miércoles, 22 de mayo de 2019

MUSTIA EL ALMA, AÑOS DE GARBILLO



Así están nuestros tres grandes, con sus diferentes penas y calvarios. El Barcelona por un frustrante complejo tras ocho ligas en once años, producto depresivo de los recientes éxitos europeos del Real; el Madrid por un año ruinoso vía desvaríos presidenciales tras la marcha de su laureado técnico y del máximo goleador histórico blanco, con origen en la soberbia irremediable de Pérez;  y el Atleti abocado a una desconcertante desbandada tras otra temporada en barbecho, con el mayor presupuesto de su historia.  Sus aficiones anidan resabios, sus gerifaltes cavilan remedios de botica cuando no de brujería, y Valverde, Zidane y Simeone se aculan en sillas carcomidas. El garbillo luce brillos de torvas navajas de luna.

El Barça olvidó su identidad para jugar a rebufo de su  máxima estrella. Guardiola intuyó lo inevitable, tras crear un afortunadísimo monstruo con el prometedor Messi y hacer el mejor equipo de la historia culé, y cogió el olivo rebosante de títulos y records. Luis Enrique se adaptó a las exigencias ‘messiánicas’ tras unos inicios convulsos desde su idea de dirigir al antaño Barça coral. Y Valverde aterrizó para administrar el equipo a las órdenes del mejor del mundo, olvidada ya la Masía y el rutilante estilo ‘cruyffista’. Ahora toca barajar de nuevo. Llegarán De Jong, Griezmann y otros para hacerle el juego más cómodo a don Lionel —¡qué gran gesto de dignidad personalísima tras recoger un galardón en la Generalidad!— y se irán unos cuantos con el infortunado Coutinho a la cabeza. E incluso ejemplarizarán en Busquets la última patada a la hermosa idea de fútbol que los encumbró y quedarán leñadores tipo Vidal para que no reconozca al Barça ni la madre que lo parió, que diría  Guerra. Lo peor será cuando pasen las cuatro siestas del astro, por ley de vida, y haya que refundar al equipo desde la oscuridad. Entonces precisarán un presidente y un técnico con madera de líderes que aún no se atisban. Y no falta mucho para tan inhóspita travesía.

Así navega ahora el Madrid las aguas huérfanas de goles del mismo jugador nueve años seguidos, al margen del caracolillo que acumulan en su añoso casco la otra media docena de futbolistas básicos en el último quinquenio triunfal; demasiada rémora. Zidane debe reinventar un equipo gastado y no parece un buen principio prescindir de Keylor, siempre una garantía de titular o suplente, para colocar a su hijo; otra explicación no tiene tamaño dislate. Podrán venir Rodrygo, Militao, Hazard, Jovic y Mendy, pero la sala de máquinas con Modric y Kroos dando sus últimas boqueás y Casemiro al límite de su progresión, necesita una renovación tan drástica como urgente. Haría falta bastante más que el controvertido Pogba.

Y el Atlético, que también está garbillando, tiene en Simeone su punto fuerte y débil a la vez. Mientras siga habrá esperanza, pero si se marchara también, Gil y Cerezo tendrán que espabilarse. Un técnico tan carismático para los colchoneros tampoco se inventa de hoy a mañana. Tal vez solo un Klopp podría renovar ilusiones porque así lo ha hecho en otro histórico como el Liverpool con jugadores de segundo nivel. Esa es la realidad atlética revalorizada por Simeone, con la consecuencia de vender más y más caro que nunca. Por eso, el multimillonario costo de su nómina es barato. Entrenadores como él, Klopp o Guardiola, a la larga son los verdaderamente rentables.

EL GARBILLO MURCIANO

Aquí, más que rentabilidades garbillamos esturreos y ruina. Y no solo por la impagable deuda que arrastra el Murcia —más bola con cadena y argolla al pie de penado perpetuo que globo, querido Campillo, don Carlos—, sino porque como no sabemos adónde vamos, todos los caminos nos llevan allí.

Herrero, que hizo un papelón, no servía. Cordero, que puso bases para trabajar la cantera, tampoco. Y Algar, con el inmenso acierto de jugar con los de casa y juveniles, también anda enfilado.

¿Camacho, dice usted, para manejar el presupuesto de seiscientos mil euros que sugieren algunos? ¡Qué disparate!, que diría Morga.

Empecemos por la punta con rumbo realista y después pongamos nombres. Y antes de nada, sepamos quién manda aquí y para qué. Anunciar una asamblea para sumarse a pedir responsabilidades a presuntos mangantes, más que orden denota desconcierto, o algo peor. ¿Con su indudable mérito, por qué no se aclaran? Seguramente, porque donde conspiran tantos como opinan, nadie gobierna.

¿Y por cierto, imaginan a Aquino en el Cartagena? Tendría guasa lo del nene.  
           

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