miércoles, 15 de octubre de 2014

UNA LIGA EUROPEA

Ya nos gustaría a muchos que el asunto del reparto del dinero en el fútbol profesional se ajustara. Es decir, que hubiera menos diferencia entre lo que ingresan unos y otros. Antes, cuando no existía el maná televisivo publicitario, también manejaban presupuestos muy diferentes los diversos equipos dependiendo del  número de socios y aficionados que pasaban por sus taquillas. Pero ahora, a esas grandes diferencias se han sumado otras abismales. El resultado es el de una competición adulterada donde manda más el dinero que el talento. El dinero que todo lo puede, claro. Y las consecuencias de tal discriminación es que salvo hecatombe o accidente, y así se señala con grandes titulares, el interés por un partido que enfrente a uno de los grandes, dos o tres, con otro cualquiera es el de saber cuántos goles le meterá. A algunos nos gustaba más cuando existía el picante de que un modesto, sobre todo en su campo, tenía posibilidades de meterle mano al grande. Ahora es una utopía.

Por eso, hemos señalado en alguna ocasión la oportunidad de que puestas así las cosas, y sin solución a la vista, sería preferible que los grandes españoles jugasen una liga europea con sus pares de otros países. Al margen de ello, podrían tener filiales que jugaran la liga nacional en igualdad de condiciones que el resto de equipos. Es decir, recibiendo un trato económico más justo de los dineros televisivos locales. De esa manera la liga española tendría el aliciente de que cualquiera pudiera ganarla o, al menos, de que fuera normal que un modesto pudiera hincarle el diente al poderoso. Ya sé que esto puede sonar también a utopía, pero tal vez sea más factible que pensar en que Madrid o Barça vayan a renunciar a sus tetas grandes en beneficio de los demás para favorecer el espectáculo.

Otro cantar sería el encaje de tal competición europea y de la conformidad del resto de países que pudieran participar, pero mirando lo que ocurre en Alemania, donde el Bayern le saca ya diez puntos al segundo al poco de empezar el campeonato, no creo que hubiera grandes problemas. Y me pueden decir que allí no existen esas grandes diferencias en el reparto de la tarta televisiva, pero sí esas grandes simas competitivas entre los dos o tres grandes y el resto.  

La liga más igualada es la inglesa, con media docena de equipos que pueden razonablemente optar al título, pero con mejor criterio también en el reparto de los dineros publicitarios televisivos viven ahora mismo en la burbuja económica que proporcionan los grandes magnates rusos, árabes o americanos que han comprado a varios grandes clubes. Maná que algún día desaparecerá.

No creo, para concluir, que sea tan difícil enjaretar una liga europea que sustituya las actuales competiciones continentales en las que de alguna manera se reproducen ligas parciales que podrían desembocar en una gran Liga de Europa. Y mantienen también sus buenos dineros televisivos que  diversos equipos aprovechan para plantear unos presupuestos u otros en caso de pasar o no determinadas eliminatorias. Incluso, con la formula analizada, el fútbol del continente europeo optaría a una parte mayor del reparto mundial de la publicidad en eventos deportivos mundiales. Todo ello al margen del interés competitivo que despertaría para muchas aficiones que se han de conformar con la abrumadora superioridad de los grandes de cada lugar. Y, con ello, seguramente se aumentarían las afluencias directas a los estadios. En España ya es normal que el Madrid o el Barça, que antes agotaban las localidades, apenas llenen tres cuartos de aforo en el mejor de los casos.

Por otra parte, y dentro de la polémica por los bienintencionados baremos económicos puestos en marcha por la LFP, aunque mal ejecutados por lo que tienen de discriminaciones como la sufrida por el Real Murcia, sería muy bueno que se tomaran medidas serias como las que se anuncian en el caso del amaño de partidos. Las últimas jornadas deparan siempre resultados tan extraños como indicativos de tongo. Los maletines llevan alas y plomo. Alas por cuanto corren y plomo por la vergüenza que acarrean y esconden.

Y ya, puestos a terminar esta carta adelantada a los Reyes Magos, también sería deseable que se tomara más en serio lo del dopaje en nuestro fútbol. Algunos, cuando vemos a futbolistas que en determinados partidos corren como en su vida habían hecho, con los ojos desorbitados, nos echamos a llorar de vergüenza ajena. Amén.    

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