sábado, 17 de junio de 2017

APRENDER DE LOS ERRORES



A todos nos cuesta, y cuanto más soberbios más duro es ese aprendizaje. Alguien dijo que hay quien no se recupera nunca de un éxito, pero que, sin embargo, hay quienes basan su sabiduría en reconocer sus fracasos para empezar de nuevo desde la humildad y con la lección aprendida. Goethe lo  resumió, diciendo que su sabiduría eran sus errores, y Kipling lo versificó en su celebrado poema If: “si eres capaz de levantarte y empezar de nuevo aun con desgastadas herramientas…”
Al final de temporada es el momento de reflexionar. El Madrid corre el riesgo de morir de éxito si no valora dónde ha residido su magnífica trayectoria reciente. Zidane es una clave, pero no la única. Coincide el prólogo de la que puede ser una época legendaria con las dos temporadas en las que menos fichajes de relumbrón ha hecho don Florentino. Quizás haya aprendido el hombre, al fin, tras la fracasada política de su primer sexenio basada en los malhadados galácticos y la más próxima “mourinhesca”. Ha evitado tensiones en el vestuario posibilitando que el equipo se haga una piña, desde el reconocimiento de los llamados jugadores B a los titulados de A, con la guía fundamental de un técnico con la aureola del francés. No son menores esos dos detalles. La inquietud reside en que el presidente blanco vuelva al gusto por los nombres y siembre la cizaña en un grupo tan cohesionado como eficaz. El antídoto será dejar hacer a los que saben, Zidane y compañía, para limitarse a ejercer su presidencia con elegancia una vez que está a punto de dejar la poltrona de su empresa y, por ende,  a alejarse de tentaciones más terrenales. Con el nombramiento de Zidane, Pérez ha hecho de la necesidad virtud y esperemos que lo valore en su sabia medida. La renuncia a De Gea, que no comparto, es una buena señal, no obstante.
El Barça, por el contrario, se obnubiló con los fichajes y olvidó que su época más gloriosa, la de Guardiola —tan absurdo adalid político como fenómeno futbolístico, como ya comentamos, ¡y no aprende!— y en parte la primera de Luis Enrique, vino de la mano de sus canteranos, que si bien han sido una generación casi irrepetible empezó a difuminarse con el olvido de su esencia; permitir la salida de Thiago, o el desprecio por el ahora deseado y reconvertible Deulofeu fue sintomático. Y lo de tapar la progresión de otros fichando a diestro y siniestro, la culminación. Y tienen difícil volver a la senda correcta porque cuando se corta esa dinámica la cantera también se esturrea. Viendo el otro día al Barça B contra el Cartagena confirmé mis temores; apenas un par de jugadores apuntan maneras. El drama culé será volver a las andadas: un club donde juegan los mejores del mundo sin ser un equipo; su sino del siglo XX, en el que solo la engañosa suerte tinerfeña posibilitó el paréntesis del equipo de los sueños de Cruyff.
A nivel regional, el UCAM hizo un presupuesto demasiado modesto para  su primera temporada en Segunda y ahora tendrá que acometer la ruina de hacer un equipo con posibilidades de ascenso en Segunda B. La igualdad es la tónica en la división de plata hace años, y solo la garantía de un par de futbolistas de doce o quince goles posibilita la permanencia, e incluso con el acompañamiento de otros dos que la muevan con criterio en el medio se puede aspirar a más. Los universitarios tuvieron el acierto de mantener el bloque defensivo, pero no acertaron con lo demás, incorporando más roca en el centro y retales engañosos arriba. Solo Jona ha dado la talla, aislado y sin recambio en la punta del ataque. La suerte no ha acompañado, es cierto, pero hay que buscarla antes.
El Lorca enseñó el camino y al Cartagena también le falló el gol. Si en el fútbol es lo determinante, en Segunda B mucho más. Con jugadores solventes atrás, si tienes gol aseguras el éxito; no se practica un fútbol vistoso y hasta aprovechando el juego en largo te metes arriba. El fracaso blanquinegro ha sido su orfandad goleadora, que no su juego. Desaprovechar el mercado invernal fue el error.
Y el Murcia supo resolver el tema goleador, pero tal vez no la falta de empaque atrás y en medio. Aunque el problema grana, desgraciadamente, está más allá del terreno de juego. ¡Qué pena por su magnífica afición

