martes, 5 de octubre de 2021

LOS TRAMPOSOS

 

De Luis Enrique a Laporta, o lo que es lo mismo, de un provocador vocacional a un mentiroso de vodevil, empeñados en jugar al trile con quienes deberían ser sus parroquianos predilectos: los aficionados españoles y los culés. Por eso, y siguiéndoles su juego de feria barata, deberíamos llamarlos trileros o, sencillamente, tramposos.

En aquella inolvidable película de Pedro Lazaga, con tal nombre, en la que un espléndido Tony Leblanc junto a una prometedora Concha Velasco y el inigualable Antonio Ozores brillaron como pocos en nuestro panorama cinematográfico, se reflejaba la clásica picaresca patria, transportada a los tristes decenios de la posguerra. Sesenta años después, para escarnio de algunos, indiferencia de demasiados, cabreo de muchos y pasmo de casi todos, el seleccionador nacional y el presidente blaugrana nos enseñan su bolita junto a tres cubiletes y nos prometen el doble de la apuesta si acertamos dónde la esconden.

Quedan lejos aquellas primeras manifestaciones de Luis Enrique, asegurando que llamaría a los mejores jugadores sin fijarse en edades ni colores, con la premisa de que fueran titulares en sus equipos.  Ya en la pasada Eurocopa, se olvidó de tal condición e hizo jugar casi fijos a varios que eran suplentes habituales en sus clubes. Y ahora, se supera seleccionando a otros por ser de su agrado personal, cosa entendible, pero no necesita adornarse, e incluso por ser promesas de futuro. Sin extenderme, ni Eric García está entre los mejores centrales españoles ni Brais Méndez es el mejor del Celta ni Gavi ha hecho méritos suficientes en el rato que lleva jugando en Primera. Y de los que no están, Brahim, Aspas, Mir, Raúl de Tomás, Williams o Nacho, que no son figuras mundiales —tampoco los seleccionados—, les dan sopas con ondas a quienes ocupan puestos que les deberían pertenecer, atendiendo a los criterios de ser de los mejores en sus respectivas demarcaciones y gozar de la titularidad en sus equipos.

El colmo fue que, según él mismo, estuvo a punto de llamar a Ansu Fati, quien solo ha jugado unos minutos tras estar casi un año parado por una lesión complicada en la rodilla. Sería fácil decir que son cosas de Luis Enrique o que tiene querencia culé, aspecto muy humano por incompatible que sea la bufanda de cualquier club en su responsabilidad, pero el asunto se enturbia si tenemos en cuenta que Eric García y Gavi comparten representante: Ivan de la Peña, íntimo del seleccionador. Y no se trata de una opinión retorcida, sino de simple información. Saquen sus conclusiones.  

Aparte de lo anterior, ya destacamos el buen papel de nuestra selección en la pasada Eurocopa y se le desea siempre lo mejor, pero también es oportuno decirle a Luis Enrique que se meta sus cubiletes y la bolita donde le quepan. Una cosa es ser aficionados españoles, otra comprarle sus trampas y resulta absolutamente rechazable que nos tome por gilipollas.

Joan Laporta llegó al cargo asegurando que tenía un plan serio y que la continuidad de Messi era su piedra angular. Pues bien, pasado casi un año desde sus promesas, cabe compararlo ahora con aquel que tras equivocarse en una llamada de teléfono y repetir el número que había marcado, a requerimiento de su interlocutor, este le respondió;” oiga, no ha acertado usted ni uno”.

Ni Messi está ni contaba con un buen técnico ni tenía el dinero ni los avales necesarios —tuvo que improvisar y rogar sobre la marcha hasta última hora— ni ningún plan bajo el brazo. Todo, mentira. Eso, por no hablar del potreo que lleva con Koeman, seguramente hasta que encuentre un sustituto de nivel dispuesto a ir al Barça; de su reticencia a traer a Xavi — estaría dispuesto con ciertas condiciones lógicas—; ni del reciente esperpento de proclamar su apoyo al técnico actual, cuando el pasado jueves, tras lo de Lisboa, había proclamado a un grupo de notables que estaba muerto. El miedo a quedarse sin parapeto, si lo echa, también cuenta. Como su falta de criterio.

Aunque la triste realidad es que Laporta manda poco en el Barça. Es un títere, manejado con rienda corta y bocado jerezano por quienes, in extremis, hicieron posible económicamente su presidencia.

Uno por provocador, porque le gusta, y otro por embustero, por impotencia, han devenido en trileros.

Sin embargo, lo importante sería que a la Selección y al Barça les fuera bien.  Estos tramposos no actúan en ninguna película divertida. Juegan con los sentimientos y el ánimo de millones de aficionados.

martes, 21 de septiembre de 2021

LAPORTA, PUERTA GRANDE O PETARDO

 

No caben medias tintas en alguien tan acentuado de carácter, experiencia y trayectoria. De presidir el Barça más grandioso a querer una segunda parte tan tenebrosa como la que se avecinaba cuando optó por presentarse a unas elecciones agónicas, con escarceos políticos en medio, más próximos al esperpento que al servicio público. Joan Laporta no deja indiferente a ningún culé. Y ahí está ahora, en un machito envenenado hacia la hoguera o la gloria.

El Barça navega las aguas turbulentas de un cambio de ciclo histórico afrontando una transición acelerada por la abrupta marcha de Messi. Su continuidad fue bandera electoral de Laporta, por lo que la depresión consiguiente de perderlo, con ser natural, se ha cargado directamente en el debe de un presidente que ahora está exigido a demostrar su valía. Y ese reto solo tiene dos salidas: trono o cadalso.

Así las cosas, Koeman será el primero en caer si vienen mal dadas. Tres partidos ligueros contra equipos considerados menores para confirmar o defenestrarlo. Laporta tendrá ahí la primera palabra de su camino de espinas. En verano dio largas a una decisión que ya tenía tomada, pero envainó su espada por consejo prudente de su entorno más inmediato con Alemany a la cabeza.

El holandés tiene en su apuesta por los jóvenes el banderín de enganche de sus cada vez menos seguidores, pero debe hacerlo con decisión inequívoca. Sin amagar, reinventando veteranos, que no está mal si acierta — otro distintivo de los buenos técnicos—, y pujando fuerte por jóvenes capaces de cambiar el equipo de arriba a abajo; ya lo hizo con Pedri, Araujo, Mingueza y el interruptus Illaix, pero tenía a Messi y Griezmann y ahora la apuesta es extrema: Riqui, Balde, Gavi, Nico, Demir o Collado, a falta de que se recuperen Ansu y Dembélé.  Dinero no hay, tiempo tampoco, la paciencia es una rareza en el fútbol y el futuro es tenebroso. Es su hora de la verdad.

