lunes, 23 de diciembre de 2019

DEL ZIDANE EJECUTIVO AL PROBO VALVERDE



Zidane se ha reinventado como técnico pasando el enésimo examen de sus detractores. Y lo ha hecho desconcertando a la mayoría porque hace mes y medio se daban pocos duros por él e incluso había relevo en ciernes. No se entendía, y con razones que aquí también compartimos, que hubiera vuelto al Madrid para seguir dando bola a quienes habían derrochado mediocridad tras su marcha. Unos futbolistas con más pasado y saciedad que futuro y ambición. Pero han bastado media docena de partidos buenos para comprender que el Zidane ejecutivo está de vuelta.

Enfrente, Valverde continúa su marcha medio tristona enganchado a la “messidependencia” como norma obligada del Barça “postguardiola”, pero el día que Messi no brilla la luz azulgrana se apaga porque carece de más argumentos. Es la grandeza y la miseria de jugar contra natura por disponer del mejor del mundo. Dualidad que le ha costado al Barça el ocaso en Europa, en contraste con los éxitos domésticos basados en la regularidad.

En el politizado derbi del miércoles, también mediatizado por los llantos culés previos, que ya se vio hasta qué punto influyen; se comprobó la diferencia entre un técnico necesitado de imaginar y otro con el catón dictado por el mejor del mundo. El juego desplegado por merengues y blaugranas fue contradictorio con la historia, y el resultado el equilibrio de sus distintas potencialidades. La solidez madridista se impuso a la filigrana barcelonesa. Y también demostró sus debilidades. Apenas tres detalles de Messi no bastaron al Barça para marcar y el fútbol intenso blanco tampoco fue capaz de ganar el partido. Si los culés hubieran disfrutado de la mitad de balones que tuvieron los merengues cerca del área contraria hacen al menos dos goles. Hasta el sábado, el Barça era superior delante y el Madrid mejor atrás, pero ahora, paradójicamente, lo es también en el medio.  

Casemiro, Valverde, Kroos e Isco dieron un repaso a Rákitic, De Jong y Sergi Roberto, con las ayudas esporádicas de Griezmann y el propio Messi en busca de los balones que sus medios y defensas eran incapaces de servirles, hasta el punto de ningunearles el balón. Ese dominio del centro del campo durante tres cuartas partes del encuentro fue lo más relevante porque refleja el estilo descubierto de Zidane y lo que va del ayer al hoy culé. De su excelso juego de antaño no queda ni la raspa, y menos cuando falta Busquets.  

Los blancos lucieron cabeza, intensidad, colocación, anticipación, velocidad y garra. Una buena parte es atribuible al excelente planteamiento de Zidane y otra a la actitud de sus resurgidos futbolistas, con especial mención al emergente “pajarito” uruguayo; gran acierto también del galo. Por el contrario, el probo técnico Valverde no se salió de su manido guion ni para los cambios; Semedo fuera, Sergi al lateral, el gallo Vidal al centro, Griezmann —el último en llegar— al banquillo y el chaval  Ansu al ruedo.
En resumen, Zidane imagina y ejecuta, dando una muestra palpable de saber lo que quería con la vieja guardia y su necesidad de un Pogba, transmutado en el tan joven como excelente uruguayo que puede convertirle en su estrella, como ya hizo con Casemiro — ¡qué disparo tiene Valverde como adorno de su derroche de facultades y fútbol!—; y el otro Valverde ejerce de funcionario eficiente y, aunque maniatado, también hay que apuntarle el osado invento del adolescente Ansu entre tanta figura. 
Dirección del juego aparte, debemos felicitarles porque además de inventar futbolistas, quizás forzados por ausencias, es admirable la dignidad con que visten sus cargos. La educación, la templanza y la elegancia hacia sus contrarios son patrimonio suyo y de la grandeza exigible a sus clubes. Como ejemplos recientes, Zidane enaltece a Guardiola como el mejor, reconociendo que a él le falta todavía rodaje, y Valverde evidenció que les beneficiaba descansar un día más.

Y también debe alegrarnos la pasión liguera porque los dos grandes no se despegan. Además, a estas alturas, siete u ocho puntos no son definitivos, y tanto el Sevilla como la Real e incluso el Atlético y el Valencia pueden bullir en la conquista de la cumbre.
A ver si ese buen nivel se refrenda también en Europa. El Madrid actual puede eliminar a cualquiera. El tridente culé es superior a la mayoría. Del Atlético de Simeone puede esperarse todo. Y el reciente Valencia de Celades es un tiro.

¡Suerte y goles!, porque trabajo, fuerza, dirección y calidad sobran.

martes, 22 de octubre de 2019

A GUARDIOLA Y XAVI Y A SUS ATRIBUTOS



Sois primos de opinión política y hermanos de leche resentida, creo que sin causa ni padre. Igual que os admiro en lo deportivo, pienso que no deberíais estafar al pueblo, catalanes o no, con falsedades interesadas y denuncias injustas. Lo vuestro es el fútbol profesional y claro que sí tenéis derecho a opinar, pero sin menoscabar a un país, España, que garantiza democráticamente el derecho a difundir cualquier idea. Y a más a más, que diríais, conocéis bien países que os han pagado millones y allí no habéis tenido cojones, ¡sí, digo cojones!, para criticar dictaduras,  ausencias de derechos humanos elementales y discriminaciones por creencias religiosas, sexo, raza y condición social. Ni tampoco habéis denunciado los sables que amenazan los cuellos de quienes sí se atreven.  

Sois dos privilegiados, cómplices de tanto delincuente desnortado, y deberíais, al menos, ejercitar la prudencia. En 1978, un noventa y cuatro por ciento de ciudadanos de Cataluña votó la Constitución, de los mayores síes de España, y los poderes que de ella emanan y tanto despreciáis, Supremo y Constitucional incluidos. Y las preguntas son: ¿quienes la votaron libremente en referéndum, eran tan catalanes como vosotros y los que ahora penan por boicotearla en vuestro parlamento y desde el gobierno de la Generalidad? ¿Sí, verdad? ¿Y en esa norma máxima de convivencia, está permitido un referéndum de autodeterminación en cualquiera de las autonomías que se configuraron? ¿No, verdad? ¿Y esa misma ley de leyes, tiene previstos mecanismos para cambiarla democráticamente? ¿Sí, verdad? 

Aparte, esa misma constitución aprobada abrumadoramente por millones de españoles, catalanes también, y bastantes más de los que ahora delinquen saltándosela o queriendo ser independientes sin tenerla en cuenta salvo para quemarla en la hoguera de la intolerancia, la dictadura étnica lingüística y el desprecio hacia quienes no piensan como vosotros; también proclama que la soberanía nacional reside en la totalidad del pueblo que la posibilitó ejemplarmente. Lo honrado es acatar las leyes, aunque discordemos, y trabajar con los mecanismos democráticos previstos para cambiarlas. Lo demás es delincuencia de guante blanco por no mancharse las manos, los políticos. Criminal por provocar que pueda haber víctimas inocentes; aquellos cobardes de cualquier nivel social, religioso, político o económico que tiran la piedra y esconden la mano. E irresponsable, como en vuestro caso, porque desde los estrados que os proporciona vuestro estatus azuzáis las llamas donde arderán ingenuos para quienes vuestra palabra es sinónimo de verdad a emular.

Está bien ser valientes o idealistas, pero si lo hacen gentes como vosotros con el paracaídas de la Constitución que ninguneáis, es también cínicamente cobarde.  Y, además, sobre tal cobardía, añadís la ignominia hacia millones de conciudadanos que cumplen las leyes y la Constitución del 78, ayudan a mantener el país, soportan vuestro desprecio público y, encima, ven con tanta paciencia como indignación que aquí, en la dictatorial España según pontificáis, podáis seguir diciendo lo que os venga en gana sin temores. Sois, en fin, unos ventajistas sin vergüenza sobre los que recaerá parte de la sangre que inevitablemente derramará la locura colectiva que representáis.

