viernes, 26 de marzo de 2021

LAPORTA, LOS COMPLEJOS Y EL MADRID

 

Los complejos de superioridad generan soberbia y prepotencia y los de inferioridad, resentimiento y envidia. En definitiva, insensibilidad, deshumanización y tiranía, unos, y frustración, depresiones y baja autoestima los otros.

Cuando se trata de dirigir algo, quienes se creen superiores miran por encima del hombro a sus competidores, además de tener poco en cuenta las opiniones de los suyos, y quienes llevan impresas las huellas del resentimiento tienen la fijación vengativa hacia sus oponentes como resorte vital, viendo, además, enemigos personales por todas partes, incluso entre sus más próximos si no comparten siempre su negativa obsesión. 

Y el fútbol, como actividad humana, tampoco escapa de estas debilidades. Joan Laporta se retrató con su pancarta junto al Bernabéu, por muy buena idea de márketing que fuera, que indudablemente lo fue como distinción frente sus competidores para presidir el Barça; porque en el pecado llevaba la penitencia. Hacer de la alusión directa al rival su principal línea de campaña no fue sino evidenciar el enorme respeto que le profesa. Y en eso fue inteligente, porque no es mala idea para el propio realce personal retar al laureado oficialmente por la FIFA como mejor club del siglo pasado, lo que implica serlo de la historia en los poco más de cien años del fútbol.

El problema, si continua en la línea natural que subyace en caso de subconsciente acomplejado, como decíamos, será que presida el Barça contra el Real Madrid, como programa básico de su cargo, en lugar de centrarse en resolver los problemas institucionales y deportivos culés, con la ruina económica y la muy probable época post Messi que hereda. Afrontar esos dos enormes frentes darían para varios mandatos presidenciales.

Sin embargo, proclamar solemnemente que si un marciano llegara a nuestro planeta tardaría muy poco en percatarse de que el VAR es del Madrid, más allá de lo que tiene como pasto de forofos y alborotador de meninges simplonas, abona lo peor. En cualquier faceta de la vida, cuando un poderoso se queja de quienes imparten justicia, además de plañidero y desvergonzado, es insultante no solo para los débiles sino irrisorio también para quienes tratamos de mirar las cosas sin partidismos y extremos estériles por mucho que nos apasionen.

El VAR no es perfecto, claro está, pero ayuda en todo aquello que escapa a la mera y subjetiva interpretación arbitral. Esta herramienta técnica ha terminado con goles fantasma, fueras de juego y demás circunstancias poco ambiguas del juego que tradicional y clamorosamente favorecieron a los grandes, y eso es un avance que por sí solo justifica su existencia. Por eso, cuando un grande se queja de los árbitros: Madrid, Barça o Atlético, solo como ejemplos, porque a otros niveles podríamos hablar de Brasil, Italia o la Corea de turno por anfitriona, como bien recordamos los españoles; quienes hemos sufrido en nuestra carne futbolera el calvario del favoritismo hacia los poderosos, sentimos un inmenso gozo interno en paralelo al sano cachondeo que tan llorona, falsa y ridícula actitud nos provoca —Butragueño también lo genera cuando gime—.

Y hablando de intimidades, eso evidencia a su vez el ancestral complejo de inferioridad hacia los grandes de quienes somos seguidores de equipos modestos, aunque también nos vibren las fibras los colores y el escudo de alguno de ellos.

Pero hay más responsabilidades graves en quienes se empeñan por su indigencia intelectual o instinto criminal, además de por su cortedad de miras, en dirigir cualquier institución contra su rival, en lugar de hacerlo potenciando sus valías y yendo a lo suyo sin reparar en vigas propias para buscar pajas ajenas, y es la violencia que generan en demasiados seguidores con escasas entendederas.

Así, cuando los Laporta del mundo dicen, por ejemplo, que el Barça es más que un club, mezclando fútbol con Cataluña y sus discutibles reivindicaciones políticas y sociales, por razonables que sean algunas, vienen a ensalzar a su mega rival, en este caso el Madrid, como el representante de su bestia negra: España. Y ahí, aparte de ningunear a todos los demás, llevan las de perder también. Solo hay que comparar la historia universal de ambas realidades. Una pena por la legendaria dimensión del Barça en el mundo.

Laporta, que tuvo el honor de presidir el mejor Barça de la historia, marcando época, debería dedicarse al fútbol y dejar la política a los que viven de ella. A no ser que aspire.

Y si así fuera, cabría mandarlo más allá de hacer puñetas.

