterra para reverdecer los laureles unánimes de todos, salvo los periodistas y aficionados contrarios de bufanda extrema.  
A Zidane, por el contrario, todavía se le espera, a pesar de haber triunfado también a la primera en el club más exigente del mundo, el Real Madrid, ganando su trofeo fetiche en Europa. Y tiene lógica ese compás porque aún no ha encontrado el sistema de juego que identifique a los blancos, más allá de imponer el sentido común con Casemiro en el eje y Kroos y Modric al mando, amén de dar una patente de corso al trío atacante que don Florentino gusta disfrutar en su equipo, por muy discutible que sea en ocasiones. En este sentido, el francés se parece a otro técnico español: Luis Enrique, que empezó a triunfar con idéntica aplicación en el suyo, aparcando su tendencia natural a las rotaciones; otro trío de ases que también es obligado por Can Barça bajo mando argentino. Pero claro, cuando se descose la columna vertebral asoman las vergüenzas. En el Madrid es la ausencia del medio centro brasileño, la de Ramos y la de Modric, al margen de los altibajos del mejor goleador: Cristiano. Y en el Barça la de Piqué e Iniesta, que con Busquets forman el auténtico tridente insustituible blaugrana, más allá de la omnipresencia del mejor del mundo: el mandón Messi. En la reciente jornada de Champions tuvimos la prueba de lo que afirmamos.
 Zidane se dejó llevar por su tendencia al espectáculo y por una sumisión impropia a los criterios “superiores”, que él conoce bien. Las flores presidenciales a su figura en la última asamblea de socios tienen esa contrapartida; ya veremos cómo se marchitan si no endereza esta temporada la nave con solvencia. Y salió en Varsovia con solo dos medios y cuatro delanteros, que además se estorbaban por el centro, para no quitar a Cristiano o Benzema ante la titularidad de Morata. El partido le dio una oportunidad de oro para rectificar cuando se puso en franquía de dos goles, pero no supo rectificar, sustituyendo a un delantero por un medio para amarrar el resultado.
Y en Manchester hubo otro detalle para el recuerdo. Guardiola, perspicaz y con el juego perdido, le hizo el avión a Luis Enrique cambiando las posiciones de Silva y De Bruyne, y el acoso del belga al súper atareado Busquets, metido entre centrales,  aparte de su calidad y rapidez, variaron el panorama. Pero, refrendando que el fútbol es más juego que ciencia, también pudo salirle bien a Zidane y a Luis Enrique. De haber estado fino Cristiano el Madrid hubiera marcado más goles, y el Barça, con Neymar o Suárez más acertados, hubiese puesto una distancia inalcanzable en la primera parte.
En el fútbol hay una explicación para casi todo y, al margen de las características de ciertos personajes, pasamos sin ruborizarnos de unos principios a otros como los hermanos Marx. Y siendo un juego, siempre es mejor sonreír. Si no, recuerden los fallos inusuales de Sergi y Ter Stegen o el balonazo al larguero de Vázquez en el último segundo.  ¡Ay, el azar!

Mientras, el legionario Simeone, el valeroso Emery, el flemático Ancelotti y el innovador Sampaoli caminan firmes. De Mourinho, mejor hablamos otro día.        
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