Y no queda ahí vuestra desfachatez, sino que tú, Pep, te permites la bravuconada de mostrarte dispuesto a “defender los derechos humanos hasta en los países árabes”.  Mira, campeón, lo voy a singularizar.  No tienes cojones para criticar a alguien con turbante y petrodólares.  ¿Me entiendes, figura?

Diferente es defender la diversidad de las tierras que formaron España hace siglos y exigir su reconocimiento.  O criticar las injusticias de la financiación estatal porque benefician a unos sobre otros. O señalar aspectos mejorables en vuestra Cataluña, que también los hay. O denunciar que hay ciudadanos de algunas regiones que se benefician de demasiadas mamandurrias y subvenciones, para agravio comparativo con otros que las sufragan a base de trabajo y forzosa fiscalidad. Y hasta defender democráticamente posiciones independentistas.

Cuando se entierre la primera víctima, aparte de señalar a políticos con nombres y apellidos a lo largo de nuestra democracia, catalanes y no, miraos por si acaso vuestras soflamas tienen parte de culpa. Porque vosotros y vuestros colegas deportistas, intelectuales y supuestos, artistas y titiriteros varios, tampoco iréis jamás al hoyo. Los cadáveres serán de incautos que alguna vez os creyeron. Las víctimas útiles de todos los desaprensivos que en el mundo han sido, sois y serán.

Mientras, el Barça ganó bien, el Valencia mereció más frente al Atlético y el Madrid perdió porque sin espada no hay matador.

Que os aproveche, nens.  

lunes, 14 de octubre de 2019

DESDE LA AÑORANZA



Así se mira y se mide hoy a la selección española desde la propia España. Y tiene su punto y razones evidentes, pero tal vez sería mejor hacerlo desde el respeto, como lo hacen fuera.

La nostalgia es poética, y todavía cerramos los ojos para imaginar a los Xavi, Iniesta, Xabi Alonso, Pujol, Casillas o Villa y a los mejores Busquets, Cesc, Ramos y Piqué defendiendo hoy nuestros colores. Pero ese punto placentero por el juego de antaño conlleva un riesgo cierto de desánimo. Y no debería ser así. El pasado nunca vuelve ni se repite, salvo como drama o chufla por el empeño tan humano de reiterar errores. El pasado glorioso de nuestro fútbol debe permanecer en el recuerdo legendario y no en la absurda exigencia de revivirlo. Entre otras cosas porque es imposible.  Está bien como lo que es: solo historia del fútbol mundial y un refugio ocasional de recuerdos agradables.  Y establecer comparaciones, que sería el más liviano de nuestros errores, lleva a muchos a un nido de frustraciones y críticas desenfocadas. Es lo que vivimos ahora tras el empate en Noruega con la clasificación para la Eurocopa en el bolsillo y contra una selección que, como otras y en tiempos cercanos, nos pintó la cara con parecido fútbol rudo y exento de calidades. ¡Ay, nuestra atávica y ensoberbecida desmemoria!

Lo positivo, no obstante, es que esa crítica encierra el salto cualitativo a nivel de exigencia que tal pasado glorioso conlleva para nuestro fútbol. Y está bien sentirlo así, pero sin caer en el ninguneo a nuestros internacionales y técnicos del momento. Desde Luis y Del Bosque han pasado Lopetegui, Luis Enrique y Robert Moreno, y con los tres se ha jugado generalmente bien, salvo en el accidental y breve paso de Hierro en el pasado Mundial.  Como ejemplo, algunos tenemos el pálpito de que sin mediar aquella desastrosa gestión España hubiera estado cerca de ganarlo. Lo que, para quienes peinamos ya menos canas que calva, certifica el enorme salto que supusieron los éxitos del cuatrienio mágico del 2008 al 2012. Hasta ese momento, España casi siempre era el pupas, unas veces por mala suerte, otras por los árbitros y las más por el desacierto puntual de nuestros otrora figuras domésticas. Como los perros del tío Alegría, con perdón, muy buenos persiguiendo piezas, pero cuando estaban a tiro levantaban la patita para mear.

La realidad es que España ya es una selección habitual en las fases finales, y sobrada de puntos, e incluso llega con la vitola de aspirante al título. No hace tanto se sufría para estar presentes. Que los jugadores que añoramos estaban entre los mejores del mundo en su puesto, si no eran los números uno, no debería ser óbice para tildar a los actuales de mediocres; no, no son ni una cosa ni la otra, pero es que tampoco hay en otras selecciones jugadores del nivel de aquellos españoles que marcaron una época en el fútbol mundial.  

Fabián, Kepa, Saúl, Rodri, Ceballos y compañía, y los veteranos que los vertebran, son jugadores de primerísimo nivel, y hay otros que también están o pueden estar a su altura tanto en las selecciones inferiores como en sus clubes. Y eso es un motivo para la esperanza. Los títulos nunca se ganan con los ya ganados, sino con el esfuerzo constante, la gestión eficaz y la inteligencia como herramientas básicas. Y el argumento fundamental es la calidad de nuestros futbolistas en el panorama internacional. Su titularidad en ligas y equipos extranjeros y en la Liga es la mejor muestra. Así como los éxitos de las selecciones españolas jóvenes.  Dejémonos de añoranzas y afrontemos el mañana ilusionados.  Eso sí, sin perder la visión crítica exigente que debemos a nuestro pasado ya legendario. Ese debería ser el camino y no el de rasgarnos las vestiduras porque unos fortachones arañaran un punto en su casa, en el tiempo de descuento y de penalti. En otro tiempo lo hubiéramos querido y celebrado tal empate, con la clasificación en el bolsillo por mantenernos invictos en cualquier fase de clasificación para lo que fuera.

La añoranza y sus nostalgias son inspiración de poetas, en lo bueno y bello, e ingredientes humanos depresivos en lo malo y hasta en lo trágico.  Y para la vida, solo sirven como referentes de dónde se viene para apuntar razonable y apasionadamente hacia dónde ir. Lo demás son regodeos en el dolor, vagancias ensimismadas y trasnochados complejos de superioridad.    


lunes, 30 de septiembre de 2019

DE CONJURAS, GATOS, GANSOS Y PARTOS BURREROS



Éramos pocos y parió la burra. Asegura Xavi Hernández que Qatar funciona mejor que España, y pone ejemplos: no es necesario cerrar las casas y dejan el coche aparcado hasta en marcha.

Vamos a ver, nene, teta o sopas. Eso ocurría aquí cuando la dictadura de Primo de Rivera, decía mi abuelo materno —primer taxista de Murcia, en los albores de los años veinte del siglo pasado, compitiendo con las galeras en Belluga—, considerando que lo de Franco era una broma al lado de aquello. Y con ejemplos parecidos sobre la seguridad pública española de entonces —de 1923 al 30—, me lo argumentaba por el respeto reinante a las autoridades y lo implacable de la justicia contra ladrones, maleantes, asesinos, etc. Así, junto al coche de punto que lucía el número uno en la puerta, recordaba cómo un juez militar ordenó que se fusilara primero al hijo de un general, que con otros secuaces habían asaltado sanguinariamente el tren correo andaluz, en respuesta a la petición paterno filial de clemencia de su compañero de armas. 

Como el exfutbolista se refiere en tan lamentable diatriba al asunto catalán, el régimen qatarí habría juzgado y condenado severamente —allí se aplica la Sharia a los ciudadanos musulmanes—, tanto a los descerebrados que han cogido ahora con explosivos como a quienes purgan en prisión preventiva su intento de proclamación de una república catalana en una monarquía parlamentaria como la española. 
Concluyendo, opinar o hacer algo que ofenda al emir soberano qatarí se considera delito criminal. Con su nivel salarial él sí vivirá mejor que aquí, como los muy ricos del diez por ciento de ciudadanos nativos qataríes, quienes gozan de prerrogativas y enormes discriminaciones favorables respecto al resto de la población —un noventa por ciento—, inmigrantes, generalmente al servicio de sus señores empleadores. ¿Imaginan cuál sería allí la respuesta de su absolutista emir a quien exigiera un referéndum sobre autodeterminación en cualquiera de sus pueblos, barrios, ciudades o arenales varios?  Seguramente, un afeitado al cero de cuello. Para resumir, Xavi, como Guardiola y otros ”primos” suyos, eran buenos con la pelota, pero en política, honestidad y vergüenza piensan diarréicos.

