miércoles, 5 de marzo de 2014

UN MADRID REAL

Ya teníamos ganas algunos de ver a un Real Madrid que hiciera honor a su trayectoria. Y eso es lo que está haciendo desde que Ancelotti dio con la tecla de su mejor juego. Porque ahora sí se sabe a lo que juegan los blancos. Y, además, con dos de sus mejores características: la calidad y la garra.

Escudo Real Madrid


Aunque a mí personalmente me gustaría ver con más protagonismo a Isco y a Jesé, o a Morata, hay que reconocer que los que salen al campo lo hacen con las cualidades antes mencionadas. El técnico italiano prefiere a Di María en lugar del malagueño cuando la exigencia de los partidos hace que Cristiano necesite un escudero que baje a defender por su zona, caso del argentino, porque a él se le exigen otras cosas. Y lo del galo Benzemá es otro cantar. Es indiscutible su clase y el estado de gracia por el que atraviesa, pero eso debe agradecerlo a la paciencia que ha tenido el club con él, seguramente por ser un empeño personal del presidente Pérez. No recuerdo a ningún delantero centro que haya tenido sus oportunidades durante varios años. A cualquier otro, de tener su mediocre rendimiento hasta esta temporada, le hubieran largado sin más; casos de Negredo, Soldado o del propio Higuaín. Y no es que esté comparando, que son tan diferentes que sería absurdo, pero sí el puesto en el juegan y lo que cabe exigirle: el gol. En mi caso hubiese preferido al madrileño, ahora en el Manchester City. Y tiempo tendrá de demostrarlo en el próximo mundial, en el que será de la partida salvo contratiempos físicos.

Este Real sí es real porque el italiano flemático le ha dotado, además, de ese señorío que nunca debió perder. Y han sido tres largos años de hacer el ridículo fuera de los terrenos de juego con quien nunca supo en realidad dónde estaba. Aquel malandro lusitano, con la aquiescencia ‘tanqrediana’ de su desbordado presidente Pérez., más atento a sus negocietes palqueros derivados de la crisis económica  que al tema deportivo; se rebozó en la charca de sus propias inmundicias verbales y gesticulativas poniendo a los blancos contra todo el mundo mundial, incluidos muchos madridistas de siempre.

La otra noche en feudo ‘rauliano’ de Alemania y el domingo en la orilla del Manzanares, vimos las dos virtudes ancestrales merengues: el juego excelso y la lucha sin fin con una intensidad virtuosa en ambas, goles incluidos. En tierras teutonas dando una lección del mejor fútbol posible: dominio y llegada; y en Madrid con veinte minutos en cada parte de lo mismo, aunque con menos peligro porque la furia y el juego colchonero están a bastante distancia del de los mineros alemanes.

La Liga sigue como estaba, con los tres grandes clásicos en un pañuelo, aunque se me antoja que es difícil que se le escape a los madridistas porque son actualmente más fiables que sus oponentes, como ya decíamos hace algunas semanas. Arriba disfrutan de una capacidad goleadora sin parangón actual en el mundo.; tal vez sólo igualable por el Bayern de los españoles Guardiola, Thiago y Javi Martínez. Cristiano, Bale y el francés sólo necesitan media ocasión para golear. Y abajo tienen una defensa como hacía tiempo no gozaban, con dos porteros de las máximas garantías. Diego López y Casillas, junto con el barcelonista Valdés, deberían estar en la lista de 23 para Brasil. En el medio campo también andan bien, con Alonso de director de orquesta y Modric de solista amalgamador todoterreno. Y en la banda están Illarra y el citado Isco, que serían titulares en cualquier equipo de campanillas, para cualquier emergencia.

Llama la atención también la dualidad de sus cuatro laterales, dos muy ofensivos, Marcelo y Carvajal;  y los otros, Arbeloa y Coentrao, más defensivos.  Con los jóvenes y excelentes centrales Nacho y Varane,  y el medio Casemiro, esperando desde prometedora polivalencia.   

Un equipo  que ha encontrado la talla de su juego de siempre, y que enfila la recta final de la temporada con  sólidas garantías para aspirar a todo, teniendo en cuenta sobre lo señalado la excelente condición física que atesora; cuestión imprescindible en el último tercio de las competiciones para salir campeón. La hora de la verdad taurina. Cuando el brazo debe estar suelto para sujetar la espada con empeño y acierto, basándose en un corazón potente y unas piernas sueltas. Sin olvidar la cabeza, claro, que es donde anidan las otras virtudes. ¡Suerte!    

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