martes, 24 de junio de 2014

UN FINAL TAN IMPREVISTO COMO SIGNIFICATIVO

Si comentamos que el primer partido de nuestra selección fue un accidente, porque Holanda tuvo a su favor los detalles aparte de jugar treinta minutos en la segunda parte realmente excepcionales, la derrota ante Chile fue el compendio de todos los males que se pueden dar en un equipo de fútbol.

Decía don Salvador Ripoll, en uno de los puntos de su sabio decálogo sobre fútbol, que había que llegar al balón antes que el contrario. Y por ahí empezó a quebrarse el equipo de Del Bosque porque desde el principio, como ya nos pasara en la segunda parte ante los tulipanes, no nos llevamos ningún balón disputado. Y tampoco cumplimos con otro de sus aforismos en ninguno de los dos encuentros: “si no te meten ningún gol, normalmente debes puntuar”.


En esas dos claves señaladas ha estado el imprevisto final de una selección que ha sido, de largo, la mejor del mundo en los últimos seis años. Nos han agujereado la portería con una facilidad increíble, y para colmo no hemos sido capaces de marcar ni un gol en jugada porque siempre llegábamos tarde. Lo primero también es consecuencia de lo segundo, por lo en la lentitud ha radicado el resto de nuestros males. Hay quien argumenta que los españoles llegaron demasiado cansados al Mundial, y puede que haya en ello algo de razón, pero muchas veces la velocidad está en la cabeza antes que en las piernas. Y creo que los seleccionados estuvieron espesos de ideas desde el principio.

Otro aspecto que tampoco ayudó fue el cambio de sistema jugando en largo para Costa, que debe olvidar cuanto antes su mal campeonato para intentar ser en el Chelsea lo que ha sido en el Atlético. Y aquí merece un inciso el seleccionador. Desde estas páginas hemos ponderado siempre sus virtudes, y seguimos valorándolas positivamente, pero hay un punto débil que también ha sido en él una constante: la imaginación no es su fuerte. Es un hombre que ha hecho siempre equipo apoyándose en los jugadores contrastados, como hizo en el Madrid de Raúl, Hierro y Salgado, imponiendo en el terreno de juego sus galones por encima de los menos baqueteados. Por eso lo hizo muy bien cuando sustituyó a Luis en la selección, continuando su línea y dando vara alta a quienes nos hicieron campeones de Europa con el madrileño. Pero seis años después sigue con aquellos y no tiene a más porque algunos de ellos ya no juegan. No ha renovado, seguramente con razón porque los que ya había son muy buenos, y tampoco ha acertado con el plan alternativo de los balones largos. Ha hecho debutar a bastantes jugadores pero a la hora de la verdad ha puesto de titulares a los de antes. Quizás los dos casos más significativos sean los de Casillas y Koque. El primero no es ahora el mejor portero español, y el segundo ha sido, por el contrario, el mejor centrocampista de los seleccionables en la pasada liga. El meta fue titular en los dos partidos perdidos y el atlético salió en la segunda parte contra Chile con el equipo ya hundido. Se notó durante un rato su aportación, hasta que se contagió de la pesadez de sus compañeros.

Don Vicente, por tanto, ha perdido siendo fiel a sus esquemas. Pero tampoco ha pasado de ser de los mejores a ser el peor. Ha sido un buen seleccionador mientras ha habido mecha, y eso tiene mucho mérito porque significa honestidad y sencillez. Mantener los criterios de su antecesor  habla a las claras, además, de su coherencia y humildad. Lo que funciona no hay por qué cambiarlo por egos aunque te recuerden siempre que el mérito fue de Luis. Y el famoso juego de toque tan alabado en todos sitios y que ha hecho que otras selecciones nos copien, ha sonado a gloria en las botas de nuestros internacionales. Pero el tiempo pasa, los sistemas se neutralizan y los jugadores cumplen años. Y no es que jugar a uno o dos toques sea viejo, que sigue siendo lo más difícil y vistoso, pero para mantenerlo hay que tener sustitutos que aviven continuamente la velocidad, una de sus condiciones fundamentales.

