jueves, 29 de octubre de 2015

EL REAL MADRID DE BENÍTEZ

EL MADRID DE BENÍTEZ

Como todo proyecto, tiene una base lógica. Un equipo se hace en función de la plantilla disponible y en el Madrid nunca escasea; es la ventaja de ser un grande.
En cualquier deporte lo primero es el equilibrio, y en el fútbol se empieza a construir por atrás. Hay que valorizar el gol como logro más preciado y difícil, y para eso hay que evitar sobreesfuerzos asegurando en lo posible que los rivales marquen pocos. ¿Una buena defensa? Sí, pero es mucho más que eso. Porque como decía Cruyff —¡mucho ánimo, por cierto!—, y ejercían los Di Stéfano del mundo, aparte de una buena zaga, la mejor defensa es tener el balón; cuestión harto difícil. 
Vimos al Madrid en París casi todo el partido y contra el Celta la primera parte. Como los rivales también juegan, Berizo —bastante mejor entrenador que Blanc— cambió el sistema celtiña tras el descanso y evitó atacar por el centro para hacerlo muy abierto. Así esquivó al gran Casemiro con el que Benítez, al fin, ha asegurado el medio centro madridista. ¡Ya era hora! Algunos llevamos tiempo señalando su carencia como el gran problema blanco. Ancelotti se empeñó en poner ahí a Kroos, excelente volante derecho, y ante los rivales de postín el equipo hacía aguas hasta vaciarse en esfuerzos baldíos y quedar varados en la orilla —en Lisboa ganó la décima al Atlético por el postrer suspiro milagroso de Ramos, sin Alonso en el campo  —.  En su descargo, es cierto que  Xabi estaba suspendido y se marchó de improviso en la pretemporada siguiente, pero también es verdad que se quedó Illarra y vendieron a Casemiro; decisión cuya paternidad desconocemos aunque todo apunte al palco. Para don Florentino, la valía de los futbolistas empieza por su coste.
Benítez construye sus equipos desde el medio centro y el Madrid lo notará esta temporada, igual que su Valencia lo notó con el mejor Albelda. Junto al brasileño, canterano madridista y ex del Oporto, sitúa en sus flancos por delante a Kroos y Módric, quienes deben ganar en continuidad. El teutón llegará pronto a ser el que deslumbraba en el Bayern y con Alemania y empezará a marcar goles decisivos. Además, uno de los tres de arriba se encaja con ellos para formar el clásico cuatro, uno, tres, dos, que tanto gusta al técnico madrileño. Así se explica su predilección por Lucas Vázquez, que en principio apuntaba al ostracismo; James e Isco son los llamados a ese puesto.  Ronaldo queda libre para entrar al área por donde quiera, y el otro delantero debe adaptarse a él, lo que creará problemas cuando Bale esté disponible. El mejor Benzema y Jesé desempeñan bien ese papel, aunque el canterano, al ser barato, tendrá que salir al final de temporada para intentar volver con algunas decenas de millones de costo en su currículum. ¡Ah!, y para aprender idiomas y ganar ese lustre cosmopolita extranjero que tanto gusta por la planta noble del Bernabéu; cuestiones básicas para triunfar de blanco que algunos, pobres ignorantes y romanticones del fútbol, desconocemos.  Es lo que les faltaba a Hierro y Del Bosque o al mismo Raúl, que ha enmendado tarde, y que, a destiempo, también ha iniciado Casillas.
Hablando de porteros, el debate está en criticar a Ancelotti por no haber apostado por Keylor, y de paso, ¡ay lastimosos descamisados!, en censurar al presidente que lo tuvo vendido al Mánchester para traerse a De Gea.
Navas es un buen portero y lo está haciendo bien, pero, como decían por Argentina, aún no ha empatado con nadie. Ya veremos cuando lleguen los momentos clave que marcarán la temporada del Madrid. Compararlo con Casillas es un ejercicio de desmemoriados, por cierta que sea su irregular trayectoria en las dos últimas temporadas, enmarcada en la tensa situación que vivió tras el tsunami Mourinho.
El otro acierto de Benítez es que la defensa ha recuperado la anticipación, y juegue quien juegue no se resiente la seguridad atrás. Varanne y Nacho cumplen perfectamente, junto al emblemático Ramos, con Pepe en la recámara. Y los laterales, el otro punto fuerte del madrileño, como lo eran en el Valencia o en el Liverpool; son dos flechas alternativas. Nunca atacan a la vez, y Marcelo sobre todo, Carvajal o Danilo, son el cuarto centrocampista o el tercer atacante con licencia de gol.