 

       

lunes, 15 de marzo de 2021

PARAR, TEMPLAR Y MANDAR

 

Desde aquel célebre: “pues ya ve usted, degenerando, degenerando…”,  con que el Pasmo de Triana, Juan Belmonte, explicaba el ascenso a Gobernador Civil de Huelva del que había sido subalterno suyo Joaquín Miranda, hasta el: “hay gente pa to”, del torero cordobés Rafael el Gallo, cuando le presentaron a Ortega y Gasset como filósofo, el mundo de la tauromaquia con su jerga y gentes han enriquecido el idioma que hablamos seiscientos millones de personas, tanto estética como comprensiva y conceptualmente.

Si su peculiar terminología, entre lo mundano, filosófico y poético, y hasta  lo vivificador y ecologista: “campos enverdinaos”, se adapta por sentido común a lo que entiende el pueblo llano, aunque suene a vulgarote, al intelectual o ilustrado con mayor razón.  

Los equipos sólidos saben a lo que juegan desde el primer minuto y empiezan por parar el empuje inicial de sus rivales. Después, intentan templar la pujanza contraria para adaptar el ritmo, la cadencia y la velocidad del juego a lo que conviene a sus virtudes y cubre carencias, que nadie es perfecto, y finalmente, se imponen mandando sobre el césped. Y en el fútbol manda quien mejor administra los goles a favor y en contra.

En la liga, que es un torneo de regularidad, se corona quien mejor administra sus baches de forma y juego, que son inevitables salvo casos tan escasos como excepcionales en el tiempo. Solo los equipos de época los disimulaban alguna vez. Y en la presente, hasta ahora, “el más en tipo y menos acochinao” es el Atlético de Madrid. Solo le falta lo más caro: cuadrarse de frente bien perfilado y entrar a matar por derecho sin miedo, haciendo la cruz con los brazos, para meter la espada hasta los gavilanes y tocar pelo. O lo que es lo mismo, rematar la faena.

Tiene al Barça tan cerca que pudieran temblarle las piernas, como evidenció ante el Getafe. Solo tuvo oportunidades claras cuando los de Bordalás se acularon en el área por jugar con uno menos, pero los aciertos del portero y defensas contrarios, más indecisiones e imprecisiones y la fortuna en contra, le birlaron dos puntos cruciales. Veremos si los echa de menos en este último cuarto de liga.

Y ya sabemos lo que es el Madrid de siempre, esté bien, mal o regular —partido infumable contra un Elche solo voluntarioso con deslumbre postrero de Benzema—, que es como apunta también ahora: no te puedes fiar ni de su sombra y te hace sentir el vaho en el cogote aunque le saques seis puntos, que solo son dos partidos por aquello del golaveraje particular.

Afortunadamente para los colchoneros, el Atleti como institución alberga pocas dudas y eso tiene mucho que ver con la confianza plenipotenciaria que atesora Simeone. Y el argentino, perseverante en su humildad y pragmatismo, paradigmas personales, haría bien confiando a sus hombres más templados el arreón final de esta temporada. Las prisas, para chorizos y malos toreros.

A falta de sol y moscas, tanto en la calle como en corrales y patios de cuadrillas —ahora redes sociales y chiringuitos varios—, se especula sobre los sorteos de lotes que vienen. Pero poco nuevo bajo el sol. Acaparan el panorama el ya caduco deshoje margaritero de Messi, con la santa encomienda culé al carismático Laporta y el factor favorable de la querencia familiar por Barcelona y el clima mediterráneo; el enésimo chirrío de Cristiano, con amago de pasmoso retorno blanco incluido; los emergentes Mbappé y Haaland, tan manidos ya como las sempiternas figuras de turno de todos los tiempos; los futuros banquillos merengue y blaugrana, con Zidane de don Tancredo privilegiado y Koeman de sobresaliente por aquello de las meritorias alternativas dadas a jóvenes talentosos; el esperado retorno a las gradas o el dinero en juego que motiva innovaciones competitivas o inventos para no perder pastel ni comba.

El fútbol tiene en su realidad poliédrica los resortes básicos para que no deje de interesar y apasionar semana tras semana. Y a veces, hasta emociona. Basta una estética, un gol singularísimo, una jugada excepcional o una parada inverosímil en cualquier categoría para que se conozca inmediatamente en cualquier confín del mundo.

Parar y templar, pero en todo caso, hay que recordar que siempre mandan los goles. Y como le decía un apoderado a su torero sobre la importancia de matar bien, sin esa rúbrica no hay cheque que valga, como tampoco cortijo sin espada.

