lunes, 25 de marzo de 2019

LA FUNESTA CARENCIA DE GOL



Los goleadores son las aves raras más deseadas y por eso son los futbolistas más caros. Y también los más criticados, junto a los porteros, cuando no aciertan en el momento cumbre del fútbol.

El gol es el final y el comienzo de todo. El instante en que las gargantas se desatan porque aflora la ansiedad contenida en jugadores, técnicos, directivos y aficionados. No hay otra magia superior en este fantástico mundo. Y  a veces, como admiraba el maestro Ibarra, surge la plástica en el movimiento supremo de embocar la pelota. De ahí su lado artístico y la belleza que también atesora el fútbol. Porque el arte es emoción y eso es lo que ocurre tras un gol decisivo, y más cuando la estética encumbra ese instante. Entonces surgen hasta los pañuelos laudatorios. Y de la retina pasan a ocupar su rincón de gloria en nuestros recuerdos. Esos que se guardan para siempre en los corazones. ¿Quién no tiene atesoradas unos cuantos goles de los jugadores que alguna vez emocionaron? Son, de largo, junto a determinadas celebraciones, la memoria viva del fútbol; permanecen en movimiento dentro de millones de aficionados mientras las neuronas acompañan. 

Para los españoles, el gol de Iniesta a Holanda, el de Torres a Alemania y el de Marcelino a la URRS. Para los madridistas, aquellos de Di Stéfano, Puskas, Gento, Serena, Mijatovic, Raúl, Zidane, Ramos, Cristiano o Bale en Europa. Para los culés, los de Koeman, Baquero, Ronaldinho, Messi, el propio Iniesta e incluso alguno de Cruyff por su rara belleza intemporal, como los más antiguos recordarán los inverosímiles de Kubala. Y qué Atlético no recuerda el de Luis Aragonés en la desgraciada final empatada y luego perdida frente al Bayern, o el de Godín en Lisboa entre otros que pudieron dar títulos en la también larga memoria de desdichas colchoneras. 

La selección española de Luis Enrique anda buscando otro Villa, como le recordaba el sábado a mi amigo Faustino. Busca con arrebato un goleador que convierta repetidamente algunas de las muchas ocasiones que nuestros medios y jugadores de banda propician. En Valencia su pudo golear a Noruega, pero la funesta carencia de gol puede llevarse por delante las ilusiones que tantos queremos reverdecer. Jugando así puede que pocos nos igualen, pero sin acierto será un fútbol estéril que a la larga y a la corta los hace peores a todos. Es lo mismo que hemos reiterado respecto al Real Madrid tras la pérdida de Cristiano. Los buenos jugadores no se olvidan de jugar en pocos meses, pero necesitan el remate certero que haga bueno su trabajo. Por eso, siempre ha habido futbolistas que pasan desapercibidos en el juego y que, sin embargo, pasan a la historia del partido porque la tocan cuatro veces y hacen dos goles. Y algunos lo reiteran tanto y en momentos tan oportunos que forman parte de la grandeza histórica de sus equipos. Raúl, por ejemplo, está en la del Madrid y no en la de la Selección. Y Villa, por el contrario, estará más para siempre en la de España que en la de sus muchos clubes, aun habiendo sido un goleador importante en todos ellos.

Cristiano y Messi, singularmente, estarán tanto en la de sus clubes como en la memoria de millones de aficionados porque siguen marcando una época repartiéndose honores. El comienzo del siglo XXI es suyo. Dos futbolistas que cuando se retiren será difícil reeditarlos en demasiados años. Tantos como para pasar a legendarios de generación en generación. La nuestra tendrá el placer inolvidable de haber visto confrontarse  en directo a dos de la escasa docena de genios y artistas que el fútbol ha deparado. El luso como goleador y el argentino como futbolista total y goleador también; quizás el más completo de la historia, aunque  con su selección le falte capacidad de liderazgo.

GOLES MURCIANOS

El Murcia ha ganado un partido porque dos de sus delanteros acertaron después de muchos meses. Y con notables bajas en el equipo. La pregunta es si ha cambiado mucho su juego. Y seguramente la respuesta es no. La diferencia es el acierto de delanteros y portero. Y la consecuencia, el ánimo para escapar de la zozobra deportiva. Ojalá Algar dore el viejo sueño de tantos: cantera y gloria.