En todo caso, la intrahistoria del Barça actual tiene recovecos sinuosos. La propia relación de Laporta con Koeman, el inexplicado desencuentro con Messi, la escondida unión al destino de la Superliga de Pérez, la dependencia sumisa con el presidente blanco, con declaraciones admirativas de subalternos distinguidos poco digeribles para la parroquia blaugrana; el desenganche in extremis del acuerdo previo de la Liga de Tebas con CVC o las fisuras de una directiva dispar en tiempo revueltos. Temas por sí mismos virulentos y que sumados pueden provocar la zozobra de la alicaída nave de Laporta, desarbolada por momentos. La debacle post Bayern, con un presidente rogando paciencia a sus socios, o quizá a sus avaladores, es un ejemplo de lo que puede acontecer a corto plazo. Se le acaba el crédito.

Laporta es un personaje poliédrico que compagina rasgos mesiánicos con asomos chirigoteros. No termina de definir su verdadero yo, por mucho que exhiba un ego desproporcionado. Como ejemplo, ha pasado en meses de exponerse junto al Bernabéu en plan retador ante los blancos a ser un seguidor entusiasta de la estela florentinesca. Demasiado cambio de rumbo para alguien que se presentó a presidente con el Real Madrid entre ceja y ceja. Pensábamos que era para competir de igual a igual, querencia ancestral de los blaugranas, pero este corto tiempo nos enseña que asume una inferioridad manifiesta, bien por criterio propio o por imposición de quienes hicieron posible su presidencia a base de dinero y avales. Otra duda añadida a las anteriores.

En definitiva, como en toda depresión, Laporta, más allá de reconocer la angustiosa situación económica del Barça, debe asumir su angustiosa y precaria situación. Y reconociendo tan lacerante realidad, iniciar el camino de la superación. Al menos, hacia sus adentros y los de una junta directiva que a duras penas contiene el aliento y sus silencios.

Mientras, Bartomeu debe estar rumiando lo que a él mismo le sucedió cuando empezó la desbandada en su entorno inmediato. Todos le señalan a él como el culpable del desastre, pero dentro de su asunción de culpas, explícitas o no, también debe calmarle ver que quien más le señala comparte una cicuta que acabó con su presidencia. Es humano.

Laporta saldrá con los pies por delante o a hombros, y no deseándole lo peor por el bien de un club histórico y del fútbol español, también esperamos que deje el oscurantismo para las brujas y enarbole la transparencia como deuda con sus socios. Honradez obliga.

Antes honesto que petardo.

    

martes, 31 de agosto de 2021

MÁSCARAS, DISFRACES Y ÉCHAME CARTAS

 

En esto de los fichajes y renovaciones futboleras, deberían recordar las siete y media del inigualable Pedro Muñoz Seca en su celebérrima Venganza de don Mendo.

…Y un juego vil/que no hay que jugarlo a ciegas/pues juegas cien veces, mil/y de las mil, ves febril/que o te pasas o no llegas/y el no llegar es dolor/pues indica que mal tasas/y del otro eres deudor/ Más, ¡ay, si te pasas!/ ¡Si te pasas, es peor!

Bartomeu tasó mal y se pasó fichando o renovando futbolistas. Que le pregunten a Laporta. Pérez, de otra forma, también se pasó con los galácticos en su primera época convirtiendo el vestuario en una jaula de egos. Le costó dimitir por ingobernables. Y ahora es el PSG de los jeques quien anda esa senda. Si creen que llenar la plantilla de figurones les asegura éxitos europeos es que no solo derrochan dinero, sino que de fútbol han aprendido poco en sus años de aspirantes. Solo deberían mirar al último Chelsea de Tuchel, a quien echaron de París, ¡vaya vista!, y dio enseguida una lección de fútbol coral en Champions, sin ilustres ni brillos en su plantilla, mientras ellos fracasaban hasta en Francia.

Cristiano llevaba demasiados años eclipsado para su infinito ego en Italia. Nadie le rondaba mientras Messi, Neymar, Haaland o Mbappé copaban portadas y acopiaban suspiros de clubes señeros. Y se ha largado para Manchester dándole igual ponerse el disfraz del City que la máscara del United, como también le hubiesen valido antes el blanco del Madrid o el azulón del PSG. El caso era disfrutar algunos días de gloria, solo horas al fin, y a rebufo del asunto Messi o del culebrón Mbappé.

Pérez está jugando bien su siete y media con los qataríes. Tiene un acuerdo con el moreno francés desde hace tiempo y, amparado por el ferviente deseo del jugador, ha pedido cartas con moderación; dos ofertas de compra consecutivas, cuando en enero lo tendría firmado con una modesta prima de fichaje al lado del disparate ofrecido. Y conociéndole, dudo que suba la puja. Ha dejado tan clara su apuesta por el internacional gabacho que nadie podría echarle en cara nada, y menos su contrincante árabe. Guardadas las apariencias ante el futbolista y su club, se ha cargado de razones para no moverse de ahí y contar con él de cualquier modo. Solo es cuestión de tiempo, y la templanza es un arma imbatible en cualquier negociación. De paso, ha dado su segunda lección tras la de Ramos. No se pasará en ningún caso y todos sabrán que sus ofertas caducan. Este hombre sí ha aprendido de algunos de sus notorios fracasos futboleros y sigue nadando y guardando ropa entre el fútbol y sus intereses empresariales. Como dice mi amigo Ginés Blesa, antes morir que perder la vida. 

Pero en esto del fútbol, se llevan tanto los disfraces y las máscaras como el dinero. Se besan escudos tan fácilmente como cambian de colores, querencias infantiles, clubes y devociones. Como dijo el gran Marx, Groucho; “…estos son mis principios, y si no, tengo otros”.

En lo positivo, Vinicius parece jugar con la máscara de Mbappé.  Tres partidos, tres goles, remates exitosos imposibles, regates inverosímiles, trabajo sin tasa y varias jugadas para el recuerdo. Si mantuviera esta temporada el tono exhibido, por fin habría cuajado el Madrid en estrella mundial a un futbolista joven; su cambio estratégico hace años.

El Barça sigue buscando el arca perdida. Con Memphis pueden haber rastreado bien tras los asomos del pasado curso con Pedri y De Jong. Otra vez el fútbol holandés y la juventud se dan la mano para lustrar a los blaugranas. Solo falta que la Masía aporte dos o tres canteranos con su pedigrí. Mingueza muestra maneras, igual que lo hacía Illaix, pero el maldito parné le ha traicionado. Tiene razón Koeman distinguiendo entre fútbol y dinero a esas edades. Pero el problema también tiene otro lado. Si no vivieran tan lamentables circunstancias, tal vez hubiesen ofrecido al moreno de la casa lo que regalan a los foráneos; otro clásico en el fútbol.

El Atleti continúa sin disfraces plantado en el partido a partido, el negro simeonesco, puntilla eficaz arriba y cuchillo entre los dientes para dejar su puerta a cero. ¡Nunca se traiciona este gaucho gachó!

Bailen, señores, vistan disfraces y máscaras, pero no pretendan engañar a nadie. Se les ve el plumero.

Y no pidan cartas de más, que pasarse tiene mal remedio.   

