domingo, 17 de mayo de 2015

LAS COSAS DE ALBERT RIVERA
La crítica generalizada de sus oponentes al IVA que propone es solo un ejemplo, pero puede servir como exponente. La demagogia vuelve a desmadrarse con cada viaje a las urnas y en este asunto no iba a ser menos. Lo más extraño, sin embargo, es que no hayan salido los de Ciudadanos con su líder al frente para dejar en evidencia a quienes le atacan por ese flanco.
Una cuenta sencilla
Porque vamos a ver, con los precios actuales de la cesta de la compra treinta kilos de pan andarían por los 80/81 euros, treinta litros de leche por los 20 y cinco docenas de huevos por 7 euros. Y eso es lo que suele consumir de esos alimentos básicos una familia media española al mes, incluidas las de menos recursos. Es decir, sobre los cien o ciento diez euros en números redondos. Y ello supondría un aumento del IVA — del 4 al 7% —, según la propuesta de Rivera, de tres euros cada treinta días. Suponiendo que una familia muy necesitada gaste otros quinientos euros en su supervivencia mensual, con la bajada del tipo general del 21 al 18%, también propuesta, obtendría un ahorro de quince euros. En resumen, Ciudadanos propone bajar el coste de la vida a estas personas en unos doce euros mensuales. Y punto. Podrá parecer poco pero todo lo demás son cuentos.
El peligro de inventar candidatos
Otra cosa son algunos de sus candidatos. Es normal que en un partido de aluvión se cuele de todo, incluso impresentables, Y en este punto ha pecado Rivera de improvisación. Y lo puede pagar caro en votos.
Un partido político no es un invento de un día para otro, y la desmadrada apuesta de Ciudadanos puede cargarse su esencia y su futuro. Era más prudente el intento de coalición con UPyD, un partido con raigambre nacional que tuvo un crecimiento homogéneo y medido. Pero los personalismos de unos y otros impidieron lo que sí pudo haber sido una amplia alternativa centrista razonable. Faltaron verdad, cintura, generosidad y paciencia para intentarlo de otro modo.
El carácter de Rivera   
A Rivera le están tachando de bisoño en la política nacional; de que aún no se ha mojado con alianzas de gobierno, que pueden resultar dudosas; de soberbio o intolerante en sus exigencias; de aceptar en sus candidaturas a personajes sospechosos que le han llovido olfateando poder o mamandurrias; y hasta de catalán, como algunos descerebrados por su derecha, o de aspirante a pepero juvenil por su izquierda, lo que en democracia no debería ser desdoro. Pero de lo que no se le puede tachar es de cobarde o conservador. Tanto en su ambiciosa apuesta por crecer, a costa de dejarse pelos en la gatera nacional; o de bajada de impuestos, con matices, sacando los colores al PP;  o de primarias en los partidos y listas abiertas, con el consiguiente debilitamiento del poder omnímodo de los burócratas políticos; como en sus ocho años de política catalana, muestra su carácter. Y tampoco de insensato en la mayoría de sus propuestas económicas.
Impuestos y gastos
Es muy significativo que quienes deberían de tener mucho que decir desde sus diferentes posiciones ideológicas, como quienes le critican sin tasa, gasten palabras y tiempo en descalificar a quien lleva tiempo defendiendo la sensatez de salir de la crisis dejando en manos de los contribuyentes la mayor cantidad de dinero posible, porque de esa forma consumen y ayudan a crear o mantener puestos de trabajo.
Algunos nos echamos mano a la cartera, por ejemplo, cuando otros hablan de crear puestos de trabajo desde las Administraciones Públicas; al final lo pagamos los de siempre.
El trabajo productivo generador de riqueza lo crea el sector privado: las empresas pequeñas, medianas y grandes, los profesionales y los autónomos. Todo lo demás son más cargas a los ya esquilmados contribuyentes españoles. Quien no lo entiende de ese modo es que quiere vivir de los presupuestos públicos o enchufar a alguien en ellos, normalmente,  o que otros le paguen su bienestar social.
Y no hagamos de la crítica fácil la defensa del engorde de los PGE. El ahorro en los dineros públicos no está en los de batas verdes o blancas, togas o uniformes —sanidad, educación, justicia y seguridad —, no. Está, como tanto hemos señalado, en todo lo demás, que es muchísimo.
La falsedad de los de siempre y el robo
Y luego están los otros cuentos. Unos diciendo que el dinero para engordar al Estado o mantener el insoportable actual debe salir de los más ricos, en lo que estaríamos todos de acuerdo, pero que también todos sabemos que eso es un brindis al sol por ineficaz, aunque siempre se puede gestionar con mayor equidad; otros que del fraude fiscal, en lo que también coincidiríamos, pero salvo la propuesta criminal de que los ciudadanos se conviertan en chivatos policiales, como en las dictaduras que no quiero recordar, también sabemos que eso se consigue con un régimen impositivo lo menos gravoso posible para evitar huidas obligadas del sistema —miren el crecimiento exponencial de la economía sumergida ‘montoriana’ —, y eso solo se puede hacer bajando ostensiblemente el gasto público. 

En fin, como en la casa de cada cual, para disponer de más dinero, gastar menos.  O salir a la calle con mano armada o cualquier boletín oficial represivo en la bocamanga, como algunos hacen y otros proponen.       

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