Volviendo al fútbol, los jugadores merengues se conjuraron tras lo de París para salvar la cabeza de Zidane, a quien respetan, advertidos por la ira de  Florentino; a Mourinho no lo quieren ni en pintura. Y les ha salido bien, demostrando que conservan valores para evitar ridículos. Contra Sevilla y Atlético los lucieron en dos partidos serios a domicilio. Diferente es que les lleguen para ganar algo esta temporada; cuestión harto complicada. La falta de gol es tan clamorosa como la lentitud y rígida cintura de Hazard.  Si el brillo de la guadaña ha surtido efecto, alabemos la estrategia presidencial. Aparte de que también demuestra que las crisis madridistas suelen ser relativas, dada su genética, como proclama el citado Xavi. ¡Qué bonico luce cuando habla de fútbol!

Además, Zidane tomó nota también y ha empezado a sacarle lustre a los suplentes y los alineó con acierto frente a Osasuna. La diferencia con su primera etapa es que entonces lo hacía fuera del Bernabéu, pero parecen todavía verdes. Ese es el camino de unos y otros: correr, meter la pierna y jugar como saben. Ahora solo falta que lleguen los goles decisivos. De momento, lo único claro es que, más que flores, Zidane tiene más vidas que un gato. 

Donde también hay conjura es por can Barça, con la diferencia de que allí sí mandan ellos con Messi de capo y Piqué de vocero. La advertencia del central a su directiva, deslizando que hay periodistas afines que escriben por boca de ganso lo que desde el club filtran interesadamente, suena a ultimátum. Mal asunto. Donde deben hablar es en el campo y ahí zigzaguean cuan culebras. Si Messi no recupere pronto su nivel será un año complicado, porque si sus esperanzas son el imberbe Ansu Fati, y que Suárez siga marcando fuera y Griezmann recupere enseguida su versión atlética, lo tienen chungo. Solo Ter Stegen y Lenglet, con destellos de De Jong y Arthur, mantienen el tipo. Pero necesitan a veinte enchufados y al mejor del mundo. Si no, apaga y vámonos al tenis con Piqué.

Y mate que no falte, porque lo del supuesto ganso Bosch en el Mundo Deportivo es más cierto que falso. En el Barça mandan los futbolistas, como Florentino Pérez en el Madrid y Simeone en el Atlético.
  

martes, 3 de septiembre de 2019

¡TORPEDORRR....! ZIDANE



Eso le hubiera dicho el genial Chiquito al técnico del Madrid tras sus “una o dos bombas”, en la que supongo irónica última rueda de prensa. Y es que, el carrusel de despropósitos del galo desde que volvió al Real anunciando cambios relevantes tuvo como colofón el inesperado anuncio de la marcha de Keylor, cuando hace pocos días también sentenciaba que el tricampeón de Europa continuaría de blanco. Y lo más sorprendente en esa última cita con los informadores fueron “los adornos en la cara” a la concurrencia, como también le hubiera dicho Juncal, en forma de divertidas sonrisas con lo que está cayendo.

Más allá de la comedida elegancia de Zidane, ese buen humor encierra una despedida casi subliminar para quienes no están en el ajo de su situación real. Sin embargo, para quienes sí lo saben, es un modo de adornarse en plan taurino. Anuncia que más allá del puesto poco más pueden quitarle. Ahora entenderán lo que dijimos hace poco sobre el sobrevuelo del fantasma de Mourinho.

En enero de 2018, enterado de las conversaciones del club con Löw para relevarle por su calamitosa marcha en la Liga y la inquietud generalizada en la planta noble con su gestión, tomó la decisión de marcharse a final de temporada, pasase lo que pasase, y se refugió en una piña con los jugadores veteranos de la plantilla. Aquello concluyó con las agónicas  eliminatorias superadas, hasta ganar la última Champión merengue en Kiev, y el desfonde general subrayado con la marcha del despechado Cristiano y la declaración huidiza de Bale queriendo presionar a su valedor.  Unos y otros habían entendido que la luenga mano del presidente era quien en realidad hacía y deshacía en el club.

Y ahora estamos casi en las mismas. La anunciada revolución de Zidane se ha ido quedando en nada porque Pérez va por un lado y él por otro. Pidió a Pogba sobre todas las cosas y su jefe esperaba que entendiera el nuevo rumbo que deseaba imprimir al club. Juventud, divino tesoro, anhelaba Pérez. Por eso no le perdona el ninguneo a Vinicius, a Rodrygo e incluso a Kubo. Y ya vemos cómo ha ido discurriendo todo. Son demasiados agravios. Zidane deshizo el fichaje de Kepa, no le ha dado bola al acuerdo con Eriksen, despreció a Llorente y Reguilón y no quiere oír hablar de Van de Beek ni de Fernandes sin Pogba en la plantilla.  Así que ya tenemos de nuevo a Zidane envuelto en la bandera de los Kroos, Modric y compañía, y sonriente ante lo que sabe inevitable. Con esos mimbres se va al hoyo, pero esta vez será la guadaña presidencial quien ponga las cosas en su sitio.

En el Madrid manda don Florentino y todo lo demás son ochos y nueves y cartas que no ligan. ‘El Moro’ olvidó que Pérez gusta emular al patriarca de los Ford — decía que sus clientes tendrían el color de coche que quisieran siempre que fuera el negro— al aceptar volver para salvarle la cara tras el fracaso con Lopetegui, el tiro fallido de Solari y la ristra de intentos vanos con hasta seis técnicos en la primavera tardía anterior.

Y por Can Barça no andan mejor las cosas. Valverde ha encontrado en el imberbe Ansu Fati su talismán —¡menudo jugadorazo tenían en la Masía!— a falta de poder hacer otra cosa que seguirle el aire a un Napoleoncito Bartomeu deseoso de retirarse a lo grande. Cogido entre dos fuegos, el presidencial y el de sus veteranos con Messi al frente, tiene que tragar con Rákitic en la grada porque en el club se lo han tachado y no por cosas del fútbol, como arguye, y barajar el desmorone anímico de jugadores que se han sabido moneda de cambio en el vodevil Neymar. Si el desbocado presidente no pensaba ir de verdad a por el carioca, habiendo apostado por Griezmann a despecho de Messi, lo increíble es que haya gestionado tan mal el asunto parisino. Ha hecho el ridículo mundialmente y ha quemado de paso las expectativas de unos jugadores que mal que bien deben sacarle las castañas del fuego. Messi desairado, Dembélé acongojado, Arthur y Umtiti desvalorizados, Rákitic en el limbo, Rafinha descolocado por su futuro y hasta Semedo sin saber por dónde vienen los tiros.

Se puede acertar o no, que es humano, pero tener al Madrid y Barça como casa de meretrices sin gobierno es de lesa ineptitud. Así están nuestros grandes.          

EL BLUFF NEYMAR



De engañabobos hacia arriba. El PSG para revalorizar a un jugador que alguna vez fue futbolista grande y se les ha quedado en cantamañanas. El Barça por tapar decepciones y runrunes catastrofistas, y para simular que atienden los deseos de Messi, que son órdenes porque es la verdadera autoridad, aun sabiendo que carecen de argumentos contantes para conseguir su fichaje. El Madrid por estrategia anticulé  y por antigua querencia florentiniana, y para marear a sus forofos y diluir su nefasta gestión deportiva, además de poner sordina a los ridículos con Pogba, Bale, James y hasta con un Keylor cansado de tanto desprecio. Y el propio brasileño para tapar sus risibles vergüenzas, aparte de añorar, como es lógico, a colegas y a un club que superan en mucho a lo que tiene en París. Pero salvo el propio jugador, ninguno de los otros actores va de verdad; todos juegan de farol usando a sus mosquitos trompeteros sabiendo la defectuosa mercancía que mercadean.

