Se decía por
la huerta que los palos hay que dárselos al burro cuando se cae. Y ni con los
palos ni con este supuesto burro ni con aprovechar su caída concuerdo. Me gusta
más prevenir y, en su caso, analizar después los porqués.
Estrategia, que
estudiábamos, y no la gilipollez de llamar así a un córner, a una falta o
cualquier otra jugada ensayada, por mucho que se enseñe tal disparate en las
escuelas de entrenadores. Decía un viejo profesor de planificación que la
estrategia está reñida con el corto plazo, como ocurre en la estrategia militar,
donde nació el sentido del término; “el arte de la guerra”, de Sun Tzu.
Ahora, en el
caso del Real Madrid todo son palos al burro caído. Sin embargo, el sentido
común y la experiencia futbolera nos muestran que los baches son una casuística
habitual a lo largo de la temporada de cualquier equipo. Entre otros temas, el
problema es más profundo: en ninguna otra plantilla de los clubes europeos con
aspiraciones hay tanto mediapunta por
metro cuadrado. Y claro, si la manta es corta en otros puestos, como en el del
medio centro o en el lateral izquierdo, y tiramos de ella para cubrirnos la
cabeza, se nos ve el culo.
El asunto ha
funcionado gracias al trabajo de Zidane
y al entusiasmo contagiado a sus jugadores, no a ninguna flor, como se empeñan
quienes le niegan el mérito, Sin
embargo, él y su Madrid suspendieron este verano el examen de estrategia
cuando dejaron solo a Casemiro y
cedieron a Marcos Llorente sin
buscar un recambio de garantías, que los hay cercanos, como reiteramos aquí.
En Vigo se
vio el desaguisado en cuanto las lesiones de algún básico los dejó con las vergüenzas al aire. Y a pesar de
todo pudieron pasar la eliminatoria a poco que a Cristiano no le hubieran traicionado los palos, a Ramos el remate —tuvo varias; una muy
clara— o que la mala suerte no continuara siendo la compañera de juego del
nuevo todocampista Danilo; ¡vaya
tela! ¿Qué don Zinedine también se equivocó?, pues claro, eso pensamos algunos;
jugó con cinco medias puntas cuando no eran para tanto dos goles, como se
evidenció, y no se entienden las suplencias de Lucas Vázquez o Morata
ni la posición de central de Casemiro. Benzema
tiene querencia a la media punta y el
brasileño no tiene cintura ni oficio para jugar ahí; lo hace muy bien con los
centrales por detrás —la corona del área blanca era una autopista— y el francés precisa balones templados desde
las bandas cuando su equipo necesita que deprede. Mucho más cuando está en la racha
de secano que los goleadores también sufren ocasionalmente. Ahora, Zidane tiene
que trabajar esencialmente las cabezas de todos.
A pesar del
bache que sin duda atraviesan los blancos, sigo pensando que no llega a crisis.
Y auguro que ni llegará, por mucho que escribir para el lunes con algún día de
antelación tenga riesgos. Sin ser adivinos, hace tiempo dijimos que el Barça
ganaría la Copa y que el Madrid levantaría la Liga, con la Champions como
posibilidad complicada para ambos. Y en esa línea transcurre la temporada.
Y pasando
del barro llegamos a los laudes, que también merecen atención. Es el momento de
felicitar a personajes que no cuentan normalmente con el halago en esta modesta
columna. Don Florentino Pérez ha
estado oportunísimo recordando al Sevilla con el tema de Ramos que en el
Bernabéu les levantaron el sitio a los ultras; como Bertomeú y el Barça. Con un par, ¡sí señor! El culpable, si se
pudiera llamar así, de que el utrerano levante trofeos reiteradamente en el
Madrid es el señorito del Nido.
Esa frase
suya de que “en su equipo nunca ganaría dinero un canterano”, es para
enmarcarla como ejemplo de la mayor estulticia de nuestro fútbol. En Nervión
tienen una inmensa suerte llamada Monchi,
que viene haciendo virguerías desde que el Sevilla buceaba por Segunda en la
ruina. En otro caso, el ahora oscurecido no luciría los laureles conseguidos
con su Sevilla. Es justo reconocérselos. A veces, apostar por alguien — Laporta con Guardiola— supone la gloria.
Y el otro a
felicitar es Luis Enrique. Le
preguntaron con guasa por la eliminación del Madrid y respondió que solo le importa su Barça.
¡Olé! Cunda el ejemplo.
Los extremos vergonzantes son ciertos periodistas
bufanderos madrileños y similares de la catalana RAC1. ¡Estos sí que son burros!