martes, 4 de agosto de 2015

RIVERA&SÁCNHEZ, EL EQUILIBRIO BLANCO NECESARIO

RIVERA & SÁNCHEZ, EL EQUILIBRIO BLANCO NECESARIO
El equilibrio político puede ser Rivera para unos, o Sánchez para otros, pero una mayoría se inclina por la conjunción de ambos, no necesariamente coaligados, mientras  mantengan el blanco impoluto personal sobre corrupción.
En fuera de juego
Es una lástima que el PP de Rajoy no cuente en esa partida, lo que no invalida su ideario político para España, que es muy diferente a la que le encumbró en 2011 a la mayoría absoluta en las generales y a ostentar el mayor poder democrático en nuestra historia reciente.
Las causas son claras: la corrupción galopante que le ha sobrevenido desde entonces, anclada en vicios antiguos y consentida por la falta de un liderazgo claro y fuerte, además de en otras cuestiones claves como la de no resolver realmente los problemas que originan el desequilibrio en las cuentas públicas; y  su no renovación interna cuando el resto de instituciones han cambiado en este tiempo sus formas y caras más visibles.
Si a esas realidades le sumamos el desprecio por sus votantes en sus primeros tres años,  haciendo huir a muchos de ellos de sus papeletas en las urnas recientes, tendremos el perfil completo que explica su precariedad
Rajoy no quiere aceptar que es una rémora para su partido, y con él sus más conspicuos colaboradores, y ahora tratan de redimirse con bajadas de impuestos, subidas de sueldos públicos y medidas sociales que son a todas luces oportunistas, demagógicas y patadas hacia adelante, cuando no pasos en falso —con España, su empresa o su casa, endeudada hasta las cejas: de seiscientos mil millones a un billón de deuda pública, sube sus gastos fijos en lugar de bajarlos—. No han entendido nada. Por eso pretenden hacerse un lifting, estéril, encerrando el charrán y con cambios periféricos en sus distintas baronías, amén de en las escasas instituciones que aún gobiernan. 
Increíblemente, el Presidente promete ahora llevarnos a un Edén, dibujado como la mejor situación económica y social que hayamos conocido, sin hacerle caso al sentido común ni al sabio refranero. Si en él encontramos aquello de que segundas partes nunca fueron buenas, imagine el de Pontevedra como suena lo de las segundas promesas. Lo lamentable es que se irá a casa cuando su PP se pegue el siguiente batacazo electoral, y serán cinco seguidos tras el 27-S, dejando a su partido en fuera de juego para un tiempo muy largo.
Los titulares
Como consecuencia, Rivera ocupa en progresión geométrica el espacio centrista que disfrutaron los populares. Y se le podrá criticar que pacte con unos u otros abstenciones que permiten gobiernos en minoría, e incluso que sean más o menos acertadas, y en algún extremo de dudosa utilidad para lo que preconiza y para el bien de los ciudadanos, pero por eso precisamente ocupa el centro que decíamos; ser una pieza fundamental para sumar y huir de los extremos.
 También que no sea todo lo liberal que proclama, o que Ciudadanos está libre de corruptos porque aún no ha tocado poder; lo que quieran. Pero nadie puede negarle que ha supuesto un balón de oxígeno en la maltrecha democracia parlamentaria que padecemos. Sobre todo el PP, por ocupar las mayores parcelas de poder, pero también el PSOE, han tenido que renunciar a sus querencias absolutistas anteriores y plegarse a las exigencias regeneradoras de la gente de Rivera. Y eso, en principio ya es bueno.
De cara al futuro ya veremos cómo administra Ciudadanos el poder que logre, pero habrá que darles el mismo margen de confianza que disfrutaron populares y socialistas en su momento.
Y Pedro Sánchez, como dijimos en estas páginas, esta ante su ‘añón’. El que puede elevarle a la presidencia del gobierno tras salvar los muebles en los comicios pasados y consolidar un liderazgo que estaba en entredicho hace solo unos meses.  Para ello deberá seguir remando y pulir las aristas que aún tiene: sus relaciones con los separatistas catalanes, ya definitivamente tirados al monte; con los nacionalistas vascos, que están a la espera de acontecimientos para tomar un camino u otro; y con los extremistas de izquierda que han tocado poder y andan enjugascados con simbolismos tan trasnochados e inútiles como nostálgicos de otras épocas, o empeñados en ganar batallas que sus antepasados perdieron hacer siete décadas.
 No entienden que España hoy no tiene nada que ver con la que anduvo casi tres años matándose, dividida en dos bandos irreconciliables; ni con la anterior a esa locura tampoco. Y el PSOE les otorga demasiadas veces un crédito que les aleja del equilibrio al que debe aspirar para centrar sus mensajes y políticas en la medida que millones de españoles exigen a quien quiera gobernarlos.
Si Sánchez logra que su PSOE discurra por la senda de la modernidad sin anclajes anticuados, y con la suficiente claridad en su programa político, explicando bien, por ejemplo, en qué mejora el estado federal al autonómico; formará con Ciudadanos el eje vertebrador de nuestro futuro, a la espera de que el PP se renueve a fondo.
La incógnita
Iglesias  es ahora mismo una incógnita después de las últimas elecciones y los acontecimientos internos de su formación. Si creemos su proclama máxima: que él solo aspira a gobernar y no a ser comparsa ni oposición de nadie, Podemos puede tener los días contados de no pasar del 20% de los votos en las generales, como parece que sucederá. En tal caso, IU volvería a ocupar el espacio a la izquierda del PSOE que ahora ocupan los anteriores.
La certeza
Mientras, el gobierno de España será cosa de dos: Sánchez y Rivera; PSOE y Ciudadanos. No lo duden, salvo milagrosa caída del caballo de Rajoy, tal que Saulo de Tarso, tan improbable como quizá tardía.

      

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