martes, 29 de agosto de 2017

EL BARÇA O LA PELOTERA PRODIGIOSA



Por mi admiración hacia el autor, tomo prestado alegóricamente el trasfondo de una de sus obras de teatro para referirme a la actualidad del Barça.  García Lorca escribió su drama en dos actos y seguiré su guión, imaginando un final deseable después de la sucesión de enredos.
El Barça necesita a alguien rico en sentido amplio: de conceptos, coraje e ideas claras, sobre todo; que encauce su camino hacia la abundancia. Ese buen vivir que tanto soñaba la impulsiva zapatera lorquiana y que el Barça añora.
El primer acto acaba con la huida del rico marido por los continuos desprecios de su joven esposa, imbuido, además, por los malvados comentarios y chanzas grotescas de sus convecinos. En este caso, el espíritu canterano y desbordantemente culé lo transmuto en el viejo marido humillado, cual la añeja Masía, y a la llamativa esposa en el trasunto del pírrico tridente. Todo para los tres de arriba, confiando vida y hacienda a la eficacia competitiva por los exitosos y efímeros inicios del Barça de Luis Enrique, que abandonó el barco devorado por la insolencia tridentina.
Ahora estamos en el desarrollo del segundo acto, con peloteras continuas e idas y venidas de dirigentes para acallar las críticas —algunas prematuramente carroñeras— lanzadas sobre un Barça abandonado por su elixir mágico: la olvidada excelencia de su deslumbrante juego con denominación de origen. Y aparecen  comediantes, clubes, intermediarios y jugadores de medio pelo a sopar en la desahogada bolsa obtenida por la fuga de Neymar, que hace cuanto puede, además, por desestabilizar a quienes abandonó por mucho buen rollo que mantenga con sus antiguos colegas; tontos útiles para sus fines. Y uno se pregunta, aunque importa ya poco, ¿cómo se fraguó ese desencuentro folletinesco entre el fichaje más caro en la historia culé y sus dirigentes?
Bartomeu y sus adláteres, que lo trajo con el encarcelado Rosell, están en una huida desbocada  por creer que todos los caminos les llevan a su ilusa permanencia. Craso error, aunque suenen en sus cogotes susurros cuchilleros en forma de mociones de censura, de venganzas en ciernes de antiguos compis —Laporta al acecho—, o los inevitables palos periodísticos por tanto desmán. Saldrán a garrotazos si persisten en la descomposición. Y tal debacle, casi todo el segundo acto del drama, por una temporada y media sobresaliente del Real Madrid y la huida procelosa de un futbolista chulesco, más aparente que eficaz en su última temporada —trece goles en liga—.
Es cierto que el Real Madrid es ahora notablemente superior, no tanto por  resultados como por ambiente de plantilla, su calidad, cantidad y  dinámica, pero tampoco es para enloquecer. En el fútbol hay pocas verdades incuestionables: los resultados mandan,  son once contra once y la suerte y el estado de ánimo también juegan,  pero es igual de cierto que dos partidos pueden cambiarlo todo. Y más cuando hay calidad. El Barça atesora jugadores que serían titularísimos en los mejores equipos: Messi, Suárez, Busquets, Piqué, Alba o Iniesta, y otros poco menos, como el polivalente Sergi Roberto, Ter Stegen o Rákitic, pero ha de llenar su despensa; ese desván canterano o muy joven de otros lares por el que apostaban para recolectar figuras. Y los tienen, aunque ahora la mayoría digan facilonamente que no —¿quién conocía a Busquets y Pedrito (estaba traspasado al Portuense) cuando surgieron, aparte del que apostó por ellos? — Y, ante todo, reencontrar un estilo inconfundible que les haga resurgir. Ese debiera ser el objetivo, y no improvisados fichajes tan gansos como desorbitantes. Paulinho, Dembélé o Coutinho no traerán  lámparas mágicas que alumbren futuro. Eso hay que perseguirlo con determinación y mimarlo cuando se halla; lo que no han sabido gestionar  tras la marcha de Guardiola. El culebrón Neymar es el paradigma de lo que nunca debieron hacer. Cruyff lo proclamó y algunos lo suscribimos entonces. Ahora pintan bastos.
Como final de esta pelotera prodigiosa, sería deseable que el viejo espíritu huido vuelva aun disfrazado de tirititero, como en la obra de Federico, y se dé cuenta y persuada a la joven esposa abandonada, el Barça actual, de que se aman: Sergi, Deulofeu, Rafinha, Aleñá, Palencia y otros lo han mamado. ¿Dejarán hacer a Valverde? Ojalá, pero lo dudo; falta el necesario equilibrio institucional.
Enfrente, el Madrid encontró en Zidane el mago que frotó su lámpara. Ahora nadie dice —decimos— que los blancos no saben a qué juegan; brillan, golean y ganan, ¡todos! El Real de su tiempo grande.   

