jueves, 19 de marzo de 2015

LAS RACHAS, UNAS VIENEN Y OTRAS VAN.

Como las olas en aquella bonita habanera, desde nuestra barquita futbolera siempre las hemos visto ir y venir, pero su belleza camina sinuosa por barrios.

Ahora le toca la mala al Madrid, como hace dos meses al Barça. Entonces Luis Enrique tenía las horas contadas y Messi ya no era el mismo, y ahora les toca a Ancelotti y Cristiano; el fútbol mismo.

Es cierto que los blancos padecen flojera, pero un buen resultado lo varía todo. Y si es contra los culés mejor. Así que, el próximo domingo puede que cambien de color los llantos. Lo normal sería que ganara el Barça porque están en buen momento, e incluso con suficiencia, pero la historia nos dice que el equipo que llega  peor a estos enfrentamientos suele tocar pelo.

Otra cosa es la movida del gallinero en tales rachas. Hay gallos de todo pelaje defendiendo sus intereses y posiciones oportunistas al margen de la realidad, y hasta mintiendo,  con capones de diversa condición de palanganeros. En el caso del Madrid tenemos ahora un ejemplo de todo ello. Pongan ustedes mismos a cada cual en su palo; no es difícil.

 Y, en esa vorágine emplumada,  no se analiza si en la primera vuelta del gallinero de enfrente,  Busquets, por ejemplo, andaba renqueante de su dolencia de pubis, o Piqué, que suele cubrir bien las espaldas de sus medios centros, parecía ‘enjugascao’ con otras aficiones. Como ahora no se tiene en cuenta, o se hace muy de pasada, cuando es vital, que el Madrid está sin medio centro  adecuado y sin el poderoso Ramos detrás para cubrirle las espaldas, tal y como venimos reiterando. Se dice que el fútbol es una suma de detalles, pero no todos son iguales. El señalado es la base de la columna vertebral de cualquier equipo.  Cuando funciona, la media ocupa bien los espacios,  los delanteros gozan de más ocasiones y las defensas parecen más seguras. Y cuando no, aparecen las dudas atrás, los individualismos ineficaces delante,  la indefinición anárquica en el medio campo y el plomo en las botas.

Ahora resulta que Ancelotti es un blandengue y hay que echarlo, cuando antes del mundialito se pedía a coro su renovación y parecía hecha; que Bale es un bluf, cuando hace bien poco era un fenómeno, incluso decisivo en partidos clave del año pasado; que Cristiano es un engreído, cuando aunque no pueda negarlo es el mejor goleador en la historia madridista, y de los mejores de la historia del fútbol, y a quien le debe su club en gran medida los escasos pero sonados triunfos de las últimas temporadas; o que Casillas es un petardo cuando tantas victorias le debe su equipo, por mucho que los años no pasen en balde.

Por otra parte, Florentino Pérez ha caído en la trampa del protagonismo en lo deportivo. Y es que, al margen de la posición crítica que se pueda mantener con él atendiendo a que gestiona el club según sus intereses empresariales, como es obvio si nos fijamos algo, es un futbolero empedernido que, en sus principios en la sombra, Valdano mediante, y ahora a todas luces, dirige deportivamente el club para lo bueno y para lo malo. Así, salvo el fichaje de Cristiano Ronaldo, que lo hizo Calderón y a punto estuvo él de echarlo para atrás de no ser por el acertado consejo de su paraguas argentino, casi todas las incorporaciones y salidas del equipo han sido cosa suya.

Además, ha cometido otro error de bulto que le puede costar la presidencia, al margen del juicio que deberá afrontar por haber sido elegido con un proceloso cambio de estatutos previo, tras la querella presentada y admitida de unos socios blancos. Y es que la soberbia ciega hasta las mentes más lúcidas. Pérez, a pesar de su indudable brillantez, se equivocó saliendo a la palestra para acusar a la prensa de los males que aquejan al club merengue. De ahí a los pañuelos, su pesadilla insufrible, hay un corto paso. El que media entre un par de malos resultados y sus correspondientes portadas críticas.

Enfrente, la falta de calidad o de planteamientos más atrevidos hace que el Atlético siga jugando a mimetizarse con sus adversarios, y esa falta de personalidad puede liquidar la época de Simeone. Él lo sabe, y ha pedido refuerzos en todas las líneas porque su estilo es innegociable. Ya veremos si el mandamás chino traga con ese fútbol de autor.     

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