 

lunes, 5 de julio de 2021

LA GRANDEZA DE LEVANTARSE

 

La vida nos enseña y hace un año largo, demasiado, le reiteraba a un ser querido que no eran tan importantes los errores y fracasos como las veces que fuera capaz de levantarse.  Los meses han pasado y, ahora, esa persona me mira desde la seguridad que le otorga haberse superado y tener encauzada su vida. ¡Ay, el tiempo, maestro de tanto!

Rudyard Kipling, quien tanto nos inspiró a tantos, en su más célebre poema, If, señalaba el valor de levantar una nueva vida con los escombros de cualquier pasado triste. También, la personalidad de tratar de igual manera a reyes que a menesterosos. Y el carácter de afrontar el éxito y el fracaso como los impostores que son, porque, en todo momento, solo representan flores de un día. Lo verdaderamente importante es el camino, saber andarlo con honestidad, ilusión, dignidad, constancia, bondad y coraje. Homero y su Odisea siempre presentes, como tan líricamente recogió Kavafis en su Ítaca.

Unai Simón, portero titular discutido de nuestro combinado nacional, resumió todo lo anterior con su magnífica gesta en dos partidos consecutivos. Ha pasado de bulto sospechoso a héroe tras un fallo garrafal —hazmerreir mundial—, sobreponiéndose al bochorno con cuatro paradas antológicas, dos de ellas en penaltis decisivos. Pero, además, tocó el cielo de los elegidos con un gesto de humildad y reconocimiento a su rival: cuando recibió el premio al mejor del partido, exclamó que él se lo hubiese dado a Sommer, portero de Suiza —paró todo lo que fue a su portería, que fue mucho, permitiendo a su equipo llegar a los fatídicos penaltis finales—. 

Escribí del portero vasco que alternaba cantadas con genialidades, pero no sabía nada más de él. Ahora, pasado el tiempo efímero de esta Eurocopa hasta semifinales, me ha ganado para siempre. Estará, y creo que en el de muchos, en uno de esos recuerdos que los aficionados guardamos como pequeños tesoros de nuestra pasión deportiva. Un tío grande, como lo definió el mítico Casillas, que también sabe de caídas y levantadas legendarias.

Junto a Unai Simón, es el momento de resaltar al equipo de autor, ahora sí, de Luis Enrique, tan malafollá de libro como buen técnico, demostrado. Perfecto no hay nadie, pero la fidelidad a las ideas propias y la perseverancia, salvo obsesión ciega, son precursoras de éxito. El seleccionador lo ha conseguido llegando a donde nadie nos esperaba previamente. Ni la inmensa mayoría de aficionados españoles. Las semifinales de esta Eurocopa son ya el triunfo de un equipo joven y nada experimentado en grandes disputas internacionales, salvo las excepciones de Busquets y Alba, acompañados de dos currantes admirables, Koke y Morata, con Azpilicueta dando por fin el nivel que merecía en nuestra selección.

Decíamos la semana pasada que el predominio del conjunto sobre las figuras era lo más significativo del presente campeonato. Italia y España lo han refrendado y mañana martes escenificarán en Londres el valor de saber a qué se juega y la ventaja competitiva en el fútbol de la solidaridad frente al individualismo.

A priori, los de Mancini, que venían de una etapa oscura en el escaparate internacional, encadenan una racha de resultados tan impoluta que los hacen claros favoritos; más de treinta partidos imbatidos. Pero he aquí un factor que ayuda siempre al más débil. Los de Luis Enrique jugarán sin presión, conscientes de que todo lo que venga ya es un regalo, y eso les hace temibles, como pensarán los italianos.

Jugar al fútbol sin presión es mano de santo para lucir cualidades que la competitividad responsable esconde. Quizá descubramos nuevas y sorprendentes virtualidades de nuestros internacionales, hasta encumbrar a algunos al estrellato que hasta ahora se les niega; unos por trayectoria sinuosa e irrelevante y otros por noveles o desconocidos. Ojalá suceda.

Es imprevisible hasta donde llegará España, capaz de todo ante cualquiera, pero, ojo, hasta ahora no ha perdido. 

Y hay otra cualidad que me agrada sobremanera. Con la excepción de Luis Enrique, porque la cabra siempre tira al monte, intuyo que en caso de que el triunfo se alargue hasta la final, nuestros muchachos no serán de aquellos que por soberbia nunca se recuperan de un éxito. Al contrario, algunos sí saben reponerse dignamente tras fracasar. De propina, la unión y el compañerismo también les honran.

Brindo por ellos, especialmente por Unai y Morata, incluso por Luis Enrique —que sabe bastante de esto—, y por quienes nos enseñan cada día la grandeza de levantarse.

viernes, 26 de marzo de 2021

LAPORTA, LOS COMPLEJOS Y EL MADRID

 

Los complejos de superioridad generan soberbia y prepotencia y los de inferioridad, resentimiento y envidia. En definitiva, insensibilidad, deshumanización y tiranía, unos, y frustración, depresiones y baja autoestima los otros.

Cuando se trata de dirigir algo, quienes se creen superiores miran por encima del hombro a sus competidores, además de tener poco en cuenta las opiniones de los suyos, y quienes llevan impresas las huellas del resentimiento tienen la fijación vengativa hacia sus oponentes como resorte vital, viendo, además, enemigos personales por todas partes, incluso entre sus más próximos si no comparten siempre su negativa obsesión. 

Y el fútbol, como actividad humana, tampoco escapa de estas debilidades. Joan Laporta se retrató con su pancarta junto al Bernabéu, por muy buena idea de márketing que fuera, que indudablemente lo fue como distinción frente sus competidores para presidir el Barça; porque en el pecado llevaba la penitencia. Hacer de la alusión directa al rival su principal línea de campaña no fue sino evidenciar el enorme respeto que le profesa. Y en eso fue inteligente, porque no es mala idea para el propio realce personal retar al laureado oficialmente por la FIFA como mejor club del siglo pasado, lo que implica serlo de la historia en los poco más de cien años del fútbol.

El problema, si continua en la línea natural que subyace en caso de subconsciente acomplejado, como decíamos, será que presida el Barça contra el Real Madrid, como programa básico de su cargo, en lugar de centrarse en resolver los problemas institucionales y deportivos culés, con la ruina económica y la muy probable época post Messi que hereda. Afrontar esos dos enormes frentes darían para varios mandatos presidenciales.

Sin embargo, proclamar solemnemente que si un marciano llegara a nuestro planeta tardaría muy poco en percatarse de que el VAR es del Madrid, más allá de lo que tiene como pasto de forofos y alborotador de meninges simplonas, abona lo peor. En cualquier faceta de la vida, cuando un poderoso se queja de quienes imparten justicia, además de plañidero y desvergonzado, es insultante no solo para los débiles sino irrisorio también para quienes tratamos de mirar las cosas sin partidismos y extremos estériles por mucho que nos apasionen.

