Cuenta el
griego Plutarco que un vidente
advirtió a Cesar del atentado que
sufriría el 15 de Marzo, que era el primer mes del antiguo calendario
romano. Ese día se lo encontró camino
del Senado y el emperador le dijo con ironía que los idus de marzo ya habían
llegado, a lo que aquel le respondió que sí, pero que aún no habían acabado. Y
lo mataron.
Guardiola fue a Inglaterra buscando un nuevo
reto, que venía a ser también como la luna llena de un nuevo periodo. Y allí leería
el “guárdate de los idus de marzo” de Shakespeare,
en su obra Julio Cesar. Quizá anuncie por eso su retirada. O será su propio
vidente, que cuadra más, y haya interiorizado la brevedad del fútbol; uno de
los juegos más imprevisibles, asegura con razón.
Cruyff, su referente —¡cómo le añoramos!—,colgó
la pizarra demasiado joven para todo, cuando aún le querían clubes poderosos y
selecciones de postín. Y yo me inclino porque quiere emularle, en un afán de
mimetizarse con quien le dio la oportunidad en el Barça muy joven, en contra de
la opinión de algunos técnicos de la casa que querían largarlo porque era
debilucho para la responsabilidad de un medio centro; estaba hecho un tirillas.
Esas visiones discriminan a los buenos técnicos de los mediocres y malos.
Pero
Guardiola se equivoca, salvo respetable apetencia personal. Nunca será Cruyff, aunque
sea lo más parecido como técnico e incluso pudiera superarle con el tiempo que
ahora se niega; como tampoco lo fue de jugador, donde las diferencias fueron
abismales. El holandés marcó el inicio del
fútbol moderno; fútbol total, se decía, siguiendo el camino de Di Stéfano, para quien tampoco había
posiciones fijas en el campo. Dos grandes del fútbol que siempre aparecen entre
los cinco mejores de la historia.
Capello no ha descubierto nada anticipando
la querencia de Guardiola por el Barça. Pero sería otro error mayúsculo optar a
algo que no tuviera que ver directamente con el deporte. Seguramente, el técnico italiano ha conjugado
su barcelonismo con la deriva política, que es una debilidad manifiesta de don
Pep.
En Munich
habrá palpado la relevancia que mantienen viejos futbolistas como Beckenbauer, Hoennes y Rummenigge, que siguen en candelero
desde los despachos y los palcos, opinando con autoridad por su prestigio y con
poderío por sus cargos, haciendo y deshaciendo en el legendario Bayern. Pero ni
Alemania es España ni su afición acuna la impaciencia de la nuestra. En
Barcelona, por muy catalana e independentista que él la sienta, maman la misma
leche que en Madrid o cualquier otra ciudad española, y no suele ser buena ante
la derrota. Y eso él debería saberlo, por mucho que las pulsiones políticas le
pongan una venda, como a tantos, y no le dejen ver la realidad.
Yo creo que
lo mejor para el fútbol sería que personas entendidas, como sus ex
profesionales, llevaran la batuta, pero no deja de ser otra utopía. Demasiadas
veces, las filias y fobias suelen arrastrarse y al final, salvo gran
inteligencia, tienden a formar camarillas tan irresolutas como cainitas. Y
tampoco hay en el mundillo de los antiguos futbolistas querencia por arriesgar
su dinero para que otros jueguen. Más bien al contrario, suelen acercarse a los
clubes para seguir viviendo del fútbol. Y tal evidencia, que no es mala por sí,
casa mal con los aficionados y la prensa deportiva; la mezcla de intereses económicos
y deportivos es explosiva, y más aún cuando pintan bastos. Se da más leña a los
ilustres, como en los toros.
A los
españoles nos calienta la sangre el mismo genio que a los taurinos, y pedimos
cabezas de dirigentes, como hacemos con los pañuelos para pedir orejas y rabos
en la plaza. Incluso utilizamos idéntica música de viento y damos las mismas
patadas al diccionario y a la mesura cuando se suelta la lengua. A las buenas,
también ligeros de memoria, entonamos alegres olés y “con flores a María”.
Guardiola
sabe que duraría en el palco lo que los buenos resultados; el calendario del fútbol
español, al contrario del inglés o el alemán, es de hoja caduca. Debería seguir
entrenando, que aún tiene mucho que aprender, como confiesa, y satisfacciones
que dar a los futboleros de gusto, que son legión, y a los guardiolistas
devocionarios, como es mi caso.
Murcianista
y regionalista, con tinte merengón, ¡cómo disfruté con su Barça! La mayoría canteranos y haciendo el mejor
fútbol del mundo.
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