Y hay otra evidencia. En cuanto se ha acabado el Barça inmejorable se ha terminado la selección campeona. Más de medio equipo era blaugrana.  Y el sistema también. Echaremos de menos a ambos equipos durante mucho tiempo. Y el fútbol mundial también.   

domingo, 22 de junio de 2014

FELIPE VI, EL ‘JETÓDROMO’ Y LA INDIFERENCIA

Será difícil juntar en escena a más jetas por metro cuadrado que en el acto de proclamación del hijo de Juan Carlos I como rey de España. Ni presenciar más indiferencia popular ante un hecho histórico en nuestro país.


Estómagos agradecidos

Con las honrosas excepciones que cabe suponer, muchos le aplaudían en el Congreso recordando seguramente con cada palmada las prebendas que han obtenido en los años de la estéril partitocracia: “he colocado en la sopa boba del Estado – ayuntamientos, diputaciones, comunidades, sociedades públicas, asesorías varias, etc. - a dos hijos, tres sobrinos, a parientes de allegados y a unas decenas de correveidiles afines, además de beneficiarme de un pastizal de euros en pocos años y de asegurarme el futuro con una pensión sobrada, o varias; o, he ayudado a algunos amiguetes con subvenciones diversas, concesiones públicas, etc.; o, a ciertos artistas del trinque, con ayudas sin tasa ni control ni justificación de ninguna clase; o, en ciertos casos de diputados y senadores nacionales - por no hablar de los eurodiputados - me he comprado un piso en la capital de España y lo he puesto a nombre de un hijo, familiar cercano o testaferro, pagándolo con las dietas por no residir oficialmente allí; o, en el caso de los mandamases de los dos partidos políticos que han protagonizado la herencia de la prostituida Transición, he cobrado en dinero negro lo que mi excelsa dignidad – indignidad, más bien, en casos evidentes -, se ha merecido por dedicarme a los demás por encomiable vocación de servicio público – cara dura elevada a la enésima potencia en señalados -; y, en el caso de insignes cesantes, tras bajarme del coche oficial me he subido a la lustrosa, ociosa y rentabilísima alfombra mágica de instituciones o en consejos de administración de grandes empresas, que antaño fueron públicas o que se manejan bien con la Administración, multiplicando hasta el infinito las remuneraciones anteriores que obtenía de la cosa pública, sin trabajo o responsabilidad clara que asumir”. Y todo ello arruinando, de paso y en sonados ejemplos, todo tipo de Administraciones. ¿Sigo yo malpensando - como la mayoría y con razón - o lo hacen ustedes?

Los cortesanos inoportunos

Esa impresión daba cuando las cámaras de la domesticada TVE enfocaban a los dóciles asistentes al acto en la cámara donde reside la soberanía nacional. Y ya, cuando han ido pasando en el Palacio de Oriente ante sus nuevas majestades los primeros de los dos mil invitados, la sonrisa irónica y escéptica por el espectáculo anterior se ha tornado en indignación al ver a un envarado y cortesano Botín hacer el rendibú liderando a los que seguramente encabezarían la lista de los más despreciados por la ciudadanía española tras los propios políticos. ¿Es que no tiene consejeros bien informados el nuevo rey? ¿De qué le sirve el loable ejercicio de acordarse de los parados en su discurso cuando se deja pelotear por algunos de los principales responsables de la crisis que padecemos? ¿No hay en España otros representantes del pueblo que los presidentes de empresas que han subido los recibos del consumo diario y necesario de las familias españolas – electricidad y gas por ejemplo - o las comisiones, o los intereses, o que han desahuciado a miles, o que han aprovechado la tímida y parcial – solo beneficia a las grandes empresas y bancos - reforma laboral de Rajoy para hacer ERE ignominiosos y echar a la calle a miles de empleados con toda su vida laboral ligada a ellas y con nulas posibilidades de reincorporación al mercado?

