lunes, 28 de marzo de 2016

LA SELECCIÓN NO HONRÓ A CRUYFF
Una pena; una lamentable pena doble: la pérdida de un grande de verdad, don Johan Cruyff, y la constatación de que el combinado nacional navega aguas abajo desde la gloria a la nada, aunque coincide que faltaban los dos jugadores básicos para darle a España el toque sutil de su reciente grandeza: Busquets e Iniesta; veremos si son capaces de ahormar a su vuelta un equipo de lentos hasta el aburrimiento. Salvando el buen fútbol de Morata y el espléndido momento de De Gea, junto al oportunismo del jovencísimo veterano Aduriz, los demás parecían “el camión del pescao”.
La primera parte del partido frente a Italia recordó sobremanera a la selección que tanto nos defraudó en el pasado mundial de Brasil. Y con esa frustración le di la razón al sabio gallego Luis Suárez, el único Balón de Oro español, que explicaba la dificultad de los jugadores españoles cuando juegan con la selección en la recta final de la temporada. Salen al campo con el freno de mano echado y con la marcha atrás como velocidad de referencia. No ganan un balón dividido ni llegan antes a cualquier pelota en disputa ni tocan balones adelantados. Le dan al balón con miedo, prefieren jugar para atrás y parece que llevaran muelles en sus botas: no controlan una bien.  Hasta mi admirado Juanfran, paradigma de lo descrito, parecía un tronco en lugar del junco que es en su Atleti.
Con el aturdimiento y la tristeza por el fallecimiento del irrepetible Cruyff, uno esperaba que apareciera algún destello del mítico holandés, el más conocido y admirado en el mundo según sus compatriotas, y cualquiera de los futbolistas en liza tuviera el detalle de homenajearle con lo que mejor sabía hacer: manejar el balón y los tiempos con la velocidad mental que luego se transmitía a las piernas para generar belleza anticipándose al contrario. Esperanza vana. Los italianos, un equipo ramplón carente de las virtudes que atesoraban, bastante hicieron con desbordar media docena de veces a la descolocada defensa española. Y los nuestros, torpes, medrosos y lentos hasta la desesperación, se dedicaron a deambular como almas en pena en Udine. Para ellos, los escasos sesenta segundos de silencio por el luto generado en España en un absurdo accidente de autobús, y en Bruselas por la barbarie de unos descerebrados que si de verdad se han inmolado bien muertos están y, si no, la verdadera justicia sería ayudarles a llegar inmisericordemente a su paraíso cuanto antes, junto con quienes les inculcan sus criminales deseos de gloria; duró noventa largos minutos. Mal camino llevamos.
Así, refugiémonos en el recuerdo de quien tanto de futbolista como de entrenador llevó el fútbol a la modernidad. Desde su irrupción en el Ajax de finales de los sesenta del siglo pasado, con refrendo de su juego en la selección holandesa, este juego dejó de basarse en las tácticas rígidas de los jugadores especialistas en defensa, medio campo o ataque, pasando al fútbol total como idea moderna. Y ahí, en ese todo campismo que había echado raíces con el otro grandioso innovador futbolero de una década antes, don Alfredo Di Stéfano, empezó a escribirse en letras de oro la idea, más que nunca, del juego en equipo y la solidaridad en el campo como bandera de los grandes y del mejor fútbol actual. Este deporte cambió gracias a esos dos monstruos de dos generaciones sucesivas, desaparecidos ambos también en poco tiempo, en sus dos décadas prodigiosas: 1955/1975.
El legado de Cruyff sigue presente a través de sus alumnos aventajados, con Guardiola a la cabeza, porque además de ser uno de los cuatro grandes sobre el césped, es de los pocos técnicos que hizo escuela y el único que aunó la gloria en ambas facetas.  
Recuerdo la tarde de noviembre de 1973 en la que debutó fuera del Camp Nou, en La Condomina, y junto a la expectación despertaba y el gol del empate del murcianista Canito en la portería del Sector A, me quedo con su elegante conducción del balón y su cabeza siempre alta, aparte del golpeo exquisito de la pelota y sus espectaculares cambios de ritmo.

