miércoles, 27 de noviembre de 2013

UNA LIGA CON ESCASA EMOCION

Lo que tanto se venía anunciando ya ha llegado. La Liga española de   primera división carece de los ingredientes que durante decenios le ha otorgado saber que cualquiera le podía ganar a cualquiera poniendo en aprietos a los grandes más veces que menos.  Y vuelven las goleadas  evidenciando la enorme distancia  entre quienes manejan presupuestos astronómicos y los que se han de conformar con las migajas de un injusto reparto económico de sus derechos televisivos.

Se entiende lo que argumentan quienes le dan lustre a la competición contando con los mejores jugadores del mundo, teniendo que abordar fichajes supermillonarios y sueldos acorde con la categoría de los mismos y las cifras que manejan otra media docena de clubes en Europa. Pero tal circunstancia justificaría otra organización del fútbol en la UEFA. En un continente con tan excelentes comunicaciones lo suyo sería crear una liga entre sus grandes equipos sin menoscabo de las competiciones de honor locales. Así, un campeonato con liguilla final entre los primeros clasificados en el que participaran los dos o tres mejores de cada federación nacional: Madrid, Barcelona, Atlético, Milán, Inter, Juventus, Bayern, Borusia,  Manchester, Arsenal, Chelsea, París SG, Lyon, Mónaco, etc., o los que selo ganaran con un torneo ex profeso previo, tendría sin ninguna duda el interés continuo del que está huérfana la llamada Champions.



Otra cosa sería que en sus respectivas ligas locales pudieran concurrir con un segundo equipo competitivo y en el que se rodaran las futuras estrellas internacionales. Y eso será el futuro del fútbol europeo, primero por el propio interés de los clubes sobredimensionados y después por el equilibrio que otorga la emoción a cualquier campeonato deportivo.

En España me da la impresión de que volvemos a aquellos años en los que el Madrid y el Barça acaparaban los títulos con la única discusión posible  del Atlético y alguno más esporádicamente. También entonces contaban aquéllos con grandes goleadores que salían a más de un tanto por partido y otros que sólo por verles jugar ya merecía la pena pagar una entrada: Di Stéfano, Puskas, Gento, Kubala, Suárez, Cruyff  y Maradona después, y compañía. Todos ellos componentes siempre del mejor equipo mundial que pudiera hacerse.

Así, en la actualidad la Liga es una competición dual en la que el interés por arriba se circunscribe a si el Barça aguantará toda la competición con su inmejorable racha de victorias o si el Madrid será capaz de acortar esa distancia, por el contrario, sumando a su capacidad goleadora la regularidad en el juego de la que ha carecido, aprovechando, además, cualquier pájara de los blaugranas. Todo ello con el único aliciente de que el admirable Atlético de Simeone sea capaz de aguantar finalmente el tirón con un gran equipo pero sin la plantilla de aquéllos.

Y las emociones se quedan para la pedrea europea desde la tercera posición hacia abajo y para los duelos de la cola. La primera tiene el aliciente económico salvador de los inevitables desajustes presupuestarios de los aspirantes, y la última ha existido siempre como premio de consolación para los clubes que logran escapar de la quema para iniciar una nueva temporada entre los grandes, al hilo de otro año de suspense endeudándose hasta las cejas en tal empeño. Es decir, ruina sobre ruina. Y así vamos, hasta la debacle final.

Llegando al ecuador del campeonato, las tertulias futbolísticas de los aficionados y las crónicas y titulares de los medios de comunicación se basan en el futuro culé, con Messi lesionado, y en los sustos madridistas en cuanto el sempiterno Cristiano da con su esplendoroso físico en el césped doliéndose de algún ‘recao’ avieso de sus impotentes marcadores. Eso, más las absurdas críticas al juego azulgrana dirigido por Martino – porque es el mismo libreto de siempre con más o menos recargo de bombo -  o las dudas razonables sobre los planteamientos de Ancelotti, teniendo que lidiar con una pléyade de excelentes futbolistas consagrados y las ganas y categoría de los jóvenes canteranos o fichajes nacionales incorporados con acierto este año, en un madridismo dividido lamentablemente como herencia de los desmanes del penúltimo capricho del señor Pérez, en forma de un luso estrambótico que campó a sus anchas por el otrora señorial vestuario blanco.