Y ojalá perseveren también los del Cartagena y el UCAM y el año que viene podamos disfrutar la plata del fútbol patrio. Lo merecen sobradamente, pero goles son amores y lo demás ruina.

miércoles, 20 de marzo de 2019

EL ZIDANE CAMPEADOR



Florentino ha vuelto a sacar el conejo Zidane. El mejor argumento que tiene en su chistera, y el penúltimo seguramente, porque con el sargento Mourinho, al que tanteó tras la primera negativa del francés, duraría menos la efímera tregua que suponen. Así se lo dicen sus encuestas, aunque no había mucha diferencia. Un sesenta por ciento contra un cuarenta que apostaban por el chusquero portugués descubren a demasiados madridistas desnortados. Y si no recuperaron la cordura en las buenas, peor en las malas. Esto huele a ocaso imperial.

Zidane es la mejor noticia para el madridismo, aunque será raro que su presencia baste para reanimar al moribundo que representa el fin de una generación legendaria de futbolistas. Ya no hay egos que domar en el Bernabéu, si acaso el de Florentino Pérez, y eso es imposible porque tampoco reconocerá el tiempo difícil que viene. Humildad y paciencia no son virtudes suyas. Ahora le tocará gestionar la transición entre la gloria pasada y el futuro ilusionante con el tenebroso presente sobre su cabeza. Demasiada tela que cortar para alguien tan laureado y glamuroso como inexperto.

Pérez ha tenido que improvisar y eso le ha tumbado la transición tranquila con Löw. Dos meses largos en la nada, con el infausto recuerdo del tiempo de Queiroz y su record de partidos perdidos. En aquel equipo también había estrellas declinantes. El propio Zidane, Ronaldo, Raúl o Beckham. Y poco después entonó también Florentino el mea culpa y se fue por la gatera. Pero el gato escaldado ha hecho lo mejor que ha podido y ojalá le suene la flauta de nuevo. Es difícil, pero debería insistir en su nueva política deportiva convenciendo también a Zidane de que el futuro empieza por Vinicius y similares, amalgamados con veteranos de fuerza. La travesía desértica será larga para las urgencias de este tiempo desmemoriado. Una plantilla campeona no se enjareta en unos meses ni con tres o cuatro fichajes de relumbrón y algunas bajas de postín. Y  menos si el francés se empeñara en reverdecer laureles resucitando muertos. Cuando Zidane cogió el equipo la primera vez tenían reciente una Champions y hambre, y sus futbolistas cuatro años menos. Demasiado tiempo para correr como antaño y con los estómagos llenos.  Bale, Marcelo o Isco, por circunstancias diferentes, han jugado ya sus mejores partidos de blanco. Y Ramos, Kroos y Modric, por buenos que sigan siendo, también. Y otro Cristiano tampoco se inventa de un año para otro ni el auténtico volverá. Fueron la columna vertebral del Madrid campeón que por mucho que se añore ya no puede soportar el empuje de unos jóvenes como los del Ajax, que sin ser la Juventus ni el Barça, y ni siquiera el City ni el Liverpool, le dieron sopas con honda en Ámsterdan y en Madrid.

Cuentan que el Cid tomó Valencia ya cadáver, pero por mucho que campee Zidane, Campeador solo habrá uno. Y haría bien Florentino Pérez en buscar otro conejo para la presidencia porque está viviendo sus últimas lunas blancas. Siempre se arrepentirá de echar antes de tiempo a Cristiano.

Como seguramente las está viviendo también Simeone en el Atlético. Aquello del partido a partido queda demasiado lejos tras su enésimo fracaso europeo. El Cholismo y cuanto supone también ha jugado ya sus mejores partidos rojiblancos. Es difícil volver a reanimar a quien se ha desesperado de tanto ilusionarse, como le ocurre a la afición atlética. Las agonías son desagradables en la vida y en el fútbol, como ocurre en los toros aunque haya entrado a matar hasta los gavilanes el mejor matador.
Cristiano —¡tenía que ser él!—, ha enterrado a unos y otros. A los blancos porque se ha demostrado que él sigue en la cumbre y ellos le deben demasiado a sus goles; casi todo. Y a los colchoneros matándolos con su mejor medicina: el pundonor y la eficacia. Carácter, dedicación, goles y suerte; el fútbol mismo.

EL DUELO MURCIANO

Es tremendo el valor de docenas de murcianistas que mantienen vivo al Real. Un esfuerzo de mucho mérito que hay que reconocer sin ambages, y el de los miles que les siguieron, con cuantos errores hayan cometido sus gestores. Sobre todo en lo deportivo, con bajas suicidas de futbolistas y de un buen técnico, y con desconcertantes desavenencias internas. Pero tan  elogiable es esa realidad como lúgubres los augurios.

Una pena grande. Endeudado hasta la quiebra, sin dinero ni goles, ¿adónde va el Murcia?

Echémonos un pienso.   



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