Al milloneti qatarí lo engañaron con la vieja estafa futbolera de que tirando de talonario se hace un equipo campeón, y ahora trata de ganar peso en el panorama europeo fichando futbolistas de menos nombre y más regularidad. Pero también sabe que si sonara la flauta con un Neymar revalorizado, los medianos que incorpore pueden hacerle subir el escalón que le falta, siempre que Mbappé y el cuentista carioca, si todavía puede, tiraran del carro. Y en el peor de los casos, diciembre puede abrir la puerta a recuperar su ruinosa inversión si a Barça o Madrid se les nublara el horizonte avanzado el otoño.  Entonces irían con lo que tienen y no tienen a conseguir lo que antes de septiembre no cuajaron. De momento, con su aparente desinterés vendedor, ha conseguido relanzar a un futbolista en entredicho.

El Barça ha empezado la temporada con demasiadas dudas para un campeón de liga, y de ocho ligas de once, manteniendo la base del éxito con buenos refuerzos, aunque tengan un año más y sus máximas figuras anden renqueantes por inoportunas lesiones. Messi, como ejemplo paradigmático, además, tiene cautivo a Bartomeu y quiere imponerse en cuestiones que no son de su incumbencia: ningunear a Griezmann y exigir a su cuate Neymar por aquello de ganar otra Champions antes de su ocaso; su oscura obsesión. Es absurdo pensar que con el díscolo brasileño no hubiera ocurrido lo de Roma y Liverpool.

Florentino Pérez sabe que está ante una temporada crucial para su reinado absolutista, y aunque en Balaidos arrancó el motor, que bien pudo griparse antes de los sorpresivos buenos minutos del equipo tras quedarse con diez — ante el Valladolid tomaron tierra—, trata de cebar la bomba de la ilusión de sus fieles con Neymar, aun siendo consciente del peligro que supondría en un vestuario a punto de ebullición porque el equipo no da para más y donde falta harina todo es mohína. Haría bien, a falta de goleadores contrastados –su gran déficit en dieciséis años fichando– y a pesar de la negativa del tozudo Zidane, en fichar a un par de centrocampistas de tanta clase como brega que aporten piernas, pulmones, hambre y goles. Van de Beek y el portugués Fernandes podrían serlo porque aseguran individualmente quince dianas por año. Eso sí, habría que encajarlos en un once sujeto a una nomenclatura de galones que arrastra años, lentitud y desgana por igual. Kroos, Modric e Isco no son los interiores que pueden guiar a los blancos a reverdecer laureles europeos y recuperar presencia determinante en liga.

Mientras, sigue sonando la canción Neymar del verano. Un bluff en toda regla porque, además, nadie asegura que su pie cristalino esté para los cincuenta partidos que debería afrontar a todo tren en dos equipos como el Barça y el Madrid obligados a ganarlo todo.

Sería un gran futbolista estando en plenitud física y anímica, pero tiene demasiadas caparras adheridas. Unas externas, su entorno, y otras propias: su disoluta psiquis, una deslealtad recurrente y unas piernas con tantas debilidades como cualidades. Si a todo ello le unimos que su costo en España, fichaje aparte, sería de setenta millones de euros por temporada, acabaremos el retrato del bluff que titulamos, por mucho dinero que pudiera generar en publicidad y similares.

Neymar no va a salir del PSG ahora, pero nadie le quitará ya su estrellato veraniego de 2019. Y cuando suceda, que lamentablemente sucederá, la prensa deportiva se frotará las manos con titulares escandalosos a mansalva.        
 

NAPOLEONCITO BARTOMEU



Debe ser que los sitiales de los grandes enloquecen a sus inquilinos. El del Barça ha continuado la escapada hacia adelante que inició cuando la tocata y fuga de su niña bonita y la de Rosell, Neymar, hace dos años. Y, además, corre con más descaro que vergüenza como demuestra el vodevil de Griezmann y la ópera bufa del carioca.

Hace poco compartí mesa y larga conversación con tres mitos culés: Asensi, Rexach y Marcial, y coincidieron en que el Barcelona no debería fichar ni al francés ni el brasileño por dignidad. Respecto al díscolo brasileiro, por su huida a traición con querellas por medio, y referente al gabacho por la chufla del pasado año. Pero ninguna de esas ignominias parecen desarbolar la megalomanía del presidente, ahora ya también vicepresidente deportivo; reiterado hombre orquesta empeñado en dejar rastro napoleónico cuando deje el cargo, tal cual su homónimo blanco; la egolatría también es contagiosa.

Otro culé ilustre como Minguella desgranaba razones por las que tampoco veía ni a Giezmann ni a Neymar de blaugranas. Coincidía con los exfutbolistas en la cuestión ética, y añadía en lo futbolístico que si arriba se juntaban con Messi y Suárez, porque si los fichan es para jugar, quién ayudaría a Busquets y a De Jong —gran fichaje—, que serán fijos en el esquema de Valverde, a sostener el medio campo barcelonista. Y eso sin contar con Dembélé ni Coutinho, todavía jugadores del Barça y que costaron lo indecible hace dos años para tapar el hueco del brasileño. Un desbarajuste deportivo porque más que entrenador, Bartomeu necesitará un domador de fieras en el vestuario. Un despilfarro económico difícil de barajar y justificar, salvo que el mandamás culé estuviera previendo el retiro de Messi. Pero no es así. Está malgastando el dinero ajeno a mayor gloria personal, como en el baloncesto, y no en ese futuro cierto.

El Barça sigue rumiando su Waterloo europeo en Liverpool, que reabrió las heridas de Roma. El propio discurso de Messi antes del Gamper lo demuestra, empecinado en repetir brindis al sol.  Y en sus sueños húmedos, como ansiolítico y botafumeiro ególatra, Bartomeu pensará que llegó a presidir la institución deportiva más importante de Cataluña —para sus adentros reconocerá que por accidente, con los ojos haciéndole pompitas—, y que vista la ruina europea debe labrarse un pedestal a la altura de Kubala y Cruyff, cueste lo que cueste”.

Al desahogado Laporta, el mejor presidente culé en lo deportivo pese a su insufrible ramplonería, le sucedió el exculpado Rosell, pagano de platos rotos propios y ajenos, y a este desgraciado gerifalte le sustituyó el grisáceo Bartomeu, una mezcla de probo segundón, infiel colega y avispado botiguero de escrúpulos justitos.  Un aspirante a emperador catalanoide que dejará al Barça en los “cuernesicos pelaos”, que diría mi amigo Domingo, restaurador del Miramar de Cabo Palos.

En lo puramente futbolístico, Griezmann es un magnífico fichaje por calidad, rapidez, juego y goles, pero se adivinan problemas porque no es del agrado del capo Messi, entregado a la causa del bufón Neymar porque aceptó su jerarquía sin rechistar. Ahora veríamos.  El problema del presidente culé sería poner al argentino en su sitio, que es en el campo, pero para eso hacen falta más agallas que derroches. Y lo tendría fácil, aprovechando que le quedan cuatro siestas por estatutos, ya que no puede enarbolar más entorchados que los últimos años buenos del argentino para ganar Ligas, que no Champions. Ahí debería estar su fuerza, emulando cuando llegara el momento, eso sí, al mejor presidente merengue de la historia, Bernabéu, quien retiró a Di Stéfano cuando ya no era el mismo en Europa, ofreciéndole el club como su casa.

Si entre Pérez y Bernabéu elige al primero — al de aquella su primera etapa que acabó en Mallorca— transluce que no da para más. Una pena, porque en lugar de celebrar a lo grande sus ocho ligas de once, como debiera, huye hacia la zanahoria de la próxima Champions, que tiene cada vez más lejos porque Messi solo hay uno y cada día juega más andando. 

ÚLTIMA HORA BLANCA

Me apuntan que Zidane, encabritado por lo de Pogbá, medita desertar. Y que Pérez, taimado previsor, tiene un acuerdo en la sombra con quien todos adivinan. Mientras, baraja lo de Neymar como golpe espectacular por mucha bomba que fuera en el vestuario, aunque intentará lo de Van de Beek y, o, Eriksen, para contentar “al Moro” mientras dure. 

Demasiado peligro en lontananza.