Menos mal que nos queda la selección, envuelta en otras dudas sin sentido. ¿Es que no  nos acordamos ya cuando antes le ganábamos a las grandes en los amistosos para luego no conseguir nada? Anda y anda.       

jueves, 21 de noviembre de 2013

DE LA POLÍTICA, A LA POLITICA

De la mala a la buena, de la demagógica y oportunista a la obligada, de la absurda a la deportiva, de la estéril a la enriquecedora. Todo eso es lo que ha ocurrido de verdad con el partido entre Guinea y España.

El Régimen de Obiang supuestamente organizando tal evento para darse lustre, y los demagogos patrios aprovechando la ocasión para sacar la patita. Menos mal que apareció D. Vicente poniendo cordura con aquello de que allí no iban para derrocar a nadie. Y podía haber añadido que para nombrar o consolidar a un político, tampoco.



El uso del fútbol, o del deporte,  por algunos políticos no es nuevo. Y hasta ha sido bueno en ocasiones, por lo que tiene de capacidad de ilusionar  e incluso de unir bajo los mismos sentimientos de pertenencia a gentes diametralmente opuestas en tantas cosas. Pero el uso partidista o ideológico de algo en lo que se conjugan tantas interioridades personales me parece tan absurdo y peligroso como criminal.

En la historia ha habido ejemplos para todos los gustos. Desde aquéllos positivos del rugbi en Sudáfrica, con Mandela como impulsor, y el del pingpong entre los norteamericanos y chinos, como factor de distensión en sus relaciones; hasta la utilización para sus fines políticos racistas de los Juegos Olímpicos de Berlín en el 36 por parte de Hitler.

Y en España tampoco hemos andado cojos de tal desmán.  España ganó la Eurocopa del 64 jugada en España con un equipo menor del que podía haber dispuesto cuatro años antes cuando la selección contaba con Di Stéfano y Puskas en todo lo suyo (nacionalizados), más los Gento, Suárez y hasta Kubala, ya un poquito mayor. ¡Ahí es nada! Pero ocurrió que tal campeonato se jugaba en Rusia y el Régimen de Franco se opuso a que España jugara allí. Luego sí vinieron aquellos a España y le ganamos la final en el Bernabéu.

Ahora estamos asistiendo al uso del Barça como arma arrojadiza política a favor del independentismo catalán. Y lo peor es que el intento ha calado en una gran parte de los seguidores culés en Cataluña. Ahí está el inicio del peligro que indicaba. Algún día, y ojalá me equivoque, lamentaremos algún hecho criminal a rebufo de tal engañifla.

Y llegamos a la buena política alrededor del partido amistoso internacional jugado en la antigua colonia española. Y fue el debut de otro canterano barcelonista en la selección: Bartra. Y no por proceder de allí, sino por lo que significa para el fútbol español que un club apueste por sus chavales jóvenes para suplir sus necesidades más relevantes. Se hablaba mucho de que el Barcelona necesitaba un central, y van y con valentía paciente se inventan uno. ¡Tomen nota los mediocres y billeteros!

Lo mismo podríamos decir del Atlético de Simenoe. Necesitaban un lateral derecho hace dos temporadas y el argentino reinventó a Juanfran, pasándolo de extremo a defensa,  con tal éxito que lo hizo internacional ni más ni menos que con la campeona de Europa y del mundo actual.

Esos dos ejemplos son los de verdad admirables, por lo que tienen de política deportiva sostenible y motivadora para los más jóvenes, quienes, en definitiva, tienen el futuro de nuestro fútbol en sus cabezas y pies. Y para eso hay que incorporar a los cuadros de mando decisivos a los técnicos que tienen la capacidad de adivinar potencialidades y el valor de apostar por la savia nueva.   Lo otro, aquello de decir: “me falta un medio o un delantero, ¿dónde hay uno bueno que lo compro?”, es de los mediocres y ‘carteranos’ a los que hacía referencia antes.