Benítez ha cambiado al Madrid en dos meses y a los madridistas les aguarda una temporada exitosa. Si lo dejan, claro.         

martes, 20 de octubre de 2015

Y LLEGA RAÚL

Y LLEGA RAÚL

Aún recuerdo su debut con el Madrid de Valdano en Zaragoza. Como entusiasta de los futbolistas jóvenes, me dispuse esperanzado a conocer al juvenil que venía rompiendo los registros goleadores desde crío, cuando pertenecía al Atlético de Gil —vaya vista tuvo el inabarcable personaje disolviendo las bases colchoneras, empeñado en hacer filiales por España, sin embargo, con el Cádiz de su amigo Irigoyen en la primera probeta. ¡Un desastre! Otro más…—. Y lo que vimos esa tarde no fue nada especial. Un chaval descarado que parecía jugar sobre alambres torcidos, por su escuchimizada figura, que, todo voluntad, falló varias oportunidades de gol.
Pero de ahí a la gloria, gracias al empeño de Valdano por mantenerlo en el equipo. Esa apuesta, como la contraria del fallecido dirigente atlético, nunca aparecerá en la contabilidad de sus clubes, porque los hitos de verdad relevantes de cualquier institución nunca se contabilizan como debieran. Podría exponer muchos ejemplos de temas que he conocido bien al respecto. Se exponen los números pequeños de lo realizado, pero nunca los grandes de lo que se debería haber hecho en su lugar o, de lo que genera a la larga una decisión acertada o errónea. Es la mayor falacia contable.  Eso no va nunca en el balance aunque signifiquen la vida o la muerte de lo que se analiza y se expone como realidad cierta. Esa realidad que es la foto de un día cualquiera, pero siempre consecuencia de decisiones tomadas mucho tiempo antes. La verdadera responsabilidad de quien dirige cualquier cosa. La esencia de un dirigente. Su obra.
El otro día hablábamos de goleadores y jugadores, pero Raúl es mucho más que eso. Indudablemente es el mejor goleador español de todos los tiempos, pero también significa bastante más. Guardiola lo señaló como el mejor jugador español de la historia, y tal vez no le faltara razón, aunque cuando lo dijo España aún no era bicampeona de Europa y del Mundo consecutivamente; solo albergaba la Eurocopa del 64 de Suárez, Amancio, Pereda, Zoco y Marcelino, entre otros.
Más que gol y juego, Raúl es espíritu. Un espíritu solo comparable al de los irrepetibles Di Stéfano, Gento o Pirri. Y lo ha demostrado donde ha ido. En Alemania retiraron su número del equipo, como en la NBA hacen con sus mitos. En el Madrid, donde ahora le espera don Florentino con los brazos sospechosamente abiertos y la boca pequeña, no supieron estar a su altura cuando dejó el club voluntariamente — es un decir — al llegar Mourinho, antes de que el ‘ser superior’ de Butragueño, que sigue ahí porque sabe dar lustre a su señorito, se lo cargara, como hizo con Del Bosque, Hierro y este año con Casillas, o con el mismo Valdano dos veces. Demasiado brillo para el único sol que puede lucir en el todavía Bernabéu —¡cómo le jode el insigne nombre de don Santiago al señor Pérez!—.
Raúl representa lo que nos gusta a los amantes del fútbol como deporte y espectáculo emocionantes, antes de que el vil metal, único objetivo, viniera a ensuciarlo. Juventud, se tengan los años que sean; valentía, pundonor, profesionalidad, juego, goles, espíritu, honradez, limpieza, amor auténtico a una camiseta, sacrificio y humildad en el triunfo y en la derrota; esa virtud que solo atesoran los grandes de verdad.
Y ahora, cuando entona el difícil camino de la retirada desde el éxito y el  reconocimiento allá donde ha estado, vuelve a su casa. Y es lógico que en el Madrid aguarden con expectación sus intenciones, más allá de que todo el planeta fútbol ansíe verlo convertido en otro referente aun con distintas funciones.
Dice Pedrerol, descosido palanganero presidencial, que don Florentino aspira a que se convierta en el Guardiola del madridismo. Debería saber el presentador catalán que la historia no se repite, aunque pueda asemejarse, y que dentro de la amistad que se profesan desde su eterna rivalidad de clubes, aunque compañeros defendiendo a España, ¡ojo!, atesoran cualidades opuestas. Y tendrían que remar en condiciones diferentes.
Guardiola, junto a Cruyff, son quienes más riqueza económica y futbolística le aportaron al Barça en jugadores y títulos, de la contable y de la que decíamos; pero Raúl representa algo más. También podría hacerlo si le dejaran hacer —ojalá—, pero igual que aquellos salieron del Barça por la puerta de atrás, mientras en el Real manden el dinero rápido, los intereses bastardos — empresas ajenas— y la egolatría, Raúl estaría condenado a lo mismo. Al tiempo.     