       

martes, 22 de agosto de 2017

Y DEL DESBARAJUSTE AL TODO VALE


Dijimos que la marcha de Thiago, como la de Cesc, eran  síntomas de lo que podía avecinarse en el Barça, y los hechos lo han corroborado. Más allá de la renuncia de Guardiola a liderar al exitoso engendro que propició, muy  inteligente porque los monstruos acaban devorando a sus creadores, el tiempo y la deriva hacia otras fuentes futbolísticas han puesto de manifiesto la desastrosa gestión de quienes tomaron las riendas blaugranas, que apostaron por los fichajes de relumbrón —lo fácil en un club grande— como Suárez y Neymar, quienes podían asegurar una continuidad en el éxito; en lugar de insistir en la base futbolística que lo habían encumbrado. Evidentes son también  los numerosos fracasos incorporados, con Turán como exponente de lo que algunos nos preguntábamos: ¿qué incorporaba el turco al Barça? Y otra: ¿Alcácer mejora a Sandro?
A estas alturas me hago otra pregunta: ¿qué hubiera supuesto para los barcelonistas un centro del campo rodado estos años con Busquets, Thiago, Cesc, Sergi Roberto o Iniesta —con Rafinha y Samper a la expectativa? Creo que la continuidad del modelo basado en el magisterio de Xavi,  el implementado en la Masía por Cruyff e interpretado hasta la perfección por el dictado de Guardiola. Y aunque una golondrina no hace verano, esa apuesta genérica hubiese supuesto también que los canteranos blaugranas apostaran por buscar su oportunidad en el Nou Camp, como otros jóvenes de otras canteras, en lugar de imaginar en el exilio su destino. Bellerín es el caso paradigmático de lo que decimos, como también Asensio o ahora Ceballos, que prefirieron el Madrid. Porque una golondrina no, pero sí los calores de una filosofía que lo fue todo en sus mejores años históricos
Con la llegada de Luis Enrique había que demonizar al huido Guardiola y todo lo que representaba. No he visto un forofismo más suicida que el culé con sus ex. Cuando una figura se va del Barça se convierte en el peor enemigo, aunque desde donde esté siga siendo fiel a sus colores. Y hay que borrar todo lo que represente. Eso es ADN culé, que se dice ahora para todo, pero en el pecado va la penitencia. Con la base de Pep y los grandes fichajes hizo Luis Enrique una apuesta a corto, exitosa al principio —como un cohete de feria—,  que finalmente ha supuesto la tumba de su mejor sueño. Y ahora recogen los frutos envenenados de tal disparate: un equipo sin alma. Ha bastado la enésima fuga de una figura mercenaria: Neymar, para que el aparente tinglado se caiga. Y ahora todo son prisas y movimientos deslavazados en un club tan zumbado como zombi: Paulinho, que nada tiene que ver con el otrora fútbol de toque culé; Coutinho, un interior con cierta llegada, pero nada más, que no mejora a Sergi; Dembélé, una promesa de excelente delantero, pero no mejor que Deulofeu; y todos los etcéteras que se lo pongan a tiro, ahora que tienen pasta caliente. Y es que, como nos decía un antiguo profesor de marketing estratégico, cuando no sabemos adónde vamos todos los caminos nos llevan allí; una historia mil veces repetida.
¿Y mientras, el Madrid? Pues de copa en copa y tiro porque me toca. Con dos equipos titulares para ganar lo que se le ponga por delante, los de Zidane empezaron un ciclo en su primer año que les puede llevar, como reiteramos, a reinventar la historia de un éxito; la suya de antiguo.  Quienes siguen esta columna saben nuestra posición crítica con Florentino Pérez desde antaño, pero también que no nos duelen prendas en señalar sus bondades, y la continuidad de su figura es una de las claves del deslumbrante Real actual.  Es verdad que ni él esperaba la conjunción de astros que envuelven a los blancos bajo el aura de Zidane, pero también es diáfana su apuesta valiente por el francés en un momento delicado. Y también, que tal vez haya aprendido así a dejar hacer en el césped a los que saben. Y ambas cuestiones suponen el climax de su triunfo deportivo, unido al de la estabilidad institucional, que no es baladí para un club de su relevancia mundial.