COMANDANTES SIMEONE, MONCHI Y ALEMANY



Cada uno desde su versión, estos tres hombres manejan con acierto sus desempeños. El técnico atlético reinventando año tras año su equipo por la peculiaridad de un equipo que no acaba de encontrar su lugar entre los muy grandes, seguramente más por mal fario y tradición que por desméritos. El director deportivo sevillista rehaciendo plantillas en sentido tan amplio como rentable en un club cuya afición confía ciegamente en él; estatus ganado a pulso. Y el director general, ahora valencianista, imponiendo su criterio futbolístico a directivos paniaguados e inversores de fortuna.
 
El Atlético pinta bien, más allá del repaso que le dio al Madrid en pretemporada, que es más cierto incluir esta etapa preparatoria en tal categoría que en trofeos con menos sentido que importancia. Otra cosa serán los primeros resultados, pero tiene mucho mérito reconstruir esperanzadoramente la columna vertebral que ha sido santo y seña de los colchoneros varias temporadas seguidas exitosas. Imaginemos que al Madrid o al Barça, o a cualquiera de los grandes de Europa, se les hubieran ido de golpe cinco de sus once jugadores básicos.

 El Madrid aún llora la falta de Cristiano y el Barça anda gastando dinerales sin tino para suplir la de Neymar. Sería tal el desaguisado, si se les hubieran ido cuatro más, que tardarían años en volver a su nivel anterior. Sin embargo, parece que los jugadores que han llegado al Atlético este verano suplen con suficiencia a los perdidos; ya veremos en el liderazgo. Eso es buena gestión deportiva, con criterio, trabajo y oportunidad, con Simeone de primera estrella.  Quizás la diferencia sea que por el Metropolitano hay gestores futbolísticos con responsabilidad y mando, con un presidente en la sombra que aprendió de los desmanes paternos y lleva las riendas con discreción y firmeza, Miguel Ángel Gil Marín, mientras que por el Bernabéu y el Nou Camp cabalgan desbocados otros corceles que responden a motivaciones extradeportivas, además de jugar con dinero ajeno. Uno de los principios de un manual de gestión empresarial de éxito: En busca de la excelencia, era aquello tan viejo de zapatero a tus zapatos. Traducido al fútbol, sería que los hombres del fútbol al fútbol y los dirigentes a la representación, a la estrategia y decisiones institucionales y a las finanzas.

Otro tanto podríamos decir de Monchi y el Sevilla. Ningún club español ha ganado más dinero con sus fichajes que los de Nervión. Ni del mundo. Esto es, fichar jugadores baratos, hacerles jugar y venderlos ventajosamente, a veces como de lotería gorda, manteniendo el nivel competitivo de sus mejores años. Lo difícil sería entender cómo el ex portero gaditano sevillista no está ya en un grande español con mando en plaza, si no fuera por lo dicho anteriormente sobre los estrafalarios corceles que campan por sus despachos. A su lado no cabría un personaje como Monchi que exige responsabilidad y atribuciones plenas. Y ha terminado mal por celos ajenos con otro tipo que deseaba emular a los mandamases culé y blanco. Del Nido, su primer presidente en el Sevilla, también tenía ínfulas de emperador, pero acabó como acabó por excesiva ambición sin la suficiente economía detrás, siendo brillante en su profesión jurídica originaria y en su presidencia sevillista; dejémoslo ahí.

Y llegamos al Valencia de Peter Lim y Alemany —al presidente de turno no lo conoce nadie—.  El asiático tuvo el acierto de confiar al mallorquín el mando deportivo del club y no le ha ido mal. Confeccionar plantillas como la de estos dos años y confiar plenamente en Marcelino tuvo el colofón de clasificarse para Champions y ganar la Copa del Rey. Ya quisieran repetir cada temporada. Pero como ocurre cuando median mediocres entre el dueño y el gestor, quieren ser grandes y se alzan sobre peanas falsas para descollar ante los que de verdad son alguien. Alzas que demasiadas veces se nutren de insidias, celos, y maledicencias en el oído del amo para medrar, y acaban por distorsionar la realidad hasta hacerla irrespirable. Veremos lo que dura la paz a las orillas del Turia, pero mientras confíen en Alemany el club tiene una oportunidad para asentarse definitivamente en el lugar que le corresponde: uno de los cinco o seis grandes de España. Haber sido cocinero antes que fraile en el Mallorca, con gestiones ejecutiva y presidencial más que buenas, le ha servido para conocer la aguja de marear futbolera.

Aparte de la suerte, que también juega, cada mochuelo a su olivo.
        


lunes, 5 de agosto de 2019

VUELTA LA BURRA AL TRIGO




Florentino Pérez, un lince para los negocios, donde se precisa reflexión, audacia y mesura, encarna paradójicamente en fútbol el principio de Peter: ascender sin pausa hasta alcanzar la máxima incompetencia. Ya tiene otra vez al Madrid plagado de medias puntas y solo dos delanteros puros. Jovic, un joven con todo por demostrar en un grande y Mariano, a quien no le da bola Zidane.

Sigue sin apreciar sus dos inmensos golpes de fortuna en su segunda etapa. El primero fue encontrarse a Cristiano camino del Real Madrid por empeño de Ramón Calderón, cuando traía bajo el brazo a Kaká, y el segundo el gol de Ramos en el noventa y tantos de aquella célebre final de Champions lisboeta. Al delantero no lo devolvió al Manchester por consejo de Valdano —¡cuántas carencias y disparates han tapado sus goles!— y el cabezazo del central deshizo las maletas preparadas para una segunda huida por otro desastre deportivo. Ningún media punta le ha resuelto  nada salvo Zidane, pero de entrenador. Tuvo el gran acierto de darle el timón para barajar los egos del vestuario blanco tras Benítez, que es justo reconocérselo, pero ahora se le ha torcido por manejar el gabacho nostalgias en lugar del bisturí esperado tras su vuelta con mando en plaza.

Los jugadores que lo encumbraron están también de vuelta, pero hacia destinos dorados.  Kroos, Marcelo y Modric, que individualmente y rodeados de gente con hambre, pulmones y piernas aún tendrían años buenos, en bloque hubieran tenido un buen final en China o en EEUU. Ramos está ya en otras cosas, Isco es sin remedio el trotón del malo y Varane, física y anímicamente es de cristal. De los otros, Rodrigo debe echar cuerpo para lidiar en Europa, Vinicius es bueno en el desborde por la izquierda, pero nulo ante el gol y previsible por la derecha, Brahim sigue siendo un becario, Valverde es un correcaminos talentoso sin ubicación clara y a Hazard, el único titular fichado, le sobra alguna arroba. Solo el nipón Kubo asoma destellos de figura, pero habría que apostar por él dándole diez partidos seguidos y no los últimos diez minutos, tapado, por muchas trabas que haya con su pasaporte.

Así, esperando que Casemiro ponga orden delante de la defensa, un coladero si no está él y en forma, el Madrid no es fiable porque ningún otro medio defiende. Mientras, Florentino ha largado a Llorente y anda acechando a Pogba, más por deseo de Zidane que por convicción. Quizás piense, como muchos, que el francés traería al Real más jaquecas que alegrías.

El segundo problema se llama gol. Y es difícil entender que un tipo inteligente como Pérez no haya ido de verdad a por un par de delanteros  con potencial para veinticinco goles por temporada. ¿Qué no los hay? Apunten: Kane, Aubameyang, Icardi, Lewandowski, Piatek, Cavani, y hasta los nacionales Aspas y Rodrigo con los compañeros que tendrían de blanco. ¿Que no son exuberantes en su juego o vendedores de camisetas, como le gustan al amo del Madrid, ni jóvenes, que es su última doctrina? ¿Y qué, si marcan goles con regularidad? Cualquiera de ellos es más fiable en esa faceta que Benzema, por muy buen jugador que sea y su viejo capricho, y mucho más si hubieran tenido en el Madrid la infinita confianza que le han dado durante sus diez años de blanco. Pero no le pidamos peras al olmo. A Pérez no le gustan los delanteros centro natos, por eso largó a Morata y solo ha fichado a Jovic  ahora y a Ronaldo Nazario en su primera etapa, y más por márketing que por su indiscutible fútbol.