miércoles, 7 de junio de 2017

EMPERADORES DEL FÚTBOL


El Real Madrid recuperó su trono de rey de Europa, lo que apareja ser otra vez el mejor club del mundo. No hay otro equipo que se pueda equiparar en títulos, en abolengo ni en prestigio.
Pero, con ser eso tan espectacular como indudable, lo más sorprendente es que tras ganar tres Champions en cuatro años se puede decir que estamos solo en el inicio de otro ciclo legendario. Una etapa que podría denominarse como la de Zinedine Zidane. Ese técnico tan elegante, eficaz, humilde y luminoso en lo personal como extraordinario fue de jugador. Le han bastado diecisiete meses en la silla eléctrica que supone ser técnico del Real para cambiar la historia blanca. No hablamos ya de un equipo con tres grandes títulos en su año y medio en el cargo, con ser mucho, sino de una plantilla con la calidad, la dinámica y juventud suficientes para encarar el futuro con las máximas garantías. Y los que vienen: Theo, Vallejo, Llorente y hasta De Gea, lo más probable, van a poner en serios apuros a otros jóvenes consagrados en la etapa más gloriosa merengue desde los lejanos tiempos de Di Stéfano y Gento. Varane y Casemiro, por ejemplo, tendrán que amarrarse bien los machos para no ver su titularidad en el aire. Y Marcelo o Keylor, que han hecho un final de temporada fantástico, van a tener dura competencia en sus puestos. Ese esperanzador aire fresco en el Real Madrid no es fruto del azar sino de la importancia que el técnico francés le ha dado a todos los componentes de la plantilla; la piedra angular de su gestión. Espíritu que se contagia a quien sueñe con ser jugador blanco y tenga posibilidades.
Un amigo y buen conocedor del fútbol nos decía hace poco que Zidane no sabe leer los partidos. Supongo que tras la final de Cardiff habrá cambiado de opinión, o al menos estará conmigo en que este hombre aprende en progresión geométrica partido a partido. Tras una primera parte en la que la Juventus fue mejor porque sus jugadores se anticiparon casi siempre a los del Madrid, en la segunda, sin cambios, varió el panorama desde el primer minuto. Los blancos presionaron a los italianos en su campo y cambiaron las tornas. Supongo que la “zinedina” fue de aúpa en el descanso. Les diría, poco más o menos, que con la actitud mostrada no merecían ganar la Champions. Sé de buena tinta que en el enfado es tan magnético como en la sonrisa. Quizás por eso apenas celebró el primer gol de Cristiano y, sin embargo, cuando marcó Casemiro, ese paquete brasileño que dicen algunos comentaristas —¡vaya vista tienen!—; saltó en la banda como un tigre. La misma agresividad que sus jugadores lucieron en la reanudación, con tres tiros a puerta consecutivos y seis balones robados en el medio campo transalpino en menos de un cuarto de hora. Y por contagio, como se transmite la garra madridista desde don Santiago Bernabéu —su famoso ADN—, vino el tercero del enorme Ronaldo y finiquitó el partido. El cuarto de Asensio fue un adorno con los lobos juventinos transmutados ya en corderos.
En esa segunda parte, tras la bronca, funcionó todo: los laterales, el juego interior, la anticipación, la combinación al toque y en largo, la velocidad, la suerte y hasta el otro fútbol, que decía Luis Aragonés; la expulsión del colombiano Cuadrado fue producto del juego pardo de Ramos, cuando en la primera parte todo eran quejas, por pardillos; ¡hasta Mandzukic parecía Francisco de Asís!
Dicen por ahí que el conocimiento y las habilidades suman en la vida, pero que la actitud multiplica; en el fútbol mucho más. Y cuando se junta el talento con la actitud, solo el orden y la reciedumbre son insuficientes, como viene a decir Valdano.
Ya tiene el Real doce Copas de Europa en sus vitrinas y treinta y tres Ligas. Don Florentino ha encontrado al fin el icono que, ahora sí, le encumbra al pedestal de don Santiago. Hace tiempo aseguramos que Zidane podía ser su talismán, y lo más asombroso es el poco tiempo que ha necesitado para llegar, él también, a la peana de don Alfredo.
Con los mimbres y el espíritu que ha logrado amalgamar amanece un tiempo nuevo para su vetusta y laureada institución. Será difícil desbancar al Madrid de Zidane y Pérez de la cumbre futbolística mundial. Ahora, como antaño, todos quieren vestir de blanco emperador.


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