lunes, 10 de septiembre de 2018

LA VELOCIDAD POR BANDERA, MAGISTERIOS FUTBOLEROS Y ARCANOS MURCIANOS



Asegura Juan Manuel Asensi, quien fuera jugador importante del Barça y de la Selección un decenio largo en la década de los setenta del siglo XX, que su mejor entrenador fue Rinus Michels. Y eso que los tuvo de mucho relumbrón, como Di Stéfano en el Elche, quien lo ubicó de interior desde el extremo izquierdo en que jugaba de juvenil, y Kubala en el Barça y en el combinado nacional. Y cuenta el desgarbado y excelente futbolero alicantino que el técnico holandés les obligaba a jugar en el centro del campo a uno o dos toques; uno para cortar o controlar y otro para pasar.  El que no lo hiciera así, relata divertido, jugaba poco. Eso es velocidad tanto mental como física, que es el camino más directo hacia la portería contraria cuando se hace vertical. Y, también, lo más complicado  del fútbol. Por eso, solo los futbolistas privilegiados son capaces de interpretarlo y, como en todo deporte, es lo que diferencia a los buenos de los aparentes.
Viene a cuento de lo observado en el Real Madrid de Lopetegui y lo que mostró a ratos en Londres la Selección de Luis Enrique, sobre todo en el primer tiempo. El Barça, construido en torno a Messi, es otra historia porque dispone del mejor del mundo y con la velocidad por bandera.
Algunos recordamos con nostalgia y pesar el juego español antes y durante el mundial de Rusia. Tengo pocas dudas sobre lo que hubiera resultado de aplicar el marchamo de la velocidad y la presión alta, aparte de salir con dos puntas y prescindir de jugadores que nos hicieron jugar con uno menos: estaríamos hablando de laureles reverdecidos.
Luis Enrique ha comenzado con tan buen pie que no tengo reparos en corregir la presunción negativa que hice sobre su nombramiento. Si de verdad persevera, tanto en el juego como en la elección de nuestros internacionales, se habrá ganado mi humilde aplauso junto con el que de verdad importa: el de la esperanzada afición española, aunque tiene una ardua tarea por delante; en lo deportivo lo tendrá más fácil que en lo personal. Y es que, a las malas, que ojalá no lleguen, el pasado siempre vuelve y algunas palabras y actitudes suyas fueron tan desafortunadas como evitables.
El juego rápido es sinónimo de gol, que es la finalidad del fútbol, y perderse en adornos,  ruletas y regates en el centro del campo todo lo contrario. Como muestra, Isco, uno de nuestros mejores jugadores, es útil al borde del área contraria y una rémora demasiadas veces cuando baja al centro o a campo propio. Lopetegui parece que lo tiene claro. Prefería a Thiago atrás y al malagueño de media punta. Y Luis Enrique también, con el hijo de Macinho y el ilicitano Saúl detrás, a quien Simeone descubrió para el fútbol grande.
 A ese respecto, cuando un jugador cuaja o empieza, los mejores técnicos son quienes consiguen su mayor eficiencia acoplándolos adonde pueden ser más eficaces. El técnico atlético es un consumado maestro, como lo demostró también con Juanfran, bajándolo del extremo a defensa lateral derecho, y con Lucas Hernández, a quien ha hecho un defensa izquierdo campeón del mundo. Antes hemos comentado a Di Stéfano y a Asensi. Y podríamos seguir con Cruyff y el vasco Goicoechea, haciéndole lateral internacional desde el extremo, o apostando por el que decían medio centro enclenque Guardiola. O Emery y Alba en el Valencia, y tantos otros.
EN MURCIA TAMBIÉN HUBO MAESTROS
Cuenta el gran capitán murcianista Vidaña que José Víctor, el mejor técnico de juveniles murciano con el maestro Fernando Vidal, lo reconvirtió en defensa central desde el extremo izquierdo cuando vino desde Padules. Y que lo enseñó a saltar de lado para ir de cabeza, anteponiendo el hombro en lugar del pecho frontal. Eso es magisterio.
Ahora andamos buscando un interpretador de arcanos. A ver, si De la Vega muestra escrituras y Gálvez poderes, ¿ejercitó realmente la opción de compra que le otorgó Moro, con sus supuestos condicionantes, y el oriolano  una compra incauta de las que ya estaban vendidas, lo que implicaría  la consiguiente estafa, o actúa solo como apoderado del extremeño y confía en la ampliación de capital para quedarse con el club? Otras dudas, como expusimos, son si don Mauricio pagó algo de verdad y, en su caso, cuánto desembolsó el paisano del llorado Miguel Hernández.
 Y mientras, amigo murcianista, el balón sigue rodando. ¡Ay! “compañero del alma, compañero…”        

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