Y LLEGA RAÚL
Aún
recuerdo su debut con el Madrid de Valdano
en Zaragoza. Como entusiasta de los futbolistas jóvenes, me dispuse esperanzado
a conocer al juvenil que venía rompiendo los registros goleadores desde crío,
cuando pertenecía al Atlético de Gil
—vaya vista tuvo el inabarcable personaje disolviendo las bases colchoneras,
empeñado en hacer filiales por España, sin embargo, con el Cádiz de su amigo
Irigoyen en la primera probeta. ¡Un desastre! Otro más…—. Y lo que vimos esa
tarde no fue nada especial. Un chaval descarado que parecía jugar sobre
alambres torcidos, por su escuchimizada figura, que, todo voluntad, falló
varias oportunidades de gol.
Pero
de ahí a la gloria, gracias al empeño de Valdano por mantenerlo en el equipo.
Esa apuesta, como la contraria del fallecido dirigente atlético, nunca
aparecerá en la contabilidad de sus clubes, porque los hitos de verdad
relevantes de cualquier institución nunca se contabilizan como debieran. Podría
exponer muchos ejemplos de temas que he conocido bien al respecto. Se exponen
los números pequeños de lo realizado, pero nunca los grandes de lo que se
debería haber hecho en su lugar o, de lo que genera a la larga una decisión
acertada o errónea. Es la mayor falacia contable. Eso no va nunca en el balance aunque
signifiquen la vida o la muerte de lo que se analiza y se expone como realidad
cierta. Esa realidad que es la foto de un día cualquiera, pero siempre
consecuencia de decisiones tomadas mucho tiempo antes. La verdadera
responsabilidad de quien dirige cualquier cosa. La esencia de un dirigente. Su
obra.
El
otro día hablábamos de goleadores y jugadores, pero Raúl es mucho más que eso. Indudablemente es el mejor goleador
español de todos los tiempos, pero también significa bastante más. Guardiola lo señaló como el mejor
jugador español de la historia, y tal vez no le faltara razón, aunque cuando lo
dijo España aún no era bicampeona de Europa y del Mundo consecutivamente; solo
albergaba la Eurocopa del 64 de Suárez,
Amancio, Pereda, Zoco y Marcelino, entre otros.
Más
que gol y juego, Raúl es espíritu. Un espíritu solo comparable al de los
irrepetibles Di Stéfano, Gento o Pirri. Y lo ha demostrado donde ha ido. En Alemania retiraron su
número del equipo, como en la NBA hacen con sus mitos. En el Madrid, donde
ahora le espera don Florentino con
los brazos sospechosamente abiertos y la boca pequeña, no supieron estar a su
altura cuando dejó el club voluntariamente — es un decir — al llegar Mourinho, antes de que el ‘ser superior’
de Butragueño, que sigue ahí porque
sabe dar lustre a su señorito, se lo cargara, como hizo con Del Bosque, Hierro y este año con Casillas,
o con el mismo Valdano dos veces. Demasiado brillo para el único sol que puede
lucir en el todavía Bernabéu —¡cómo le jode el insigne nombre de don Santiago al señor Pérez!—.
Raúl
representa lo que nos gusta a los amantes del fútbol como deporte y espectáculo
emocionantes, antes de que el vil metal, único objetivo, viniera a ensuciarlo.
Juventud, se tengan los años que sean; valentía, pundonor, profesionalidad, juego,
goles, espíritu, honradez, limpieza, amor auténtico a una camiseta, sacrificio
y humildad en el triunfo y en la derrota; esa virtud que solo atesoran los
grandes de verdad.
Y
ahora, cuando entona el difícil camino de la retirada desde el éxito y el reconocimiento allá donde ha estado, vuelve a
su casa. Y es lógico que en el Madrid aguarden con expectación sus intenciones,
más allá de que todo el planeta fútbol ansíe verlo convertido en otro referente
aun con distintas funciones.
Dice
Pedrerol, descosido palanganero
presidencial, que don Florentino aspira a que se convierta en el Guardiola del
madridismo. Debería saber el presentador catalán que la historia no se repite,
aunque pueda asemejarse, y que dentro de la amistad que se profesan desde su
eterna rivalidad de clubes, aunque compañeros defendiendo a España, ¡ojo!,
atesoran cualidades opuestas. Y tendrían que remar en condiciones diferentes.
Guardiola,
junto a Cruyff, son quienes más
riqueza económica y futbolística le aportaron al Barça en jugadores y títulos, de
la contable y de la que decíamos; pero Raúl representa algo más. También podría
hacerlo si le dejaran hacer —ojalá—, pero igual que aquellos salieron del Barça
por la puerta de atrás, mientras en el Real manden el dinero rápido, los
intereses bastardos — empresas ajenas— y la egolatría, Raúl estaría condenado a
lo mismo. Al tiempo.
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