El tercer punto débil es la transición por esa abundancia de medias puntas, generalmente pausados, y la carencia de centrocampistas rápidos y polivalentes de largo recorrido que lucieron los semifinalistas de la última Champions. ¿Tan difícil era pescar en el Ajax, Tottenham o Liverpool? Tardía y afortunadamente aparece Van de Beek, pero una golondrina no hace verano. 

Así que ya tenemos al jumento de vuelta al trigo. Mal asunto. La duda merengona es si Zidane se comerá el turrón. Y lo peor es que el baranda lleva su suerte aparejada a él. ¿Se imaginan a Mourinho de vuelta en el Bernabéu? ¡Espantoso!, pero camino de ese último conejo florentiniano vamos.

¿Cuándo se convencerá este narciso que como empresario es bueno, y hasta como mero presidente, pero que como director deportivo es más dañino que el baladre?       

martes, 11 de junio de 2019

TRAMPANTOJOS Y ÉPICA



Paseando Toledo, un guía explicaba lo que era un trampantojo; esas  fachadas pintadas que simulaban las añejas nobles en edificios de la antigua ciudad imperial. La épica sería hacer realidad cuanto suponen. Y así, entre trampantojos y épicas, andan ilustres como el Madrid o Barça y hasta modestos como el Murcia y el Cartagena.

Mijatovic dijo acertadamente que los merengues están fichando suplentes. Y se puede añadir que serían suplentes de suplentes, porque de los treinta y seis jugadores en plantilla, sumando a los que están los que vuelven y los fichados, solo siete u ocho podrían considerarse titulares y no todos a tiempo completo. Courtois o Keylor, Carvajal y Varane —si las lesiones los respetan—, tres cuartos de Benzema y Casemiro —si se mantienen finos—, media parte de Ramos y Kroos y una cuarta de Modric. Todos los demás apenas llegan a complementos o reservas aceptables. No veo a Bale o Isco, por citar significados, titulares ni suplentes ejemplares.  Y solo Hazard y a medias Jovic  son fichajes titulares. Otra cosa es que aclararan, lo que sería loable, que el objetivo es acometer e inaugurar el renovado estadio y que la afición debe armarse de paciencia hasta que cuajen y maduren los Vinicius, Asensio, Rodrygo, Brahim y compañía para configurar un equipo campeón. El brasileño ilusionante está para cederlo a un primera hasta que logre enchufar, al menos, una de cada tres ocasiones de gol. Al balear se le puede pasar el amor blanco de tanto usarlo, el otro carioca es una incógnita razonable y el malagueño no está, de momento, para sentar plaza. Finalmente, el Castilla actual es un páramo baldío y los que vuelven de otros equipos no superan el nivel de los que ya están. Así que solo con vestirlos de blanco  luciendo el glorioso escudo merengue, la mayoría de tales golondrinos no harán verano. Serían solo trampantojos de lo que alguna vez representó, como Toledo, una realidad grandiosa. Ojalá hubiera paciencia con la ilusionante apuesta por la juventud, pero eso sería una épica que hoy se antoja lejana por el Bernabéu.  Lo real es que al Madrid hay que llegar aprendido, así que deben apostar fuerte y traer cuatro o cinco titulares para completar un equipo de garantías, si no, es posible que para Navidad ande de nuevo Pérez buscando entrenador; el turrón está caro por la Castellana. Hace bien Zidane en pedir realidades en lugar de conformarse con apariencias.

Y el Barça, aun desde una perspectiva muy diferente, también visualiza  trampantojos. En su caso se trata de ir preparando el relevo al equipo que en los últimos años ha triunfado en torno a Messi. Abandonado el estilo cruyffista de la Masía, el recién confirmado Valverde lo tiene tan crudo como Zidane. Sin peloteros al relevo de Xavi e Iniesta, solo Busquets, el deslumbrante De Jong y en menor medida Sergi Roberto y Aleñá pueden reinventar el antaño glorioso, pero sin base detrás y con el orgullo herido de los últimos años serán solo los últimos mohicanos de una idea que hizo grandes a los culés. Temo que volveremos al viejo Barça; el de los nombres rimbombantes y exorbitados fichajes que solo comían migajas. Tan penoso como natural porque una excepcionalidad como la de Messi siempre deja herencias magras, con la salvedad del Barça de Guardiola tras el de Rijkaard y Ronaldinho, que fue la gran épica blaugrana.

PANORAMA REGIONAL

El Cartagena busca superar traumas con el ascenso que tanto merece. Tienen oportunidad, técnicos, jugadores, directivos y afición de sobra. El asunto está en que el equipo corra y juegue en Ponferrada con cabeza y pierna dura como ante los bisoños madridistas en la vuelta. En las dos idas fueron trampantojos jugando de mentira.  
  
Y llegamos al nuevo Murcia que los actuales dirigentes desean. Ver a  Pepe Vidaña, el gran capitán, y al exitoso técnico Vicente Carlos Campillo presentando apuestas locales es ilusionante, pero hay un riesgo extremo: el de ahogar esa hermosa esperanza arrastrados por el tsunami de una deuda asfixiante. Sería imperdonable. Lo ideal hubiera sido empezar de cero con gente de aquí e instalaciones deportivas adecuadas para apostar sin complejos y con paciencia por la prolífica cantera murciana. La valentía de explicar al murcianismo que sería la mejor salida para el equipo soñado hubiera sido una épica real. Esperemos que la heroicidad de intentarlo con tanto lastre no sea un engañoso trampantojo. Podría ser el último.

Suerte a todos, de todo corazón.       

martes, 28 de mayo de 2019

MESSI, SIMEONE Y FLORENTINO, Y DON MARCELINO



Ganar la Liga con Messi sabe a poco en Barcelona; la rutina del éxito aburre y ciega a los desmemoriados. El fracaso, más que de temporada es de soberbia desmedida porque los dobletes y tripletes forman parte inusual de su esencia reciente. Aunque se cuente con el mejor del mundo, tales multiéxitos nunca fueron normales. Antes, tres dobletes del Madrid de Di Stéfano, dos del Barça de Kubala y uno del Atletic de Clemente, aparte de otros tres en las catacumbas del fútbol español, y pare usted de contar. Es el momento de caer del burro y pensar que lo conseguido por Guardiola fue un hito tan difícil de igualar como repetir las gestas menores de Luis Enrique y del propio Valverde el año pasado. Un poco de humildad sería mano de santo.

Con efectos parecidos, los atléticos viven solo un estado insatisfecho de ambición por su reconocida capacidad de sufrimiento, con el agravante de que ha hecho mella en un vestuario del autor Simeone y paradójicamente ahora huyen del invento en busca de no se sabe bien qué. Años de ilusión reivindicando el lugar que le corresponde en el panorama nacional y europeo han aparejado un vacío en forma de escasez de títulos en el ánimo colchonero, que curiosamente se corresponde con su historia; por algo es el Pupas. Es probable que ni Godín ni Filipe ni el mismo Griezmann lleguen más lejos en ningún club, por mucho que el francés haya sido campeón del mundo con su selección. A estos les recomendaría agradecimiento de bien nacidos.

El Madrid de Florentino hoya la fosa abismal de un fracaso multiorgánico por desastres nacionales junto a sus recientísimos éxitos europeos. Pero han de pensar que las cuatro Champions en cinco años son títulos de autor, o autores, si sumamos a los reiterados goles de Cristiano el de Ramos al Atleti en Lisboa. Esos triunfos no fueron producto del buen juego colectivo ni de una planificación acertada de sus plantillas, bases de un campeonato de regularidad como la liga, aunque uno o dos jugadores tampoco basten.  A los merengues, realismo, inteligencia y sosiego.