RAJOY, LIRÓN A LA BROCHA

RAJOY, LIRÓN A LA BROCHA.

Ponga usted un espíritu almidonado regido por una mente funcionarial al mando de cualquier empeño humano en dificultades, y obtendrá lo más parecido a una nada surgida de otra nada con nada por delante y nada por detrás; un estío sofocante sin nada que recoger por falta de siembra. Una ruina.
Ahí, las personas con aversión cerval al riesgo sucumben al mayor de los peligros: la inanición, o,  peor aún, abusan inmisericordemente de los indefensos bajo su mando: la cobardía facilona. Y se excusan con las socorridas circunstancias o la herencia recibida, a la que no renuncian cuando se les encomienda, desde su sempiterna hipocresía: lo socialmente correcto por apariencias.
De la pereza y el miedo a la rutina, con la connivencia de sus  homólogos, consumiendo el tiempo de quienes aguardan lastimosamente y con paciencia franciscana que alguna vez haga algo; tome decisiones útiles; corte por lo sano; alumbre futuro desde proclamas ilusionantes o se vaya pronto a casa. Porque lo de sacrificarse por sus gobernados, quemándose en el empeño, no lo esperan; sería demasiado para ‘don comodón’.
Si añadimos el espíritu del opositor estéril, que alberga el origen del peor funcionariado, obtendremos lo más parecido a un parásito que tiene por objetivo vivir eternamente a costa de los ciudadanos.
Sin nombrarlo, es fácil imaginar un perfil fiel del actual presidente del gobierno: Mariano Rajoy en estado puro.
El único presidente electo que no repetirá mandato. El gobernante que llevará su partido al desierto, partiendo de una espléndida y fructífera ribera, en solo cuatro otoños. Un político que debería leer la realidad española como nadie por haber tocado todas las teclas desde concejal a presidente, al que confiamos una nación con problemas económicos y financieros por deudas y gastos improductivos inasumibles, que nos la devuelve incrementándolas y sin limarlos, y presumiendo de haber superado la situación. La realidad es que debíamos seiscientos mil millones y ahora debemos un billón, porque Europa nos ha aliviado por interés prestándonos dinero a mansalva y a un coste bajo, de momento... ¿Ese pulpo, es rescate o calamar?
¿Qué haríamos con un gestor que nos deja en manos de los prestamistas aun aumentando las ventas —impuestos—, incapaz de reducir gastos estériles y enfadando, de propina, a los clientes —contribuyentes—? Su dudoso logro: aplazar las soluciones endeudándonos en una cuantía impagable. Si España fuera una finca se la quedarían el BCE y los bancos.
La peor ceguera es voluntaria, y este lirón, que oculta bajíos en su pasado —¡Ay, Bárcenas!—, sueña con seguir pintando tras cinco elecciones seguidas cuesta abajo, ¡cinco!; siendo, además, el político peor valorado desde sus principios presidenciales. Otro caso único y definitivo.
Decenas de millones de españoles, propios, indiferentes y extraños; quisieran decirle: Mariano, ¿por qué no sueltas la brocha de una puñetera vez, que te vamos a quitar la escalera, y haces un favor a tus compañeros, a tu partido, a tus gobernados, a tus más próximos, a ti mismo y a España?