Ahora mismo, el Barça no coge al Madrid ni con alas. La otra noche les pasaron por encima como aviones y en poco más de veinte minutos los pusieron ante sus peores contradicciones. Los merengues quitando grasa: James y seguramente Bale; y los culés engrosando cartucheras.        

jueves, 17 de agosto de 2017

DEL ÉXITO AL DESBARAJUSTE



Por habitual, es un viaje de ida y vuelta en los grandes, solo hay que mirar la historia para comprobarlo, y únicamente los muy grandes permanecen. Madrid, Barcelona, United, Bayern, Milán, Inter o Juventus, que protagonizan las mejores páginas del fútbol europeo, lo conocen en carne viva.
Esta temporada parece que el Barça continuará el calvario iniciado cuando se desarmó el grupo de futbolistas que lo hicieron el más grande hace pocos años. Y el Madrid, por el contrario, apunta maneras de continuidad en el éxito reciente desde que Florentino Pérez le confió la aguja de marear  a Zidane.
El vodevil deslumbrante de Neymar ha puesto de manifiesto la diferencia entre la lealtad canterana y el egoísmo figurón. Pero no todo es achacable a la apetencia dineraria, cuestión esencialmente humana, sino a los principios. El añorado Xavi ha dejado dos frases para la reflexión. Dice que jamás hubiera repescado para el Barça a quien desertó, quizás por Piqué o Cesc, y no entiende que nadie quiera dejar ese club. Al extraordinario jugador de Tarrasa le ha traicionado su inextricable corazón culé. Los dos primeros se marcharon de la Masía a Inglaterra por carecer de perspectivas en el primer equipo, cuando en el Barça aún deslumbraban los rescoldos holandeses y se aspiraba a los grandes fichajes foráneos: Ronaldinho, Deco, Eto’o, etc., con él mismo e Iniesta de comparsas —el manchego fue suplente en la final de París de 2006 de Rijkaard y él ni la jugó—; y Neymar se ha marchado buscando el brillo personal indiscutible y el dinero; lo mismo que le hizo cruzar el Atlántico hacia el Mediterráneo. El tan ingenuo como magnífico futbolista Xavi no debería pedirle peras al olmo, aceptando que él tuvo la inmensa fortuna de protagonizar la única etapa azulgrana donde se apostó de verdad por la cantera, gracias a los colgantes de Guardiola, coronada por su mejor época histórica. Ahora es otro cantar, aunque albergo la esperanza de que la fuga del carioca permita que Deulofeu alumbre por fin su extraordinaria clase.
Esta temporada ha empezado para el Real Madrid como acabó la pasada, con el oro de cara y una plantilla cargada de juventud, entusiasmo y clase, y mientras Zidane pueda maniobrar — ya dijimos que puede ser el Di Stéfano de Pérez—, brillará un modelo de éxito que puede propiciarle sus mejores años desde los lejanos cincuenta del siglo pasado.
Se han cambiado las tornas y parece que aquel lejano ideal de Florentino de “Zidanes y Pavones”, que tanta ilusión despertó en el 2002 para marchitarse al poco, puede hallar su lugar al sol. Los Carvajal, Lucas, Asensio,Vallejo, Llorente o Varane, con mención especial para el deslumbrante Casemiro; canteranos unos y llegados muy jóvenes otros a la casa blanca, amalgamados con las figuras actuales y las que puedan llegar, aseguran una línea de trabajo —los principios que decíamos— tan ilusionante como exitosa. Esperemos que Pérez y sus adláteres no se cansen pronto del sorprendente modelo triunfal que ni ellos mismos previeron —ni esperaban— cuando buscaron en Zidane la solución de emergencia tras liquidar a Benítez. El fútbol mundial, y en especial el español, lo agradecerán tanto como los aficionados merengues.
Quien de momento se escapa de tal montaña rusa es el Atlético, que mientras Simeone aguante tiene asegurada una continuidad en los aledaños de la cima europea. Garra, contundencia y pelea en el centro y atrás, aderezadas con los chispazos de calidad de Griezmann, Oblak, Filipe, Koke, Saúl, Carrasco o del emergente Thomas; son su base, pero la figura es el técnico argentino. Y que dure.
En cuanto a futbolistas, capítulo aparte merece Casemiro. Hace años, cuando se fue Alonso, defendíamos aquí casi en solitario su importancia; todos se empeñaban en Kroos de pivote. Crece día a día geométricamente y es el arco angular del tinglado artístico blanco; defiende, tapa, distribuye y golea decisivamente.  En cuanto a Isco,  algunos apuntan que será el segundo español en conseguir el Balón de Oro.  Dentro de su excepcionalidad será difícil cuando no lo consiguieron Raúl, Xavi o Iniesta, más laureados que él. Guti tenía tanta calidad, si no más, y siempre fue tan suplente de lujo como eterna promesa.

Enfrente, Mbappé es una incógnita, Messi sigue siendo el mejor del mundo, y Neymar, la otra singularidad del verano, no alcanzará en París la relevancia de su pasado culé; su carácter y la realidad del PSG, pese a los millones árabes, le traicionan. Tiempo y hierba.   
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