martes, 9 de julio de 2013

A VER SI FUERA VERDAD

Parece que algo milagroso está acaeciendo por el Bernabéu. Y dicen que quien ha hecho zozobrar al caballo y que Pérez caiga del mismo para  su vuelta a la fe canterana, de la que abjuró por su megalomanía e intereses  postrándose con los adoradores de becerros de oro al ‘galactismo’ más estéril, tiene nombre y apellido: Zinedine Zidane. Ojalá sea así y entre el inolvidable fenómeno francés y el nuevo inquilino del banquillo blanco, el italiano Ancelotti, nos traigan aquellos luminosos días en los que quienes vestían la gloriosa camiseta madridista la sentían de verdad sin estar sujetos a personajillos de medio pelo, como ha ocurrido en el último trienio,  y al asunto de las pelas. De esto último es natural que cuiden, pues forma parte de su profesionalismo, pero deben tener claro que también lo debe ser su ilusión por alcanzar las mayores cotas deportivas para sí y, sobre todo, para el club que les cobija bajo un escudo tan inigualable como impagable.

Zinedine Zidane

Zidane sabe un rato de esto, aunque luzca el hombre ahora  prudencia como antes excelencia jugando, y su prestigio puede obrar finalmente el milagro que se empieza a divisar en lontananza. Pero ha de acompañarle la sabiduría del nuevo técnico. Ancelotti necesitará manejar las tres uves del éxito en el difícil empeño que tiene por delante si finalmente es cierto que también apuesta por la juventud para hacer con ella una plantilla y un equipo legendario: vista para elegir a chavales de dentro o que lleguen de fuera con el cuchillo de la calidad y el coraje en la boca,  voluntad inquebrantable de hacerles jugar con un esquema reconocible y acorde con la exitosa trayectoria secular del club, y valor para aguantar la fórmula al margen de los primeros resultados inquietantes que puedan llegar. No sería el primero en hacerlo en la historia reciente de nuestro fútbol. Fue lo que hizo Guardiola en el Barsa haciéndole marcar una época en la historia del fútbol.

En tan loable fin tiene el italiano una gran desventaja respecto del catalán y, sin embargo, un punto fuerte personal que puede contrarrestar aquella.

La debilidad es que los jóvenes del Barsa tenían una forma de jugar desde las categorías inferiores que les confería marchamo de calidad y gusto por el buen juego, el de la Masía, y, por el contrario, los del Madrid carecen de un esquema propio desde su base y cada equipo ejerce en el campo lo que su técnico de turno les enseña. Por eso en los blaugranas suelen aparecer varias futuras figuras en la misma tacada generacional y en los blancos priman las individualidades. El último ejemplo de lo excepcional fue cuando la llamada quinta del buitre, y también contribuyó a ello lo que a continuación diremos.

La ventaja del nuevo entrenador madridista es el gran prestigio profesional con el que llega al Bernabéu, más el apoyo que pueda encontrar en Zidane para superar las seguras dificultades que hallará en el comienzo de la ilusionante aventura que parece vislumbrarse. Y, también, que una parte notable del madridismo está deseando que ello suceda. Enfrente tendrá a los forofos irreductibles que tienen a ciertos personajillos de cuyo nombre quiero dejar de acordarme como pendones de su barriobajero madridismo y jalean meteduras de pata, de dedos, de lengua o de lo que haga falta.

Ojalá tenga Ancelotti las cinco uves - con ‘vuevos’ -   que tuvieron Di Stéfano y Amancio para hacer titulares a los Sanchís, Butragueño, Michel y Martín Vázquez, por ejemplo.

Y hay otro hecho por el que también suspiran los buenos aficionados blancos: que en  el futuro de España como mejor selección del mundo en la actualidad, según la propia FIFA, jueguen un número notable de valores madridistas y no los escasos dos o tres fijos que se han alineado en el último quinquenio coincidiendo con la edad de oro de nuestro fútbol. Las mieles de esa grandísima  gloria también se las ha birlado el máximo rival. El Barsa no sólo ha llegado a tener hasta ocho jugadores titulares en la actual campeona del mundo y las dos últimas de Europa sino que  ha sido el referente de mejor juego mundial que ha exhibido nuestra selección.

Muchos madridistas están deseando que los Morata, Jesé, Isco, Carvajal, Derik o Illarramendi, si afortunadamente se confirmara su fichaje, y algún otro por el estilo – lo de Thiago sería la ‘releche’ por la actual tontuna culé – tomen el protagonismo que merecen.   

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