Una ocasión marchita

¡Qué oportunidad ha perdido Felipe VI, dentro de su impecable y emocional discurso formalista y conservador, con algunas tímidas y esperanzadoras novedades, para hacer un llamamiento a la España del futuro empezando por cuestionarse hasta la propia herencia recibida! España no es monárquica, señor, debería haberle dicho alguno de sus  cercanos. Y más: a los españoles se les gana por el corazón y la valentía, aparte de por solucionarle sus problemas. Aunque sean capaces de emocionarse cuando alguien apela a sus padres o a las víctimas del terrorismo como hizo muy bien el nuevo rey. La mayoría de la ciudadanía española fue juancarlista por los méritos contraídos por su padre en momentos clave de nuestra historia reciente. Pero nunca fue monárquica, como tampoco lo es ahora. Le habrá bastado para darse cuenta de ello el deprimente espectáculo de las calles céntricas de Madrid durante su recorrido. Unos decenas de millares de banderitas repartidas oportunamente para la ocasión, pero ni una pancarta espontánea ni nada por el estilo, como hemos tenido ocasión de contemplar en otras manifestaciones populares. Y prohibiendo o reprimiendo, además, manifestaciones republicanas naturales convocadas ‘ad hoc’.

Recuerde, o haga que le pasen reportajes antiguos, y no tanto. En los anteriores regímenes, en el nuevo, en conmemoraciones deportivas, en reivindicaciones políticas o sociales, en manifestaciones espontáneas, etc. Un Madrid festivo y con buen sol le ha rendido a usted un  desolador homenaje. Con el colofón de una plaza de Oriente, otrora escaparate de todas las Españas, donde solo unos centenares de curiosos más que otra cosa han coreado con enorme timidez lo de ¡Felipe, Felipe!

El necesario refrendo popular

Alguien debería aconsejarle al nuevo rey que busque el tiempo de la nueva monarquía en la España renovada, que dice, en la ilusión, la esperanza y el entusiasmo de esa España que de tan buena se conforma con poco. Quizás ahora solo con que se le tenga en cuenta imaginando caminos de la tarde, como diría el poeta. Tal vez haciendo a los españoles actuales protagonistas de su tiempo llamándoles a una consulta sobre su futuro, que debería ser el del propio Felipe VI. Eso sería empezar a cumplir la promesa de ser un ejemplo para todos, que no es poco, como ha venido a decir en su proclamación. Y sin caras duras, ni rancias ceremonias blandas, por favor y por usted mismo.

Mañana, don Felipe, será tarde.       

martes, 17 de junio de 2014

GESTIONAR UNA DERROTA

En singular. Porque singular fue la media hora del desastre de nuestra selección contra Holanda. En la hora de las lenguas largas, aquellas que han  aprovechado un evidente mal partido para sacar el hacha y tratar de podar al equipo de Del Bosque de un modo inmisericorde, es cuando la serenidad de nuestro seleccionador debe influir en su conocimiento para relativizar lo sucedido y sacar las conclusiones oportunas.

Partiendo de que a veces el fútbol es cuestión de detalles, si nos fijamos en los momentos clave del nefasto encuentro hallaremos algunos fundamentales. ¿Qué hubiera ocurrido de acertar Silva en el que pudo ser el dos a cero? Pues me atrevo a afirmar que posiblemente la misma película pero al revés. Con toda una segunda parte para volcarse sobre España prescindiendo de su rigor defensivo, es muy probable que a Holanda también se le hubieran visto sus costuras. Y aunque eso nunca lo sabremos sería bueno que alguien convenciera de ello a nuestros jugadores. Es solo un apunte.

Como también lo es el accidente de Casillas en el gol que le regaló a Van Persie. O que el árbitro no señalara la falta que le hizo el mismo en el segundo gol encajado. Tanto el dos a cero que no fue como estos últimos son de esos detalles que marcan el desarrollo de un partido. Ni Robben es Messi ni Blind Roberto Carlos, no nos engañemos. Son buenos jugadores, sin duda, pero salvando al delantero centro reseñado, que es un grandísimo goleador, ninguno de ellos optará al balón de oro nunca. Así como tampoco nuestra selección es tan mala como ahora dicen algunos. No es la de hace cuatro años, claro está, porque el tiempo pasa para todos; pero sigue siendo un magnífico equipo que ojalá podamos disfrutarlo aún en este Mundial. Otra cosa es que, además, varios jugadores que deberían ser claves no han llegado en la forma idónea a esta competición. Pero ni ellos ni seguramente quienes podrían sustituirles.  Y tal vez alguno que sí lo podía haber hecho no ha ido por lesión.  

