lunes, 28 de enero de 2019

NO SON TODOS LOS QUE ESTÁN



Aunque estén en plantilla, no todos sus futbolistas tienen categoría para estar en el Real Madrid ni en el Barça, que siempre será la máxima. En el Atlético sí tienen un nivel parejo y acorde con sus exigencias reales, ser el tercer grande, con una estrella como Griezman que les facilita mantener su tipo en el fútbol español y europeo. En parecida situación está el Sevilla.

El Barça sin Messi es mucho menos y el Madrid sin un goleador consumado es demasiado previsible. Así, el Barça se torna asequible para cualquier rival cualificado, aun poniendo en liza varios de los mejores del mundo, y el Madrid pierde sus señas de identidad, salvo la raza, que a ratos parece imprimirla su escudo. En los partidos de Copa en Sevilla y en Madrid, los blaugranas fueron un equipo ramplón y los merengues necesitaron dominar a mansalva para hacer cuatro goles al modesto Girona, dos de ellos del incombustible Ramos, como le viene sucediendo esta temporada. Esa orfandad de gol penaliza a los blancos y los fichajes contra natura de los culés castran su producción futbolera. No obstante, ver a Casemiro, Modric o Ramos resolver papeletas goleadoras es menos sorprendente que soportar a trotones como Boateng, el chileno Vidal o Murillo enfundados con camisetas que antes llevaron Pujol, Xavi o Iniesta y aún portan el mejor del mundo, Messi, Busquets y Piqué; virtuosos del juego y del balón. Al cabo, unos son campeones de Europa y del mundo y otros solo en sueños podían imaginar su canto del cisne donde están; nunca fue el Barça un equipo para que medianías torcieran sus últimas botas.

El desconcierto del Madrid es consecuencia del aciago traspaso de Ronaldo, con dudosos sustitutivos porque no tiene relevo natural, pero algunos fichajes de los sucesivos responsables deportivos del Barça son inconcebibles y desafortunados por igual. Sin ser exhaustivos, solo Démbelé, Arthur, Lenglet y en parte Umtiti, responden a criterios homologables con la categoría blaugrana; por ejemplarizar, los destellos de Coutinho no justifican ser el fichaje más caro de su historia ni lo del turco Arda tuvo explicación. Y aquí hallamos una paradoja que como tantas otras en este juego rubrica su característica azarosa  e impredecible: el Madrid carece de cuerpo técnico desde que Florentino Pérez decidió ser el máximo responsable deportivo y, por el contrario, en el Barça, Beguiristain, Zubizarreta, Robert y ahora Abidal se han responsabilizado de esa parcela en el último decenio. Y todos enjaretan briosos corceles y petardean por el estilo.  ¿Ustedes lo entienden? La explicación es que las únicas certezas del fútbol son que el balón es redondo y su escasa ciencia, al margen de la suerte, los discutidos árbitros o el polémico recién llegado VAR, que sin ser infalible ni perfecto ayuda a una mayor equidad y limpieza en el juego.

Decíamos que Vinicius todavía es una ilusión, pero hay que resaltar su geométrico progreso. Crece poderosamente partido a partido y para la inmensa mayoría ya es titular indiscutible. Sin embargo, es solo un espejismo en la mediocre delantera blanca. Recordemos lo ocurrido con Asensio o con el mismo Isco, teniendo el balear y el malagueño bastante más bagaje que el brasileño. Hay quien incluso ya lo compara con Neymar, en un ejemplo de la exacerbación transitoria que es consustancial al fútbol para lo bueno y para lo malo. Cuando siga creciendo en sus desmarques,  regales, buenos pases y marque quince o veinte goles por temporada, podría estar a ese nivel o incluso superior, porque provoca menos, trabaja más, es menos egoísta y parece más fuerte física y anímicamente. Yo le veo más parecido por esas virtudes a Démbelé, a quien parece superar en disciplina, pero no olvidemos que el francés está contrastado y  el brasileño todavía es un juvenil con aspiraciones.

Por otra parte, a pesar de que Löw está en la recámara de Pérez, Solari puede sonar su flauta por aquello de estar en el lugar justo en el momento oportuno. Y pudiera ser si el Real se reinventara de nuevo en Europa, llegando al menos a semifinales dignamente, y ganara la Copa del Rey con Vinicius cuajado, Asensio renacido y Llorente de alternativa real a Casemiro, sin ningún goleador eficaz y logrando un sistema de juego homologable a las exigencias del Bernabéu; muy difícil, siendo realistas. Ahora está fuera para la siguiente temporada, pero en fútbol todo puede cambiar en pocos meses; el último Madrid de Zidane fue un ejemplo.   


lunes, 21 de enero de 2019

EL MADRID BIPOLAR Y MÍSTER PÉREZ


El partido contra el Sevilla quitó el sabor amargo que rumiaba el Madrid. Y bastó que los futbolistas jugaran con ganas y en su sitio, acelerando en la segunda parte el juego cansino que arrastraban.

