martes, 26 de abril de 2016

EL SERIAL DE LOS DETALLES

Esta semana hemos asistido a un capítulo más de una temporada futbolera de altos vuelos. Y en el relato emocionante de la Liga nos han sorprendido el guión de detalles, no por previsibles menos explícitos.
Luis Enrique empezó la semana tirando de carácter, tan desagradable como suyo, donde es divisa el desprecio mal educado por cuanto le sea ajeno. Desprecio prepotente y mal encarado, con pretensiones de   gracioso, en el que se retrata hasta los tuétanos. Echar mano del apellido de un periodista para definir sus apreciaciones o preguntas, por reiterativas o hirientes que fueran, es como afirmar que el enrevesado semblante del asturiano, por ser caritativo, es sinónimo de su condición de tuerce botas cuando jugaba con futbolistas de muchísima más calidad que la suya. ¿Qué tendrá que ver una cosa con otra? ¡Nada! Pues eso mismo. Luis Enrique revela su condición de tuerce lenguas en cuanto se le tuercen un poco las cosas: no es acreedor al puesto que ostenta ni por sapiencia ni por capacidad de liderazgo ni por educación. Lo primero lo demostró en el clásico con el cambio que hizo de Rakitic por Arda, para gozo del Madrid; lo segundo quedó claro al renunciar a sus convicciones para convertirse en el paniaguado de sus futbolistas, fundamentalmente de Messi; y la tercera patita la ha asomado esta semana con sus desmanes lenguaraces desde un lugar que le viene  grande. Qué pena que en los días del recuerdo a un grande de verdad, Cruyff, ocupe su sitio un mindundi. Y qué nostalgia de tiempos recientes, en las que el Barça  encajaba los reveses competitivos con elegancia. El arroz de Guardiola es demasiado para tan poco pollo.
Las dos últimas jornadas no han aclarado el panorama. El Barça, el Atlético y el Madrid siguen su lucha por no fallar, y el Granada, Getafe, Gijón y Levante pelean por salvarse del trío maldito. Por el título no cabe nadie más, pero por el descenso puede que asome alguno; el Español tiene papeletas. Por otra parte, como es natural por humano, los árbitros se han sumado al coro de detalles singulares.
Clos Gómez dejó patente en el Nou Camp su antigua condición de árbitro de conveniencia. Una cosa es equivocarse, que les sucede a todos aparte de la gran dificultad de su trabajo, y otra es ser reiterativo hacia el mismo lado. De los seis goles del Barça, que hubiera goleado igual sin ayudas, al menos tres fueron regalo del colegiado aragonés. Dos penaltis de pitiminí y un fuera de juego de Suárez clamoroso. ¿Qué ayudan a los grandes? Eso siempre, por tal producen risa los clubes poderosos cuando se quejan, pero a veces son muy descarados en el machaque al débil. Y los muy malos lo hacen con una suficiencia indignante; exhiben la valentía del cobarde: fuerte contra los débiles y sumiso ante los fuertes. En España nos salva que hay una docena larga de buenos colegiados y, algunos de ellos, dejan su marchamo de calidad por Europa cuando les requieren: Velasco, Matéu, etc.
El Madrid también nos dejó detalles. El primero fue su antiguo empeño de jugar sin medio centro en Vallecas: Kroos quedó retratado una vez más. Y a Danilo le puede su afán por salir del encasillamiento negativo por sus despistes y pierna blanda. Es mejor futbolista de lo que parece, pero debería serenarse y empezar por defender bien, porque es defensa. Isco, sin embargo, demostró en Vallecas que si le dan responsabilidades las puede asumir sin arrugarse. Hizo un partidazo, igual que Bale y Vázquez, y por el gallego llegamos a Zidane. El francés acertó empujado por las circunstancias, sacándole para aportar trabajo, cuando se lesionó Benzema. Un medio campo con Kroos, Kovacic e Isco, sin ancla, es carne de cañón hasta para un equipo tan justito como el Rayo, en el que Trashorras parece Di Stéfano, sin quitar mérito a su reconocida calidad futbolística.
Y Simeone y su Atlético a lo suyo. Intensidad, pierna, velocidad, solidez, pocos goles contra quien sea, contragolpe y balones fuera o tramposos hacia dentro. Tal vez sea porque es el más humano de los tres. No tiene jugadores extraterrestres.