Vamos a ver, Casillas lleva un año jugando poco y con ciertos pájaros personales en la cabeza que influyen hasta en su semblante habitual. Y eso no es bueno. Xavi tiene el mismo fútbol excelente de siempre en su cabeza pero ya no en sus piernas, como Xabi. Y eso se nota mucho. Piqué está lento y ha perdido la capacidad de anticipación que siempre ha lucido. Y eso produce un roto en el centro de la defensa por donde se pierde también Ramos. Cuando se notan esas cosas uno se acuerda de Valdés, Thiago y Pujol, por decir imponderables. Porque ahora no vale aquello que pienso, como dije, de que Diego López es el portero español más en forma en este momento. Como también sería oportunista decir que Javi Martínez es quien debería haber jugado junto a Ramos, o en el medio campo en lugar de Busquets, que ha jugado a medio gas casi toda la temporada; y que Azpilicueta no tiene el nivel exigible para ser titular en este equipo estando Juanfran en el banquillo o Carvajal de vacaciones. Sería, en todo caso, un suplente para una emergencia por su polivalencia en los dos laterales.

De la misma forma que sería discutible afirmar, como hago, que con el navarro, los dos centrales y los dos medios centros, España juega con cinco defensas y eso se me antoja demasiado rácano para un equipo con la capacidad de juego de España. Ni pusimos por ello al interior que en un momento es delantero centro y que ayuda mucho a Xavi e Iniesta, caso de Cesc, o a un extremo goleador que ayudara al trabajo destajista de Costa, como es Pedro, o a incluso Torres por detrás. Discutible porque cada cual tenemos nuestra idea de fútbol.

Y acabo por donde empecé porque le supongo a Del Bosque infinitamente más conocimientos de fútbol y de los seleccionables que podamos tener muchos. El cinco a uno es más escandaloso que reflejo de lo que fue el partido. Un escándalo que ayuda a obnubilar las mentes de demasiados que ya ven a España como un pelele rodeado de gigantes futbolísticos. Y no es así ni por asomo. Como ejemplo el fracaso que pudo sufrir la favorita Brasil de no mediar un mal árbitro. Los chicos del ínclito Scolari, salvo destellos de Neymar, hicieron un partido penoso. Y Croacia no es Holanda.

jueves, 12 de junio de 2014

NI REYES ANTIGUOS, NI REDENTORES, NI BANDERAS VIEJAS

La generación española posterior a la Guerra Civil y a la II Guerra Mundial tenemos la suerte de no haber sufrido aquellas calamidades y las experiencias de conocer los pros y contras de un régimen autoritario y de vivir una transición ilusionante hacia una democracia, con sus luces y sombras, dentro de la singularidad que representó hacerlo en paz; eso que ahora se menosprecia aunque contara con reconocimiento mundial. Las sociedades democráticas que nos rodeaban por lo que suponía de llegar a puerto tras una larga travesía y quienes navegaban aún las aguas procelosas de la ausencia de libertades públicas, algunos hermanos de lengua aún siguen, por el ejemplo. Y por todo ello tenemos cierta perspectiva.

Un rey moderno



Juan Carlos I supo estar a la altura de las circunstancias y devolvió la soberanía al pueblo renunciando al inmenso poder recibido de Franco. Y fue para la inmensa mayoría el adalid que posibilitó la Transición, desde entonces con mayúscula. De ahí la excelente imagen que se ganó dentro y fuera de nuestro país. Pero el tiempo ha pasado para todos y para él también. Un tiempo que ha ido emborronando logros históricos por la corrupción en demasiados altos niveles españoles y que a él también le ha enfangado.  Y ahí comparte las culpas con quienes desde el poder político no han sabido ni querido poner coto a desmanes de todo tipo. Si los políticos españoles son mal vistos por los ciudadanos, desmérito que se han ganado a pulso desarrollando una democracia muy débil, él tampoco ha sabido reverdecer el faro que iluminara el futuro de España y su imagen se ha ido deteriorando hacia la de un rey anticuado. Lo mejor que ha hecho sobre todo en el último decenio ha sido el de abdicar.

Si nuestro futuro fuera una monarquía, que es lo legalmente establecido en la Constitución que se dio mayoritariamente el pueblo español en referéndum en 1978, necesitamos que su sucesor se gane el título de Regenerador; Felipe VI el Regenerador le llamábamos desde esta tribuna en febrero de 2013. Hace más de un año que la abdicación era necesaria tras truncarse la esperanza que suponía para millones de españoles de todo signo la llegada de Rajoy a su omnímodo poder, tomando los derroteros de la misma ruina social del gobierno anterior, y la imposibilidad del propio monarca para propiciar un cambio de rumbo por falta de carisma y de fuerza moral.

