martes, 27 de octubre de 2020

YA TENEMOS OTRA

 

Con otro penalti para la historia de los clásicos, esta vez penaltito por agarrancico, ya tenemos de nuevo la burra de las decisiones arbitrales en el trigo de los llantos blaugranas. ¿Qué otras veces ha sido al revés? También, pero suele coincidir con lamentos oportunistas por impotencia.

Otro tópico típico es lo de que estos partidos suelen decidirse por detalles. Y así fue el tempranero del sábado.  Un detalle arbitral tan bien sancionado como si no lo hubieran hecho, en un encuentro equilibrado con más emoción que juego y menos expectativas que ilusión, aunque a partir de ese momento el Madrid fue sobradamente mejor. Dos equipos venidos a menos con su relevancia europea perdida. Incluso en la Liga, no ya los medianos sino también los modestos le han perdido el ancestral respeto. Cualquiera le pinta la cara con apenas dos o tres jugadores destacados que no serían ni suplentes en sus millonarias plantillas. Esta categoría actual de Madrid y Barça convierte en anecdótica cualquier deriva arbitral.  Como justificación, reseñar que andan en una etapa de renovación tan problemática como importante. Los blancos, huérfanos de gol desde la marcha de Cristiano y los culés anticipando el duelo por la próxima de Messi. Los goles patentan sistemas de juego, los que sean, y hacen figuras de futbolistas acompañantes que sin su aura serían normalitos.     

Volviendo a lo del sábado, por momentos, como bien ha señalado Schuster, parecía un divertido encuentro entre solteros y casados en lugar de un duelo en la cima del fútbol español. A falta de intensidad, brillo, velocidad y juego recio de los veintitantos que saltaron al césped, la emoción la propiciaron más Zidane y Koeman que sus talentosos futbolistas con planteamientos vivificantes que entretuvieron al respetable televisivo y alegraron la juventud de unos y reverdecieron el venerable pasado de otros. Si en un partido tan blando de merengues y culés los coge un mihura europeo les hace un siete. Así, bastó un chispazo de Benzema —magnífico por otra parte, como casi siempre desde hace un par de años— y otro de Messi para servir en bandeja sus goles a Valverde y Ansu Fati, con la imprescindible colaboración del movimiento de arrastre de defensas culés de Asensio y el desmarque y pase en franquía de Alba al morenito recordman barcelonista. El broche final de los ilustres fue el gol de la sentencia, gustándose, del Cruyff balcánico Modric, sin olvidar la seguridad goleadora del incombustible Ramos. Y eso fue lo reseñable futbolístico. Quedan para la historia otra manoseada e indecente trifulca arbitral de los desmemoriados y deslenguados de turno y tres puntos balsámicos para el yaciente Madrid.

Punto y aparte para Zidane, que con todas sus carencias sigue sin perder en el Nou Camp. ¿Suerte?, ¿acierto?, ¿o que tiene más vidas que un gato? Ustedes mismos, pero no presupongan ciencia al fútbol.

El Atlético superó la resaca europea que no pudo digerir el Sevilla y siguió a lo suyo. No encajar y conseguir algún golito para mantenerse en el palmito. Si acaso, lo más reseñable es que ese delantero inventado por Simeone, Llorente, sigue pidiendo a goles y fútbol total ser seleccionado por Luis Enrique. Es, quizás, de los pocos todoterrenos españoles que no desentonaría enrolado en cualquiera de ellos con similar entrega, garra, potencia, velocidad y eficacia.

El tema es que esta semana tenemos otra vez Champions y puede que se agrave la postración de unos y vuelvan la febrícula preocupante y la irrelevancia a otros.  O no, porque tampoco debemos olvidar que esto es fútbol, y como juego de suertes y alternancias lo que hoy es blanco mañana puede ser negro y al revés, ni que aun en su decadencia, Real y Barça disponen de mimbres y solistas que todavía pueden componer cestos majestuosos e interpretar sinfonías asombrosas si les acompaña el ánimo, las fuerzas, los compañeros y la suerte. Nunca se puede asegurar nada cuando entre el éxito y el fracaso media una pelota y noventa y tantos minutos.  

La semana pasada aventuramos que Luis Enrique debía reinventar la capacidad goleadora de sus medios o mover piezas hacia el centro de la delantera. Koeman acertó devolviendo el sábado al juvenil Fati a su antiguo puesto infantil de delantero centro.

Con confianza, Traoré en banda y Ansu por dentro podrían formar un dúo demoledor. Tiempo y hierba, que decía un sabio tratante respecto al engorde de corderos. 