Y entramos en la última curva de la Champions. Zidane, Guardiola, Pellegrini, Simeone…, Tan elegantes como educados ¡Qué semanas!  Cristiano, Griezman, Agüero, Lewandoski. Igual nos sorprenden otros. Yo apuesto por ellos: Isco, Vázquez, Ramos, Carvajal, Torres, Juanfran Saúl, Koke, Silva, Navas, Javi Martínez, Thiago, Bernat…  Con eso sueña Del Bosque.   

lunes, 18 de abril de 2016

EL FÚTBOL COMO TERAPIA NACIONAL
Ya sé que es ampuloso y exagerado, pero para infinidad de españoles el fútbol representa ahora una válvula de escape ante el proceloso panorama político y social que padecemos. Y es mano de santo. Fue el tenis y el baloncesto, el ciclismo, el atletismo, y es el motociclismo; pero el fútbol, que mueve infinitamente más aficionados, hace años que triunfa en Europa y en el mundo, enorgulleciendo a  millones de compatriotas.
Esta semana ha vuelto a producirse el éxito que echaremos de menos; nos estamos acostumbrando a un paraíso esquivo. No ha sucedido en ningún país europeo y en España sucede con regularidad el último decenio. Que cuatro equipos españoles estén entre los ocho mejores de Europa en sus dos competiciones continentales,  asegurada la presencia  de dos de ellos en sus finales, y con posibilidades de que sean los cuatro, es  portentoso. ¿Cómo estarían en Inglaterra, Italia, Alemania o Francia, si disfrutaran de esa gloria? Nos lo podemos imaginar.
Aparte de las machadas del Sevilla de Emery y del Villarreal de Marcelino – qué pena lo del Bilbao de Valverde y el emparejamiento del Barça con el Atlético-, tal y como auguramos, el Madrid, con la fortuna de cara, se deshizo con lo justo del Wolfsburgo, a quienes debieron golear también en su estadio; les separa un abismo. Ojalá contra el Manchester City persevere en la solidez cuando juegan a tope sus futbolistas, desde el equilibrio alcanzado con Casemiro, y a Zidane no le dé un ataque de técnico de paripé presidencial haciendo rotaciones absurdas o no haciendo algunos cambios clamorosos; lo de Danilo en Alemania, o mantener a Bale en el Bernabéu los últimos veinte minutos a pesar del agujero que ocasionaba en la derecha por no bajar,  no tienen un pase. A estas alturas  hay que salir con los mejores porque solo restan media docena de partidos relevantes. Zidane ha logrado un equipo, el que todos y él sabemos, y ha de insistir, sin mirar al palco, con esos once y sus sustitutos naturales:  Vázquez, Jesé, Varane, Nacho, Isco o James –nunca juntos-,  al margen de retoques tácticos puntuales, donde flojea.
Eso lo maneja bien Simeone, que salvo imponderables maneja a sus nueve titulares y a los dos o tres que se disputan los otros dos puestos, uno en la media y otro en la defensa, con perseverante sabiduría, así como los cambios tácticos y recambios de jugadores que requiere el resultado. Dentro de esas variaciones, lo único innegociable es la presencia continua de un medio centro con oficio. Como dice Guardiola, aunque exagera interesadamente para motivar a los del Bayern, “si el Atlético de Simeone juega bien gana siempre”. Habría que añadir que dentro de su peculiar estilo, y matizar que más bien difícilmente pierde porque es complicado hacerle goles, aparte de impedirle que haga el suyo con Torres recuperado y Griezman en estado de gracia. Con Fernández o Tiago de medio centro, Gabi y Koke a los mandos, y el espléndido Saúl - o Carrasco-,  de rompelíneas, el medio campo atlético es el más sólido de Europa; ahí radica su fortaleza y fiabilidad en los momentos clave. Simeone empezó consolidando una defensa con un portero de garantías,  Godín de mariscal y Juanfran y Filipe de alfiles, y reinventando goleadores de referencia: Falcao, Costa y ahora el gabacho. Después afinó el medio campo hasta hacerlo jugar de memoria con una intensidad insuperable. Esa, junto a la suerte, ha sido la escalera de color para llevar varios años seguidos entre los mejores, y esta temporada puede ser el colofón a un trabajo colosal y barato para el Atlético de Madrid por su eficiencia: aspirante a todo, títulos y saneamiento económico desde lo deportivo. ¡Tomen nota en el Bernabéu!
Al Barcelona le quedan varias finales para  ganar la Liga que tenía en la buchaca, y ahora es cuando sus profesionales deben demostrar la madurez que cabe exigirles. Como aventuramos, la eliminación de la Champions puede costarles la Liga. Plomo en la necesaria décima de segundo y depresión anímica, aparte de la obligación de alinear a Messi y a sus dos compadres Neymar y Suárez, estén como estén, y a otros; por prescripción del argentino, así como su antojo de huir del área, más una suerte esquiva, marcan el viacrucis culé. Mal pájaro tiene Luis Enrique en la bardiza.
Y en junio, como terapia contra electoral, llega la Eurocopa. La suerte de Del Bosque será nuestra fortuna, porque lo demás…, ¡ruina!         


