miércoles, 21 de agosto de 2013

LA TERCERA VIA EN ESPAÑA

Estamos acuciados por varias crisis superpuestas en una situación verdaderamente alarmante por varios rotos en nuestras estructuras sociales.

Asoman más sus  sucios bolsillos la crisis económica y la política, con los seis millones de parados como blasón de la primera y la corrupción y el descrédito  más ruin  la segunda. Y no sólo los políticos son los culpables, porque no hay corrompidos sin corruptores ni gobernantes malos sin seguidores  con orejeras. Y tampoco sin cómplices. Sindicatos, empresarios, instituciones y hasta universidades y medios de comunicación; la sociedad civil en su conjunto como caldo de cultivo de tanto desmán.  ¿Excepciones? Claro que las hay, y en todos los sectores señalados, lo que ocurre es que deslucen más los oscuros de las desvergüenzas que las luces de la honestidad.

La crisis original

Pero no olvidemos que  esas crisis son consecuencia de la previa: la moral, por una generalizada pérdida de valores tanto en los individuos como en la sociedad.

Desde que arribaron a las playas de la normalidad las ilusionantes olas que originó la Transición política, con toda su carga ideológica y de ansias democráticas  de millones de españoles de todo signo, empezó a crecer el becerro de oro bíblico en torno a la cultura exclusiva del dinero. Y esa enfermedad del alma, cuando se olvidan los valores que todos sabemos, ha devenido en pandemia corrompiendo los cimientos  de una sociedad ideal basada en el compromiso,  el esfuerzo,  la honestidad,  la justicia,  la solidaridad,  la igualdad de oportunidades y en la libertad individual responsable.

Recuerdo cuando un magnífico profesor nos aclaraba que ganar dinero no era el fin de ninguna empresa, que eso era como respirar para el ser humano, y que nunca se deberían confundir los objetivos con los fines. Por poner un ejemplo, cuando las Cajas generalizadamente y algunos Bancos  confundieron ambos conceptos en estos últimos decenios y sólo miraron la cuenta de resultados como la Tabla de su Ley, pasó lo que pasó.

Lo mismo que ocurrió a los partidos políticos que han gobernado el país en cualquiera de sus épocas y geografías. Cuando olvidaron que sus fines no eran colocar a los propios en cualquier lugar al sol de los presupuestos generales del estado o de los propios, engrasados también por aquellos y por diversas corruptelas demostradas, olvidando que sus objetivos deberían ser aplicar sus programas ideológicos para alcanzar el fin del mayor bienestar posible de la sociedad a la que dicen servir, ha pasado lo que pasado.

Igual se puede decir de sindicatos, instituciones empresariales y de todo tipo, destacadas empresas, demasiadas personas físicas y muchas organizaciones que forman eso que se dio en llamar sociedad civil.

Y en el origen de todo ello está la ciudadanía española en su conjunto, pues todo el entramado anterior está formado por personas de carne y hueso y no por arcanos venidos de no se sabe dónde.

La tercera vía

Pero superar lo anterior sería necesario acometer la verdadera tercera vía como desencadenante de la regeneración total del país y de sus ciudadanos.

Y pasaría por un  consenso estadista entre los partidos políticos moderados que hicieran posible los cambios necesariosEn la Constitución para la democrática separación real de poderes. En las leyes electorales para que fuera realidad lo de una persona un voto con el mismo peso final independientemente de dónde se produzca y la implantación de listas abiertas para que nuestros representantes tuvieran total libertad  sin dependencias partidistas que la capan. Eliminación de todo tipo de subvenciones públicas salvo las destinadas a la asistencia social a los real y demostrablemente necesitados. Reducción notable de instituciones públicas ineficaces e ineficientes: senado, diputaciones, mancomunidades, mini ayuntamientos, empresas y empleados públicos, etc. Reforma del código penal y otros. Delimitación clara y definitiva entre atribuciones autonómicas y estatales. Balance fiscal anual comprobable de las Autonomías. Establecimiento  del mercado único para todo el territorio nacional y eliminación radical de las miles de normativas que lo impiden. Y lo mismo para cualquier expresión  nacional formativa, cultural o lingüística.

Y una novedad que ya sé que levantará ampollas: reconocimiento explícito para que cualquier parte del territorio pudiera plantear una cuestión de autodeterminación con todos sus requisitos y consecuencias – T O D O S       Y    T O D A S -, salvaguardando los derechos de quienes no lo quieran: personas, pueblos, ciudades, etc. Así como borrón y cuenta nueva y a partir de cero sin el paraguas del Estado, ni de Europa de momento. De cero para pensiones,  sanidad, educación, seguridad, etc. Es decir, contribuciones anteriores para derechos actuales por inversiones recibidas del resto del Estado secularmente. Como se diría en el pueblo,  lo comido por lo servido. Que ya está bien de provocaciones con tanto independentismo de salón o  criminal con el de pistola. Y aranceles inmediatos para todo comercio con esas partes separadas, claro. Teta o sopas, pero dos chupes no.

Y tras ese consenso entre los políticos  y su ejecución, un generoso e higiénico pase a la reserva inmediato de  quienes han colaborado activa o pasivamente en  la debacle.

No puede ser que España viva instalada en una mentira galopante  como algo normal. ¡No señor!   Embusteros ilustres ha habido y los hay   en todos los partidos y demás instituciones públicas, produciendo nauseas desde sus groseros rostros: teles, periódicos, puertas de cárceles o juzgados y ruedas de prensa; ahora y antes.

Una segunda Transición

Imaginación, honestidad, valentía, gente nueva, responsabilidad y libertad al poder. Esa es la única tercera vía que nos llevaría al  país deseado mayoritariamente: eficaz, moderno, serio, responsable, libre y comprometido con el progreso real de todos sus ciudadanos.

Y no el procurado por toda esta pandilla de políticos conservadores de todos los colores a derecha e izquierda, en infame coyunda a veces, y de instituciones retrógradas que han demostrado  alevosamente su ineficacia y maldad subjetiva y objetiva.


¡Puerta a todo lo malo comprobado y savia nueva! ¿Es que no habrá quien levante esta bandera desde el sistema? ¿Tendrá que venir de fuera? Pues mal asunto.

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