Finalizando, ¿conspiraciones arbitrales? ¡A llorar al árbol!, que decía Jesús Belascoaín; amigo ilustre.

 

lunes, 19 de octubre de 2020

CA UNO ES CA UNO


Esa frase tan del pueblo atribuida al torero Rafael el Guerra explicita que no se le pueden pedir peras al olmo.

De Isco no esperen pases a la primera sin antes amagar hacia cualquier lado o medias vueltas con el culo como centro de su juego. De Marcelo, tampoco que sea tan buen defensa como atacante fue antaño, y últimamente ya ni eso; hace mucho que ni uno ni otro están para jugar en el Madrid. Y lo peor es que Zidane lo sabe mejor que nadie. Si a esas minusvalías le sumamos que el multiusos Nacho ya vivió sus mejores lunas de blanco y que Lucas Vázquez sigue en la plantilla por aquello de cubrir las exigencias europeas del cupo de canteranos para la Champions, tendremos el cuadro que explica parte de la debacle blanca contra el Cádiz; pero solo parte, porque en la segunda ídem el técnico cambio medio equipo y tampoco subió nivel.

La explicación también la resumió el mítico torero citado con aquello de “lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible”. O lo que es lo mismo, andando no se juega. Ni velocidad ni garra ni desmarques ni juego con y sin balón ni ganas. Ese es el resumen del partido que hicieron el sábado los merengues contra los entusiastas y bien ordenados cadistas del tan modesto como extraordinario Álvaro Cervera. Que otro Álvaro, el ex madridista Negredo, con más mili que Cascorro y de vuelta de todo les diera a los blancos una lección de pundonor y saber estar de delantero a sus treinta largos, refleja la birria que protagonizaron los madridistas actuales. Solo Benzema, más solo que la una en sus meritorios esfuerzos, parecía tener el otro día vergüenza torera junto al lesionado y sempiterno Ramos mientras estuvo. Y eso también lo sabe porque lo sufre el entrenador gabacho.

¿Soluciones? Paciencia franciscana y que pase pronto este año a ver si para el siguiente llega la caballería en forma de dos o tres fichajes que galvanicen el panorama. Porque, a ver, ni Vinicius ni Asensio ni Rodrygo ni el propio Benzema ni ningún otro delantero actual garantizan veinte o treinta goles por temporada. Y ni Modric ni Kroos ni Valverde ni Casemiro, por buenos que sean o hayan sido hace años los primeros y sean también los segundos en tareas esforzadas, pueden manejar la brújula blanca con la exigencia que comporta aspirar a todo. Falta ver a Odegaard ocho o diez partidos seguidos de titular en el eje del juego blanco para calibrarlo.

El Barça tampoco tira cohetes, aunque tiene varios brillos que pueden iluminar el horizonte. Ansu Fati pudiera ser, el jovencísimo Pedri apunta maneras, Coutinho parece otro y Messi, aun desganado, aún le sobra categoría para arreglar descosidos en cualquier fogonazo. Sin embargo, Busquets ni entonado está cerca de su mejor versión, De Jong no termina de coger el mando y anda fallón, Griezmann no encaja, a Trincao le falta un buen partido, Aleñá y Pjanic están desaparecidos y a Riqui también le faltan ocho o diez partidos de titular y confianza para vislumbrar sus posibilidades. ¿Resultado? Pues que sin gol y escasas ocasiones, un Getafe sólido, legionario y bien aleccionado le baila tres puntos que podían haberle hecho engancharse a la cabeza tras el gatillazo del Madrid antes del duelo sabatino próximo, que pinta gris.  

El Atlético, aunque sume con los goles de Suárez, que tampoco baja el pistón, es una incógnita dados sus titubeos iniciales. El nuevo medio centro Torreira, mientras tuvo fuerzas, hizo un partido para la esperanza y la zaga colchonera continua en su línea de seguridad jueguen quienes jueguen. Sello Simeone, que tampoco descolore. Y el Sevilla euro campeón de Lopetegui dio la de arena ante el sorprendente Eurogranada, con un juego tan ramplón para sus intereses como la expulsión de Jordan y la derrota final; mal asunto para sus renovadas aspiraciones.

Con este preocupante panorama, la Champions que empieza puede ponernos en nuestro sitio.

Finalizamos con el petardazo de nuestra Selección ante la mediocre Ucrania. Luis Enrique, aunque quiera disimular la carencia de remate, debe reinventar la faceta goleadora de sus excelentes medios o probar a Traoré por el centro —en banda tapa a Navas— porque ni Rodrigo ni Gerard ni Olmo ni Oyarzabal ni otros son Villa o Raúl ni goleadores de garantías para su nivel de exigencia.