lunes, 12 de octubre de 2015

DE MOURINHO A DEL BOSQUE

De Mourinho a Del Bosque
Es tan difícil establecer comparaciones entre profesionales futboleros como entre personas corrientes. Todos llevamos en la mochila circunstancias tan distintas que nos harían irreconocibles en las experiencias de otro y, por lo tanto, en su trayectoria vital y profesional, que junto a la formación, el carácter y la personalidad que al final conforman, pueden explicar los éxitos y fracasos ocasionales. Sin olvidar, como diría mi desde hace sesenta años amigo Tato, la suerte. Ese azar que se busca en la lucha tesonera e inteligente diaria, y también en su lotería: andar el camino durmiendo lo justo. Luego hay tipos con suerte y otros que parecen gafados, pero siendo necesaria tal fortuna, no es suficiente.
Napoleón, además de buscar en su mujer el secreto de cualquier hombre relevante, indagaba si sus oficiales eran hombres de suerte antes de ascenderlos. Experiencia, valía e intuición no le faltaban al militar y emperador francés, aunque, como a tantos, al final le perdieron la ambición y la soberbia. Y es que, hay quien tiene la voluntad y la sabiduría de levantarse después de uno o varios fracasos, y, por el contrario, todos conocemos a gente que no se recupera nunca de un éxito, y sigue entontecido hasta que la vida les da una lección de humildad. Los más señalados dentro de esta categoría mesiánica, jamás se recuperan de su cadena de éxitos y terminan en el hoyo.
Desde esas premisas, vayamos a las figuras que originan estas líneas. Mourinho lleva en el candelero desde el año 2000, con el Benfica, hasta ahora, que anda empantanado en el Chelsea. Ganó dos Ligas con el Oporto, dos Premier con el Chelsea en su primera etapa, dos Serie A con el Inter y una Liga con el Real Madrid. A ello hay que sumarle como títulos más relevantes dos Champions: Oporto e Inter y una Europa League con el club portuario portugués, aparte de ser nombrado tres veces como mejor técnico del mundo. Un palmarés al alcance de pocos entrenadores: diez títulos en 15 años. Como jugador fue mediano en la mediocridad.
Del Bosque, por el contrario, estuvo 13 años en la primera plantilla del Real, jugando más de trescientos partidos y fue dieciocho veces internacional, con un Mundial. En esa época ganó cinco Ligas. De entrenador, se curtió en la cantera madridista hasta que en 1999 le dieron la alternativa en el primer equipo. En cuatro años ganó dos Ligas y dos Champions. Relevó en el 2008 al inolvidable Sabio de Hortaleza en la selección española, y con ella ha sido campeón de Europa y del Mundo. Individualmente, ha sido nombrado dos veces mejor entrenador del mundo y cuatro mejor seleccionador mundial. Otro palmarés deportivo – nueve títulos y dos titulazos en 11 años- difícil de alcanzar, por no decir imposible.
Es decir, que como profesionales, y con la decisiva fortuna de haber entrenado a grandes equipos, estarían los dos en el podio de los diez mejores de la historia, sin establecer diferencias notables, salvo que el portugués ha sido más errante y solo en clubes, con el valor añadido de triunfar en tres ligas importantes, y el español ha sido de un solo club de relieve y de nuestra selección, con el galardón de ser el mejor equipo del siglo XX, el Real, y la mejor del mundo en el último decenio: España.  
Ahora bien, si vamos a los valores personales que traslucen como personajes públicos, las diferencias son abismales. Hablando en callejero, Mourinho es un bocazas maleducado y Del Bosque un señor. El luso, además de metededos, metepatas y desatado saltarín, es tan lenguaraz en sus desvaríos con la sin hueso que resulta imposible sintetizarlos: desde despreciar a un periodista español calificándole de ‘mierda en su profesión’, proclamándose él como top en la suya, hasta retar a su último equipo pontificando que si lo despiden echarían al mejor técnico que pueden tener. Del Bosque, al contrario, como recomendaba Kipling en “If”; es hombre en la victoria y en la derrota. Sobran comentarios.
Por eso, el ensoberbecido “special one”, Xosé, es como Atila: por donde pasa no crece la hierba  – deja plantillas, y hasta aficiones, rotas: Oporto, Chelsea, Inter y Madrid-, y don Vicente genera equipos para el triunfo. Lo hizo en el Madrid y lo hará con España, como Luis Aragonés, salvando su enorme distancia: el Sabio valiente creó estilo y escuela. Como otros en diferentes momentos: Zagallo, Michels, Cruyff, Sacci, Guardiola..., o Bernabéu de presidente.