El VAR no es perfecto, claro está, pero ayuda en todo aquello que escapa a la mera y subjetiva interpretación arbitral. Esta herramienta técnica ha terminado con goles fantasma, fueras de juego y demás circunstancias poco ambiguas del juego que tradicional y clamorosamente favorecieron a los grandes, y eso es un avance que por sí solo justifica su existencia. Por eso, cuando un grande se queja de los árbitros: Madrid, Barça o Atlético, solo como ejemplos, porque a otros niveles podríamos hablar de Brasil, Italia o la Corea de turno por anfitriona, como bien recordamos los españoles; quienes hemos sufrido en nuestra carne futbolera el calvario del favoritismo hacia los poderosos, sentimos un inmenso gozo interno en paralelo al sano cachondeo que tan llorona, falsa y ridícula actitud nos provoca —Butragueño también lo genera cuando gime—.

Y hablando de intimidades, eso evidencia a su vez el ancestral complejo de inferioridad hacia los grandes de quienes somos seguidores de equipos modestos, aunque también nos vibren las fibras los colores y el escudo de alguno de ellos.

Pero hay más responsabilidades graves en quienes se empeñan por su indigencia intelectual o instinto criminal, además de por su cortedad de miras, en dirigir cualquier institución contra su rival, en lugar de hacerlo potenciando sus valías y yendo a lo suyo sin reparar en vigas propias para buscar pajas ajenas, y es la violencia que generan en demasiados seguidores con escasas entendederas.

Así, cuando los Laporta del mundo dicen, por ejemplo, que el Barça es más que un club, mezclando fútbol con Cataluña y sus discutibles reivindicaciones políticas y sociales, por razonables que sean algunas, vienen a ensalzar a su mega rival, en este caso el Madrid, como el representante de su bestia negra: España. Y ahí, aparte de ningunear a todos los demás, llevan las de perder también. Solo hay que comparar la historia universal de ambas realidades. Una pena por la legendaria dimensión del Barça en el mundo.

Laporta, que tuvo el honor de presidir el mejor Barça de la historia, marcando época, debería dedicarse al fútbol y dejar la política a los que viven de ella. A no ser que aspire.

Y si así fuera, cabría mandarlo más allá de hacer puñetas.

 

       

lunes, 15 de marzo de 2021

PARAR, TEMPLAR Y MANDAR

 

Desde aquel célebre: “pues ya ve usted, degenerando, degenerando…”,  con que el Pasmo de Triana, Juan Belmonte, explicaba el ascenso a Gobernador Civil de Huelva del que había sido subalterno suyo Joaquín Miranda, hasta el: “hay gente pa to”, del torero cordobés Rafael el Gallo, cuando le presentaron a Ortega y Gasset como filósofo, el mundo de la tauromaquia con su jerga y gentes han enriquecido el idioma que hablamos seiscientos millones de personas, tanto estética como comprensiva y conceptualmente.

Si su peculiar terminología, entre lo mundano, filosófico y poético, y hasta  lo vivificador y ecologista: “campos enverdinaos”, se adapta por sentido común a lo que entiende el pueblo llano, aunque suene a vulgarote, al intelectual o ilustrado con mayor razón.  

Los equipos sólidos saben a lo que juegan desde el primer minuto y empiezan por parar el empuje inicial de sus rivales. Después, intentan templar la pujanza contraria para adaptar el ritmo, la cadencia y la velocidad del juego a lo que conviene a sus virtudes y cubre carencias, que nadie es perfecto, y finalmente, se imponen mandando sobre el césped. Y en el fútbol manda quien mejor administra los goles a favor y en contra.

En la liga, que es un torneo de regularidad, se corona quien mejor administra sus baches de forma y juego, que son inevitables salvo casos tan escasos como excepcionales en el tiempo. Solo los equipos de época los disimulaban alguna vez. Y en la presente, hasta ahora, “el más en tipo y menos acochinao” es el Atlético de Madrid. Solo le falta lo más caro: cuadrarse de frente bien perfilado y entrar a matar por derecho sin miedo, haciendo la cruz con los brazos, para meter la espada hasta los gavilanes y tocar pelo. O lo que es lo mismo, rematar la faena.

Tiene al Barça tan cerca que pudieran temblarle las piernas, como evidenció ante el Getafe. Solo tuvo oportunidades claras cuando los de Bordalás se acularon en el área por jugar con uno menos, pero los aciertos del portero y defensas contrarios, más indecisiones e imprecisiones y la fortuna en contra, le birlaron dos puntos cruciales. Veremos si los echa de menos en este último cuarto de liga.

Y ya sabemos lo que es el Madrid de siempre, esté bien, mal o regular —partido infumable contra un Elche solo voluntarioso con deslumbre postrero de Benzema—, que es como apunta también ahora: no te puedes fiar ni de su sombra y te hace sentir el vaho en el cogote aunque le saques seis puntos, que solo son dos partidos por aquello del golaveraje particular.

Afortunadamente para los colchoneros, el Atleti como institución alberga pocas dudas y eso tiene mucho que ver con la confianza plenipotenciaria que atesora Simeone. Y el argentino, perseverante en su humildad y pragmatismo, paradigmas personales, haría bien confiando a sus hombres más templados el arreón final de esta temporada. Las prisas, para chorizos y malos toreros.

A falta de sol y moscas, tanto en la calle como en corrales y patios de cuadrillas —ahora redes sociales y chiringuitos varios—, se especula sobre los sorteos de lotes que vienen. Pero poco nuevo bajo el sol. Acaparan el panorama el ya caduco deshoje margaritero de Messi, con la santa encomienda culé al carismático Laporta y el factor favorable de la querencia familiar por Barcelona y el clima mediterráneo; el enésimo chirrío de Cristiano, con amago de pasmoso retorno blanco incluido; los emergentes Mbappé y Haaland, tan manidos ya como las sempiternas figuras de turno de todos los tiempos; los futuros banquillos merengue y blaugrana, con Zidane de don Tancredo privilegiado y Koeman de sobresaliente por aquello de las meritorias alternativas dadas a jóvenes talentosos; el esperado retorno a las gradas o el dinero en juego que motiva innovaciones competitivas o inventos para no perder pastel ni comba.

El fútbol tiene en su realidad poliédrica los resortes básicos para que no deje de interesar y apasionar semana tras semana. Y a veces, hasta emociona. Basta una estética, un gol singularísimo, una jugada excepcional o una parada inverosímil en cualquier categoría para que se conozca inmediatamente en cualquier confín del mundo.

Parar y templar, pero en todo caso, hay que recordar que siempre mandan los goles. Y como le decía un apoderado a su torero sobre la importancia de matar bien, sin esa rúbrica no hay cheque que valga, como tampoco cortijo sin espada.

