martes, 31 de agosto de 2021

MÁSCARAS, DISFRACES Y ÉCHAME CARTAS

 

En esto de los fichajes y renovaciones futboleras, deberían recordar las siete y media del inigualable Pedro Muñoz Seca en su celebérrima Venganza de don Mendo.

…Y un juego vil/que no hay que jugarlo a ciegas/pues juegas cien veces, mil/y de las mil, ves febril/que o te pasas o no llegas/y el no llegar es dolor/pues indica que mal tasas/y del otro eres deudor/ Más, ¡ay, si te pasas!/ ¡Si te pasas, es peor!

Bartomeu tasó mal y se pasó fichando o renovando futbolistas. Que le pregunten a Laporta. Pérez, de otra forma, también se pasó con los galácticos en su primera época convirtiendo el vestuario en una jaula de egos. Le costó dimitir por ingobernables. Y ahora es el PSG de los jeques quien anda esa senda. Si creen que llenar la plantilla de figurones les asegura éxitos europeos es que no solo derrochan dinero, sino que de fútbol han aprendido poco en sus años de aspirantes. Solo deberían mirar al último Chelsea de Tuchel, a quien echaron de París, ¡vaya vista!, y dio enseguida una lección de fútbol coral en Champions, sin ilustres ni brillos en su plantilla, mientras ellos fracasaban hasta en Francia.

Cristiano llevaba demasiados años eclipsado para su infinito ego en Italia. Nadie le rondaba mientras Messi, Neymar, Haaland o Mbappé copaban portadas y acopiaban suspiros de clubes señeros. Y se ha largado para Manchester dándole igual ponerse el disfraz del City que la máscara del United, como también le hubiesen valido antes el blanco del Madrid o el azulón del PSG. El caso era disfrutar algunos días de gloria, solo horas al fin, y a rebufo del asunto Messi o del culebrón Mbappé.

Pérez está jugando bien su siete y media con los qataríes. Tiene un acuerdo con el moreno francés desde hace tiempo y, amparado por el ferviente deseo del jugador, ha pedido cartas con moderación; dos ofertas de compra consecutivas, cuando en enero lo tendría firmado con una modesta prima de fichaje al lado del disparate ofrecido. Y conociéndole, dudo que suba la puja. Ha dejado tan clara su apuesta por el internacional gabacho que nadie podría echarle en cara nada, y menos su contrincante árabe. Guardadas las apariencias ante el futbolista y su club, se ha cargado de razones para no moverse de ahí y contar con él de cualquier modo. Solo es cuestión de tiempo, y la templanza es un arma imbatible en cualquier negociación. De paso, ha dado su segunda lección tras la de Ramos. No se pasará en ningún caso y todos sabrán que sus ofertas caducan. Este hombre sí ha aprendido de algunos de sus notorios fracasos futboleros y sigue nadando y guardando ropa entre el fútbol y sus intereses empresariales. Como dice mi amigo Ginés Blesa, antes morir que perder la vida. 

Pero en esto del fútbol, se llevan tanto los disfraces y las máscaras como el dinero. Se besan escudos tan fácilmente como cambian de colores, querencias infantiles, clubes y devociones. Como dijo el gran Marx, Groucho; “…estos son mis principios, y si no, tengo otros”.

En lo positivo, Vinicius parece jugar con la máscara de Mbappé.  Tres partidos, tres goles, remates exitosos imposibles, regates inverosímiles, trabajo sin tasa y varias jugadas para el recuerdo. Si mantuviera esta temporada el tono exhibido, por fin habría cuajado el Madrid en estrella mundial a un futbolista joven; su cambio estratégico hace años.

El Barça sigue buscando el arca perdida. Con Memphis pueden haber rastreado bien tras los asomos del pasado curso con Pedri y De Jong. Otra vez el fútbol holandés y la juventud se dan la mano para lustrar a los blaugranas. Solo falta que la Masía aporte dos o tres canteranos con su pedigrí. Mingueza muestra maneras, igual que lo hacía Illaix, pero el maldito parné le ha traicionado. Tiene razón Koeman distinguiendo entre fútbol y dinero a esas edades. Pero el problema también tiene otro lado. Si no vivieran tan lamentables circunstancias, tal vez hubiesen ofrecido al moreno de la casa lo que regalan a los foráneos; otro clásico en el fútbol.

El Atleti continúa sin disfraces plantado en el partido a partido, el negro simeonesco, puntilla eficaz arriba y cuchillo entre los dientes para dejar su puerta a cero. ¡Nunca se traiciona este gaucho gachó!

Bailen, señores, vistan disfraces y máscaras, pero no pretendan engañar a nadie. Se les ve el plumero.

Y no pidan cartas de más, que pasarse tiene mal remedio.   

 

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