Los equipos españoles llegarán en buenas condiciones a la recta final de los campeonatos europeos de esta temporada, otra cosa es que los coronen. A ver si los blancos lo hacen con sus jóvenes incorporaciones nacionales dentro del equipo titular, porque en el Barça y Atlético, con políticas bastantes opuestas en lo que comentábamos,  eso lo tenemos garantizado.

Como también tenemos asegurada la presencia de nuestra selección en Brasil donde la veremos desarrollar de nuevo la excelencia de su juego. Otra cosa será que se pueda volver a ganar el trofeo, porque, no lo olvidemos, el fútbol no deja de ser un juego en el que el azar tiene más importancia de la que creemos. Luego se justifica el acierto con mil argumentos, pero hay uno que nunca falla: la suerte del campeón. Que así sea.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

GOLFOS, FRESCOS Y CAMPAÑAS

Lo de las campañas en contra urdidas por no se sabe muy qué intereses bastardos es algo que siempre han enarbolado los frescos para tapar a sus golfos, cuando no su propias golfadas, con el fin de poner sordina a las informaciones  que les pongan en la picota a ellos o a sus instituciones,  difamando al mensajero o destapador de aquéllas. Y siempre con la misma trama: es tan gordo lo que sale a la luz que, una de tres,  se censura en lo posible usando todo tipo de argucias, si se puede;  se ofrece una cabeza de turco menor cuando el asunto es tan imparable como elocuente; o se niega todo desde un comunicado impersonal eludiendo  las explicaciones o preguntas, o, sencillamente, desde el silencio. Y, en todo caso, se inicia una caza de brujas interna buscando al topo traicionero que ha filtrado las tropelías hacia afuera, aparte de  iniciar un ataque inmisericorde contra quienes hayan osado sacar a la luz pública tales canalladas.

De todo en la historia contemporánea

A lo largo de la historia han sido tantas estas  sinvergonzonerías que sería prolijo enumerar hasta las más notables. Pero ciñéndonos a nuestra historia reciente las hemos tenido de todos los colores sociales, políticos y sindicales.

Desde aquella lejana letanía republicana en ese sentido, en la que los gerifaltes que la gobernaron  desde su mismo inicio, en 1.931, veían enemigos por todos sitios, que, aunque los hubieron,  siempre fueron menores que sus propios actos por acción u omisión; hasta la del  Régimen personalista del general Franco, que pasó por dictadura,  ‘dictablanda’ y ‘distapoco’,  pero siempre con las supuestas campañas ‘antiespañolas’ por bandera, confundiendo España con los intereses de quienes mejor vivían en aquellos larguísimos años. Y para señalar las manos ocultas de quienes las orquestaban, lo mismo les daba las conspiraciones marxistas y comunistas que las nunca bien  definidas ‘judeomasónicas’;  ni bien  aclaradas  tampoco.

Frescos en la más reciente
                    
Y llegando a las más recientes, nos encontramos con  la famosa paranoia de Felipe González cuando en lugar de aclarar y llevar él mismo a sus compañeros de partido y gobierno cogidos en diversos y sucesivos latrocinios  a los tribunales, se sacó de la chistera la tan famosa como inexistente confabulación entre los peperos de Aznar y los comunistas de Anguita para acabar con él y lo que representaba : “Aznar y Anguita la misma mierda…” . Así como también la elevación de un periódico, que le sacaba los trapos sucios, a la categoría de enemigo público  principal y obsesivo, llamándole   ‘el inmundo’.

Más cerca en el tiempo tenemos  la cantinela de Rajoy y su corte señalando a diversos medios de comunicación como inspiradores de la trama Gürtel o la de Bárcenas – alguno de ellos el mismo que obsesionó a los socialistas - sin explicar aún la realidad de sus actos u omisiones y, claro está, proclamando a todos los vientos sus ilustres inocencias y limpiezas ‘patenarias’, sin sacar a la luz ni empapelar tampoco a sus indudables golfos.

En todos los casos señalados aparece la figura del fresco tras la del golfo implicado: el que dice que el partido o institución de que se trate está a salvo de ningún desmán. Incluso a veces se atrevieron a poner la mano en el fuego por algún notable sinvergüenza demostrado,  pero no se queman, como tampoco se mojan bañándose en la cosa política demasiadas veces. Debe ser que la frescura golfante es ignífuga e impermeable.