Que Dios reparta oportunidades, valor y suertes.

martes, 2 de marzo de 2021

JOSE LUIS MENDOZA

 

El presidente de la UCAM no siembra indiferencia. Deportista entusiasta y futbolero admirador de Di Stéfano, promotor de clubes y patrocinador del deporte en general, comparte y defiende sus profundas convicciones con tanta generosidad y pasión como vehemencia y argumentos, aunque a veces pueda resultar socialmente incómodo e incluso inconveniente para sus afanes. Y como ocurre a quienes van por la vida de frente, con autenticidad y no de bien queda, y mucho más si son relevantes y preconizan dar ejemplo, acumula legión de seguidores y también cosecha envidias y recelos.

No obstante, hay una paremia bíblica adoptada por la humanidad para valorar a los hombres: por sus obras los conoceréis. Y ahí, ante la realidad de la Universidad Católica de Murcia, dedicación de sus últimos veinticinco años, no caben interpretaciones, prudencias cobardonas, cautelas ni medias tintas. El fruto de su obra es admirable para quienes no lleven orejeras y difícilmente repetible, igualable ni superable por sus detractores, sin excepción. Aquí nos conocemos todos.

Una universidad privada con apenas veinte años que tiene matriculados veintidós mil alumnos de toda la geografía nacional y de otros noventa y siete países, con tres mil y pico docentes, profesionales y trabajadores en activo; ochenta y tres titulaciones oficiales; cerca de cuatrocientas líneas de investigación y más de quinientos artículos científicos; ochocientos atletas universitarios y catorce medallas olímpicas con un centenar largo de deportistas españoles patrocinados.

Y como guinda, la UCAM acaba de ser distinguida por Times Higher Education, una de las tres organizaciones de ranking más importantes del mundo, como la décima en calidad de enseñanza entre las doscientas mejores de Europa, según destacaban recientemente los medios de comunicación sobre el The Europe Teaching Rankings 2019.  

A quienes hemos crecido a la sombra del monasterio de los Jerónimos, llamado también el Escorial murciano, la sede de la UCAM nos toca el corazón. Un enorme y majestuoso edificio de primeros del siglo XVIII que se caía a trozos, sito en Guadalupe y propiedad de la Iglesia Católica, y que gracias a la clarividencia del añorado obispo Azagra se puso en condiciones y sigue restaurándose por la iniciativa y perseverancia de José Luis Mendoza y su familia, en lugar de perderse o convertirse en recinto hostelero, cuando siempre fue un lugar de irradiación espiritual, cultural y educativa para los habitantes de su entorno, de esta bendita región y de la propia ciudad de Murcia; la séptima capital española y también demasiado tiempo “la siete veces coronada y nunca bien barrida…”

La matrona de nuestro Almudí representa como nadie al murciano: acogedor, expresivo y generoso con los de fuera, pero también cicatero en exceso con los propios. El murciano de bien admira a los ajenos que más allá de nuestras fronteras chicas han sido capaces de hacer grande a su tierra. Y también llevamos con orgullo y a gala a los paisanos que han sabido destacar en España en cualquier faceta, pero deberíamos hacerlo más con quienes lo han hecho aquí engrandeciendo a Murcia.

Sin embargo, desde hace tiempo, está enfilado por no sé quiénes ni por qué intereses ni con qué fin para castrar sus posibilidades de crecimiento porque probablemente se habrá equivocado en algo; lo desconozco. Pero, ¿quién no tiene borrones en su vida?

El carismático Mendoza, hombre de mundo y cartagenero de laboriosas raíces, hace grande a su región de Murcia y a España persiguiendo sueños y haciéndolos fecunda realidad para millares de personas sin distinción de raza, género, origen social, geográfico o ideológico. Con virtudes y defectos, porque es humano, y con una declarada y militante espiritualidad y fe católica porque también es muy libre, tenaz e infatigable, ha remado desde el origen de su proyecto contra el viento y la marea de la “Murcia guapa” de antaño, con alguna loable excepción, y sigue haciéndolo porque todavía hoy, paradójicamente, insisten en boicotearle.

¿Qué arguyen y por qué quienes todavía no ven claro el indudable interés social para Murcia de su realidad universitaria? Tal vez algunos notables deberían reflexionar y obrar en consecuencia, recordando, además, que no ha habido aquí ningún hecho de su relevancia en cien años, precisamente desde la refundación de la propia UMU.

Me sumo al ruego de que Mendoza se quede en Murcia y siga ayudando a nuestro deporte, al mundo universitario, educativo, científico, humanístico e investigador y a esta tierra tan necesitada de grandeza, frente a tentaciones, proyectos, lugares y gentes que lo acogerían agradecidos.

¡Salud y mucho ánimo, Presidente!

 

 

lunes, 8 de febrero de 2021

DESINFORMACIÓN SOBRE MESSI, PARIDAS ILUSTRES Y MARCELINO

 

Revelar información de interés general debe ser una máxima periodística irrenunciable. Como repercusión vendrán debates esclarecedores, escándalos, hipocresías, gozos y lamentaciones de unos y otros, según les vaya, pero hay que agradecérselo siempre al periodismo libre, aunque haya perjudicados.  

Informar de que Messi gana quinientos cincuenta y cinco millones brutos en cuatro años, en un sistema fiscal como el nuestro, implica deducir que la mitad se la lleva limpia el futbolista y la otra mitad el Estado, lo que debería alegrar a la ciudadanía. Tal vez quienes se escandalizan, al margen de envidias, reconcomes, impotencias y demás debilidades humanas, o incluso de falsarias ideologías igualitarias, deberían pensar en cuánto contribuyen o han contribuido en su vida al mantenimiento de nuestro estado del bienestar.

Eso, al margen de que como es viejo y archisabido, en cualquier espectáculo el dinero lo gana quien es capaz de hacer que entre por el agujero de la taquilla. Sería entendible el hipócrita escándalo generado en algunos si lo pagáramos con nuestros impuestos o discriminando caprichosamente a unos sobre otros, pero ese dinero sale de quien paga a gusto una entrada, un abono o una suscripción a cualquier canal televisivo para ver jugar al Messi de turno. O de quien paga millonadas porque les es rentable anunciarse en sus actividades, camisetas, estadios o lo contratan para que protagonice su publicidad. Es decir, querido lector, ni a usted ni a mí nos mete nadie la mano en el bolsillo para pagarle nada a los futbolistas de élite Ojalá que muchos de los que se escandalizan pudieran decir lo mismo para justificar sus sueldos o prebendas.  

Se escuchan al respecto opiniones fuera de lugar, alterándose porque un deportista pueda ganar ese dineral en comparación con un científico o cualquier profesional con carreras y años de estudio y dedicación benefactora a la sociedad, pero volvemos a lo mismo. Por explicarlo con sencillez, una plaza de toros se llena por ver a un torero actuar y nadie paga nada por ver al cirujano que puede salvarle la vida sentado en la barrera, por ilustre e importante que sea a todos los efectos. ¿Habrá diferencia entre uno y otro? Pues claro, toda la del mundo, pero cada cual ocupa su lugar en ese espectáculo y en su economía.