Necesitamos un rey moderno que sepa desde su primer y segundo plano, como meramente representativo, impulsar el cambio social que España necesita. Y el primer escalón de tan difícil escalera es el de ir recuperando los valores perdidos. Pero su padre tampoco lo tenía más fácil en noviembre de 1975.

Banderas viejas

Si por el contrario nuestro futuro fuera una hipotética república, desde luego no pasaría por enarbolar la bandera de la II República española de abril de 1931; ese régimen que por fas o nefas acabó enfrentando a media España contra la otra mitad dando lugar a la peor calamidad española conocida.

Sin entrar en culpas directas o inducidas, que para eso están los numerosos análisis a mano – unos más objetivos que otros pero que aproximándose a ellos en conjunto y sin prejuicios dan una idea muy aproximada de la realidad-, hay unas cifras tan aterradoras como indiscutibles. Nuestra Guerra Civil produjo más de medio millón de muertos, la mitad de ellos en el frente y la otra mitad en las dos retaguardias al margen de hechos de guerra. Redondeando, y dentro de la vergüenza que tanta sangre derramada supone, hubo sobre ciento veinticinco mil víctimas represaliadas bajo esa bandera tricolor que ahora tan alegre como ignorantemente alzan algunos. Y sin entrar en juicios ni valoraciones sobre ellas ni en las similares ejecutadas por el bando de enfrente, siempre es el momento de decir, como hizo el presidente republicano Azaña tras el salvaje enfrentamiento: “Paz, piedad y perdón”. Y de tener mucho respeto hacia sus descendientes, al que ahora faltan quienes enarbolan cualquier bandera manchada de sangre.

El propio Anguita, comunista y republicano, ha dicho, y muy bien, que la supuesta tercera república no llegará con manifestaciones folklóricas ni con celebraciones bajo esa bandera morada y tricolor reivindicando la II República. No sé en qué sentido lo dice, pero en todo caso sería imprescindible olvidar de una vez la peor etapa moderna de nuestra historia y mirar hacia adelante sin facturas pasadas y reflexionando sobre qué futuro queremos. Eso que hicimos ya una vez en aquella Transición que ahora necesita actualizarse. Y en el supuesto de que fuera en una república deberíamos mirar dentro de las diversas variantes de nuestro entorno libre.

Los redentores

Y, finalmente, sería bueno y muy oportuno aquello de “abtenerse redentores”, porque la mayoría ya no nos los creemos. Por muchas medios modernos de comunicación y redes sociales que sepan manejar. Los aspirantes, que los hay con coleta y sin ella, deberían valorar con Rosa Díez que muchos españoles se han sacrificado para que ellos puedan decir ahora en libertad lo que piensan.  

Es el tiempo de reflexionar sobre el futuro desde la legalidad elegida y sin prisas, que nunca son buenas. Sin regímenes asamblearios, por muchas simpatías que ciertos movimientos sociales generen, porque son caldos de cultivo de demagogias inquietantes. De ahí han salido algunos líderes populistas que han llevado a sus conciudadanos al desastre. Y mucho más en una sociedad que celebra sus fiestas demasiadas veces con enfrentamientos populares entre fuegos y ensalzando diferencias en lugar de coincidencias: moros y cristianos, blancos y azules, rojos y negros, cartagineses y romanos y de arriba o de abajo, etc.  

Recordemos lo parecido que suenan un cohete o un petardo y un tiro. Los lobos travestidos de corderos, la sencillez de generar manada irreflexiva entre el desconcierto y la desesperanza, y que el rojo sangre es uno de nuestros símbolos.   

miércoles, 11 de junio de 2014

LA LISTA DE DEL BOSQUE

Una de las cosas buenas del fútbol en España es el conocimiento que sobre nuestro deporte más popular tienen la mayoría de aficionados. A veces te asombra quien menos supones con una acertada reflexión futbolera desde el ángulo más insospechado para quienes se creen en posesión de verdades discutibles, incluyendo a los que son o han sido profesionales de la cosa o lo han vivido de cerca desde cualquier responsabilidad. Y es que, quienes se tienen por instruidos en el balompié  e imparten doctrina – los de los hat-trik y las estrategias para todo balón parado, por ejemplo; ¡qué pelmas son! -, olvidan con frecuencia el factor azaroso que como todo juego tiene. Y más aún el componente humano y, por lo tanto incontrolable, como sujeto de una ciencia inexacta.