Sin embargo, huérfanos de gol, no debería cegarle a los merengues el  partido contra los de Machín, porque aparte de que los sevillistas hicieron una segunda mitad mediocre, solo una genialidad de Casemiro desatascó lo que iba para empate a cero. Y no deben hacerse demasiadas ilusiones porque el otro de este enero también es el Madrid. Hacía tiempo que no veía a los blancos jugar tan mal como ante la Real, el Betis —aunque ganara— y el Leganés en Copa. Y, además, como un equipo pequeño dejándole la iniciativa al contrario con cinco atrás. Ese Real es un equipo empequeñecido e irreconocible que  no aspira a nada y tampoco labora futuro. Solari cogió un solar y a veces lo empequeñece hasta hacerlo un patio. Poco más o menos el de su baranda Pérez, que se entretiene en él con su nueva estrategia deportiva. Solo le falta cubrir el Bernabéu para que no se le llueva y ser bien recordado.
El ilusionista Vinicius, como símbolo, o Brahim, aún son futbolistas de segunda comparados con Asensio. Los delata la hora de definir. Sin embargo, sin restarle méritos al brasileño, sobre todo el muy meritorio desparpajo en un equipo en crisis, destacan algunos de sus lujos  porque hace imaginar a los aficionados un parque de atracciones mientras que algunos de sus compañeros sugieren un par de horas en la oficina. Puede ser una estrella en cuanto desperdicie menos balones fáciles y haga goles.

Para valorar a los delanteros prometedores que ficha el Madrid basta relativizarlos con jóvenes como Mbappé o Dembélé, que ya son campeones del mundo, golean y juegan de tú a tú con colegas como Messi y Neymar. Esa calidad y definición hay que pedir a quienes aspiren a vestir de blanco.

Por can Barça, Valverde edifica su equipo con paciencia y astucia para ir preparando las sucesiones importantes que se le avecinan, tras sortear muy justito las pasadas. No obstante, Europa medirá su futuro. Y a Simeone no le perdonarán que esta temporada tampoco gane nada. El Atlético ha apostado demasiado y seguirá haciéndolo, con Morata por ejemplo, y Gil Marín y sus socios pueden exigirle resultados a su otrora admirado Cholo; ya veremos cómo acaba. 
  
Volviendo al Madrid, Florentino Pérez asegura a sus propios que si sabe de algo es de fútbol. Y, además, del fútbol grande. Por eso presumía tiempo atrás de fichar a los importantes y dejar lo demás a los técnicos. Y ahora, Pérez, virtuoso converso por su soberbia tozudez, quiere llevarle la contraria al desorbitado mercado que él ayudó a crear como nadie, probando sus conocimientos futboleros con promesas para hacerlas figuras en el Real.  Todo lo contrario de lo que defendió cuando cedía a los jóvenes para que crecieran. Si esos disparatados cambios de criterio se midieran en balance sería aterrador. Como los carísimos errores que cometió con los galácticos tras sus exitosos Figo, Zidane y Ronaldo Nazario. El Madrid funcionó bien en los últimos cinco años gracias a la clase media: Ramos, Alonso, Modric, Casemiro, Varane, Marcelo o Carvajal, cuya gestión la llevaron otros, y al ilustre Cristiano, a quien no quiso tampoco de joven cuando pudo birlárselo al Manchester desde Lisboa.

Finalmente, malmeten por la esquina informada del Bernabéu —yo no lo creo—, asegurando que el propio Pérez susurra a su dócil Solari alineaciones y tácticas en noches de insomnio compartidas telefónicamente. Guarde Dios a los merengues porque sus éxitos iniciales fueron con su despreciado Del Bosque y los últimos con su aborrecido Cristiano. Al míster Pérez le faltarían hervores y al presidente Florentino le sobrarán pañuelos.

EL SOLAR MURCIANO

Así dejaron al Murcia los Gálvez, pero meses después aún no les han exigido responsabilidades. Dicen que falta la contabilidad para probarlo, pero solo se necesita saber los abonos vendidos y demandar adónde fue el dinero. ¿Es que tampoco funcionó la administración concursal?

Una pena por sus esforzados gestores, que también asumen conscientemente el riesgo de dejar otro patio en lo deportivo.  Todavía sueñan algunos por los últimos resultados, pero no reparan en el fútbol del Murcia. Sin juego ni goles, solo queda la esperanza sabia del añorado doctor Ripoll: “si no nos marcan ningún gol, normalmente debemos puntuar”.  Es la triste realidad, amigos.    
       

sábado, 5 de enero de 2019

IBARRA NO HA MUERTO



Solo te has ido a descansar de tanta vida, Juan Ignacio, porque si la vida de un hombre se pudiera medir por la pasión derrochada, tú has vivido varias.