Y sin tener en cuenta, además, que la vida de un deportista es limitada en comparación con la de cualquier otro profesional, que también es importante para establecer comparaciones y oportunidades de ganar dinero, al margen de los riesgos específicos de cada dedicación. Una lesión en cualquier momento puede cortar de raíz el futuro y hasta el presente de alguien que expone su físico tan a diario. También va en el sueldo.

Cuestión distinta es si el contrato de Messi es rentable para un club como el Barça. Pero esto ya está contestado. Un tercio de sus actuales ingresos, el que más del mundo, son producto de contar con él. Es decir, en números redondos, el doble de lo que les cuesta cada año el argentino sin contemplar los aspectos meramente competitivos. Poco más que añadir.

La ruina culé tiene responsables con nombres y apellidos porque la pandemia tal vez sea lo más venial. Y otro absurdo es culpar a la prensa madrileña de la filtración, sin recordar que el mismo periódico fue quien sacó a la luz los problemas fiscales del madridista Cristiano Ronaldo, que también tuvo su importancia en la fuga posterior del portugués hacia una Italia más permisiva con los deportistas.   

En el mercado libre que vivimos, afortunadamente y que nos dure, quien gana más dinero legalmente sin vivir de los impuestos ni de subvenciones es quien es más capaz de generarlo con su trabajo o arriesgando en sus empresas.

Otra cosa son los engañabobos, trincones y corruptos, a quienes habría que encerrar largas temporadas, al menos hasta que devolvieran lo robado.

Y llegamos a Piqué. Un tipo inteligente que sale al quite de cuanto negativo afecta al Barça. El problema es que retuerce la demagogia barata contra supuestos intereses anticulés. Ni él mismo cree que el ochenta y cinco por ciento de los comentaristas o ex árbitros sean madridistas, como tampoco es cierta la queja de cierto madridismo militante —Pérez en su última Asamblea— sobre el supuesto antimadridismo actual en los medios ni el antiguo favoritismo hacia aquel Barça triunfal.

Menos mal que luego viene un tal Marcelino y vuelve a enraizarnos con el futbol. ¡Enhorabuena, campeón!

lunes, 1 de febrero de 2021

DE RENOVACIONES, DESALMES, RUINAS, FORTALEZAS Y REGALOS

 

La demagogia y el verbo fácil son recursos dialécticos ventajistas para ocultar intenciones o cubrir carencias argumentales. Otra cosa es mentir y una tercera sería hablar por boca de ganso.

En la renovación de Sergio Ramos se está utilizando con profusión todo lo anterior. Que si el club está por encima de sus futbolistas, por señeros que sean; evidente, siempre fue así desde Bernabéu y Di Stéfano y es una bandera institucional de cualquier club que se precie.  Que si el Madrid está mejor gobernado en lo económico que el Barça y no quiere caer en sus errores; tan claro como comparar balances y perspectivas a corto. O que si el ejemplo de la marcha de Cristiano es un precedente valioso; debería serlo, pero no para suponer que el Madrid hizo bien, que es muy discutible, sino para evitar la misma imprevisión y sumarle al descosido de los goles un roto en propia puerta. A veces, la concordia es más fácil de lo que parece si no median choques de soberbias, como fue aquel caso y puede serlo este.

Lo último ha sido la afectada afirmación seudodramática de Pedrerol sobre que el Real Madrid da por perdido al futbolista.  Solo le faltó un pajarito a lo Chaves y Maduro con gafas florentinianas posado en su hombro para escenificar la gansada. Porque este chiringuitero hace años que representa una destacada boca de ganso mediática para reproducir la voz del amo Pérez.

El presidente blanco, en un juego de estrategia negociadora, está lanzando sondas como aviso a navegantes. Pero no es el único. Ramos también lo ha hecho en el pasado e incluso recientemente. Como la filtración de una supuesta oferta del PSG con intenciones, según sus voceros mediáticos, de hacer un equipo campeón incorporando también a Messi.

Ni el Madrid da por perdido a Ramos ni este ha recibido ninguna oferta real desde París, aunque esté maniobrando para poder sentarse a negociar con Pérez guardando algún as en la manga.  Meras estrategias, tan lógicas como legítimas.

Por otra parte, el Madrid sigue arrastrando su desangelo sobre el césped. Es un equipo sin alma o con el pecho hueco. Un aburrimiento de espectáculo sobre una desidia colectiva. Y ese desalme tiene un responsable manifiesto. Zidane, aparte de devaluar el patrimonio deportivo del club aferrándose a su desgastada guardia pretoriana y aburriendo a los jóvenes hasta hacerlos mediocres —Vinicius es tal vez el mejor reflejo—, haría bien en abreviar el trasteo y entrar a matar cuanto antes con su dimisión en ristre; tanta mansedumbre cansa al respetable.  Si un Bernabéu abarrotado fuera el escenario, hace tiempo que hubiera dictado sentencia, aunque el francés ocupe para siempre un lugar merecido en la mejor historia blanca.

Por el Barça tampoco repican campanas a gloria. Al desastre global que dejó Bartomeu se suma ahora el navajeo entre candidatos y hasta las discrepancias con su Gestora. Tusquets es quien mejor conoce la realidad blaugrana y maniobra para evitar la quiebra. Por eso no debe extrañar la filtración del contrato de Messi. Como ningún aspirante se atreve a afrontar la realidad de tan inasumibles cifras en el contexto actual, les ha puesto frente a la contradicción entre la incontestable ruina y su bienqueda forofista. Messi será historia en junio y cuanto antes lo interioricen todos mejor. Ni él quiere quedarse chapoteando en penurias ni ellos pueden soslayarlas ni tienen argumentos palpables para convencerlo. ¡Adéu, nen!  

La fortaleza Simeone sigue inexpugnable. El Atlético es el clásico equipo que sabe a lo que juega con fe en sus posibilidades sin cambiar el guion aunque varíen los actores. Sale a ganar siempre con la misma seguridad, apuntando a los cien puntos.  

Decíamos hace meses, cuando pareció flojear, que si mediara un delantero eficaz de los que ha lucido en la luenga y fructífera etapa del argentino enlutado estaríamos ante un equipo campeón. Y con el tiempo lo ha encontrado en Suárez. Y es que, a pesar de su visible cojera, el uruguayo lleva catorce goles recién empezada la segunda vuelta. Una cifra importante para un goleador de raza. Y sin ninguna duda, de seguir así el generoso regalo del Barça, el Atlético ganará la Liga; otra cosa será la más exigente Champions.

Los obsequios de Bartomeu hacen felices al fútbol madrileño. El año pasado echando a Valverde, para gozo del Madrid, y Simeone debería encargar un camión de flores para enviárselo a tan excelsa lumbrera culé.

¡Cuánto disparate!    

lunes, 25 de enero de 2021

SUPERLIGA, DESPOTISMO, TRINCONES Y PARNÉ

 

Todo para los aficionados, pero sin los aficionados. Eso esconden los dirigentes del fútbol mundial negando el interés de una Superliga europea, como hacían con el pueblo algunos gobernantes del Despotismo Ilustrado del siglo XVIII.

