sábado, 28 de abril de 2012

HASTA LUEGO, SEÑOR GUARDIOLA

Envié desde Canadá, donde me encuentro presentando mi poemario “Luces de Plegaria”, una columna que titulaba ‘El mal fario, la mediocridad y lo impresentable’, cuando estalla la noticia de la marcha de Guardiola. Hacía alusión al año ‘en que no tocaba’, según palabras del laureadísimo técnico del Barsa tras la semifinal frente al Chelsea, en clara referencia al mal fario que llevan los blaugranas de lesiones y enfermedades. Ni una lagrimilla por la mala fortuna que les apeó con injusticia de la Champions siendo claramente superiores a los ingleses ni, por supuesto, queja alguna por el poco acierto de sus hombres clave. Pep, un señor, como siempre ha sido.

Me refería también a la mediocridad con que Mourinho encaró el partido frente al Bayern echando al Madrid para atrás tras el dos a cero, con un expresivo gesto a Casillas y Alonso, en lugar de celebrarlo. Y, claro, la ramplonería le llevó a caer justamente eliminado porque, añadía, lleva las riendas de los blancos como el jinete al que le dan un pura sangre y se empeña en montarlo cuan mula roma ‘cocera’. Hay que decir, también, que ganará la liga merecidamente.

Finalmente aludía a las impresentables declaraciones de Joan Gaspart en las que decía que “me importa una mierda lo que haga el Madrid, ni equipo español ni leches…”, siendo, entre otros cargos, vicepresidente de la RFEF. Y señalaba que sus máximos responsables deberían cesarlo de inmediato salvo que tengan más desvergüenza que él.

Pero ahora mismo, la marcha de Guardiola es lo más relevante. Y lo es porque con el de Santpedor se marcha el técnico español más laureado en menos años en toda la historia, y todo un señor del fútbol que ha llevado a su equipo a ocupar un puesto entre las leyendas del fútbol mundial. Y, además, poniendo en valor los esquemas de la cultura futbolística de la cantera barcelonista. Si los entrenadores se midieran por el valor económico añadido que suman a sus jugadores habría pocos que podrían ni siquiera acercársele. En España podríamos encontrar a Di Stéfano, cuando tuvo los redaños de hacer titulares del Madrid a los jovencísimos integrantes de ‘la quinta del Buitre’; aunque nunca llegaron a los éxitos futbolísticos de los chicos de Guardiola.

Pero en el fútbol no todo es fútbol; hay mucho más. Como fenómeno social tiene tal relevancia que desborda su mera perspectiva de altísima competición: docenas de millones de seguidores a diario en todo el mundo, muchos de ellos niños y adolescentes. Se convierte, pues, en una referencia de comportamiento y en un espejo imprescindible para millones de

jóvenes; en una escuela de vida, en definitiva. Y sus protagonistas son iconos a emular también por los menos jóvenes. Si las figuras preminentes del fútbol tuvieran comportamientos educados, elegantes y respetuosos, aun dentro de la garra y de la competitividad que le son tan indisociables como imprescindibles y necesarios, que lo uno no está reñido con lo otro, generarían un movimiento espontáneo en ese mismo comportamiento civilizado de tal magnitud que evitarían muchos de los sucesos reprobables que tan a menudo se ven entre aficionados. Y no sólo eso, sino que en ese caso sí que podríamos decir que el fútbol de alta competición sería un espectáculo saludable y beneficioso para la sociedad. Desgraciadamente todavía dista mucho de ser así. Sólo hay que ver en qué degeneran muchas celebraciones o fracasos.

Guardiola tuvo y atesora los valores a los que antes me he referido: carácter, valor, competitividad, garra, elegancia, educación, respeto e inteligencia en el triunfo y en el fracaso, como diría Kipling.

En la derrota, sufrimiento y deportividad. En el triunfo, alegría y respeto. Y siempre, valentía, educación y elegancia; sus claves.

Le hemos visto sufrir con España en Eurocopas y Mundiales. También la alegría de ganar un oro Olímpico. Ha dicho que el Madrid es el mejor equipo de la historia y que Raúl ha sido el jugador más importante de España. Lo ha ganado todo con el Barsa y nunca se le oyó petulancia alguna: “los buenos son los jugadores”. Y cuando ha perdido: “van delante porque han sido mejores”, o “este año no tocaba”.

Se ha ido un grande, como señala la prensa mundial; ojalá que sea sólo un hasta luego. Por cierto, ¡qué gran seleccionador nacional español sería en su momento! La actual campeona del Mundo, y su técnico, tienen un sello al que Guardiola no es ajeno.

El futuro sería alegre esperanza.

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