martes, 6 de octubre de 2015

CRISTIANO RONALDO

CRISTIANO RONALDO
Como la mayoría de los genios, Cristiano es un tipo de singularidades extrañas para el resto de mortales; rarezas, se diría en callejero, pero su desmesurado ego aparente le distingue sobre otros.
Sin embargo, es posible que esa peculiaridad denote más transparencia que otra cosa, dejando ver también alguna debilidad íntima. Desde la personalidad que proyecta dentro y fuera del terreno de juego, al margen de la que mantenga en su vida privada, el ansia por ser distinguido de un modo especial por quienes le rodean en su entorno más próximo, quizá tenga mucho que ver con una inseguridad impropia de alguien tan importante: el máximo goleador histórico del Real Madrid, por encima de dos mitos como Di Stéfano y Raúl. Tal lastre sería producto de una infantilidad no superada, por carencias o por demasiados mimos.
Y abona tal conclusión el hecho de que esas ansias de protagonismo individual las mostrara ya en su etapa del Manchester, antes de venir a Madrid. Allí se desentendía del juego cuando no le pasaban un balón propicio sus compañeros, descarándose con las manos en la cintura, y aquí, además, celebra con poco entusiasmo, si lo hace, los goles de sus compañeros.
Sea como fuere, como venimos afirmando hace años, estamos ante el mejor goleador en la historia blanca y posiblemente, añadimos ahora, de la historia del fútbol. Y es así porque alcanza hitos difíciles de igualar desde la condición exclusiva de goleador. Con la derecha, su pierna buena, con la izquierda como recurso y con la cabeza, donde también es un especialista, es un espectáculo y un peligro continuo para sus rivales. Se le puede discutir que chuta a la portería más que nadie y que en las faltas directas su efectividad baja a niveles mediocres, pero nadie le puede discutir su primacía en el reino del gol.
Ha habido y hay mejores jugadores de fútbol, y más completos si se quiere: Pelé, el propio Di Stéfano, Boby Charlton, Puskas, Rossi, Torpedo Muller, Cruyff, Eusebio, Van Basten, Ronaldo, Messi o Maradona, por citar a los más significados, pero la mayoría sin el gol como cualidad exclusiva, y los que sí, de menor cuantía individual.
Como genios, cualquiera de ellos albergaba rarezas, incluso más antipáticas, aunque no se recuerdan a la hora de criticarlo a él. El gran don Alfredo, por ejemplo, tenía dentro y fuera del campo una lengua viperina, sobre todo hacia sus compañeros y hacia quienes se acercaban al vestuario madridista. El entonces  Príncipe don Juan Carlos de Borbón sabe de eso: en plena época de don Santiago Bernabéu, lo mandó a una faena maloliente de pantalones bajos en el descanso de un partido de Copa de Europa en el extranjero, cuando entró al vestuario para darles ánimos porque andaban alicaídos. ¿Qué diríamos ahora si Cristiano hiciera algo así con cualquier otro personaje?
Lo que ha hecho hasta ahora en el Real, y lo que aún le queda, es de una importancia legendaria. Pasarán muchos años, o generaciones, para que otro jugador alcance esas metas. Le falta para coronarse a nivel mundial, eso sí, haber tenido otra nacionalidad y lucir en una de las selecciones aspirantes rutinarias a las Copas del Mundo. En todo caso, su paisano Eusebio y el propio Di Stéfano, para mí el mejor jugador de todos los tiempos, por más completo; tampoco ganaron nada en ningún Mundial.
En la actualidad, solo Messi le discute la primacía futbolística con ventaja: consigue tantos goles como él y, además, hace jugar al Barça a su antojo aunque no lo logre en la selección Argentina, donde se le critica su juego en comparación al que despliega en su club. El canterano culé es más completo que Ronaldo porque golea, se asocia y distribuye. También exige un protagonismo absoluto en su equipo, aunque quizá sea más taimado en su personalidad y se le note menos. Tiene, sin embargo, unas debilidades distintas: las derivadas de su entorno con su padre a la cabeza; en Hacienda conocen alguna de su ‘rarezas’. Singularidad que no tiene nada que ver con su prerrogativa de genio, sino con la de la poca vergüenza fiscal contribuyente de sus más cercanos; no sabemos si también con la suya. 