Todo para los aficionados, pero las decisiones las toman quienes viven del fútbol a cuerpo del rey sin tocar un balón ni más méritos que trapichear y repartir prebendas, cuando no lamer traseros descaradamente, sin arriesgar nada ni tener en cuenta la opinión de los supuestos beneficiados por la dudosa sabiduría, preparación, altura de miras, generosidad y eficacia de quienes mandan. ¿Les suena de algo que padecimos, padecemos y padeceremos?

Pero aparte de egos, despotismo, jetas y sillones de alcurnia boba, aquí están en juego miles de millones en publicidad y patrocinios; verdadera razón de la guerra que viene. A FIFA, UEFA, Federaciones nacionales y Asociaciones de fútbol profesional, además de pelear entre sí por la pasta, les ha salido un competidor interno: los clubes europeos más poderosos, que pugnan por una porción importante del mismo pastel dinerario. Han aprendido que o espabilan o los limpian unos y otros, exprimiéndoles plantillas, estructuras e imagen sin obtener a cambio los medios para mantener sus cada vez más costosos clubes con el fin de satisfacer las también cada vez mayores exigencias de sus ambiciosas aficiones; antes había que pelear con gallardía por los títulos, ahora, engañosamente, hay que ganar siempre.

En un mundo convertido en un gran espectáculo global, en el que compiten todo tipo de actividades, desde las clásicas y populares hasta las más novedosas, livianas o elitistas, pasando por cualquier evento susceptible de ser viralizado en segundos por las prácticamente incontrolables redes sociales, los aficionados futboleros demandan sensaciones fuertes constantes. Ya no se trata de esperar a los partidos de máxima rivalidad o a las finales de diversas copas o ligas, ahora hay que fidelizar continuamente a la parroquia porque existen multitud de oportunidades para distraerse. Y eso quiere decir que el interés de los anunciantes y patrocinadores puede esturrearse también. El dinero publicitario se invierte donde hay clientes, y cuantos más, mejor.

Esa es la clave de tal disputa. Todo lo demás son cuentos y excusas para ingenuos de caraduras que nunca confesarán el interés que les mueve: el suyo propio por sus infinitas mamandurrias, a veces vergonzantes o delictivas, despreciando a quienes se arriesgan, ponen el tinglado, los actores y toda la parafernalia que conlleva el fútbol, además del dinero para su mantenimiento: los clubes y sus aficionados.

En el colmo del cinismo, quienes se oponen a esa Superliga, alegan que iría en detrimento del fútbol, es decir, de la afición. Afición con la que jamás cuentan para nada. Pero vamos a ver, hasta donde se sabe, los grandes clubes europeos no dejarían de competir por su voluntad en las competiciones nacionales. Y, por ende, en las internacionales derivadas. ¿Dónde está el problema entonces?

Si el Madrid, Barça o Atlético hacen dos plantillas para afrontar ambos frentes no iría en detrimento de nadie. Serían cuarenta y tantos jugadores compensados porque ninguno de ellos querría hacer el ridículo en Europa ni en España. ¿O alguien piensa que sí? ¿Qué habría menos dinero para repartir entre los medianos y modestos? Probablemente. Pero también tendrían más posibilidades deportivas porque se abriría la Liga. Eso sí, deberían mirar más al fútbol de base y menos a fichajes ruinosos. Aparte, los mandamases organizativos, deberían administrar mejor para que el dinero del fútbol vaya al fútbol y no a lujos y sueldazos burocráticos improductivos. ¡Qué harían algunos en empresas o en mercados libres! Vivir modestamente o el tonto, como acostumbraban.     

El atractivo de la Superliga es ver ochenta partidos de los grandes en lugar de los cincuenta actuales. Y no a los mismos jugadores, que a veces aburren, no están o no emocionan porque juegan en exceso, sino a los mejores del mundo compitiendo a tope semanalmente entre iguales en Europa, y los findes a los aspirantes a serlo en sus ligas nacionales con otros jugadores y más igualdad y equilibrio. Además, Champions, Euroligue y fase final de la Superliga.

Fútbol a lo grande. Pero será un parto difícil porque saldrán enemigos insospechados. Tantos como perdedores dinerarios haya en cualquier sitio, actividad y concurrencia.

Administren mejor y con transparencia, y digan la verdad Infantino, Ceferin, Tebas, Rubiales y compañía sin cercar interesadamente el deseable campo de la libertad.

El maldito parné, que decía la copla, y los trincones de siempre.  

               

 

lunes, 18 de enero de 2021

ZIDANE MÁS FLORENTINO IGUAL A KLOPP

 

Anticipar el futuro siempre es complicado, pero en el fútbol aún más; a los imprevisibles condicionamientos humanos se une el ingobernable azar. Sin embargo, la socorrida lógica griega nos ayuda a deducir una conclusión tras analizar dos premisas verosímiles.

Al margen de resultados, hace semanas argumentamos por qué vemos a Zidane fuera del Madrid a finales de temporada de manera voluntaria. Es consciente del agotamiento tanto de su discurso técnico como de la plantilla que maneja, que al contrario de 2018 cuando conjugó con éxito a titulares y suplentes, ha reducido a un grupo de quince jugadores de su confianza. En el camino ha dejado al resto, que se consumen en la grada, y a quienes ha largado; unos con experiencia y nombre, por indolentes, y otros con ganas y futuro por supuesta inmadurez.

Y empático como es, sabe que su valedor está descontento porque su gestión es contradictoria con la nueva estrategia del club: apostar fuerte por nuevos valores apoyándose solo en una reducida columna vertebral ilustre y sin fichajes de relumbrón, salvo el deseadísimo Mbappé si se pusiera a tiro. Reiteramos que el gatillazo con Hazard refuerza tan evidente decisión estratégica.  

Zidane ha demostrado valores importantes en un club como el Real: inteligente gestión de egos, notable capacidad aglutinadora en torno a su carisma personal, franqueza y dar la cara siempre, voluntad férrea para mantener convicciones, ser hombre de suerte — en el sentido de cómo elegía Napoleón a sus mariscales—, lealtad con sus incondicionales, hacia la institución y a su presidente, y lucir una indiscutible elegancia hasta para decir adiós sin acritud y desinteresadamente.

Pero también muestra debilidades manifiestas; reverso de tales virtudes: escasa cintura para variar postulados, tanto con el mismo club como hacia jugadores que tacha y respecto a conceptos técnicos; poca paciencia y desconfianza con jóvenes, nula capacidad de sorprender con planteamientos tácticos novedosos y de reinventar futbolistas, tampoco en el juego durante el transcurso de los partidos; y demasiado apego a veteranos aun poniéndoselo fácil, además, a rivales que los conocen sobradamente.