jueves, 14 de abril de 2016

ARREMPUJA’, MARUJA
El fútbol, como deporte, tiene unas exigencias básicas, y como juego, mucho más de azar que de ciencia. Ahora vendrán algunos a dar explicaciones y hacer análisis vacíos de toda realidad sobre lo que está ocurriendo en la recta final de esta temporada, pero todo es mucho más sencillo que la sarta de gilipolleces que se proclaman y escriben a menudo sobre el tema. Viene a cuento lo anterior por la cansera que me produce escuchar las retransmisiones de partidos- es agradable quitarle el sonido- de la tele cuando no voy al campo, porque de las tertulias y de los programas futboleros paso de buena gana. Es angustioso oír hablar de estrategias y demás tonterías seudocientíficas cuando de fútbol: juego más deporte, se trata.
La velocidad y la resistencia son básicas en cualquier juego basado en el esfuerzo físico, pero antes que nada, como en todos, está la cabeza. Y, en los deportes de contacto, además, los valores del corazón, la valentía y el coraje. Cabezo, tronco y extremidades, que nos decían para señalar las partes de nuestro cuerpo, pero por ese orden en cualquier deporte, y mucho de suerte cuando se trata de un juego.
Así, si como algunos aducen el Barça no estuviera bien físicamente no podría, como sucede, jugar las segundas partes apabullando al contrario: partido contra el Atlético y el sábado en San Sebastián. Otra cosa es el estado de ánimo y la confianza, que radican en el cerebro, y la suerte, además de los contrarios, que también juegan, como dicen los más avezados. Illarra, el que no valía para el Madrid, hizo un partidazo jugando en su sitio, de medio centro, y desde ahí desquició a los interiores y enganches culés; a Messi le robó media docena de balones en otras tantas de sus temidas diagonales que tal vez hubieran cambiado el partido. Fue una de las claves de la derrota blaugrana en Anoeta, así como el  gran partido del portero Rulli de la Real. Igual que lo fueron Casemiro y Navas, como señalamos el lunes pasado, en la derrota frente al Real Madrid en el   Nou Camp. También la suerte hizo acto de presencia en ambos partidos. Recordemos el gol cantado que falló Suárez en Barcelona o el fantástico remate de Messi que se marchó por centímetros en la capital donostiarra. Detalles azarosos que marcan los partidos.
El Madrid fue a lo suyo en el Bernabéu contra los esforzados jugadores de Éibar, y apretó en la primera parte para dormitar en la segunda, quizás pensando en el partido clave que tiene el martes. Y el Atlético ha encontrado por fin la enorme colaboración de un renacido Torres para aspirar a todo en el este final de temporada, porque esa es otra. Los jugadores tienen sus rachas y estados de forma particulares al margen del tono general de cualquier equipo. Ahora, el rubio rojiblanco nos recuerda al que deslumbró en Europa con España en Austria y es un estilete bien afilado en su posición de delantero centro. Simeone puede soñar con todo si tiene el acierto y la suerte de eliminar al Barça el miércoles; Griezman y Torres pueden ser la dupla atacante que le rediman de sus ancestrales penurias europeas. Lo del francés viene siendo habitual, pero lo del madrileño tiene mucho que ver con su cabeza: la confianza ganada de un mes aquí, cuando tanto se le resistía hacer su gol cien colchonero. Como alguien dijo, y cuánta razón tenía, el fútbol es un estado de ánimo, partiendo de lo básico: que el tronco y las extremidades estén en condiciones competitivas.
Así que, como titulaba, ¡arrempuja, Maruja!, que ahora vienen las cuestas finales. Los de Simeone vienen empujando toda la temporada, porque no tienen otra, pero para el Madrid y el Barça esta semana es clave.
Los blaugranas tienen el miércoles su Rubicón particular: si pasan la complicada eliminatoria de Champions, haciendo valer su mínima ventaja o ganando de nuevo, tendrán mucho ganado para ser campeones de Europa y de Liga; de lo contrario, lo más probable es que arrastren la depresión y pierdan más puntos en España, dándole oportunidades a los equipos madrileños para conquistar la Liga que tenían en la mano. Y luego vendrían las madres mías, con Luis Enrique en el disparadero.