En el fútbol, como en los toros, sin espada no hay cortijo.

   

 

lunes, 12 de octubre de 2020

DEL PELLIZCO A LA GATERA


 

¡Trallazo de luz!, versificaba con su voz enronquecida el gran dramaturgo y   poeta murciano Lorenzo Fernández Carranza refiriéndose a su Cehegín del alma. Ceheginero a gala, mi tristemente desaparecido amigo hacía bueno el poema  If de Kipling porque jamás perdió la dignidad ante el éxito —ganador del Lope de Vega de teatro en 1980 con Los despojos del invicto señor y finalista tres años antes con Años de ceniza, cuando lo ganó Fernando Fernán Gómez con sus bicicletas para el verano— ni ante la precariedad de su famélica y sempiterna bohemia militante. Murió como vivió; pobre, humilde, soñador y altanero, sin embargo, cuando de defender el arte, la amistad y la honradez intelectual se tratara. Siempre recuerdo su figura y su voz de trueno cuando algo me pellizca poderosamente y siento un trallazo en las entrañas.

Descubrí la enorme transformación de Adama Traoré en la pasada Europa Ligue, cuando hizo un jugadón con su Wolverhampton desde el medio campo por el centro para conseguir un gol de bandera yéndose en velocidad por potencia y cambio de ritmo de varios rivales.  Y sentí tal pellizco que investigué hasta no comprender cómo un futbolista así no estaba en un grande español y se le había escapado al Barça años antes. Y tampoco entendí cómo no era titular indiscutible de nuestra selección nacional. Meses después, Luis Enrique se atrevió a ponerlo e imagino el trallazo de luz que sentirían quienes no lo conocieran. Un pellizco alegre en las entretelas futboleras porque hace mucho que se han perdido los antiguos extremos que se iban por potencia y velocidad para poner balones de gol a sus compañeros. Fútbol sencillo y de verdad. Fútbol del bueno al margen de gustos, tácticas y disquisiciones técnicas.  Fútbol que nos pone a todos de acuerdo, como el sabor auténtico del marisco fresco bien cocido o el buen vino, que decía otro ilustre a quien recuerdo más cada día cuando saboreo el fútbol bueno como expresión artística; el tan inigualable como irrepetible maestro Juan Ignacio de Ibarra.

Así de clara es la autenticidad en el fútbol, como también lo es en la vida misma. Luego vendrán los matices, las opiniones y el tiempo de cocción de cada jugador o de cada cosa, pero lo que nadie discute es el trallazo de luz que han supuesto el español de origen malí y el juvenil Ansu Fati, también con raíces africanas, para los aficionados españoles. Y cuando los veo recuerdo a aquella selección francesa de Tigana y Platiní que fue campeona de Europa en 1984 con más de medio equipo compuesto por jugadores de color. Una de las ventajas de la integración racial en cualquiera de nuestras sociedades occidentales, como sucede desde siempre en el deporte de EEUU. Algo que inevitablemente vivimos en España y que ojalá nos sirva para bien y no para todos esos males apocalípticos que tantas veces nos anuncian algunos y que a veces tendemos a asumir por la problemática que también acarrea. Adama y Ansu podrían ser ejemplos para unos y otros; también en lo personal, porque rezuman sencillez y humildad en el triunfo. Ejemplos de que la convivencia es posible desde el respeto y el esfuerzo, pero también desde la comprensión, la generosidad y la esperanza.

Y llegamos a las gateras, esas vías de escape para usar en la indignidad. El sábado me preguntaron en Cartagena cuándo empezaba a jugar mi equipo. Se referían al Real Murcia, claro. Y en ese momento sentí otro pellizco, pero de humillación. Y no por quien me requería, que además de buena gente goza de mi cariño y es sentimiento recíproco, sino porque no encontré respuesta adecuada a lo que realmente sentía.

En décimas de segundo di un paseo por la historia y mi confusión fue mayor. ¿Empezar a jugar? ¿A jugar como cuando subió de Tercera a Primera en dos años? ¿Como cuando permaneció varias temporadas en Primera? ¿Como cuando a fuerza de ser campeón sigue siendo el rey de Segunda? ¿O como cuando subimos a Segunda siendo campeones de todo con un grupo de amigos en la directiva, o qué? 

Y la realidad se impuso a los recuerdos e incluso a los sueños. Mi amigo se refería a esta próxima y seguramente aciaga temporada, en la que permanecer en Segunda B sería un éxito.

Al final veremos quién o quiénes tienen que coger la gatera. Y no será por falta de advertencias y ocasiones. Una verdadera pena. Un drama.