En todo caso, ojalá Cristiano nos dure mucho jugando, porque cuando ya no esté lo recordaremos continuamente como algunos hacemos con los citados y con otros. Entonces entrará en la leyenda, y tendremos la fortuna de poder contarlo a quienes no tengan esa suerte. 

viernes, 2 de octubre de 2015

CARADURAS POR CATALUÑA

CARADURAS POR CATALUÑA
Tras las elecciones al parlamento de Cataluña volvemos cosechar caraduras. Uno de allí y otros de aquí, sobresale especialmente Mas
¿Alguien puede confiar en personajes como el valido de Pujol para nada serio, cuando sus propios lo han puesto de cuarto vergonzoso en la lista? Anda la misma senda que Rajoy, el preferido de Aznar. Les une al Presidente y al President la vieja máxima maoísta —¿quién lo iba a decir en dos burgueses irredentos?— de ir de derrota en derrota hasta la victoria final. Solo que en su caso tal victoria es más sueño que posibilidad.
Insensatos manifiestos
Desde que Mas inició su deriva independentista ha ido perdiendo apoyos en las urnas hasta dejar a su partido en precario. Ahora depende de Ezquerra y de los extremistas antisistema de la CUP. Resulta patético que la organización creada por el clarividente Pujol para aglutinar al conservadurismo catalán, por muy golfo que resultara ser, se haya abrazado en su locura rupturista a sus antípodas ideológicas.  
Rajoy, por su parte, desde que abandonó a sus votantes naturales con la estafa postelectoral más flagrante conocida en nuestra democracia; lleva  cinco elecciones seguidas perdiendo votos.  El “hostión” municipal y autonómico de doña Rita de Valencia, se ha visto reconfirmado en las catalanas. La ciudadanía no cree en su recurrida recuperación económica porque ni a sus bolsillos ni a sus expectativas llega; solo es cierta en parte para la banca y algunas grandes empresas. Lo que sí sabe es que con sus políticas ha llevado a España al mayor endeudamiento conocido; lo pagaremos durante generaciones. Y, también, que las corruptelas son el pendón más cierto de un PP a la deriva.
 Tampoco quiere enterarse de que, con él al frente, su partido no tiene nada que ganar. El apoyo mayoritario en las generales de 2011 se pierde sin solución por el desagüe de su inadecuada incompetencia. Y lo peor será que esa realidad, reiterada desde aquí, conducirá al PP a las sentinas de la España representativa. Con él de candidato en las próximas elecciones generales, los populares ocuparán el banquillo de la oposición para tiempo. Y no solo a ese; la corrupción les pasará una factura a la que se resisten con todo tipo de argucias legales.
Lo más lamentable será, además, que en su caída arrastrarán a una pléyade de jóvenes políticos que ahora han echado por delante —Casado y compañía—, en lugar de haber dar un paso atrás los de la vieja guardia, dándoles la oportunidad de liderar la regeneración de su partido y ayudar a la de España. Esa idea que abandera quien lleva un camino diametralmente opuesto al de Rajoy y su PP: Rivera y Ciudadanos.