Si en los toros se dice muchas veces por los propios toreros que de ellos no entienden ni las vacas; un modo de decir que nada hay fijo ni seguro en su comportamiento en la lidia, del fútbol podríamos decir lo mismo. Aparte de que el balón suele ser redondo no hay nada que se pueda asegurar de antemano. Y mucho menos pretender llevar la razón absoluta cuando defendemos cualquier opinión.

Del Bosque ha hecho una selección para el mundial de Brasil en la que salvo tres o cuatro jugadores los otros diecinueve o veinte estarían en la que cualquier aficionado hubiera hecho. En mi caso, por aquello de mojarme, no estarían Reina, Torres ni Villa, y mira por donde el asturiano enchufa dos goles en el último amistoso. Y en esto, goles son amores y no otras razones. En su lugar hubiera llevado a Diego López, el portero español más en forma; a Llorente, que ha hecho una segunda vuelta importante en el equipo campeón de la liga italiana; y seguramente a Muniain, que ha completado una gran temporada en el Bilbao, o a Isco, que salvando sus lapsus defensivos y desapariciones esporádicas posee una calidad desequilibrante. Aparte de ello, lamento la ausencia por lesión de Thiago y de Jesé; creo que junto al malagueño y Deulofeu serán los futbolistas españoles más brillantes de la próxima década. Al no poder ir, creo que los otros veintiuno serían indiscutibles para cualquier seleccionador.

Ha sido polémica la elección de Juanfran en lugar de Carvajal, pero supongo que don Vicente habrá sopesado que con el polivalente Azpilicueta podrá jugar con un lateral extremo en las dos bandas dejando bien guarecida la defensa con el navarro, aleatoriamente. Y también tiene el recurso de Ramos para cualquier emergencia. No creo que salvo estricta necesidad juegue con el defensa atlético y con Alba de titulares coincidentes. Carvajal ha sido una gran noticia para el madridismo esta temporada porque ha jugado a gran altura, pero el de Crevillente viene haciéndolo a un nivel importante desde que Simeone lo reinventó como defensa. ¡Eso sí que es mérito de buen técnico!

Critican los forofos madridistas a Del Bosque por ello llamándole enemigo público de los blancos, olvidando, entre otras cosas, que Juanfran también fue canterano blanco. Estoy seguro que hubiera deseado no salir nunca del Bernabéu, pero lo echaron en su día bajo la presidencia del señor Pérez. Como ocurrió con Filipe Luis y con el luego repescado Arbeloa, a golpe de prepotente talonario; la mejor especialidad ‘florentiniana’.

Se puede criticar futbolísticamente cualquier decisión, pero llamar antimadridista al salmantino es como escupir al cielo. Pero claro, son los mismos que llaman igual a Casillas. Como se dice por nuestra huerta, “se necesita ser tonto, pijo”. Deberían tomar nota de un señor como Raúl: tras ser apartado por Luis y no llamarlo después el entrenador de sus mayores glorias merengues, continuó siendo un apasionado seguidor de la selección junto a sus peques.  Recuerdo cuando en el 64 solo hubo dos titulares del Madrid en la España campeona de Europa: Zoco y Amancio. Para mi disgusto infantil, ¡hasta Gento fue suplente!

Y otro recordatorio para quienes ven mal que vayan tantos jugadores del Barça a nuestra selección. Aquí apenas ha tenido repercusión la respuesta de Xavi a un periodista extranjero hace poco: “mi mayor honor ha sido ser campeón de Europa y del mundo con España”.

¿Cuándo olvidaremos la política en el fútbol? Si algunos no lo hacen allí, ¡que se fastidien, con jota, ellos!

En fin, será muy difícil ganar en Brasil pero jugaremos bien con esa lista. Mejor que algunos figurones. ¿Querrá entrar la pelotita? Ahí estará la clave.      

jueves, 5 de junio de 2014

LAS RESACAS DEL FIN DE CURSO

De la temporada recién acabada podemos concluir tres evidencias: el Barça necesita refundarse, el Atlético mantener su base y reforzarse y el Madrid no creérselo.