Y en el Madrid lo mismo. Si pasan el martes, salvarán una campaña para olvidar, pero como caigan ante los modestos del Wolfsburgo— poco probable—, Zidane puede hacer las maletas.      
ZIDANE SALVÓ SU TRONO, Y MÁS

La tarde noche barcelonesa se prestaba a la emoción, aunque el partido se presentaba como puro trámite. Una faena de aliño del Barça bastaba para asegurar la Liga, pero el espectáculo tenía truco o, mejor, protagonistas secundarios.
La sombra de Johan Cruyff, como referente fundamental de la tarde, planeaba desde días atrás sobre el Camp Nou, y cuando llegamos a sus aledaños se hacía presente en cada esquina y a cada paso. Camisetas blaugranas con el 14 y su nombre impreso, carteles y respeto en el ambiente, o eso me pareció a mí. Tal vez no fuera casualidad que los cien mil espectadores que abarrotarían el campo un par de horas más tarde batieran un récord de asistencia. Despedir formalmente al padre del Barça moderno no era cuestión baladí. Y llegado el momento, minutos antes de que los equipos empezaran el juego, aplaudimos durante minutos y minutos su recuerdo plasmado en los marcadores, seguramente en otro récord de duración de cualquier aplauso. Emocionante.
Y el balón empezó a rifar ocasiones. Los culés, en plan dominador, se lucían en fintas y señuelos imaginados en cualquier regate corto, marca de las casas de Messi, Iniesta o Neymar. Y el Madrid de Zidane, serio y sin concesiones, agazapado atrás, esperaba su turno. El primer acto fue aburrido por excesivo tactismo y por la lentitud con que unos y otros se prodigaron. Con Albert Frago, un culé entrañable a mi lado, comenté lo anterior y, ante su extrañeza y la de otros vecinos de asiento por el juego rácano de los blancos, mi certeza de que el único que se jugaba algo era Zidane, porque la competición doméstica está liquidada ocurriera lo que ocurriese. Perder por dos o tres a cero el sábado era el camino más directo hacia su no renovación como técnico blanco el año que viene. En la segunda parte el Barça pareció ir a por el partido y le imprimió una rapidez y garra tan encomiable que albergué la sospecha de que ni los blancos ni su técnico se salvaban de la debacle, pero, una vez más, el primer paso obnubiló a quien debía insistir en el segundo y tras el primer gol de partido, los de Luis Enrique se dedicaron a jugar andando. Un rondo insulso que dio alas a los blancos. Y tras el empate y el absurdo cambio del turco Arda por el croata Rakitic, el Real sacó sus garras y fue a por el partido. El Barça continuó andando sobre el campo y sus rivales, ni con uno menos por la expulsión cantada de Ramos, cejaron en sus ímpetus.  Y llegó lo inevitable y previsible tras lo que veíamos en la grada.
El colofón lo puso Cristiano, tras el empate de Benzema, haciendo inútil el testarazo de Piqué, y Zidane le ganó el pulso claramente al asturiano mal encarado. En definitiva, Zidane pasó su reválida. Hace tiempo que venimos defendiendo en esta columna que el problema del Madrid era el mediocentro, y el francés, que de esto sabe lo suyo, ha sabido rectificar a tiempo. Con Casemiro en la medular, por delante de los centrales, el Madrid ha ganado el equilibrio que ya Benítez intentó sin éxito; como no tenía el nombre del campeón del mundo gabacho, no le dejaron. Pero lo importante, aparte del partidazo defensivo que hicieron lo blancos, con Casemiro en plan estelar y las lanzaderas que suponían los carrileros  Carvajal y Marcelo, es que don Zinedine ha consolidado un equipo para soñar caminos en la tarde, que diría el poeta. El Madrid, con ese equipo base, puede aspirar a todo en lo que resta de temporada y, lo que es más importante, puede y debe afrontar la campaña próxima con ciertas esperanzas.
El Barça, sin embargo, debe extraer la lección del sábado por la noche. Al fútbol no se juega andando, como decíamos, y aparte de que se desarrolla desde la cabeza para rematarlo con los pies, como decía el enorme Johan Cruyff, debe saber que las confianzas son malas consejeras cuando se juega contra un grande, y a los azulgranas en la recta final de la temporada le quedan al menos dos o tres grandes para conseguir el triplete.

Como corolario, esta vez don Florentino se salió con la suya, y Zidane, su penúltima baza, le ha devuelto el favor. El señor Pérez puede afrontar el resto del curso e iniciar la próxima temporada con garantía de tranquilidad en el Bernabéu. Ganarle al Barcelona en su casa es lo mismo que ocurría con Barça antiguo: ganarle al Madrid justificaba una temporada.    
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