lunes, 19 de mayo de 2014

DE PUPAS A CAMPEÓN

Estuvo a punto de ser de nuevo el pupas y darle la razón a la historia. El Atlético, sin embargo, ha tenido que ser campeón hasta el último minuto superando adversidades como que se le lesionen sus dos jugadores más emblemáticos sobre el campo en los primeros minutos. Y que a Alexis, un jugador del Barça más alocado de los últimos diez años, le saliera un golazo irrepetible. O que un otrora aliado del gol como Villa viva ahora un romance estéril con los palos.

Barsa - Atlético


Y menos mal que le pitó un árbitro que deja jugar, porque si lo coge cualquiera de las medianías que sufrimos no le deja pasar del medio campo. Me refiero a quienes confunden el fútbol con otros deportes donde el choque es falta. Matéu Lahoz es un grandísimo árbitro. De los pocos que no pitan en cuanto un delantero acosa a un defensa, como tampoco lo hacen los demás cuando es al contrario. Que parece que los defensas pueden empujar por detrás con el cuerpo y los delanteros ni rozarles a ellos. Y tampoco sanciona los cuentos, de los que algunos jugadores con más nombre que resultados como Neymar son campeones. Y tampoco se deja influir por el ambiente; a cualquier otro se le hubiese visto el plumero enseguida con las noventa mil gargantas contra unos centenares. Le bastó poner orden con varias tarjetas, la primera para Piqué, y ahí se acabó la historia. Y eso que a Messi pudo echarlo por desconsideración si le hubiese sacado una primera, que se ganó con una entrada por detrás impropia de su categoría. Pero en fin, estuvo por encima de los propios jugadores y del partido enarbolando la bandera de la serenidad y el buen juicio en sus decisiones. Enhorabuena al árbitro valenciano.

Pocas veces ocurre que el campeón de liga contenta a las dos mayores aficiones españolas, las merengues y las culés, y esta ha sido una de ellas. El Atlético ha concitado el consenso general de que ha sido el justo campeón de la Liga 2013/14, y como los grandes toreros que ponen a todos de acuerdo con una faena portentosa recibe el aplauso de la afición española. El público del Nou Camp puesto en pie al final del partido aplaudiendo a los colchoneros, disfrazados de amarillo por otra tontuna más de las muchas que abundan en nuestro fútbol, es un ejemplo de esa simpatía que  ha despertado el equipo de Simeone. Un equipo que les apeó de la Copa de Europa y que les ha ganado la Liga en sus barbas. Enhorabuena también a los aficionados blaugranas por esa lección de señorío, o de seny si lo prefieren, que a algunos nos no chirría para nada su lengua materna.

El Atlético de Madrid ha sido el justo campeón sencillamente porque ha sido el más regular y eso es lo que premia una competición liguera. Desde estas páginas hemos analizado muchas veces las razones de su éxito destacando sobre todo su espíritu de equipo y su enorme capacidad de lucha. Esas virtudes y la excelente preparación física demostrada por sus pilares fundamentales, junto con la humildad, son las claves. Y, como adorno final, quizás cabría decir aquello de que ha ganado el Atlético de Hombres. Porque ninguno de sus nombres, con las excepción del técnico, se recordarán cuando pase un tiempo. Este Atleti será siempre el de Simeone. Como el de la final perdida frente al Bayern fue el del gol de Luis más que el del churro a Reina; se recuerdan más las cosas positivas, afortunadamente.

Realmente es difícil destacar a ningún  jugador sobre otros en este equipo. Lo fácil es hacerlo con Costa o con Courtois, pero no podemos olvidarnos de Godín y Miranda, o de los exmadridistas canteranos Filipe y Juanfran, o de Koke y Gabi, o de Tiago y Suárez, o de Arda y Raúl García. Ni de las aportaciones puntuales de Villa, Diego, Adrián o de quienes menos han jugado. Felicidades a todos los colchoneros; se las merecen.

Y el sábado espera el Madrid con todas las velas encendidas a su santuario; si no ganan la décima ha amagado el señor Pérez con dejar el club. Y es que lleva gastados cerca de mil millones de euros para lograrla por fin después de echar a Del Bosque por “antiguo” tras ganar la novena. Sí, sí, ¡ciento sesenta mil millones de pesetas! ¡Qué disparate!

En fin, suerte y que gane el mejor.       

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