El sindicalismo nacional

Ahora tenemos el ejemplo de los ERES andaluces y el de la UGT. Resulta que de aquéllos no sabían nada los sucesivos y diferentes frescos mandamases de la Junta, y todo es una campaña de la derecha recalcitrante, con la dignísima juez Alaya como alfil.  El último de este jaez en salir a la palestra  es el eterno Méndez – con el apoyo del tan inverosímil como sospechoso de cualquier cosa cuando menos regular tirando para mala, Rubalcaba- , quien arguye que todas las mangancias de sus subordinados, muchas de ellas de un chabacano sólo comparable al de sus protagonistas, son producto de la campaña de un medio de comunicación.  Y claro, se trata de un supuesto ataque al sindicalismo en general, porque así como el Rey Sol proclamaba en Francia que el estado era él, aquí y ahora resulta que el sindicalismo son la UGT y Méndez.

-         ¡Oiga! ¿y los cuartos dónde están o en qué se han gastado?
-         Y los golfos quiénes son y dónde están?

Ni aquellos respondieron nunca ni éste lo hará ahora. La culpa siempre es de otros con tal de seguir chupando del bote con descaro, alevosía y poca vergüenza.  Y quien citica a la parte, por cualquier motivo justificado o golfería, ataca al todo.  Da igual lo que sea o quiénes sean.  Si Francia era  Luis XIV; la II República, la izquierda; el franquismo  España o la democracia Felipe; Méndez es ahora el sindicalismo nacional.


Del golfo público al fresco ilustre y a la campaña paranoide  sólo media un despropósito o un robo. 

domingo, 10 de noviembre de 2013

EL TELEGRAMA DE RAJOY

Como aquel repetidor que telegrafiaba a sus padres glorificando sus malos resultados, Rajoy se empeña en repetir sus errores, aumentándolos.

Desaprovechó sus magníficos resultados electorales, tanto en las elecciones municipales y autonómicas como en las generales subsiguientes menos de un año después de aquéllas, para hacer lo que los españoles que le votaron mayoritariamente esperaban: sacarnos del hoyo donde nos dejó la incompetencia de Zapatero zopencamente apoyado por sus muchachas y muchachos. Entonces debió tomar las difíciles medidas radicales que la ocasión demandaba, y ahora, al socaire de una etérea e impersonal mejoría de la economía española sólo acreditada desde la eventual buena marcha de la Bolsa y la esperanzadora deriva del costo de nuestra deuda pública, trata de jugar a la ruleta rusa del oportunismo político de cara a las próximas citas electorales continuando con la dejación de sus funciones.

La economía real

La situación económica vuelve a moverse actualmente por los arcanos de unas expectativas de futuro que los grandes inversores internacionales aprecian desde sus no menos ignotas atalayas supranacionales. Pero la realidad para lo importante de cara al futuro es que ni crece el empleo estable, ni hay dinamismo en el mercado interior, ni crece el consumo, por lo tanto; ni fluye el crédito hacia el sector real de nuestra economía ni, por consiguiente, lo hace la inversión empresarial necesaria para reactivarla. Y eso es algo que no precisa de lentes sociológicas para comprobarlo. Basta con mirar a nuestro alrededor.

La de Rajoy y ‘su Montoro’

Si con la soga al cuello no fue capaz Rajoy de echarle a la cosa lo que los valientes ponen en juego cuando hay que arremangarse, dando la medida de su medrosa mediocridad, mucho menos lo haría en época de bonanza. Y si llegaran las vacas gordas, que ojalá lo vean nuestros atribulados ojos aunque es muy improbable con su liderazgo, le ocurrirá como a los  lidiadores realmente malos: que un buen toro descubre a un mal torero.