Y llegamos al Valencia de Marcelino, que ya es don para la afición che, en una temporada donde pidieron su cabeza en la primera vuelta. Así es el fútbol. Y quizás lo viva pronto el nervudo asturiano en un equipo que para su gloria también es de autor. En estos equipos, como el Betis o el Sevilla, la importancia momentánea estelar de algunos jugadores quita y pone dones. El temporadón de Parejo y Rodrigo en el Valencia se contrapone con el también canterano madridista Jesé en el Betis, que si llega a enchufar la mitad de goles cantados que tuvo en sus últimos partidos, Setién sería igualmente don Quique en el Villamarín. Una lástima, porque el cántabro hace jugar más que bien a sus jugadores. En las Palmas y en Sevilla se recordará mucho tiempo el fútbol sedoso de sus equipos. Marcelino y Setién tienen visiones distintas del juego, ambas muy válidas, pero en clubes de segundo nivel dependen demasiado de la casuística de sus pocas cuasi estrellas. Parejo y Rodrigo representan el éxito de un técnico, como lo podían haber sido Canales y Lo Celso en un Betis donde  Jesé rubrica el fracaso de otro. Y como consecuencia, los dos primeros son ahora mismo de lo mejor del fútbol español, los interiores verdiblancos estarán poniendo velas a sus devociones por un nuevo técnico que los entienda y el canario vuelve al PSG peor que salió. Este deporte, como la vida de los entrenadores, es así de azaroso.

Por tanto, a los tenores longevos de los tres grandes: Messi, Florentino y Simeone, se une ahora un barítono que quizás sea tan efímero como histórico en el cuarto equipo español. Aquellos, desde el césped, el despacho y el banquillo son los emblemas del presente siglo de sus clubes, pero a orillas del Turia reina una añeja e irascible afición —su emblema— que devora desmedidamente entrenadores. Cooper, Benítez, Ranieri y Emery, por citar recientes, como antaño también Di Stéfano, deberían ser espejos para Don Marcelino, que puede pasar a villano en meses. Su recuerdo debería susurrarle aquello de “sic transit gloria mundi” que tan oportunamente le decía el esclavo al emperador de turno en la vieja Roma mientras le sujetaba el laurel por detrás en su victoriosa cuádriga.

La gloria es apenas un suspiro en clubes acomplejados de superioridad.               

miércoles, 22 de mayo de 2019

MUSTIA EL ALMA, AÑOS DE GARBILLO



Así están nuestros tres grandes, con sus diferentes penas y calvarios. El Barcelona por un frustrante complejo tras ocho ligas en once años, producto depresivo de los recientes éxitos europeos del Real; el Madrid por un año ruinoso vía desvaríos presidenciales tras la marcha de su laureado técnico y del máximo goleador histórico blanco, con origen en la soberbia irremediable de Pérez;  y el Atleti abocado a una desconcertante desbandada tras otra temporada en barbecho, con el mayor presupuesto de su historia.  Sus aficiones anidan resabios, sus gerifaltes cavilan remedios de botica cuando no de brujería, y Valverde, Zidane y Simeone se aculan en sillas carcomidas. El garbillo luce brillos de torvas navajas de luna.

El Barça olvidó su identidad para jugar a rebufo de su  máxima estrella. Guardiola intuyó lo inevitable, tras crear un afortunadísimo monstruo con el prometedor Messi y hacer el mejor equipo de la historia culé, y cogió el olivo rebosante de títulos y records. Luis Enrique se adaptó a las exigencias ‘messiánicas’ tras unos inicios convulsos desde su idea de dirigir al antaño Barça coral. Y Valverde aterrizó para administrar el equipo a las órdenes del mejor del mundo, olvidada ya la Masía y el rutilante estilo ‘cruyffista’. Ahora toca barajar de nuevo. Llegarán De Jong, Griezmann y otros para hacerle el juego más cómodo a don Lionel —¡qué gran gesto de dignidad personalísima tras recoger un galardón en la Generalidad!— y se irán unos cuantos con el infortunado Coutinho a la cabeza. E incluso ejemplarizarán en Busquets la última patada a la hermosa idea de fútbol que los encumbró y quedarán leñadores tipo Vidal para que no reconozca al Barça ni la madre que lo parió, que diría  Guerra. Lo peor será cuando pasen las cuatro siestas del astro, por ley de vida, y haya que refundar al equipo desde la oscuridad. Entonces precisarán un presidente y un técnico con madera de líderes que aún no se atisban. Y no falta mucho para tan inhóspita travesía.

Así navega ahora el Madrid las aguas huérfanas de goles del mismo jugador nueve años seguidos, al margen del caracolillo que acumulan en su añoso casco la otra media docena de futbolistas básicos en el último quinquenio triunfal; demasiada rémora. Zidane debe reinventar un equipo gastado y no parece un buen principio prescindir de Keylor, siempre una garantía de titular o suplente, para colocar a su hijo; otra explicación no tiene tamaño dislate. Podrán venir Rodrygo, Militao, Hazard, Jovic y Mendy, pero la sala de máquinas con Modric y Kroos dando sus últimas boqueás y Casemiro al límite de su progresión, necesita una renovación tan drástica como urgente. Haría falta bastante más que el controvertido Pogba.

Y el Atlético, que también está garbillando, tiene en Simeone su punto fuerte y débil a la vez. Mientras siga habrá esperanza, pero si se marchara también, Gil y Cerezo tendrán que espabilarse. Un técnico tan carismático para los colchoneros tampoco se inventa de hoy a mañana. Tal vez solo un Klopp podría renovar ilusiones porque así lo ha hecho en otro histórico como el Liverpool con jugadores de segundo nivel. Esa es la realidad atlética revalorizada por Simeone, con la consecuencia de vender más y más caro que nunca. Por eso, el multimillonario costo de su nómina es barato. Entrenadores como él, Klopp o Guardiola, a la larga son los verdaderamente rentables.

EL GARBILLO MURCIANO

Aquí, más que rentabilidades garbillamos esturreos y ruina. Y no solo por la impagable deuda que arrastra el Murcia —más bola con cadena y argolla al pie de penado perpetuo que globo, querido Campillo, don Carlos—, sino porque como no sabemos adónde vamos, todos los caminos nos llevan allí.

Herrero, que hizo un papelón, no servía. Cordero, que puso bases para trabajar la cantera, tampoco. Y Algar, con el inmenso acierto de jugar con los de casa y juveniles, también anda enfilado.

¿Camacho, dice usted, para manejar el presupuesto de seiscientos mil euros que sugieren algunos? ¡Qué disparate!, que diría Morga.

Empecemos por la punta con rumbo realista y después pongamos nombres. Y antes de nada, sepamos quién manda aquí y para qué. Anunciar una asamblea para sumarse a pedir responsabilidades a presuntos mangantes, más que orden denota desconcierto, o algo peor. ¿Con su indudable mérito, por qué no se aclaran? Seguramente, porque donde conspiran tantos como opinan, nadie gobierna.

¿Y por cierto, imaginan a Aquino en el Cartagena? Tendría guasa lo del nene.  
           

lunes, 13 de mayo de 2019

LA IMPRESIBILIDAD ES SU GRANDEZA



De fútbol no entiende nadie porque nunca puede asegurarse nada. Si no, hacer quinielas sería como ir a la oficina. Y su grandeza nos ha chorreado a la mayoría en esta Champions. Y no solo por ser, como juego, imprevisible.

El gol es de las pocas certezas porque mide exactamente la diferencia entre equipos y es el fielato del triunfo y la derrota. Otra es que el coraje puede sustituir con éxito a la táctica, a la estrategia, a los nombres y hasta a la calidad misma. Y la velocidad, que es básica porque se trata de llegar al balón antes que el contrario.

El Liverpool de Klopp, sin sus figuras, barrió de Anfield al Barça de Messi tras un infructuoso baño de juego una semana antes en Barcelona. Y la remontada fue tan sorpresiva que el propio técnico alemán confesó que no se explicaba cómo lo habían hecho sus jugadores. Sin Salah ni Firminho, Origi, por ejemplo, quien apenas ha jugado esta temporada, se marcó un partidazo con dos goles añadidos. El cuarto de su equipo en un sorprendente saque de esquina, explica por qué el fútbol también es de pillos.

