jueves, 12 de julio de 2018

DE CRISTIANO A LUIS ENRIQUE



El madridismo florentiniano veía con buenos ojos largar a Cristiano Ronaldo. Y tienen sus razones, aunque fundamentalmente están hartos de los desplantes del luso. Pero el asunto tiene una mar de fondo que la mayoría ignora o quiere ignorar, que al caso es lo mismo.
Cuando el Real Madrid ganó la decimosegunda Champions, en la primavera de 2017, Florentino Pérez prometió una revisión del contrato a Cristiano para equipararlo a quienes más cobraban en España; entonces, Messi y Neymar. Un año más tarde, al ganar la decimotercera, aún no se había atendido aquella promesa y el portugués salió por peteneras en Kiev.  Estuvo desacertado por el momento y la situación, claro que sí, y hasta insolidario y egoísta con sus compañeros, pero también estaba harto. Florentino Pérez nunca ha digerido que Cristiano fuera fichaje de su antecesor, Ramón Calderón, y de ahí sus sucesivos intentos de hacerle sombra; Kaká, Benzema, Bale y sus reincidentes suspiros por Neymar. Y tampoco soporta su soberbia majestad que nadie ensombrezca su armiño  blanco; entre la corona y el escudo luce su perfil imperial.
Lucha de egos, dicen algunos, pero no lo es tanto. El presidente blanco tal vez atisbó erróneamente que se acercaba la fecha de caducidad de Cristiano, a quien de alguna forma responsabilizaba, junto a Zidane, de la debacle del Madrid en Liga ya en la Pascua. De ahí arranca este vodevil y la fuga del técnico. “El Moro”, como lo llaman por la zona noble del Bernabéu, se enteró de los devaneos de su valedor Pérez con Löw, como anticipamos aquí en abril, y tomó la decisión de hacer piña con sus jugadores y largarse a final de temporada. Y Cristiano, al tanto también de los inicios de la enésima intención de su presidente de fichar a Neymar, reiteró en vano que le cumpliesen lo prometido. Quizás, teniendo en cuenta estos antecedentes, y el descubrimiento posterior de sus asesores fiscales de la legislación italiana, sea más fácil entender por qué se ha ido a la Juventus.
La salida de Cristiano tendrá consecuencias imprevisibles, aunque tampoco tan difíciles de imaginar. Si con él, algunos pensamos que Lopetegui tenía difícil llegar a la Pascua, sin él lo tendrá aún más crudo. Y no solo el técnico. A Florentino Pérez sería bueno que alguien le recordara que la gloria mundana es efímera. Todos los que ahora aplauden que largue al portugués, en cuanto vengan mal dadas pedirán su crucifixión.
¿Quién meterá el año que viene los previsibles cuarenta goles de Cristiano?  ¿Bale? ¿Bencema? ¿Neymar? ¿Mbappé? ¿Kane? Nadie, salvo Messi, puede asegurarlos hoy en el mundo. Ni siquiera tres de los anteriores juntos. Porque, tres enanos, ni puestos uno encima de otro, hacen un gigante; seguirían siendo tres enanos empalmados. Son buenos jugadores, pero en cuestiones goleadoras son unos enanos al lado del gigante Cristiano; el mejor goleador de la historia blanca y seguramente de la mundial.
Decíamos que donde hay goles hay alegría porque hacen mejores a todos, pero también es cierto que esos mismos parecen malos cuando faltan. Ya hablaremos cuando se huela a turrón; intuyo pañuelos como aviesos cuervos blancos por el Bernabéu. Mal asunto.
Económicamente salen ganando Cristiano y la Juve. Deportivamente solo los italianos. Y el tiempo dirá el grado de perjuicio blanco en todo. De momento le espera una travesía desértica de un par de años como mínimo. Eso mismo ocurrió con Di Stéfano, indiscutiblemente mejor jugador, pero la Saeta venía de cuatro años en blanco en Europa y el luso de tres Champions consecutivas, tenía 38 años por los 34 de Cristiano y había marcado 277 goles en once años con el Madrid por los 450 del portugués en nueve. Como goleadores la ventaja es enorme a favor del nuevo Juventino.
Cambiando de acera, Rubiales se la jugó dignamente echando a Lopetegui y ahora se la ha jugado rayando lo absurdo con Luis Enrique. Cara y cruz del mismo carácter. Personalidad y osadía. ¿No había otro más adecuado? ¿Era necesario abundar en la división de los aficionados? ¿Quiere provocar? El asturiano ganó un triplete cuando se dejó avasallar por Messi en el Barça. Y continuó en el banquillo por lo mismo. Después, en un atisbo de dignidad, se marchó.
Rubiales y Luis Enrique tendrán quienes les escriban. Y quienes le susurren. Y quienes los vituperen. El técnico está acostumbrado, pero el novato presidente no. Los resultados darán y quitarán razones, aunque tampoco auguro nada bueno. Ojalá me equivoque.      

