miércoles, 26 de septiembre de 2012

Una Esperanza, para la esperanza.


Las dimisiones en la política, como en cualquier otro ámbito de representación, es una práctica poco acostumbrada en esta España nuestra donde se trata demasiadas veces de ‘sostenella y no enmendalla’, por encima incluso de criterios propios despreciados  por el baranda de turno, machacados por la nomenclatura o, sencillamente, desautorizados por quienes se representa. Es aquello de mantenerse en el sillón con orejeras alcanzado, aunque éstas no te dejen ver ni tu alma. O, como se decía en las antiguas empresas cuando los puestos de trabajo eran de por vida y se opinaba bien poco, “días y ollas”. Y ahí los tenemos, en cualquier ámbito de nuestras instituciones – porque las pagamos con nuestros impuestos o cuotas-, dándole al trinque de lo ajeno con más cara que espalda,  y acumulando prebendas para el disfrute de hoy y el mañana que vendrá.

Hablando de Esperanza


Por eso, cuando alguien como Esperanza Aguirre se marcha dando un portazo a quien o quienes no le tienen en cuenta, es un motivo de extrañeza y alarma para muchos y de esperanza para pocos, seguramente los verdaderamente liberales en esencia.  Despejadas ya a estas alturas las sospechas de que fuera a hacer un panegírico personal sobre ‘la lideresa liberal madrileña’, sí añado, sin embargo, que somos muchos los que estamos de acuerdo con bastantes de las medidas que ha tomado en líneas generales y, casi más aún, de las que ha dicho que debieran hacerse, o las que le han parecido erróneas hacerlas y nadie le ha hecho caso en su partido ni en el Gobierno de su jefe Rajoy. Que son, con pocas dudas ya, las razones políticas que de verdad han provocado su pase a la reserva; ya veremos si activa o no, que esa es otra.  Si hubiesen sido sólo cuestiones personales, de las cuales es muy dueña y libre, no se explica que D. Mariano le aconsejara pensárselo unos días. Se podrá discutir su mayor o menor valía como política y gobernante, que si muy conservadora o demasiado liberal, que si defensora de lo privado y/o enemiga de lo público, que si es más o menos importante haber puesto a Madrid por encima de Cataluña, por ejemplo, en PIB;  que si subir tasas diciendo que eso no son impuestos, de cualquier forma, es mentir; o de que es mejor lo contrario etc.; incluso que ha caído en el nepotismo con su gente más cercana, o que ha sido autoritaria de más en otras cosas. Lo que cada cual quiera según su propia ideología, experiencias o conocimientos sobre el tema,  pero de lo que nadie la podrá acusar es de no haber sido coherente con las ideas que ha defendido casi siempre en su vida pública, y eso es un valor muy a tener en cuenta en un representante de la voluntad popular.

Antiliberalismo reinante

Hablamos de un país donde millones se alegraron de que Franco muriera en su cama y otros tantos lo lamentaron, igual que ha ocurrido recientemente con Carrillo,  en infinita menor cuantía y salvando todas las distancias, claro, y sin querer establecer comparaciones entre uno y otro personaje – eso sería disparatado y otro debate-, pero que sólo fueron similares en esa circunstancia y en el común denominador, en extremos tan opuestos, de  su radical antiliberalismo.

Hacia la esperanza

Lo de Esperanza Aguirre, sin embargo, da para otra lectura. Y es que sería bueno que creciera el ejemplo entre los políticos y asimilados de volverse a  casa y a sus profesiones - ¡¿quéeeee?!-  cuando haya que romper la propia honestidad al tener que hacer blanco cuando se piensa negro, para simplificar, por las razones que sean, o se sienta la impotencia de no poder hacer más.  Y también sería bueno que lo hicieran a edades más tempranas, y no cuando ya se piensa que no hay años por delante para cambiar las cosas desde dentro, que es desde donde mejor se pueden intentar los cambios necesarios  para evitar el gobierno de los mediocres o aventuras revolucionarias y saltos en el vacío que tanto daño han hecho a tanta gente en tantos ejemplos históricos. Así, al menos, se lo podrían pensar antes y, en lugar de tirar la toalla, pelear desde dentro de las instituciones y de la situaciones en vías de pudrición. Que es la única crítica razonable que se le puede hacer al valioso que se larga mandando a todos a hacer puñetas, porque entre ellos están sus representados, o votantes, según el caso.

Para terminar, la triste convicción personal de que los que aguantan carros y carretas con tal de permanecer en el cargo, no son, digamos siendo piadosos, los mejores y más honestos, ni los más eficaces y eficientes españoles en la defensa de los intereses comunes de todos. Entre esos personajes, los mediocres se podrían segar por abundantes. Otro día hablaremos de estos individuos que lo son por gobernación, oposición, omisión,  subvención o mamandurrias y complicidades diversas, por muchas oposiciones, doctorados, o méritos corporativos y sociales que tengan o muy temprano que se levanten.

Ojalá hubiera mañana mismo una cola de mediocres dimitiendo en masa.Uff… ¡largo me lo fiais, Sancho!

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