Florentino ha aprendido con los años porque interiorizó que la sabiduría debe ser el aprendizaje de sus errores. Por eso, al contrario de 2018, cuando la renuncia de su talismán le pilló desprevenido, hace tiempo que intuye lo inevitable. Entonces salió desbocado a buscar técnico para, tras seis noes clamorosos, optar por un Lopetegui a quien la oferta le desjaretó tanto la cabeza como las prisas a su inesperado príncipe. Así, antes del pasado final de temporada, tenía pergeñado el desembarco de Pochettino, que ha aguardado hasta firmar recientemente por el PSG. Posibilidad que truncó el tan afortunado como merecido triunfo postrero en la Liga y recientemente, antes de navidad, el enésimo renacimiento blanco.

Y de las premisas Zidane y Florentino, siendo el Real Madrid, deducimos la conclusión; Jürgen Klopp, técnico exitoso en ligas importantes y en Champions, con prestigio, predicamento, carisma y hambre.

Un entrenador de permanencia estable en clubes, que aúna su reconocida apuesta joven en Alemania y el distinguido fútbol total que conquistó Inglaterra y Europa. Y quien tuvo tanta valentía para hacer debutar a un Götze juvenil en el Borussia — impulsor de la renovación que aún perdura en ese club— como sabiduría para sacar lo mejor de Lewandowski hasta lanzarlo al estrellato, o revivir a un devaluado Salah y encumbrar a un irrelevante Firmino en Liverpool.  Avales que garantizan que es el mejor posible para un gran club, urgido de tales valores.

Y esto lo sabe Florentino. Intuyo que ya mueve hilos para soslayar un impedimento formal: la reciente renovación hasta 2024 de Klopp, aunque el alemán se guardó un as:  el acuerdo para que el Liverpool le diera facilidades si deseara volver antes a Alemania. La posibilidad de entrenar a su selección no deja de ser una puerta entreabierta porque dirigir al Madrid también es un sueño.   

Con similar silogismo, a primeros de marzo de 2018 publicamos “Zidane está fuera”, explicando las razones que abonaban tan sorprendente predicción. Había ganado dos Champions seguidas y seguía vivo en Europa, aunque en liga andaba zigzagueante y con circunstancias parecidas. Poco después, también aventuramos la marcha de Cristiano, harto de promesas presidenciales incumplidas. Ojo al paralelismo con Ramos, no sea que al descosido goleador desde entonces se sume ahora un roto detrás.   

Tanto si acertamos nuevamente o no, átese Pérez los machos, que asoma veleto y resoplando por la puerta de los sustos uno de patas negras.

 

martes, 5 de enero de 2021

CUANDO JUEGAN REALIDADES, AZAR Y CONTRADICCIONES

 

Contrastables, imponderable y voluntarias, marcan presentes y futuros. Mendoza echó a Antic siendo líder el Real Madrid, regalando la Liga al Barça, y Bartomeu les devolvió el favor, años después, replicando la desventura con Valverde, también en cabeza.

Mala suerte y fortuna varia en base a contradicciones, porque de tener otros presidentes, tal vez el serbio no hubiera tenido que emigrar al Manzanares para conseguir un doblete con el Atleti de Gil y los blaugranas no hubieran regalado la Liga pasada al Madrid de Zidane. Aunque este fortuito blanco también ha afectado a otros personajes como Florentino Pérez y Pochettino, y hasta a Tuchel, al PSG y a su jeque.   

El presidente blanco sabe que el ciclo de Zidane se alarga demasiado. Tanto como su luenga sombra sobre el grupo de jugadores que lo encumbró. El francés gestionó bien egos y calidades para hacer un equipo campeón, pero fuera de ese enorme éxito le sobrepasa la nueva estrategia de su presidente. Apostar por la renovación no le distingue y exprimirá hasta el final a sus veteranos, que le responden admirablemente desde un sentido de la lealtad encomiable. En todo caso, es irreal un Madrid perseverante contra grandes y pequeños. Los blancos no son fiables por mucho que hasta ahora le hayan respondido a su técnico en momentos clave. Y él es consciente.

También sabe el tricampeón consecutivo de Europa que su baranda no le va a traer vacas sagradas de otros lares para ir sustituyendo sus desgastadas piezas. Lo de Pogba fue un ejemplo, que ha reforzado la tesis presidencial con el gatillazo Hazard. Pérez tiene otros planes, por eso quería a Pochettino, un técnico al que sí le agrada la sangre joven. Y eso también lo sabe el francés.

La contradicción del presidente blanco es que para cumplir su hoja de ruta debe prescindir de su mejor fichaje, tanto de futbolista como de entrenador. Pero, infiel a su personalidad, no forzará directamente el cese de su talismán, como hubiera hecho con cualquier otro; dejará que él mismo tome la decisión en un ejercicio de noble prudencia. Pérez debe mucho a Zidane. Tanto como seguramente continuar de un modo incontestable en el palmito. Así, una pareja de éxito viven vidas paralelas, cada cual a lo suyo, e irán hasta el final en su desencuentro. Sus caracteres no son bizcochables. Eso sí, desde el respeto mutuo que se profesan.

Aventuro que Zidane, ocurra lo que ocurra esta temporada, que a pesar de las apariencias no pinta bien; dirá adiós elegantemente en junio y Pérez le rendirá justos honores de figura señera del madridismo. Aunque muchos futboleros, madridistas y no, etiquetan de técnico mediore al gabacho, cuando pase el tiempo, se recordará su entente como la segunda época grande del Real tras la de Bernabéu y Di Stéfano; hitos relevantes del fútbol español.

Igual que lo está siendo la apasionante realidad de Simeone en el Atlético. Tanto que ya se equipara a Luis Aragonés en el santuario colchonero. El argentino será otro hito grande del fútbol patrio, hasta el punto de que su estancia en el Atlético marcará un antes y un después. Esta temporada puede ser la que rompa definitivamente los moldes rojiblancos. Lástima que no pueda contar con alguno de los grandes delanteros que han jalonado su etapa: un Griezmann, un Falcao o un Costa en plena forma. Con alguien así, el Atleti actual no solo apuntaría a la Liga sino también a la Champions; los goles hacen mejor a todos.  

El azar también jugó con Lopetegui a favor del Sevilla. Su salida desquiciante del Madrid, tras su inapropiada llegada desde la Selección, propició que el mejor director deportivo español, Monchi, lo llevara a contracorriente a Nervión. Si tienen paciencia y le nutren de gol puede llevar a los sevillistas a cotas desconocidas en su palmarés. Ganas de reivindicarse y argumentos técnicos tiene.

El reverso de tan hermosa realidad es el contradictorio Valencia. Es increíble que un empresario como Lim destruya en tan poco tiempo lo que apuntaba a grandeza. Parece que le hubiera molestado el éxito. Y ese suicidio económico es algo impropio de quien debería mirar el rendimiento de sus inversiones. Suena a que, aburrido, la finalidad es recuperar su dinero acabando de desmantelar la plantilla y después venderlo para obtener alguna plusvalía.

Azar, contradicciones y realidades en una actividad, el fútbol, que solo se parece a una empresa en la necesidad de manejar personas y números.   

 

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