 

martes, 6 de octubre de 2020

LA PASIÓN MANDA

 

Se dirige con la cabeza, se ejecuta con las entrañas y juegan el tronco y las extremidades. Pero si no se le echa pasión, el fútbol y cualquier deporte, como todo en la vida, resulta anodino, reiterativo y cualquier cosa menos emocionante. Tanto si te llamas Ansu Fati y tienes menos de dieciocho como si te llaman leyenda por otros tantos años en activo y respondes por Jesús Navas.

Con las entrañas se nace, y en ellas también van de serie las capacidades de cada cual. Por eso dijimos que así como Vinicius vino equipado de la imaginación y el desborde, nunca tendrá el gol de Raúl, por ejemplo, que lo traía enredado en sus entretelas. Ni tampoco el del blaugrana Ansu. Como tampoco Benzema, magnífico futbolista, media punta vocacional y normalito goleador. Por eso pasó algunos apuros el Madrid contra el Levante. Así, aunque marcaron un par de goles excelentes en un buen partido de los merengues, si fueran matadores ambos delanteros los blancos hubieran cosechado una goleada de época.

Hablábamos de que la pasión marca diferencias en cualquier actividad vital. Como exponente, el arte en cualquiera de sus manifestaciones. La afición despierta inquietudes, las capacidades señalan caminos, la técnica otorga profesionalidad y la constancia y la suerte trayectorias, pero solo la pasión, que se manifiesta en detalles tan deslumbrantes como sugerentes, es capaz de emocionar al que la regala y al espectador. En el fútbol tampoco es diferente.

Messi, que todos sabemos que juega a remolque de sus circunstancias recientes en el Barça, tiene en su pasión por el juego al que dedica la vida el verdadero resorte de sus ansias. Y como no lo puede remediar, le brillan los ojos cuando marca, a la par que emociona a sus seguidores piensen lo que piensen de su amago de deserción de hace unas semanas.

Y eso es lo que distingue también a los aficionados irreductibles de cualquier club. Una vez aseguré que los forofos, por criticables que sean algunos hechos y actitudes que censuro, en los que la ausencia de autocrítica de parte no es lo menor, sin embargo, me producen ternura. Y es que, emociona la honestidad de lo auténtico.

El artista, y un gran futbolista lo es, emociona cuando desnuda sus propias pasiones y lo transmite generosamente en sus obras. Y ese don no entiende de edades ni circunstancias. La verdad sin matices se consume en el incandescente fuego de la eternidad. Eso nos ocurre cuando recordamos a los grandes: Pelé, Di Stéfano, Maradona, Cruyff, Eusebio, Ronaldo, Zidane, Beckenbauer, Puskas, Boby Charlton, Luisito Suárez, Gento, Xavi y compañía.

Esta liga se antoja competida porque la pandemia que nos asola ha cerrado el grifo de los grandes desembolsos a los poderosos. Y cuando rebuscan en el bolsillo de sus canteras y alargan la idea de sus veteranos tanto los grandes como los pequeños las diferencias se acortan. Un canterano bueno vierte su pasión en el césped lleve la camiseta que lleve, y esa cualidad, como la clase, no entiende tampoco de dinero en sus primeras lunas. Otra cosa será cuando despierte apetitos y se mezclen la ambición con la lógica y las miras de futuro. Así que disfrutemos de los chavales que ponen en liza unos y otros, así como de las penúltimas correrías de los mayores.

Finalmente, ilusiona que Luis Enrique piense lo mismo y no mire carnets de identidad ni currículos ni procedencias en sus listas. Reitero que algunos jugadores maduran antes y otros después, y es apasionante que compitan por defender nuestros colores en el intento que anhelamos de reverdecer laureles. Esos mismos seleccionados corroboran lo anterior; hay algunos futbolistas desconocidos para muchos aficionados porque no pertenecen a clubes señeros ni han estado en candelero en la última década, pero no por ello son menores en su juego; Campaña y Traoré, por ejemplo.

Hasta ahora la Selección está cumpliendo expectativas y enseguida la veremos de nuevo en liza. Me gusta la elección que ha hecho el asturiano mal encarado, que una cosa no quita la otra, así como su empeño en no perder las esencias que nos hicieron grandes hace un decenio añadiendo la verticalidad precisa al carecer de goleadores consumados en el panorama mundial.

Y hay un detalle que me esperanza: intentan añadir la garra que le imprimió Luis Aragonés, que de alguna forma caracterizó igualmente al propio Luis Enrique jugador. Eso se lleva en las entrañas y es el mejor argumento para emocionar.

Suerte y ánimo.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Web Analytics