miércoles, 14 de noviembre de 2012

LA INFAME VORACIDAD DE UNA ADMINISTRACIÓN EN QUIEBRA


En la década de los 80 tuve la enorme fortuna y el honor de asistir a varios seminarios dirigidos por el insigne profesor, catedrático de Hacienda Pública y maestro de economistas D. Enrique Fuentes Quintana.

Un referente moral

Escuchar a Fuentes Quintana te brindaba la oportunidad  de aprender de un sabio. Fue vicepresidente del Gobierno de España con Adolfo Suárez; responsable de la hacienda y la economía nacional,  y muñidor de los famosos Pactos de la Moncloa en los que cristalizó el ejercicio de consenso político más importante que se ha dado en España entre todas las fuerzas del arco parlamentario, incluyendo a los sindicatos y la patronal, que dio como resultado un acuerdo económico y social básico permitiendo a nuestra nación encarar el futuro con esperanza huyendo de lo que podía haber sido un cataclismo sin precedentes.

Tanto en aquellos seminarios como en alguna reunión en la que tuve el privilegio de escucharle en la corta distancia, explicaba con la sencillez y claridad propia de los que auténticamente saben de algo y tienen, además, el don de la generosidad y la pedagogía  para que cualquiera pueda entender lo que conocen; sin  tecnicismos, anglicismos, ni amago alguno de superioridad intelectual ni suficiencia tan profusas actualmente en tantos ‘maestros ciruela’ de la cosa económica y fiscal. Y en esas charlas explicaba con grandes gestos lo de ‘las voraces zarpas de la administración pública en sus ansias recaudatorias’, haciendo ostensibles gestos con sus manos simulando arañar la mesa hacia sí.

Ahora, con el paso del tiempo y de los tristes acontecimientos que nos asolan, me acuerdo cada vez más de sus enseñanzas. Porque hemos llegado a un momento en que la infame voracidad de las respectivas haciendas que nos saquean está llegando a límites inaguantables. La nacional, la de las Comunidades Autónomas, la municipal, etc., no dan abasto tratando de sacar dinero hasta de debajo de las piedras porque sencillamente padecen unos déficits tan abultados como ruinosos y criminales.

Ruina criminal


Sí, sí, hablo de criminalidad; que debería ser punible para quienes desde cualquier puesto político han llevado a la quiebra a España, a las CCAA, Ayuntamientos, o cualquier otra institución pública. Y les llamo criminales porque han jugado desvergonzadamente con las vidas y haciendas de aquellos a los que deberían haber defendido como representantes suyos que eran, y son; de los que viven y quienes sostienen con los impuestos que pagan el tinglado ese que llamamos Estado.

Algunos ejemplos

Unos pocos ejemplos que podemos comprobar diariamente a nuestro alrededor y que muchos sufrimos ignominiosamente:

-         ¿Qué cuerpo tendrán quienes han tenido que pagar miles o decenas de miles de euros,  y más, sin exagerar nada, de multas, sanciones y recargos a la Hacienda Pública española por alguna inspección sufrida con motivo de alguna operación real, semi o imaginada, sin posibilidad de defensa efectiva por razones obvias, en la que haya habido algún dinero negro de por medio, cuando ahora contemplan la ley que el ínclito ministro- y nefasto-  Montoro se sacó de la manga para beneficiar a los auténticos defraudadores fiscales en masa del dinero ilícito?

-         ¿Y aquellos que sufren una reclamación municipal por cualquier motivo con la consiguiente amenaza de sanción económica grave en casos que saben perfectamente prescritos, por ejemplo, pero que llevan hasta sus últimas consecuencias por si cuela o sorprenden a algún contribuyente desprevenido?

-         ¿Y los pequeños empresarios que son objeto de inspecciones sangrantes de cualquier consejería autonómica, ministerio o concejalía municipal para ver si les pillan en cualquier gilipollez, que siempre la hay porque la misma administración se encarga de no dar licencias de apertura diligentemente, permisos de funcionamiento, y un larguísimo etcétera; o te cambian la norma correspondiente cuando les apetece, entre otras muchas casuísticas, teniendo que pagar cantidades fuera de lugar por sanciones, recargos, nuevas tasas o multas?

-         ¿Y los pequeños empresarios o autónomos que deciden contratar, con lo que cae, a algún nuevo empleado y te dice el asesor laboral que no hay ningún beneficio fiscal ni de ningún tipo real porque las escasas excepciones existentes están sujetas a unas condiciones inasumibles dadas las inciertas perspectivas que cualquier mercado o actividad económica actual tienen?

A quien dude de algo de lo anterior le puedo enviar papeles concretos que lo demuestran.

¿Y, cualquiera, cuando oímos la estafa de que todas esas sangrías que sufrimos son para pagar el actual estado llamado del bienestar que supuestamente disfrutamos, cuando de todos es sabido que se trata en un noventa por ciento de los casos para pagar a empleados públicos metidos a dedo – no a funcionarios de carrera- , políticos en demasía, asesores y demás parásitos irredentos, y no a hacer obras públicas, ni a mejorar la sanidad y la educación o los servicios públicos esenciales?

Nuestra hiriente realidad

Por todo ello me acuerdo, como decía, del sabio profesor cuando avisaba de la tremenda responsabilidad que los políticos adquirían al manejar el dinero del contribuyente, pues tenían en su mano los distintos boletines oficiales como armas poderosísimas, amén de las leyes más importantes: los distintos presupuestos públicos anuales; y los diferentes servicios de inspección como posibles fuerzas de machaque de los ciudadanos.

En definitiva, lo que sufrimos de verdad es un Estado en quiebra por culpa de muchos a quienes hemos votado en todas las elecciones habidas en España en el presente siglo. De ahí las voracidades recaudatorias que padecemos. 

Y yo no conozco, no sé si ustedes, a ningún responsable político que haya tenido que pagar algo por ello. Ni tampoco a nadie que parezca apostar por solucionar de verdad esta ruina nacional. ¿Es, o no es esto tan desesperante como criminal? 

Al contrario, andan sus señorías, ilustrísimas y excelentísimos viendo cómo permanecer enganchados a todas nuestras ya casi exánimes tetas; con perdón. Sobre todo de quienes tienen el heroico valor de hacer algo socialmente  útil en estos tiempos. Al que se mueve privadamente lo despellejan vivo.           

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