jueves, 21 de noviembre de 2013

DE LA POLÍTICA, A LA POLITICA

De la mala a la buena, de la demagógica y oportunista a la obligada, de la absurda a la deportiva, de la estéril a la enriquecedora. Todo eso es lo que ha ocurrido de verdad con el partido entre Guinea y España.

El Régimen de Obiang supuestamente organizando tal evento para darse lustre, y los demagogos patrios aprovechando la ocasión para sacar la patita. Menos mal que apareció D. Vicente poniendo cordura con aquello de que allí no iban para derrocar a nadie. Y podía haber añadido que para nombrar o consolidar a un político, tampoco.



El uso del fútbol, o del deporte,  por algunos políticos no es nuevo. Y hasta ha sido bueno en ocasiones, por lo que tiene de capacidad de ilusionar  e incluso de unir bajo los mismos sentimientos de pertenencia a gentes diametralmente opuestas en tantas cosas. Pero el uso partidista o ideológico de algo en lo que se conjugan tantas interioridades personales me parece tan absurdo y peligroso como criminal.

En la historia ha habido ejemplos para todos los gustos. Desde aquéllos positivos del rugbi en Sudáfrica, con Mandela como impulsor, y el del pingpong entre los norteamericanos y chinos, como factor de distensión en sus relaciones; hasta la utilización para sus fines políticos racistas de los Juegos Olímpicos de Berlín en el 36 por parte de Hitler.

Y en España tampoco hemos andado cojos de tal desmán.  España ganó la Eurocopa del 64 jugada en España con un equipo menor del que podía haber dispuesto cuatro años antes cuando la selección contaba con Di Stéfano y Puskas en todo lo suyo (nacionalizados), más los Gento, Suárez y hasta Kubala, ya un poquito mayor. ¡Ahí es nada! Pero ocurrió que tal campeonato se jugaba en Rusia y el Régimen de Franco se opuso a que España jugara allí. Luego sí vinieron aquellos a España y le ganamos la final en el Bernabéu.

Ahora estamos asistiendo al uso del Barça como arma arrojadiza política a favor del independentismo catalán. Y lo peor es que el intento ha calado en una gran parte de los seguidores culés en Cataluña. Ahí está el inicio del peligro que indicaba. Algún día, y ojalá me equivoque, lamentaremos algún hecho criminal a rebufo de tal engañifla.

Y llegamos a la buena política alrededor del partido amistoso internacional jugado en la antigua colonia española. Y fue el debut de otro canterano barcelonista en la selección: Bartra. Y no por proceder de allí, sino por lo que significa para el fútbol español que un club apueste por sus chavales jóvenes para suplir sus necesidades más relevantes. Se hablaba mucho de que el Barcelona necesitaba un central, y van y con valentía paciente se inventan uno. ¡Tomen nota los mediocres y billeteros!

Lo mismo podríamos decir del Atlético de Simenoe. Necesitaban un lateral derecho hace dos temporadas y el argentino reinventó a Juanfran, pasándolo de extremo a defensa,  con tal éxito que lo hizo internacional ni más ni menos que con la campeona de Europa y del mundo actual.

Esos dos ejemplos son los de verdad admirables, por lo que tienen de política deportiva sostenible y motivadora para los más jóvenes, quienes, en definitiva, tienen el futuro de nuestro fútbol en sus cabezas y pies. Y para eso hay que incorporar a los cuadros de mando decisivos a los técnicos que tienen la capacidad de adivinar potencialidades y el valor de apostar por la savia nueva.   Lo otro, aquello de decir: “me falta un medio o un delantero, ¿dónde hay uno bueno que lo compro?”, es de los mediocres y ‘carteranos’ a los que hacía referencia antes.

Los equipos españoles llegarán en buenas condiciones a la recta final de los campeonatos europeos de esta temporada, otra cosa es que los coronen. A ver si los blancos lo hacen con sus jóvenes incorporaciones nacionales dentro del equipo titular, porque en el Barça y Atlético, con políticas bastantes opuestas en lo que comentábamos,  eso lo tenemos garantizado.

Como también tenemos asegurada la presencia de nuestra selección en Brasil donde la veremos desarrollar de nuevo la excelencia de su juego. Otra cosa será que se pueda volver a ganar el trofeo, porque, no lo olvidemos, el fútbol no deja de ser un juego en el que el azar tiene más importancia de la que creemos. Luego se justifica el acierto con mil argumentos, pero hay uno que nunca falla: la suerte del campeón. Que así sea.

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