Se limitó en su momento a la facilona subida de todos los impuestos, ¡todos!, con tan irregular como inoportuno calendario, estafando a quienes le votaron con el ruin incumplimiento de las promesas electorales incluidas en su programa. Y, también, con la miopía indignante de no ver la necesaria poda del sector público, que es la verdadera carcoma arruinadora de los presupuestos del Estado; si los ingresos no llegaban para cubrir los abultados gastos lo natural hubiera sido acometer urgentemente la disminución de éstos de un modo suficiente. Y hablo de gastos corrientes estériles y no de bases esenciales: las subvenciones a mangantes de toda laya, las innumerables empresas públicas o los enchufados en las AAPP, por reiterados ejemplos.  Limar gastos superfluos es lo que ocurriría en cualquier lugar y circunstancias modificables por la voluntad humana.  Temía y teme enfrentarse a las protestas de los paniaguados afectados  que hicieron de vivir de los presupuestos públicos su insolidaria dedicación egoísta particular,  sabiendo que los sufridos y esquilmados contribuyentes no suelen protestar en manifestaciones multitudinarias, aun cuando se acuerden en privado de los familiares vivos y muertos de quienes les roban hasta la ruina.

Pero claro, esto último se manifiesta silenciosamente en las urnas, y a ello sí le temen quienes se han hecho profesionales de la política con una de las  divisas de la peor cara dura militante: el valor de los cobardes, evidenciado habitualmente en respetar sólo a quien temen.

Con tal hoja de ruta, se trata ahora de prometer una indefinida bajada de impuestos, desde su escasa credibilidad, a la vista del más que probable batacazo electoral que se anuncia tanto desde todos los miradores sociológicos como del propio sentido común y el ruido de la calle.

Y para ello ha tomado un camino demencial, también producto de su propio autismo político, ensalzando como “un gran ministro” al nefasto ministro responsable de ambos desmanes, el ahora ‘socialistoide de pitiminí’ converso  e inefable antiliberal Montoro; el encargado de los impuestos y de la administración pública. Y cuando entrecomillo la reciente querencia ideológica de sus actos  es por el respeto que me merecen los auténticos, como todo aquel que se respeta a sí mismo y a los demás sin engañar respecto a sus creencias.

Claro que, en aras del oportunismo político, D. Mariano podría haberle sacrificado siguiendo el manual propio de la politiquería más indeseable, pero ha preferido una inquietante lealtad. Virtud, que si no fuera por el abundamiento en la ruina que ambos al alimón nos han procurado, sería hasta loable, pero que en las presentes circunstancias no es sino una promesa de una muy preocupante futura incapacidad de gobierno.

El telegrama

Y es que, como aquel mal estudiante, ‘el mudito’ Rajoy anda redactando su cínico y engañoso telegrama tras los exámenes de septiembre: “Queridos padres: exámenes extraordinarios, profesores entusiasmados, quieren que repita, y repito”.

Ni supo torear al malo, ni sabe lidiar al regular, ni hará faena al bueno; si llega. Pero, además, en nada: ni en economía, ni en política interior, ni en capacidad de liderazgo, ni en la ilusionar a la población expectante, ni siguiera, y eso ya es para echarse a temblar, en la transparencia ejemplarizante de su propio partido.

Su herencia: ¿a quién votar?

España va saliendo de la respiración asistida en sus grandes números gracias a un sector de la economía real que ha debido ganarse la vida en el extranjero; como en aquellos lejanos años de alpargata de los sesenta del siglo pasado en unas condiciones distintas y con unos protagonistas diferentes bajo un régimen político en las antípodas del actual.

¿Rajoy? Ojalá pase ese amargo cáliz de nosotros lo antes posible. Y lo peor es lo que pueda seguirle si no ocurre antes la catarsis que España necesita. ¿A quién votar?, se preguntan sus seguidores menos ‘apesebrados’. Ésa será su peor herencia. El páramo infame en que dejará también las opciones políticas de centro y centro derecha que representa. ¡Suerte!, porque la necesitaremos ante la atomización política que nos espera.

LOS PRESIDENTES PERSAS (2)

Hace dos semanas recordábamos el Manifiesto de los Persas, refiriéndonos el modo omnímodo en el que ejercen  algunos presidentes cuando logran que sus aficionados se postren a su pies, con aquella nefasta proclama del “aquí nos tienes, señor, lejos de nosotros la funesta manía de pensar”.