Como hijo de otro grande, actor y dramaturgo también, al que tanto admiraste, honraste y quisiste, de ahí tu arrebatador empeño en crear una Escuela Superior de Arte Dramático en nuestra Murcia; se lo habías prometido a tu padre. Palabras mayores en tu sentido de la lealtad.

Como periodista vocacional y de raza. De ahí tus innumerables aportaciones durante más de medio siglo en cuantos medios han contado contigo; prácticamente todos, tanto en radio, prensa y semanarios como televisiones. No ha habido un periodista murciano más conocido que tú en nuestra región. Ni fuera de ella. Todavía la semana pasada me preguntó un matrimonio que te vio pasar si eras Ibarra. Y te miraron admirados sin que reparases. Y eso que ibas camuflado por tus últimas circunstancias.

Como comunicador poliédrico, único en tu especie, porque tampoco ha habido nadie en Murcia con tu forma de hacer radio, sobre todo, o televisión. Información y comentarios actuando. Tu estudio, un teatro con el escenario lleno por ti solo con esa emblemática voz rota. Ratos incomparables y horas infinitas con miles de oyentes o espectadores pendientes de cada gesto o afirmación de Ibarra. Hasta escribiendo o conferenciando. Tu estilo inconfundible es el guión de una comedia, drama o tragedia, según toque cada día. Y en tres actos, como cualquier dramaturgia clásica, pero con tu chispa creativa. La acción, el lugar y el tiempo se suceden o intercambian según convenga para una mejor comprensión de lo que trates. Y lo mismo sus protagonistas y el lenguaje; culto, llano, sencillo o complejo, metafórico o directo, en presente, en pasado o en futuro.  Todo en función de las entendederas del público y del tema.

Como maestro en sentido amplio. Por eso la práctica totalidad de quienes pasaron por tus manos o fueron tus compañeros han reconocido tu magisterio En la radio, en prensa, en la tele, en las aulas de tu Escuela o dirigiendo teatro. Recitando eres un volcán arrebatador para los asistentes, y conferenciando aún más. En fin, Maestro, en cuanto tocas.

Y, finalmente, como amigo; faceta en la que más te conozco. He escrito varias veces sobre ti, Juan Ignacio, y esta no la quería. Una vez te titulé en prensa como un murciano irrepetible, y otra, en un poemario, hablé sobre tu generosidad sin límites para cuanto te  pidiera un amigo, o incluso cualquiera que te necesitara. E hice referencia a tu pasión genética como el motor que movía tu alma, y a tu enorme sensibilidad como las majestuosas alas transparentes que acarician cuanto te rodean. Y ahora añado que también eres pedernal cuando corresponde y lanzallamas con quien lo merece, aunque los perdones se te caigan de las manos al  menor gesto de bondad de quien sea.

Y como has tenido tantos amigos, conocidos, discrepantes, agradecidos, rivales, contrariados, colegas, alumnos o simplemente seguidores, imagina cuántas vidas has vivido por y para ti mismo y para tantísima gente. Y críticos también, pero sin poner en duda nunca tu número uno.

No has muerto, no. Te has ido. Y lo has hecho despidiéndote de lejos. O sea, sin despedirte. Un mutis por el foro, como los grandes. Un hasta luego. ¡El hasta pronto!, que tan bien recitaste con Marcial, con Pepe y conmigo el mismísimo viernes pasado en un teatro. Porque como dice un amigo común, mientras te sigamos recordando vivirás. Y mientras te recuerden mañana, también. Y cuando pasen los años y te estudien o citen en cualquier aula, en cualquier medio de comunicación o los vecinos de esa calle que tienes en Murcia o en los lugares que rebauticen con tu nombre, que lo harán, seguirás viviendo. Tan real como tu prodigiosa memoria y tu vasta cultura.

Y has partido estando yo en Ronda. Tú, que no eras taurino, pero sí torero rematao, te me has ido estando en la cuna de un arte también grande. ¡Qué arte tienes, Maestro! Y has dejado a tus últimos mosqueteros huérfanos los jueves. Faustino, Antonio y Carlos, los auténticos, y Núria y yo tendremos que reinventarnos. Mira que no anticipárnoslo ni en Noche Vieja. Sería para no molestar, como siempre. 

Ayer escribía a otro amigo común preguntándome cuánta soledad le cabe a un corazón en pena. Tal vez un presagio.

Hasta luego, queridísimo amigo. Descansa en paz.   



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