miércoles, 4 de julio de 2018

SIGO EN BLANCO, COMO HIERRO



Rubiales hizo lo que debía, pero el relevo de Lopetegui no ha estado a la altura. Así de sencillo y así de claro, aunque ya sé que cualquier explicación a toro pasado es ventajista y que hay opiniones para todos los gustos.
Y ya no va esto de que con dos delanteros llegamos más; aún no entiendo la cerrazón de Hierro con jugar solo con uno. Tampoco de apostar por mantener a un portero que no ha aportado absolutamente nada al equipo tras el fallo ante Cristiano. Ni lo de mantener a Silva de titularísimo, cuando está en evidente baja forma. No, esto va de un técnico que se ha visto superado por las circunstancias del juego en todos los partidos; no en uno solo o contra Rusia. Ni ha acertado con las alineaciones titulares ni con los sucesivos cambios; siempre hemos jugado con uno o con dos futbolistas menos; con Silva siempre, y luego con Lucas, Thiago o Asensio, quienes han jugado en posiciones forzadas y estáticas; es de suponer que por indicaciones de su técnico. Pero, en fin, más allá de estas opiniones, que como todas en fútbol son subjetivas y válidas o no como las de cualquiera, hemos visto a una selección con una sola idea, la de marear la pelota de una lado a otro sin profundidad alguna. Solo dos veces la tuvimos y fueron dos goles; los pases de Busquets e Iniesta a Costa contra Portugal e Irán.  El resto fue un sin fuste de sobos de balón sin más perspectiva que hallar a alguien, normalmente Isco, que decidiera arriesgar y buscar el área contraria. Y desde las bandas, que tampoco eran lo profundas que deberían haber sido, nos queda el pase de Carvajal a Aspas, que también fue gol. Aparte de todo eso, solo la espléndida jugada de Iniesta que culminó con el golazo de Isco a Marruecos justificó la presencia de nuestros jugones.
España ha tenido de cara el VAR y el cruce en el grupo más asequible para haber hecho mucho más. Pero ni por esas, y viene a echarnos una Rusia que son poco más que un grupo de futbolistas que en todo un Mundial forman una banda más que un equipo de élite. En cuanto la coja una selección seria se quedan sin aire.
Decía en mi columna del lunes en La Opinión que estaba en blanco, y la verdad es que por mucho que he buscado explicaciones no encuentro ninguna más allá de lo expuesto, que tampoco es mucho. Quizás que el fútbol sea solo un juego es la más evidente, donde los jugadores también fallan. Pero es que hasta en un  juego hay que imaginar, apostar y arriesgar cuando se tienen opciones de ser algo más que simples jugadores. Y España tenía y tiene mimbres para haber subido la apuesta en cada uno de los partidos que se nos pusieron cuesta arriba o favorables. Nos faltó guía. Nos faltó valor. Nos faltó asumir riesgos. Nos faltó aprovechar cuanto teníamos. Nos faltó optimizar nuestras ventajas competitivas. Nos faltó eficiencia y eficacia. Nos faltó visión estratégica para buscar los puntos débiles de los contrarios. Nos faltó, en definitiva, alguien con el liderazgo suficiente para dirigir. Y eso se llama un técnico capacitado. Hierro ha dado el cante. El principio de Peter se ha cumplido una vez más; aquello de ir ascendiendo hasta alcanzar el mayor grado de incompetencia. Que se dedique en adelante a otra cosa, donde seguramente será mejor.
¿La ausencia de Lopetegui ha sido decisiva? Pues seguramente, pero eso no lo exime de corresponsabilidad por hacer las cosas mal. Debería haber copiado de Pochettino o Allegri, que le dijeron a don Florentino que hablase primero con sus presidentes, pues tenían contrato en vigor. Y él más, por estar recién renovado.
Ahora ya no queda más que mirar para adelante y buscar a un seleccionador que pueda encarar la próxima Eurocopa con garantías. 2020 está a la vuelta de la esquina y la selección, aparte de renovar a unos cuantos, debe asumir que el tikitaka ya pasó a la historia, por muy glorioso que fuera desde 2008 a 2012, y hemos de buscar otro sistema desde lo que nos quede valioso de entonces. Que no todo es malo. Hemos dominado los cuatro partidos jugados en Rusia, y eso es un buen punto de partida.
¿Dónde estará nuestro siguiente Luis Aragonés? Ese es el quid. Alguien con el conocimiento, la experiencia, la clarividencia y la imaginación necesaria para diseñar el futuro.    

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