Punto y aparte para Messi. Hace dos semanas dijimos que esta Champions podía refrendar su gloria o sería el inicio del declive, como Cristiano había empezado el suyo. La pasada pronosticábamos su sexto balón de oro, y el fútbol ha puesto las cosas en su sitio tan imprevisible como grandiosamente. Además, reconozco otro error de apreciación. Ensalcé que el Ajax y el Barça representaban las dos escuelas de Cruyff, pero así como los holandeses sí lo representan, los culés no juegan a lo mismo desde que todo gira en torno al argentino sin el abrumador dominio del balón por bandera. Los de Valverde, aguardando solo la genialidad de su líder, fueron incapaces de controlar con posesión ni a las figuras ni a los entusiastas de Liverpool en dos partidos apasionantes. Pero Messi, aun con los lamentables pesares del ridículo mundial por dos escandalosas semifinales seguidas perdidas, sigue siendo un futbolista incomparable. En Barcelona fue el mejor de su desvaído equipo y en Liverpool el único que amenazó. Y llegamos a la suerte, otro imprevisible factor diferencial. El Barça, con su escaso impulso, también es cierto, pudo marcar fácilmente varios goles antes de ser goleado. Con uno de ellos, hablaríamos de otra cosa.

Como le ocurrió al Ajax. Los escasos centímetros que llevaron el remate de Ziyech al palo en lugar de a la red determinaron su derrota. La suerte que precisa todo campeón, esta vez estuvo del lado justo de la balanza. Los ingleses la merecieron en una segunda parte donde la aparición del imán Llorente y el retraso de Erikson al medio centro, aciertos indiscutibles de un meritísimo Pochettino sin Kane, también debería enseñarse en las escuelas de fútbol, aparte del tripletazo con la zurda del diestro Moura.  

La última lección es que el fútbol es un juego de plantilla y equipo. Los gloriosos finalistas jugaron con suplentes por tener indisponibles a sus titulares. A partir de ahora, cualquier técnico que justifique así una derrota quedará en mala evidencia. Klopp y Pochettino lo demostraron.

Así ha quedado Marcelino en Valencia, excusándose en otra media falacia, el dinero, para justificar su impotencia ante el Arsenal de Emery. Ayuda, pero no es suficiente. Les pasaron por encima aquí por calidad, pero sumándole velocidad, coraje y cabeza. El fútbol inglés nos ha destronado en Europa.

LA CALOR MURCIANA

Los calores anticipados nos han  hecho perder la cabeza. Así se explica el  plante contra los jugadores del Murcia por parte de su entorno consejero y peñista. Con todos mis respetos ante el murcianismo en acción, que lo merece, pregunto: ¿tienen la culpa de la nefasta gestión deportiva de directivos pasados o actuales, algunos de los cuales reconocieron el previsible desastre que se avecinaba —¡daba igual quedar décimos!— prescindiendo por caros de los que mejor estaban? ¿Se habían fichado  ellos o puestos los sueldos? ¿Es lo que merecen tras luchar bien hasta diciembre sin cobrar desde agosto, y ahora todavía mal jugando con nóminas atrasadas?  ¿Ustedes trabajarían entusiastamente sin cobrar?

Quienes no metan la pierna, censura, pero a quienes hacen lo que pueden en tan difíciles circunstancias, al menos, respeto.Acabemos la temporada dignamente, y después, cabeza. Y en todo. Que desgraciadamente, las bandas se caracterizan por ser un batiburrillo sin mando. ¿Quién maneja el timón en el Murcia? Empecemos por ahí.
 

jueves, 25 de abril de 2019

UNA CHAMPIONS JUSTICIERA



Salvo en Manchester, donde el VAR trabajó entre dudas, en el resto de partidos se impuso claramente el mejor.

El Barça mostró al United que le queda mucho camino también para competir con garantías en Europa, el Liverpool hizo lo propio con el Oporto de Casillas con un repaso severo y, sobre todo, el Ajax enamoró con ese fútbol total que tanto recuerda al de Cruyff. La Juve fue un equipo agarrotado, en el que solo Cristiano goleando y Allegri  reconociendo la superioridad de los jovencísimos holandeses estuvieron a la altura.

En unos cuartos con sabor español, el City de Guardiola hizo la machada de remontar doblemente, aunque se ahogó en el suspiro final. Primero el partido, que se le puso cuesta arriba dos veces por errores del central Laporte, fichado millonariamente por empeño del técnico, y después la eliminatoria, con Sterling certerísimo y De Bruyne magnífico. Pero el Tottenham de Pochettino, un técnico que no necesita fichajes escandalosos para armar equipos aguerridos con personalidad y buen juego, supo mantener la fe hasta el agónico y discutible gol del renacido Llorente. Los azulinos de Manchester comprobaron cómo la inmadurez en momentos clave es decisiva en Champions.

En Barcelona, Messi lució sus lujos futboleros para demostrar que los manifiestos deseos de ganar la Champions no fueron brindis huecos. Lo aseguró claramente, y como don Juan en el Tenorio, cumplió como el galán irremediable que es.  Ya es reiterativo decir que nunca he visto a nadie así, pero a fuer de perseverante y grandioso el argentino tiene a todos de acuerdo. Son quince años insistiendo en la maravilla de hacer fácil lo difícil, y lo que es más espectacular, hasta bello. Pocos pueden presumir de artistas del fútbol y del balón, porque Messi, más que jugar, emociona con el arte que despliega entre tantos futbolistas de nivel. Se le pone el reparo de no rendir igual en su selección, pero ha tenido la suerte de coincidir en el Barça con futbolistas como Pujol, Xavi, Iniesta, Cesc, Busquets, Suárez, Alba, Piqué o Rákitic, y la desgracia de pertenecer a la peor generación futbolística argentina. Por no hablar de los técnicos que ha disfrutado en el Barça. Nada que ver.

El Liverpool de Kloop, Mané, Milner, Van Dijk, Firmino y Salah será el siguiente para los culés en una semifinal de aparente favoritismo azulgrana,  de donde saldrá el fútbol clasicista que encumbrará la final, porque los de Valverde cuentan con el mejor del mundo en estado de gracia. Pero si Messi no apareciera por las meigas del fútbol, los ingleses llegarían al Wanda tan crecidos como el crédito que les  otorgaría haberlo borrado de otra final europea. Y quizá comenzaría el declive del reinado mundial del rosarino. Hay momentos en que personajes históricos se juegan el prestigio o la vida, como Julio Cesar al cruzar el Rubicón, y la Champions de 2019 puede ser la cumbre definitiva o el inicio de la cuesta abajo del mejor futbolista que hemos visto generaciones de futboleros. Messi está en la encrucijada de continuar el camino glorioso o entonar su canto del cisne.

Pero lo mejor de esta Champions, como ya ocurriera en el Bernabéu, fue la lección magistral de fútbol que le dieron los de Ten Hag a los de Allegri en Turín. La segunda parte del Ajax fue para el frontispicio de las escuelas de fútbol. Lo mismo defendían ocho que llegaban otros tantos al contraataque. Despliegue táctico, derroche físico, velocidad, contundencia, garra, anticipación, técnica exquisita, cambios de juego rápidos, controles verticales orientados, solidaridad defensiva, apoyos continuos, juego a uno o dos toques, conducciones con el balón domado, regates en corto y en largo, llegadas vertiginosas a gol y todo el rosario del fútbol que amamos. El Totthenam lo tiene crudo con el Ajax, quien puede encumbrar el anticlasicismo futbolero en Madrid.
Florentino Pérez debería agarrar la chequera y traerse de Amsterdan la plantilla cerrada. Con De Ligt, Ziyech, Van de Beek, Blind, Neres y  Tadic, ya podría largar a otra media docena para hacer caja y asunto resuelto. Y de paso, traerse también a los técnicos de la extraordinaria escuela del Ajax. ¡Qué gozo!

LAS CUARENTA MURCIANAS

Por fin llegan las tropelías cometidas en el Murcia a los juzgados. Lo extraño es que haya sido alguien desde fuera, Higinio Pérez, y no el club  quien cante las cuarenta. ¡Lagarto, lagarto! ¿Ha tenido que salir para hacerlo?

¿Quién o quiénes tienen al gato encerrado? También lo sabremos pronto.

                

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Web Analytics