Ingobernabilidad y riesgos
Estas elecciones dejan un Parlament ingobernable, salvo que en aras a una imposible independencia — de este modo— , los conservadores de Convergencia y los republicanos de Ezquerra entreguen armas y bagajes a los minoritarios y extremistas de izquierdas de la CUP. En cualquier caso, mal asunto para ellos, para Cataluña y para España, porque la otra posibilidad sería que los antieuropeos y antisistema renuncien a sus proclamas y las quemen en la misma pira secesionista. Muchos sapos para tragar en tan poco tiempo. Lo normal será que se convoquen nuevas elecciones.
Hay un hecho en nuestra historia reciente que deberían tener en cuenta. Aunque pueda parecer tan exagerado como lejano en el tiempo, a tenor de la radicalidad que se viene observando en Cataluña y de la clara división en dos grandes mitades de la ciudadanía, propiciada por la demencia egoísta de unos cuantos dirigentes; sería bueno que recordaran que durante la guerra civil que sumió a España en el salvajismo de los bandos enfrentados entonces —de todos, sin excepción—, los catalanes sufrieron en sus carnes la mayor y más diversa represión que hubo en aquel incivil enfrentamiento: religiosos, empresarios, burgueses y conservadores, por una lado, y comunistas troskistas del POUM, libertarios y anarquistas de la FAI y de la CNT— en una guerra civil catalana dentro de la Guerra Civil española— por otro, fueron masacrados con una crueldad tremenda, antes de Franco, por sus contrarios ideológicos.
Los caraduras activos y pasivos de cualquier signo deberían valorar las consecuencias de su poca vergüenza política, y dejar que llegue la hora de quienes puedan aportar sensatez y serenidad a la situación que han engendrado. Nadie es insustituible en esas cuestiones.
La criba de la vergüenza
Por mucho que Mas y su socio coyuntural Junqueras, apoyados por la AC,  Ómniun, Guardiola y deportistas de postín, digan lo contrario, han obtenido menos votos que en las pasadas elecciones, tras votar quinientas mil catalanes más que en 2012. Esgrimir la escisión de la Unió Democrática de Durán como causa, solo señalaría los cien mil votos cosechados por estos, cuando ellos solitos y revueltos han perdido el doble.
De la caradura se han apeado al propio Durán, que ha puesto su cargo a disposición; Pablo Iglesias, que ha reconocido su fracaso catalán; y  Albiol, quien reconoce el batacazo del PP que él ha liderado en Cataluña, junto al inusual callejero Rajoy y a sus ministros “lenguaraces”, Margallo sobre todo.
Los demás asoman su jeta hormigonada, salvo el de verdad triunfador Rivera, con Arrimadas de exitoso ariete, para intentar eso tan hermoso de regenerar España desde Cataluña. Empeño regenerador que tanto nos ilusiona a tantos.  


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Web Analytics