jueves, 14 de abril de 2016

ARREMPUJA’, MARUJA
El fútbol, como deporte, tiene unas exigencias básicas, y como juego, mucho más de azar que de ciencia. Ahora vendrán algunos a dar explicaciones y hacer análisis vacíos de toda realidad sobre lo que está ocurriendo en la recta final de esta temporada, pero todo es mucho más sencillo que la sarta de gilipolleces que se proclaman y escriben a menudo sobre el tema. Viene a cuento lo anterior por la cansera que me produce escuchar las retransmisiones de partidos- es agradable quitarle el sonido- de la tele cuando no voy al campo, porque de las tertulias y de los programas futboleros paso de buena gana. Es angustioso oír hablar de estrategias y demás tonterías seudocientíficas cuando de fútbol: juego más deporte, se trata.
La velocidad y la resistencia son básicas en cualquier juego basado en el esfuerzo físico, pero antes que nada, como en todos, está la cabeza. Y, en los deportes de contacto, además, los valores del corazón, la valentía y el coraje. Cabezo, tronco y extremidades, que nos decían para señalar las partes de nuestro cuerpo, pero por ese orden en cualquier deporte, y mucho de suerte cuando se trata de un juego.
Así, si como algunos aducen el Barça no estuviera bien físicamente no podría, como sucede, jugar las segundas partes apabullando al contrario: partido contra el Atlético y el sábado en San Sebastián. Otra cosa es el estado de ánimo y la confianza, que radican en el cerebro, y la suerte, además de los contrarios, que también juegan, como dicen los más avezados. Illarra, el que no valía para el Madrid, hizo un partidazo jugando en su sitio, de medio centro, y desde ahí desquició a los interiores y enganches culés; a Messi le robó media docena de balones en otras tantas de sus temidas diagonales que tal vez hubieran cambiado el partido. Fue una de las claves de la derrota blaugrana en Anoeta, así como el  gran partido del portero Rulli de la Real. Igual que lo fueron Casemiro y Navas, como señalamos el lunes pasado, en la derrota frente al Real Madrid en el   Nou Camp. También la suerte hizo acto de presencia en ambos partidos. Recordemos el gol cantado que falló Suárez en Barcelona o el fantástico remate de Messi que se marchó por centímetros en la capital donostiarra. Detalles azarosos que marcan los partidos.
El Madrid fue a lo suyo en el Bernabéu contra los esforzados jugadores de Éibar, y apretó en la primera parte para dormitar en la segunda, quizás pensando en el partido clave que tiene el martes. Y el Atlético ha encontrado por fin la enorme colaboración de un renacido Torres para aspirar a todo en el este final de temporada, porque esa es otra. Los jugadores tienen sus rachas y estados de forma particulares al margen del tono general de cualquier equipo. Ahora, el rubio rojiblanco nos recuerda al que deslumbró en Europa con España en Austria y es un estilete bien afilado en su posición de delantero centro. Simeone puede soñar con todo si tiene el acierto y la suerte de eliminar al Barça el miércoles; Griezman y Torres pueden ser la dupla atacante que le rediman de sus ancestrales penurias europeas. Lo del francés viene siendo habitual, pero lo del madrileño tiene mucho que ver con su cabeza: la confianza ganada de un mes aquí, cuando tanto se le resistía hacer su gol cien colchonero. Como alguien dijo, y cuánta razón tenía, el fútbol es un estado de ánimo, partiendo de lo básico: que el tronco y las extremidades estén en condiciones competitivas.
Así que, como titulaba, ¡arrempuja, Maruja!, que ahora vienen las cuestas finales. Los de Simeone vienen empujando toda la temporada, porque no tienen otra, pero para el Madrid y el Barça esta semana es clave.
Los blaugranas tienen el miércoles su Rubicón particular: si pasan la complicada eliminatoria de Champions, haciendo valer su mínima ventaja o ganando de nuevo, tendrán mucho ganado para ser campeones de Europa y de Liga; de lo contrario, lo más probable es que arrastren la depresión y pierdan más puntos en España, dándole oportunidades a los equipos madrileños para conquistar la Liga que tenían en la mano. Y luego vendrían las madres mías, con Luis Enrique en el disparadero.

Y en el Madrid lo mismo. Si pasan el martes, salvarán una campaña para olvidar, pero como caigan ante los modestos del Wolfsburgo— poco probable—, Zidane puede hacer las maletas.      

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