jueves, 25 de abril de 2019

UNA CHAMPIONS JUSTICIERA



Salvo en Manchester, donde el VAR trabajó entre dudas, en el resto de partidos se impuso claramente el mejor.

El Barça mostró al United que le queda mucho camino también para competir con garantías en Europa, el Liverpool hizo lo propio con el Oporto de Casillas con un repaso severo y, sobre todo, el Ajax enamoró con ese fútbol total que tanto recuerda al de Cruyff. La Juve fue un equipo agarrotado, en el que solo Cristiano goleando y Allegri  reconociendo la superioridad de los jovencísimos holandeses estuvieron a la altura.

En unos cuartos con sabor español, el City de Guardiola hizo la machada de remontar doblemente, aunque se ahogó en el suspiro final. Primero el partido, que se le puso cuesta arriba dos veces por errores del central Laporte, fichado millonariamente por empeño del técnico, y después la eliminatoria, con Sterling certerísimo y De Bruyne magnífico. Pero el Tottenham de Pochettino, un técnico que no necesita fichajes escandalosos para armar equipos aguerridos con personalidad y buen juego, supo mantener la fe hasta el agónico y discutible gol del renacido Llorente. Los azulinos de Manchester comprobaron cómo la inmadurez en momentos clave es decisiva en Champions.

En Barcelona, Messi lució sus lujos futboleros para demostrar que los manifiestos deseos de ganar la Champions no fueron brindis huecos. Lo aseguró claramente, y como don Juan en el Tenorio, cumplió como el galán irremediable que es.  Ya es reiterativo decir que nunca he visto a nadie así, pero a fuer de perseverante y grandioso el argentino tiene a todos de acuerdo. Son quince años insistiendo en la maravilla de hacer fácil lo difícil, y lo que es más espectacular, hasta bello. Pocos pueden presumir de artistas del fútbol y del balón, porque Messi, más que jugar, emociona con el arte que despliega entre tantos futbolistas de nivel. Se le pone el reparo de no rendir igual en su selección, pero ha tenido la suerte de coincidir en el Barça con futbolistas como Pujol, Xavi, Iniesta, Cesc, Busquets, Suárez, Alba, Piqué o Rákitic, y la desgracia de pertenecer a la peor generación futbolística argentina. Por no hablar de los técnicos que ha disfrutado en el Barça. Nada que ver.

El Liverpool de Kloop, Mané, Milner, Van Dijk, Firmino y Salah será el siguiente para los culés en una semifinal de aparente favoritismo azulgrana,  de donde saldrá el fútbol clasicista que encumbrará la final, porque los de Valverde cuentan con el mejor del mundo en estado de gracia. Pero si Messi no apareciera por las meigas del fútbol, los ingleses llegarían al Wanda tan crecidos como el crédito que les  otorgaría haberlo borrado de otra final europea. Y quizá comenzaría el declive del reinado mundial del rosarino. Hay momentos en que personajes históricos se juegan el prestigio o la vida, como Julio Cesar al cruzar el Rubicón, y la Champions de 2019 puede ser la cumbre definitiva o el inicio de la cuesta abajo del mejor futbolista que hemos visto generaciones de futboleros. Messi está en la encrucijada de continuar el camino glorioso o entonar su canto del cisne.

Pero lo mejor de esta Champions, como ya ocurriera en el Bernabéu, fue la lección magistral de fútbol que le dieron los de Ten Hag a los de Allegri en Turín. La segunda parte del Ajax fue para el frontispicio de las escuelas de fútbol. Lo mismo defendían ocho que llegaban otros tantos al contraataque. Despliegue táctico, derroche físico, velocidad, contundencia, garra, anticipación, técnica exquisita, cambios de juego rápidos, controles verticales orientados, solidaridad defensiva, apoyos continuos, juego a uno o dos toques, conducciones con el balón domado, regates en corto y en largo, llegadas vertiginosas a gol y todo el rosario del fútbol que amamos. El Totthenam lo tiene crudo con el Ajax, quien puede encumbrar el anticlasicismo futbolero en Madrid.
Florentino Pérez debería agarrar la chequera y traerse de Amsterdan la plantilla cerrada. Con De Ligt, Ziyech, Van de Beek, Blind, Neres y  Tadic, ya podría largar a otra media docena para hacer caja y asunto resuelto. Y de paso, traerse también a los técnicos de la extraordinaria escuela del Ajax. ¡Qué gozo!

LAS CUARENTA MURCIANAS

Por fin llegan las tropelías cometidas en el Murcia a los juzgados. Lo extraño es que haya sido alguien desde fuera, Higinio Pérez, y no el club  quien cante las cuarenta. ¡Lagarto, lagarto! ¿Ha tenido que salir para hacerlo?

