RAJOY, LIRÓN
A LA BROCHA.
Ponga usted
un espíritu almidonado regido por una mente funcionarial al mando de cualquier
empeño humano en dificultades, y obtendrá lo más parecido a una nada surgida de
otra nada con nada por delante y nada por detrás; un estío sofocante sin nada
que recoger por falta de siembra. Una ruina.
Ahí, las
personas con aversión cerval al riesgo sucumben al mayor de los peligros: la
inanición, o, peor aún, abusan
inmisericordemente de los indefensos bajo su mando: la cobardía facilona. Y se
excusan con las socorridas circunstancias o la herencia recibida, a la que no
renuncian cuando se les encomienda, desde su sempiterna hipocresía: lo socialmente
correcto por apariencias.
De la pereza
y el miedo a la rutina, con la connivencia de sus homólogos, consumiendo el tiempo de quienes aguardan
lastimosamente y con paciencia franciscana que alguna vez haga algo; tome decisiones
útiles; corte por lo sano; alumbre futuro desde proclamas ilusionantes o se
vaya pronto a casa. Porque lo de sacrificarse por sus gobernados, quemándose en
el empeño, no lo esperan; sería demasiado para ‘don comodón’.
Si añadimos
el espíritu del opositor estéril, que alberga el origen del peor funcionariado,
obtendremos lo más parecido a un parásito que tiene por objetivo vivir eternamente
a costa de los ciudadanos.
Sin
nombrarlo, es fácil imaginar un perfil fiel del actual presidente del gobierno:
Mariano Rajoy en estado puro.
El único
presidente electo que no repetirá mandato. El gobernante que llevará su partido
al desierto, partiendo de una espléndida y fructífera ribera, en solo cuatro otoños.
Un político que debería leer la realidad española como nadie por haber tocado
todas las teclas desde concejal a presidente, al que confiamos una nación con problemas
económicos y financieros por deudas y gastos improductivos inasumibles, que nos
la devuelve incrementándolas y sin limarlos, y presumiendo de haber superado la
situación. La realidad es que debíamos seiscientos mil millones y ahora debemos
un billón, porque Europa nos ha aliviado por interés prestándonos dinero a
mansalva y a un coste bajo, de momento... ¿Ese pulpo, es rescate o calamar?
¿Qué haríamos
con un gestor que nos deja en manos de los prestamistas aun aumentando las
ventas —impuestos—, incapaz de reducir gastos estériles y enfadando, de
propina, a los clientes —contribuyentes—? Su dudoso logro: aplazar las
soluciones endeudándonos en una cuantía impagable. Si España fuera una finca se
la quedarían el BCE y los bancos.
La peor
ceguera es voluntaria, y este lirón, que oculta bajíos en su pasado —¡Ay, Bárcenas!—, sueña con seguir pintando
tras cinco elecciones seguidas cuesta abajo, ¡cinco!; siendo, además, el político
peor valorado desde sus principios presidenciales. Otro caso único y
definitivo.
Decenas de
millones de españoles, propios, indiferentes y extraños; quisieran decirle: Mariano,
¿por qué no sueltas la brocha de una puñetera vez, que te vamos a quitar la
escalera, y haces un favor a tus compañeros, a tu partido, a tus gobernados, a tus
más próximos, a ti mismo y a España?
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