martes, 16 de diciembre de 2014

VUELVEN LOS RAMONET Y SUS REBAJAS HACIA EL CENTRO

Sí, como en las ferias antiguas, vuelven nuestros Ramonet políticos a sus subastas: “muñequita por aquí, mantica por allá; ¡dos al precio de una!”.

Huelen las urnas. Con ellas, el vaho de los adversarios en la nuca y la adrenalina propia. Y, lo que es peor, la sangre de los votantes, que ahora es mala. ¡Manos a las carteras!


El Partido Popular y el Socialista

Rajoy y sus gentes lo tienen mal por mucho que malprometan. Es el único partido relevante, junto con UP y D, que no ha renovado aún sus caras y eso le pasará una factura tan enorme como de incalculables consecuencias.

Para comprobarlo solo hay que palpar la decepción y desesperanza que han originado a sus votantes y mirar a los juzgados; lo que ya ha salido y lo que queda, que es mayor.

Por cansino, es aburrido incidir en los despropósitos de su gobierno.


Pedro Sánchez, tras la perdición heredada, anda lanzando mensajes a diestro y siniestro para recuperar el voto perdido. El fenómeno Podemos amenaza con agrandar aún más el boquete por su babor, impidiéndole recuperar algunos millones de votantes que se quedaron en casa u optaron por IU en las pasadas elecciones generales, que pasó de dos a nueve diputados con el novedoso liderato de Cayo Lara y ahora dará paso a Alberto Garzón. Y, por su estribor, trata de centrar algunos aspectos de su discurso consciente de que podría aspirar a recoger un millón largo de votos centristas, algunas estimaciones lo cuantifican en dos millones, que optaron por el PP como clavo ardiendo ante la ruina que dejó el infumable Zapatero.

Pero lo tiene crudo. Por eso, lanza hacia su izquierda como un mantra el hallazgo que le han puesto a huevo Iglesias y los suyos con aquello de que no son ni de izquierdas ni de derechas, huyendo de la etiqueta populista bananera que les acompaña con cierta base desde sus orígenes; señalando que antes decían que eran comunistas, después y en ciertos círculos de centro y ahora proclaman que socialdemócratas.

Solo tendría posibilidades reales de recuperar los tres millones de votos que precisa para gobernar, alcanzando un treinta y tantos por ciento de papeletas en las urnas, si fuera capaz de fijar algunas ideas muy claras respecto a los tres asuntos básicos que preocupan a los ciudadanos: la corrupción, el paro y la economía y su idea de España.

Respecto a lo primero tendrá una prueba de fuego en Andalucía. Deberá ser capaz, con la anuencia de Susana Díaz, de lidiar con determinación el morlaco que la admirable jueza Alaya le ha echado a su partido con los escándalos de los ERE y la formación, donde dos ilustres personajes como Chaves y Griñán serán determinantes.

En economía deberá imaginar medidas eficaces que reactiven el mercado laboral sin aumentar la deuda del Estado ni los impuestos para cubrir el desfase del déficit público, incidiendo en medidas fiscales y laborales valientes que favorezcan a las PYME y a los autónomos; las fábricas reales de puestos de trabajo. Ideas hay muchas. Debería preguntarles a ellos y no solo a los representantes de las grandes empresas – esas del eufemismo de la marca España – y a las multinacionales extranjeras. Es decir, lo contrario de lo que ha hecho Rajoy.

En cuanto a su idea de nación lo tiene mal con sus desmarcadas franquicias catalanas –determinante- y vasca. Ha de ser valiente también aquí. Lo del ambiguo e inexplicado federalismo a secas vende poco.


Podemos

Conscientes de que su masa de votantes tendría un techo limitado con sus propuestas iniciales, en torno a los tres o cuatro millones como mucho: los dos tradicionales de IU y otros tantos de la izquierda socialista y de cierto voto emergente juvenil; intentan ocasionalmente centrar su discurso para atraer a los antiguos votantes socialistas y centristas decepcionados del bipartidismo. Su dificultad vendrá por la perplejidad de los votantes claramente de izquierdas que al principio nutrieron sus círculos.
El mercado

Hay 36 millones de votantes de los que ejercen entre 25 y 27. De ellos, 12 son el suelo electoral conjunto de socialistas y populares; otros 3 de comunistas, extrema izquierda y similares; 3 más de opciones que podríamos denominar centristas – UpyD y Cs-;  2 de nacionalistas periféricos, CIU, ER y PNV básicamente, y otras opciones irrelevantes. Y la madre del cordero estará en los cinco, seis o siete millones de personas moderadas sin ideología concreta y abstencionistas, que son quienes dan las mayorías minoritarias para gobernar porque lo normal es que se repartan relativamente; o las mayorías absolutas en casos excepcionales, de las que solo han disfrutado González, Aznar y Rajoy.


A día de hoy, olviden su esperanza los peperos.

La pena son sus desamparados votantes de buena voluntad, que los hay y muchos sin ser forofos.

Porque en España las elecciones no se ganan, se pierden. Las perdió la UCD de Suárez y Calvo Sotelo por su descomposición; las perdió el PSOE de González por cansancio y la incipiente corrupción; las perdió el PP de Aznar y Rajoy por sus clamorosos errores – sus dos últimos años de gobierno- y por el todavía enigmático 11M -; las perdió el PSOE de Zapatero y Rubalcaba por su desastre de gestión; y las perderá el PP de Rajoy por malos gobernantes y la lacra extendida de la corrupción.

Salvo hecatombe o una improbable e imprevista reacción de la derecha y del centro derecha patrio en torno a un renovadísimo PP, o a cualquier otra opción que pudiera surgir, para lo cual ya casi no queda tiempo; solo Iglesias apoyado por Sánchez, o este apoyado por el PP o por aquel como mal menor, optarán a presidente del gobierno. Para Rajoy o algún posible candidato de su entorno es prácticamente imposible.


La clave, en todo caso, estará en esos millones de electores señalados que cada día más se preguntan entre amigos: ¿sí, sí, pero a quien votamos? Y añaden: si es que votamos…  

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