Don Santiago Bernabéu reconoció a un amigo común entrañable, el valenciano Antonio Orts, quien me lo contó en confianza, su gran error al no ficharlo cuando pudo. El Madrid sufrió su juego, pero para los buenos futboleros, Cruyff es el referente del mejor fútbol moderno. Su Barça y España lo saben bien.    

martes, 15 de marzo de 2016

HUIR DE LA QUEMA

Luis Enrique huyó de la quema cuando olvidó su libro de estilo consintiendo que Messi no entrara en las rotaciones. Eso fue en su primera temporada como técnico culé, al filo de su ecuador, y desde entonces se le acumulan los galardones con el aprecio generalizado de los aficionados blaugranas y del universo futbolero. Pero él, como todos, sabe quién manda de verdad en el Barça, y quién hace de su equipo el referente del fútbol mundial. Contar con el mejor jugador del momento, y uno de los dos o tres  mejores de la historia, tiene esa doble cara: segundo plano y triunfo.
En el Atlético, sin embargo, son los directivos quienes huyen de la quema aferrados a su artista indiscutido: Simeone. Y es el importante porque cada año tiene que reinventar un equipo con aspiraciones; su plantilla se desangra con sus mejores jugadores, que son vendidos sin misericordia en aras del obligado cuadre de cuentas en los equipos con más números rojos que negros. Y ahí reside su éxito, aparte del estilo contrastado ya durante varias temporadas para hacer a los colchoneros los terceros en discordia en España. Otra cosa es a nivel europeo, donde no deja de ser un aguerrido equipo que sale al campo con el cuchillo entre los dientes; nada del glamour que corona a los verdaderos grandes: Madrid, Barça, Bayern, Manchester United, Chelsea, Juventus, Milán, ahora también PSG, etc. Es decir, pasa el tiempo pero nada nuevo bajo el sol.  
Y en el Madrid, el número uno es don Florentino. Solo tardó un par de temporadas para dejarlo claro, desde que llegó al Bernabéu en el 2000. Por el camino han quedado achicharrados técnicos y jugadores en una ruleta sin fin desde que Del Bosque y Hierro salieron del equipo. Antes le salió bien con Redondo, que se lesionó de gravedad en el Milán al poco de venderlo, pero con los demás ha tenido que usar los apagallamas de los reiterados fichajes deslumbrantes cada año como escudo. Él confiesa a sus íntimos que la bomba hay que cebarla cada año para seguir en candelero, y a ello se aplica con una perseverancia tan brillante para su ego e imagen personal como nefasta para el club. No quiero reiterarme en mi crítica global a su gestión, ya la conocen sobradamente los fieles a esta columna, pero quienes duden de lo que afirmo solo tienen que mirar las estadísticas. Es muy fácil comprobarlo.
Llegado de urgencia Zidane al banquillo eléctrico blanco, como penúltimo pararrayos presidencial, ya presenta síntomas de achicharramiento. Decir en voz alta, por mucho que lo piense para sus adentros, como muchos, que cómo va a hablar de fichajes y bajas si él mismo no sabe si estará este verano al mando de la plantilla merengue, es la prueba palpable del fuego inquisitorial que se le acerca. Dar la razón a sus predecesores, Ancelotti y Benítez, de que la plantilla está desequilibrada, ha sido la mecha. Y ahora, asumiendo que la quema institucional es más que probable, trata de huir de la personal porque piensa, y con razón, que su prestigio no puede ni debe ser una ofrenda más en el altar de los egos e intereses de quien lo fichó y ha usado como emblema. El cada vez más Pérez, en detrimento de la deidad Florentino, no tiene miramientos con quien ose disentir de sus planes. Dejar cientos de millones de euros en el banquillo para que jueguen Casemiro, Lucas Vázquez, Carvajal, Jesé o Borja Mayoral, es jugar a la ruleta rusa con la pistola presidencial. Solo que en lugar de una bala tiene solo un hueco en su tambor. Y esa única posibilidad es ganar la Copa de Europa. Y a ello se apresta Zidane tratando de armar un equipo desde el medio campo, en el reino de medias puntas de su plantilla.
Casemiro tendrá así la continuidad que le ha faltado para demostrar si de verdad es jugador para el Real Madrid, más que nada porque es el único medio centro disponible, como también venimos reiterando desde que se marchó Alonso. Y de rebote Lucas Vázquez, como extremo eficaz y peleón. Ahora, a esta tesis, se apuntan casi todos los especialistas, cuando han estado hablando de galgos y podencos desde entonces. Deben ser que los árboles florentinianos no les han dejado ver el bosque real del Real. En fin, parece mentira.

Suerte para Zidane en su acertada huida de la quema. Mourinho acecha        
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