lunes, 2 de octubre de 2017

EL REFERÉNDUM ANARQUIZANTE DE GUARDIOLA Y PIQUÉ


Supongo que nuestros lectores disculparán que hoy no hablemos de fútbol. Jugar a la pelota es una cuestión menor comparada con el compendio de disparates que la pretendida consulta popular nos endilga. 
Contemplando el panorama sería fácil pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero no es así.  Es cierto que ni Puigdemont y sus secuaces podían aspirar a más, con la mano corrupta de Pujol meciendo la cuna vía Mas, ni el dontancredismo de Rajoy y los suyos a menos, pero el virus independentista empezó a incubarse muchos años antes con la insensata cesión de las políticas educativas a los diversos reinos de taifas que nuestra Constitución instituyó. Y ahí están todos nuestros gobernantes desde la Transición; ¡todos! Las Autonomías son buenas para acercar las decisiones a los ciudadanos, pero dejarles tergiversar la historia y encumbrar los costumbrismos, la cultural local y los hechos diferenciadores, como la lengua,  sobre todo lo que une a los españoles se ha revelado rematadamente malo. Ahora hay varias generaciones de catalanes y vascos, por citar las más extremistas, educadas en lo que se denomina hispanofobia. Y para esos millones de ciudadanos menores de cuarenta años, o mayores radicalizados, no hay vuelta atrás. Es más, con cada paso que dan sus enloquecidos dirigentes hacia el señuelo separatista la fobia antiespañola da lugar al odio. Y claro, se está generando el movimiento pendular contrario entre extensas capas de españoles de los demás territorios. Eso es lo preocupante. Y el fútbol no es una excepción.  
El problema no está, por citar a personajes señalados, entre Piqué y Ramos, que fuera de los focos se las toman sin tensiones, ni entre el barcelonista Guardiola con su independentismo en ristre y el merengue Nadal con su españolismo a flor de piel, que también se aprecian y admiran mutuamente, sino que trasciende a miles de aficionados que acabarán a palos por la calle.  Y al final, un buen número de desgraciados pagarán las culpas de unos y otros. Eso es lo que no miden, o les da igual, los cantamañanas que encienden la mecha de los despropósitos que lloraremos.
Los culés citados y otros como Xavi y Pujol ocultan que el derecho a decidir que reclaman está contemplado en el Estatuto catalán y en la Constitución española, que votaron el noventa y tantos por ciento de catalanes, o quizás les hayan engañado. Deberían aprobarlo dos terceras partes de sus parlamentarios autonómicos y llevarlo al Congreso para que otros dos tercios de los diputados nacionales aprobaran un cambio en la Constitución que posibilitara sus anhelos. Eso se llama democracia y lo que ellos plantean es tan ilegal como disparatado; un golpe de estado popular. Ninguna nación seria contempla un mecanismo tan simple para romper su unidad porque, llevado al extremo de que cualquier parte pudiera hacerlo cuando y como quisiera, sería el camino más directo hacia la anarquía y la desaparición del concepto de Estado de Derecho. Nadie estaría seguro nunca de nada porque desde las leyes a los municipios, las regiones o la propia nación, hasta los derechos más elementales de cualquier persona o sociedad estarían siempre al desamparo de los deseos que en cualquier momento se le antojara a un grupo determinado con poder de agitación; la anarquía.  Para contrarrestar tal disparate existe el poder legislativo que votamos libremente cuando toca; la democracia. Esa hermosa bandera que desde la ignorancia, la maldad o procelosas intenciones enarbolan los Piqués y Guardiolas irresponsables, con los Oteguis terroristas al acecho. Porque en Cataluña, salvo los de la CUP, que lo son y no lo esconden, nadie se proclama anarquista. Ya provocaron los radicales de entonces una guerra dentro de la Guerra Civil con miles de asesinados, torturados y desaparecidos, sobre todo en Barcelona.
Así que aun comprendiendo ciertas razones básicamente económicas, comentadas con respetables amigos catalanes partidarios del malhadado referéndum,  para cuya solución existen cauces democráticos indudables; que no le extrañen a Piqué los pitos. Habiendo defendido siempre que mezclar el fútbol con la política es absurdo, llamando inoportunos al excelente central de la selección y al extraordinario técnico Guardiola por lo que representan; ahora manifiesto apenado que por coherencia deberían abandonar la camiseta de España uno, y el deseo expreso de entrenar algún día a nuestra selección, el otro. Y no por falta de capacidades, que les sobran, sino por irresponsabilidad manifiesta rayana en la criminalidad.
La semana que viene solo fútbol; esta, por hartazgo, tocaba un desahogo.

   

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