¿Quién o quiénes tienen al gato encerrado? También lo sabremos pronto.

                

jueves, 11 de abril de 2019

DEL PESEBRE MONUMENTAL AL EJEMPLAR VALVERDE



O cómo el barroco Valdano cambia fútbol por halago de fondo a su antaño  jefe, Florentino Pérez, hoy patrón de tantos palqueros rumbosos de ese circo empresarial y político que es el tenebroso palco del Bernabéu; mientras desde el trabajo callado y la perseverancia un técnico humilde gana su segunda liga consecutiva en España tras haber ganado tres seguidas con el Olimpiakos en Grecia. 

El pelotero argentino, en un alarde de cinismo de ocasión, ha escrito que no está de acuerdo con los madridistas que prefieren grandes fichajes al nuevo estadio. Algunos tampoco lo estamos, pero sin ningunear la decepción de quienes están frustrados por la mala gestión deportiva del mandamás blanco.

Un descaro por su nuevo lugar cerca del rey sol merengue, como nuevo asesor personal todavía sin cargo en el organigrama, porque una cosa no hubiera quitado la otra si Pérez gestionara mejor lo futbolístico. De criticar reiteradamente al Madrid romo por desenganchar a Cristiano sin alternativas, a inciensar ahora a quien lo echó dos veces, primero por su desacuerdo con la reiteración de los galácticos y después por el fichaje de Mourinho.

Es el rendibú al poder del pesebre. Y se adorna con una media verdad, la peor mentira, recordando que  don Santiago Bernabéu hizo primero el nuevo campo y después vinieron los fichajes.  Lo que no añade es que entre la inauguración del estadio de Chamartín en 1947 y el primer gran fichaje, el de Di Stéfano en septiembre de 1953, transcurrieron seis años. Una eternidad para estos tiempos donde el presente y el futuro inmediato se hacen pasado lejano en menos que canta un gallo.

La auténtica realidad es que el Madrid de Pérez anda como puta por rastrojo enseñando un partido sí y otro también sus vergüenzas. Y lo peor no es que la escasa paciencia del fútbol puede menoscabar la esperanza depositada en la vuelta de Zidane, sino que puede castrar la loable apuesta —esta sí— de su presidente por rejuvenecer la plantilla. Ahora todavía resisten por la venda de probar la capacidad de sus antiguos jugadores y la de los nuevos, e incluso poniendo en el escaparate a quienes desean largar, pero como sigan aburriendo, el desánimo será el preludio de un tiempo de cuchillos largos que se llevaría por delante el deseado francés. Y después, el infierno.

La posibilidad de que Pérez dejara al Madrid a pañuelazos por no ganar nada tampoco el año próximo, que pudiera ser, y endeudado en quinientos millones largos de euros por el nuevo campo y en otros tantos por varios fichajes de relumbrón, es la pesadilla del florentinismo. Jamás se ha hecho un equipo campeón solo con dinero y tal vez fuera el momento de explicarle al madridismo que ahora toca hibernar hasta que cuajen los jóvenes y las tres o cuatro estrellas que deben sustituir a las decadentes actuales se adapten y tomen el mando.

Seguramente, el requiebro presidencial a Valdano para que vuelva al redil es un síntoma de los temores que acechan. Hay que sumar apoyos mediáticos, más todavía, por si vienen mal dadas. Hay que proteger al capo de tutti. Florentino quiere unir su nombre al del mítico Bernabéu con un monumento futurista en el Madrid de los pelotazos reales. Los económicos. Su ambición, como su pesebre para holgazanes y jetas y el nuevo estadio, también es monumental.

El tiempo pondría las cosas en su sitio si en esta España de nuestros pesares, alguna vez, pisaran los juzgados con su correspondiente sambenito quienes tanto daño hacen a la libre competencia en cuanto gestionan.

Mientras, el Barça continúa su rutilante racha triunfal liguera. El sábado ganó su octava Liga en once años, ¡tela marinera!, y no tiene visos de aflojar mientras mantenga al mejor del mundo y sus cuates. Messi, aparte de acariciar el balón jugando y deslumbrar con sus imposibles maravillas, hace mucho mejores a sus compañeros. Reparen en Suárez y Alba, como ejemplos.

Y, además, institucionalmente, los blaugranas viven una de sus épocas más estables desde el silencio dirigente y la prudencia generalizada de sus profesionales, empezando por Valverde, su ilustre obrero del banquillo.  Un ejemplo para tanto y para tantos, que este año puede rubricar su idílica trayectoria volviendo a reinar en Europa. Si hace un triplete, tras el doblete pasado, inscribirá su nombre en oro en su equipo y en el fútbol mundial.

Otro técnico español ejemplar por todo para la historia. ¡Olé grande por el Chingurri! 


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