En la actualidad, el máximo exponente de tal dictadura es Florentino Pérez. Aunque ya empieza a tener alguna contestación en algunos sectores del madridismo, lo cierto es que durante demasiados años ha ejercido con carta blanca para lo que se le antojara. Recordábamos sus primeros seis años, en los que tuvo luces al principio respetando el legado de su antecesor, Sanz, que había ganado dos copas de Europa y una Liga en medio de ellas; incorporando en el inicio del ‘galactismo’ a Figo, Ronaldo y Zidane, para hacer otro triplete sucesivo con dos Ligas y una Champions. Después, con su tabla rasa ‘manu militari’ de Del Bosque, Hierro, e incluso del mismo Valdano, inició su caída; no ganando nada relevante más hasta su huida por la gatera mallorquina, tras haber hecho un club ingobernable donde se tenían más en cuenta los contratos publicitarios de sus estrellas que los criterios meramente futbolísticos.

Sus objetivos reales ya los había conseguido a esas alturas, pasando de ser un señor al que nadie conocía fuera de su familia y círculo de influencia en Madrid – antes del año 2.000- a ser un empresario de referencia en España y en buena parte de Europa – año 2.006-.

Tras dos años largos en sus cuarteles de invierno, dedicado a rentabilizar en sus empresas las excelentes relaciones cosechadas en su presidencia, y dejando el club en manos de un ingenuo, efímero e inoperante Fernando Martín – Martinsa-; volvió a la presidencia con ansias renovadas. Las dos temporadas anteriores había presidido el club un controvertido Ramón Calderón, que a pesar de ganar dos Ligas seguidas nunca contó con las simpatías de la masa madridista ni de la prensa afín. Seguramente sus maneras, pero sobre todo los chanchullos barriobajeros detectados en alguna asamblea, lograron que el madridismo pidiera a gritos un cambio en la presidencia blanca.

Esa marea ‘anticalderoniana’, manejada habilmente por el ‘florentinismo’ emboscado, con  Eduardo Inda al frente del diario Marca como máximo exponente del mismo, logró su sibilino propósito. Dicen que tal cruzada le costó el puesto, por su descaro, al periodista balear – el incombustible José María García llegó a llamarle jefe de prensa de Florentino en un programa de Mundo TV con Pedro Jota Ramírez de testigo -, volviendo al periodismo de investigación donde es todo un especialista de éxito.

Así, volvió al club en olor de santidad y multitudes faltándole sólo entrar bajo palio al Bernabéu, e inició una nueva era de presidencialismo agudo. Y lo hizo acompañado de nuevo por su escudero Valdano, quien al poco tuvo que coger de nuevo el olivo cuando en un ataque de protagonismo presidencial, Pérez cometió el despropósito de fichar al ínclito Mourinho porque el año anterior, con más suerte y ayuda arbitral que gloria, había eliminado al todopoderoso Barça de Guardiola en Europa con un Inter con Eto’o de lateral izquierdo en el Nou Camp. Y para tal desgobierno, largó a un excelente técnico como Pellegrini, que había fichado con criterios meramente futbolísticos su ayuda de cámara argentino, con la excusa del ‘alcorconazo’ en la Copa del Rey de esa temporada.

Más tarde, con el paupérrimo bagaje de una Liga y una Copa en el palmarés del luso ‘metedetodo’ en tres temporadas, contando con la plantilla más cara en la larga historia blanca, se cobró también la cabellera del lusitano y fichó a un técnico italiano más educado y elegante, pero también más manejable.

Si primero fue lo de ‘Zidanes y Pavones’, ahora es aquello de que los técnicos se ocupan de los fichajes menores – Isco, Illarra, Carvajal y Cía –  ocupándose él de los grandes – Kaká, Benzema o Bale ( y tienen que jugar, sí o ) -, porque el que realmente ha sido el mejor fichaje del Madrid en los últimos tiempos, Cristiano Ronaldo, fue la grandiosa herencia que dejó Calderón, pese a los intentos de Pérez de aparecer como protagonista.

Ha hecho fortuna que la desgracia de don Florentino ha sido  el mejor Barça de todos los tiempos. Pero, como decía el excelente técnico asturiano Pasieguito, tras un buen partido del Murcia ganando a su enorme Gijón de Quini en la Condomina: “contra los buenos marcajes existen los mejores desmarcajes”. (Continuará, sDq)   
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