Los blaugranas han tenido alguna posibilidad de éxito, como la temporada anterior, mientras les duró la inercia de la etapa Guardiola, herencia “laportiana”.  En cuanto quisieron cambiar el paso en busca de un protagonismo directivo con el fichaje estrella de Neymar se enredaron en sus egos, y seguramente en sus carteras oscuras, llevándose por delante el éxito y la excelencia deportiva junto con el presidente interrumpido Rosell.  Ya avisamos de la llegada del momento en que no podría pasar por Brasil ni subido en un avión a ocho o diez mil metros de altura.

El Barça ha sido siempre un club diferente, por eso hablamos de su necesidad de refundación, ya que si fuera atendiera solo a su faceta deportiva le hubiera ido bastante mejor a lo largo de su historia. Y me refiero a algo más que a su nefasta faceta politiquera. Los culés han vivido tradicionalmente de cara a la galería puntual, mirándose en el espejo de los grandes fichajes y de los triunfos efímeros – las Copas del Generalísimo o del Rey, por ejemplo -, mientras el Madrid lo hacía en el de los éxitos que vertebraron su reconocimiento como mejor club del siglo XX; Ligas, también copas domésticas y copas de Europa, aparte de otros galardones mundiales.

Esa lamentable historia la cambió Guardiola y su equipo de colaboradores, con el apoyo más obligado y oportunista que otra cosa de Laporta, pero fundamental, meritorio, alabable y decisivo sin ninguna duda; y los barcelonistas vivieron su etapa dorada mandando en el orbe futbolístico durante varios años seguidos. Algo similar al lustro mágico del Madrid de Di Stéfano de hace tantos años, y superior si tenemos en cuenta su repercusión en la coronación de la selección española también como la mejor del mundo coincidiendo con una buena parte de esa etapa culé.

Y para refundarse necesitará algo más que el fichaje de Luis Enrique y media docena de jugadores. El veneno está dentro. En sus cimientos actuales.  En su cabeza, en su base y en su seno. En su directiva, en parte de sus aficionados más catalanistas y en su plantilla. Bartomeu, con su gente, debería dar un paso atrás y seguir a quien ganó las elecciones y luego hubo de huir; son cómplices suyos. Los del minuto 17 que no perdonan ni que Pujol haya puesto a su hija el españolísimo nombre de Manuela deberían hacerse mirar su gilipollez congénita; cada día echan están más en su estrecha tribu estelada, echan a más buena gente y se ganan más enemigos. Y en el vestuario anida la división producida por el asunto Neymar. La envidia y los rencores por la lujuria económica de su fichaje necesitan un golpe de timón que saje el pus acumulado desde que se conocieron los entresijos de los mangoneos. Y eso no es nada fácil. Messi y su gente contra el brasileño y sus circunstancias, todavía con pocos apoyos internos. Uno de los dos sobra. La historia de los clubes está llena de situaciones parecidas.

El Atlético deberá arar con sus bueyes de siempre: hacer una plantilla nueva cada dos o tres años. Es su sino eterno, de ahí sus males y sus pupas en forma de escasas luces y muchas sombras. Al rico panal de sus mieles actuales acudirán los poderosos con sus carteras brillantes para club y jugadores. Y como ha ocurrido siempre también, la lujuria económica –como decíamos del vestuario culé en otros temas – es la que más adicción crea.


Finalmente, el Madrid haría bien en mantener los pies en el suelo; el éxito reciente de tamaña institución no puede basarse en dos minutos de fortuna: los que le posibilitaron ser Campeón de Europa. Hemos criticado y lo seguiremos haciendo que el señor Pérez haya “barcelonizado” al Madrid basando su política en grandes fichajes sin crear antes una identidad de equipo. Hasta el punto de parecerse tanto sus diez años largos de mandato a la vieja realidad culé señalada. El Madrid gana más por la calidad individual que por un estilo definido de juego. Y eso le hace irregular y poco fiable. Por eso ganó con suerte en Lisboa cuando debió hacerlo con holgura en el tiempo normal; los colchoneros llegaron claramente disminuidos a esa cita. Un mes antes hubiese habido desbandada por fracaso colectivo blanco.
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