Que Dios reparta oportunidades, valor y suertes.

martes, 2 de marzo de 2021

JOSE LUIS MENDOZA

 

El presidente de la UCAM no siembra indiferencia. Deportista entusiasta y futbolero admirador de Di Stéfano, promotor de clubes y patrocinador del deporte en general, comparte y defiende sus profundas convicciones con tanta generosidad y pasión como vehemencia y argumentos, aunque a veces pueda resultar socialmente incómodo e incluso inconveniente para sus afanes. Y como ocurre a quienes van por la vida de frente, con autenticidad y no de bien queda, y mucho más si son relevantes y preconizan dar ejemplo, acumula legión de seguidores y también cosecha envidias y recelos.

No obstante, hay una paremia bíblica adoptada por la humanidad para valorar a los hombres: por sus obras los conoceréis. Y ahí, ante la realidad de la Universidad Católica de Murcia, dedicación de sus últimos veinticinco años, no caben interpretaciones, prudencias cobardonas, cautelas ni medias tintas. El fruto de su obra es admirable para quienes no lleven orejeras y difícilmente repetible, igualable ni superable por sus detractores, sin excepción. Aquí nos conocemos todos.

Una universidad privada con apenas veinte años que tiene matriculados veintidós mil alumnos de toda la geografía nacional y de otros noventa y siete países, con tres mil y pico docentes, profesionales y trabajadores en activo; ochenta y tres titulaciones oficiales; cerca de cuatrocientas líneas de investigación y más de quinientos artículos científicos; ochocientos atletas universitarios y catorce medallas olímpicas con un centenar largo de deportistas españoles patrocinados.

Y como guinda, la UCAM acaba de ser distinguida por Times Higher Education, una de las tres organizaciones de ranking más importantes del mundo, como la décima en calidad de enseñanza entre las doscientas mejores de Europa, según destacaban recientemente los medios de comunicación sobre el The Europe Teaching Rankings 2019.  

A quienes hemos crecido a la sombra del monasterio de los Jerónimos, llamado también el Escorial murciano, la sede de la UCAM nos toca el corazón. Un enorme y majestuoso edificio de primeros del siglo XVIII que se caía a trozos, sito en Guadalupe y propiedad de la Iglesia Católica, y que gracias a la clarividencia del añorado obispo Azagra se puso en condiciones y sigue restaurándose por la iniciativa y perseverancia de José Luis Mendoza y su familia, en lugar de perderse o convertirse en recinto hostelero, cuando siempre fue un lugar de irradiación espiritual, cultural y educativa para los habitantes de su entorno, de esta bendita región y de la propia ciudad de Murcia; la séptima capital española y también demasiado tiempo “la siete veces coronada y nunca bien barrida…”

La matrona de nuestro Almudí representa como nadie al murciano: acogedor, expresivo y generoso con los de fuera, pero también cicatero en exceso con los propios. El murciano de bien admira a los ajenos que más allá de nuestras fronteras chicas han sido capaces de hacer grande a su tierra. Y también llevamos con orgullo y a gala a los paisanos que han sabido destacar en España en cualquier faceta, pero deberíamos hacerlo más con quienes lo han hecho aquí engrandeciendo a Murcia.

Sin embargo, desde hace tiempo, está enfilado por no sé quiénes ni por qué intereses ni con qué fin para castrar sus posibilidades de crecimiento porque probablemente se habrá equivocado en algo; lo desconozco. Pero, ¿quién no tiene borrones en su vida?

El carismático Mendoza, hombre de mundo y cartagenero de laboriosas raíces, hace grande a su región de Murcia y a España persiguiendo sueños y haciéndolos fecunda realidad para millares de personas sin distinción de raza, género, origen social, geográfico o ideológico. Con virtudes y defectos, porque es humano, y con una declarada y militante espiritualidad y fe católica porque también es muy libre, tenaz e infatigable, ha remado desde el origen de su proyecto contra el viento y la marea de la “Murcia guapa” de antaño, con alguna loable excepción, y sigue haciéndolo porque todavía hoy, paradójicamente, insisten en boicotearle.

¿Qué arguyen y por qué quienes todavía no ven claro el indudable interés social para Murcia de su realidad universitaria? Tal vez algunos notables deberían reflexionar y obrar en consecuencia, recordando, además, que no ha habido aquí ningún hecho de su relevancia en cien años, precisamente desde la refundación de la propia UMU.

Me sumo al ruego de que Mendoza se quede en Murcia y siga ayudando a nuestro deporte, al mundo universitario, educativo, científico, humanístico e investigador y a esta tierra tan necesitada de grandeza, frente a tentaciones, proyectos, lugares y gentes que lo acogerían agradecidos.

¡Salud y mucho ánimo, Presidente!

 

 

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Web Analytics